Capítulo 3
Aquella hermosa ciudad pesquera, de las pocas en aquel particularmente inhóspito continente, se pincelada con la calidez del anochecer. Esos rayos anaranjados comunicaban a los marinos que ya era hora de volver a tierra y descansar una merecida noche más. Aquel bello matíz entre el sol ocultándose y su propio reflejo en el mar pasaba completamente desapercibido por los ruidosos inquilinos de la habitación 306, quienes, regresando a su estado turbulento, se mantenían en una acalorada discusión. Al menos por parte de la pelinegra.
—¡¿PERO QUE MIERDA LES PASA?! —Bramo Cassandra superando el límite de su cordura, tomando al trigueño desde el cuello de su camiseta de manera amenazante— ¡¿VINIERON AQUÍ CON ANIMAL MUERTO?! ¡MALDITOS PSICÓPATAS!
—N-no... estaba vivo cuando llegamos... no se que... —Por primera vez desde su encuentro con las jóvenes, la serenidad de Sandu se rompe, mostrándose preocupado, llegando a la desesperación.
—¡¿Qué demonios es eso?! —Empuja al trigueño exigiendo respuestas por parte de este. Desde el inicio no confiaba en ellos, y ese animal aparentemente muerto sólo aumentaba sus sospechas.
Por otro lado, el joven pelirrojo, sin saber que hacer, sintiéndose completamente inútil y atormentado, jadeaba con fuerza, rogando a la Luna por ayuda. No podía dejar que muriera, no después de todo lo ocurrido.
No soportaría perderlo.
—¡SILENCIO! —La comúnmente suave voz de Amy, resonó potente y autoritaria en toda la habitación, logrando detener el bullicio. De todas las personas en la habitación, era la única que mantenía un semblante tranquilo— Cassy, con el secador de cabello calienta una toalla de mano. —Con una simple mirada, le dio a entender a la pelinegra que no aceptaría más quejas de su persona. Bufando, Cassandra corrió al cuarto de baño para acatar la orden brindada por la rubia— Sandu, por favor intenta tranquilizarlo —Señala al pelirrojo que, si bien no emitía palabra alguna, respiraba con demasiada irregularidad, casi al punto del colapso nervioso.
—Entendido.
Luego de brindar las tareas, la rubia se dirige con prisa a su bolso, donde sacó un manual de mano de primeros auxilios, regalo que su padre le obligó a aceptar para el viaje, un chal de lana que había tejido la navidad pasada, y una cajita individual de leche de fresa que había comprado de camino al hostal. Abrió el libro leyendo con rapidez el capítulo que le serviría en ese caso en especial, quitó de su envoltorio la pajilla y, con sus dedos, amoldó la boquilla de plástico para que quedara más pequeño.
—¡Cassy!
—¡Ya voy! —Responde la voz de la alta desde el baño, donde se logra escuchar el secador de cabello siendo utilizado, segundos antes de regresar a la habitación con una toalla de mano tibia— Aquí tienes...
Tomó la toalla y envolvió el pequeño cuerpo en este. Luego, posicionó la punta de la pajilla en el pequeño hocico de la criatura, exhalando con suavidad del otro extremo al tiempo que hacía pequeñas presiones sobre la toalla en el tórax del cachorro con su dedo pulgar, intentando realizar rcp con cuidado. Luego de un par de intentos sin respuesta, e intentando mantener la calma, un pensamiento cruzó por su cabeza.
—Sandu... —Llamó al trigueño, quien se encontraba concentrado en tranquilizar al pelirrojo— ¿cuándo fue la última vez que le dieron de comer?
Con el rostro pálido por la realización de este pequeño gran detalle, Sandu sólo pudo negar levemente con la cabeza.
—No se... al encontrarlos yo... opte por traerlos aquí...
—¿Que tan idiota puedes ser? —Bufo Cassandra con indignación mientras Amy se dedicaba a soltar un largo suspiro.
—Cassy, ¿puedes ir a la farmacia a comprar un dosificador?... y algo de comida blanda para cachorros. —cuestiono la rubia sin dejar de frotar el cuerpo con la toalla.
—¿Y dejarte aquí con estos dos? No voy a dejar que...
—¡Bien, ve con ellos! Pero rápido, no podemos perder más tiempo en tontas discusiones.
El trigueño y la pelinegra se miraron con cierto recelo, pero en silencio aceptaron la orden demandada por la más baja, y aparentemente más madura, del grupo.
Al otro lado del continente, casi al límite de El Bosque de las Ilusiones, tres lobo grises corrían a toda velocidad entre los árboles, ignorando por completo las miradas inquisidoras de las criaturas del bosque, quienes, con su característico sentido de la curiosidad despierto, se dirigen inmediatamente donde su reina, para comunicar el suceso extraño de ver licántropos en su reino.
—No puedo sentir nada... —Jadeaba el más joven de los cazadores, intentando mantener el paso firme de sus camaradas más experimentados que él.
—No hay rastros de ese bastardo... —Gruñe el más corpulento, deteniendo su andar cuando el líder también lo hace, intentando capturar algún aroma conocido, alguna pista del paradero de sus presas.
—El pueblo humano más cercano está a 15 kilómetros... —Comunica Razvan, el líder, pensativo.
—¿Crees que están ahí, Razvan?
—Por supuesto que no, idiota —Responde con rudesa el corpulento a la inocente pregunta del menor, gruñendole en el acto— Ya los habriamos sentido... tienen que estar más lejos.
Al lobo no le faltaba razón, considerando lo preciso que era su olfato podrían sentir la esencia del Alpha por lo menos a 180 kilómetros, pero no había nada, no en ese bosque ni en las montañas. Tenían que estar aún más lejos.
—El pueblo más lejos es el pesquero... deben estar ahí... ¡Vamos!
Regresando a su carrera contra el tiempo para atrapar al pelirrojo, se alejaron por el sendero de árboles, pasando por alto como una huesuda mujer les observaba a lo lejos con una misteriosa sonrisa adornando su pálido rostro.
Dentro de una farmacia local, que por su tamaño parecía más un supermercado, un carrito era empujado con poco y nada de cuidado por los pasillos, y de quien lo empujaba, se lograba escuchar por todo el local blasfemias que lograban asustar y sorprender a los demás compradores.
—¡Mierda! —Brama Cassandra, tomando las cosas de la lista que le había dejado Amy con furia, pero completamente obediente— ¡Carajo! ¡Fenómenos de mierda! —Mientras insultaba a diestra y siniestra, Sandu y el joven pelirrojo le seguían a una distancia prudente, sin emitir palabra alguna, aunque igualmente bastante incómodos por las reacciones de la chica—Agghhh... dosificador, doxapram, gotero... comida para cachorros, esto es una farmacia ¿donde voy a conseguir comida para cachorros?... ¡Tú! —Señala a Sandu, mirandole con cansancio— Cuida esto, veré dónde conseguir un puto sobre de alimento.
—Es... temperamental. —Murmura el trigueño un tanto molesto por la fuerte personalidad de la fémina, con el pequeño pelirrojo temblando a su lado.
En la habitación, estando al fin silenciosa, Amy intentaba con todas sus fuerzas, mantener al pequeño cachorro vivo. Por alguna razón se sentía con el deber de hacerlo.
—Ok... Vamos... Vamos... —Rogaba la rubia sin dejar de emplear rcp cachorro.
Luego de cinco desesperados intentos más, ocurrió el milagro. El pequeño cachorro soltó un lastimero jadeo.
—Si... ¡si! ¡Está vivo! —Celebra casi soltando unas cuantas lágrimas de alegría— ¿quien dijo que el manual de primeros auxilios era inutil? Ahhhhhh, mi corazón, gracias por obligarme a tomarlo, papá —Jadeó sintiendo el cansancio luego de aquella dosis de adrenalina que, sinceramente, no quería volver a sentir.
Envolvió bien el pequeño cuerpo, quien ahora respiraba irregular soltando agudas jadeos, intentando con la pajilla brindarle un poco de agua.
Cuando siente la puerta de entrada abrirse, exclama con alegría.
—¡Está respirando! —Bajo la mirada sorprendida de Sandu y Cassandra, la rubia enseña cómo el pequeño respiraba y lloriqueaba con fuerza.
Al escuchar el llanto del pequeño cachorro, el pelirrojo, quien hasta entonces era una gelatina temblorosa, se apresuró a la cama, tropezando en el intento de subir a esta, pero logrando mantener una amplia vista de aquello tan valioso que estaba protegiendo. Tan pequeño y frágil, por alguna razón le aterró tocarlo, pensando que con el mínimo roce podría lastimarlo.
—Ven... —Con cuidado,Amy toma la mano del joven, con este un tanto reacio, y la posa en el lomo del cachorro por debajo de la toalla, dejando que sintiera su calor, queriendo hacerle entender que estaba ya todo estaba bien— Respira... ¿ves? Está vivo.
Ese pequeño gesto, esa pequeña y simple acción, fue necesaría para que el joven de cabellos de fuego rompiera en llanto, aliviado y feliz de saber, que el último legado de su familia no había muerto por su ineptitud.
Al fin algo bueno en su vida estaba sucediendo, todo gracias a esa desconocida.
—Gr...Grac...Gracias...
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