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Capítulo 28

"¿Escuchaste? Dicen que está detrás de Charles."

"—¿Charles? ¿No tiene novia?"

"—Si, y al parecer poco le importa a la zorra"

"—Ja. Se cree mucho por ser un poco bonita"

Ah, no, ¡a estas les desfiguro la cara ahora mismo!

Le es fácil a la rubia notar el enojo aflorar en la voz de su hermana mientras fingían no escuchar los murmullos de sus compañeras de escuela desde hace ya quince minutos.

Cassy, basta... No es la primera vez que escuchamos rumores falsos de mujeres y hombres patéticos que nunca han tenido ni tendrán oportunidad conmigo. Lo importante ahora es encontrar el pastel para papá.

Con seriedad, y tomando con algo de fuerza la muñeca de la más alta, Amy mantiene su mirada al frente, esperando que fuese su turno para entrar a la cafetería. Ese día era el cumpleaños de Caleb y ambas querían regalarle su postre favorito.

La pelinegra asiente y esboza una ligera sonrisa, emocionada por celebrar esa noche con sus seres queridos.

La rubia decide que lo mejor es simplemente ignorar las risas burlescas que comenzaron a escucharse desde atrás, como siempre lo había hecho. Estaba acostumbrada a ser la comidilla de los demás, a veces hasta le divertía descubrir las cosas fantasiosas que decían de ella a sus espaldas.

Sin embargo, hubo una frase que, por primera vez en sus diez y siete años de vida, le hizo hervir la sangre.

"—Escuche que su mamá se suicidó."

—¿Mamá?

Una suave y melodiosa voz le obliga a abrir sus ojos con pesadez; se había quedado dormida luego de cambiar las vendas de David.

El pelirrojo, notablemente mejor, pero sin haberse cerrado aún las heridas, se encontraba mirándole con sus ojos grises cargados de curiosidad. Nota entonces que el chico mantenía en sus manos el libro de lenguaje con el que se había dedicado a enseñarle esas últimas semanas. Al parecer, tenía una consulta.

—Perdón, amor, me quedé dormida... ¿Y Velkan?

El chico simplemente señala a su derecha, logrando ver como el pequeño cachorro, con una energía inagotable, se dedicaba a atacar a la criatura de algas, ladrando en reproche cuando este esquivaba sus mordidas. La criatura, si bien no podía apreciarse algún tipo de rostro más allá que sus ojos blancos sin pupila, estos eran lo suficientemente expresivos para demostrar la felicidad y diversión que le provocaba jugar con el pequeño cachorro.

Dejó salir una corta risa por la escena, mas aquel sueño mantenía un amargo sabor en su boca. No entendía porque había soñado aquello, pero lo que mantenía su ceño fruncido, era que no recordaba lo que había pasado después.

Lo único que recordaba era que más a la noche, mientras celebraban el cumpleaños de su padre, su hermana le miraba de una manera extraña; entre preocupada y temerosa.

—Mamá... Esto no se que es...

La voz del pelirrojo la saca inmediatamente de sus pensamientos, volteando hacia donde el chico señala con su dedo índice en el libro.

—"Deshonroso" Pues... a ver, como lo explico para que entiendas —Piensa un poco apretando sus labios bajo la atenta mirada del pelirrojo— Es cuando, por algo que haces o dices, pierdes la dignidad y el respeto de otros hacía ti.

—¿El respeto es bueno? —Cuestiona David con inocencia.

—Sip

—¿Dignidad también?

—Mientras no sea en exceso, si bebe

Contestó con simpleza mientras arregla unos mechones rebeldes de la cabellera ajena. El Omega, se dedica a mirar el piso mientras la rubia se entretenía peinándolo.

Al principio, Amy no presta demasiada atención al silencio ajeno pensando que estaba leyendo otras palabras del libro, pero cuando escucha nuevamente la voz del chico, detiene inmediatamente su accionar para mirarle acongojada.

—"Eres una deshonra para el clan, una maldita basura"

Se había leído los libros que llevaba en su bolso más de cinco veces, por lo que estaba completamente seguro que esa frase no aparecía en ninguno de ellos.

—¿David? —Con el ceño levemente fruncido, la chica buscó la mirada ajena, no lográndolo de primera— David, mírame... —Con un tono de voz un poco más autoritario, logra que los ojos grises del pelirrojo se topen con los suyos, demostrando cierta tristeza en ellos— ¿Dónde escuchaste eso? ¿Fue el cazador de antes? ¿Él te dijo eso?

Al ver como el chico simplemente negaba con la cabeza, más que aliviarla, la preocupa aún más. Si no fue el enemigo quien le dijo eso ¿De donde pudo sacarlo?

—Era grande... y olía como yo y Velkan... y como la señora que me tenía en brazos cuando estaba chiquito... Todos con pelo como el mío.

—Cariño... ¿Tu papá y tu mamá? ¿Te refieres a ellos? —Interroga tomando con cierta protección las manos de David quien le mira con confusión.

—No, mi mamá es Amy...

A pesar de su preocupación, no puede evitar esbozar una ligera sonrisa cargada de ternura al escucharle decir aquello. Lamentaba de sobre manera no tener a Cassandra ni Sandu cerca para restregarles en la cara que el pelirrojo si la consideraba una figura materna y no una posible futura pareja cómo el peliblanco le había indicado en los días que estaban juntos en la cabaña.

—Ghaaamm...

El jadeo gutural provoca que ambos se voltean con cierto temor, aun no acostumbrados a la carrasposa voz de la criatura pantanosa. Este, habiéndose acercado a ellos con disimulo, les miraba un tanto apenado con Velkan entre sus manos, el cual mantenía en su pequeño hocico al menos una docena de algas, intentando masticarlas con vehemencia.

—Ay Velkan, deja eso

Con cariño, pero de todos modos regañando al cachorro, Amy lo toma en sus brazos para intentar quitarle las algas de la boca, no sin antes pedirle perdón a la criatura que, para no continuar llamándole "monstruo", decide nombrarlo "Ike".

Luego de quitarle las algas, decide llevarlo al lago para lavar su boca y su cuerpo, puesto que había quedado cubierto de lodo al jugar. Refunfuñaba de lo sucio que había quedado mientras el pequeño se removía pensando que la rubia estaba jugando con él.

En el momento que sus rodillas tocan la tierra suave en la orilla del lago, siente como su colgante de pronto comenzaba a pesar mucho. La piedra de Alejandría parecía haber aumentado su volumen hasta el punto de empujarla dentro del agua.

David se dedicaba a entregarle las algas a Ike, pensando que estas se volverían a unir a su cuerpo si se las pegaba con saliva hasta que ambos escucharon el grito de la rubia. Se levantaron de golpe y se acercaron al lago, pero a pesar de no demorarse más de diez segundos al llegar, no encontraron ni a la chica ni al cachorro.

—¡Mamá!

En el agua, Amy intentaba aguantar su respiración lo mejor posible, la Alejandría seguía pensando cada vez más arrastrándola hacia al fondo.

Su cerebro maquinaba a mil por hora, intentando pensar en una manera de salir de eso, ya que a pesar de sus intentos, le fue imposible despojarse del colgante. Pero, su mente dejó todo pensamiento cuando escuchó al pequeño Velkan ladrar.

"¿Ladró? ¿Velkan?... ¡¿Bajo el agua!?"

Piensa un tanto sorprendida, pero su sorpresa aumenta cuando, al abrir los ojos, nota cómo, en vez de encontrarse en el fondo del lago, se encontraba de pie, con el cachorro en brazos, en tierra firme. Y frente a ellos, un campamento bastante rústico con una fogata que iluminaba las carpas en medio de una noche de luna nueva.

—¿Que rayos...?

Exhala al notar que ella también era capaz de respirar en ese lugar.

De pronto, escuchó no muy lejos de ella una voz femenina gritando de dolor. Reconoció esos gritos desde esa vez que se escabulló dentro del hospital donde su padre trabajaba para verlo por curiosidad. Eran gritos de parto.

Cuando la mujer deja de emitir rugidos de dolor, el llanto infantil del recién nacido no tarda en ser escuchado. Al acercarse con precaución, pudo notar como, frente a la puerta, se juntaban muchas personas emocionadas por el nuevo integrante de la manada. Sin embargo, al abrirse el pórtico, sale de la carpa más grande un anciano con el rostro cansado y, en cierto modo, decepcionado.

—El heredero no resistió el nacimiento, nuestra jefa se encuentra con dolor en su corazón, así que les pido que le den espacio y privacidad a ella y al gran Alpha.

Con esto, y con los ánimos por el suelo de todos los presentes, la multitud comenzó a dispersarse. Cuando todos desaparecieron entre los árboles, escuchó una voz masculina, furibunda, desde dentro de la carpa.

—¡¿UN OMEGA?! ¡¿MI PRIMOGÉNITO ES UN MALDITO OMEGA?!


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