Capítulo 27
Fuera del palacio de Elatar se podían escuchar murmullos desesperados y curiosos entre los árboles. Las criaturas, en su mayoría Zaides, correteaban de un lado a otro, como escapando de algo aterrador.
Sin darle demasiada importancia a la inquietante actitud de sus súbditas, la reina se mantenía apacible en su trono, observando al trigueño sin ningún tipo de expresión aparente frente a la acusación que éste le presentaba.
—Elatar... por favor...
La aludida no puede evitar morder con algo de fuerza su labio inferior, intentando de ese modo disuadir la prominente sonrisa que amenazaba con plasmarse en su rostro.
—No logro entender tu molestia, Sandu —Clama la pelirroja decidiendose, por fin, a levantarse de su trono— ¿No fuiste tú quien dijo que un buen soberano es accesible y flexible al momento de formar alianzas?
El trigueño, un tanto intranquilo por esa actitud, y un tanto molesto consigo mismo por los consejos que le otorgó a la chica en el pasado, se mantiene en su posición, no queriendo darle el placer de verle débil.
—Sabes a lo que me refiero... los Inglis están...
—Planeando algo malo. —Elatar finaliza la frase con una misteriosa sonrisa, una que causó escalofríos— Algo muy, muy malo.
—No ganarás nada poniéndote de su lado, Elatar.
—Oh, difiero en eso, mi noble Sandu —Comenta la reina acercándose a paso lento al trigueño, mirándole fijamente sin apagar su sonrisa— Promete ser muy divertido, y sabes cómo me gusta divertirme.
La tonalidad cantarina en la voz de ésta le dio entender al peliblanco que, a estas alturas, sería imposible ponerla de su lado. Si algo caracteriza a la sádica regente del bosque, era su implacable placer por la diversión, un retorcido sentido de la diversión, por supuesto.
—Ela... escúchame, esto no acabará bien. Ayúdame a terminar con esto sin que se derrame sangre inocente.
—Ay por Gaskul, Sandu...
Jadea la reina cubriendo su rostro con ambas manos, deteniendo inmediatamente su andar a pocos pasos de haber llegado frente al trigueño.
Un tanto confundido, Sandu estaba por preguntar que ocurría, pero la pelirroja, de la nada, suelta una histérica carcajada, impactando al contrario y provocando que diera un par de pasos atrás.
—¡ERES TAN LINDO! "Sin derramar sangre inocente" ¡Ah! Sigues siendo el mismo idealista de siempre.
Ahí estaba, esa actitud lunática que el Ihugar conocía, esa actitud que la chica comenzó a ocultar desde que se convirtió en la gobernante del lugar, pero que, al parecer, nunca había abandonado del todo.
En contra de su voluntad, los recuerdos del pasado comenzaron a fluir en su cabeza. Imágenes demasiado claras de aquellos años que, si bien era feliz, desearía poder olvidar.
Treinta años después de la gran guerra.
Debido a que los Ihugar eran reconocidos por ser imparciales en cuanto a los problemas políticos, religiosos y culturales de las demás criaturas, su pueblo accedió a ser parte del gremio que se dedicaría a velar por la vida de las demás criaturas y mantener intacto el pacto de paz.
En esa época su padre era el mediador de cada reunión, escuchando los puntos de vista de cada gobernante para tomar las decisiones de mayor a menor urgencia, aparte de brindar algunos consejos sobre cómo sobrellevar las animosidades dentro de sus reinos.
Él hace poco había terminado el ritual de mayoría de edad, aunque en palabras de su madre "seguía siendo un bebe", por lo tanto le había rogado a su padre que lo dejase acompañarlo a una asamblea, la cual esta vez se llevaría a cabo en el Bosque de las Ilusiones.
A simple vista había logrado su cometido, pero no se sentía feliz en lo absoluto. Ya que, si bien lo llevó con él al lugar donde se llevaría a cabo la reunión, no se le permitió entrar ni ser parte de esta. Por tanto ahí se encontraba, quieto, aburrido, y sin ser capaz de escuchar nada de lo que ocurría en el interior, esperando pacientemente a que su padre terminara.
No pasa mucho tiempo cuando escucha algunas risas cerca de él. Al voltear a su lado derecho, logra notar a unos cuantos metros cuatro niños jugando con las ramas de unos árboles simulando que eran espadas.
"Los hijos del rey del bosque"
Pensó luego de recordar lo que su padre le había comentado mientras llegaban al reino, le había pedido que fuese muy respetuoso con ellos ya que eran parte de la familia real. No pensaba que llegaría a conocerlos, sin embargo estaban jugando a pocos metros en donde él se encontraba sentado.
—¡Hola! —Uno de los niños se había acercado corriendo para saludarlo; era un pequeño de cabello azulado liso un poco más abajo de sus orejas, le miraba con ilusión con sus ojos aquamarinos, ligeramente sonrojado. —¡Eres muy grande y bonito! ¡Quiero ser como tú!
—Lwaber, papá dijo que cuando habláramos con alguien primero tenemos que presentarnos, es signo de cortesía.
Habla otro de los hermanos mientras llegaban los demás a su lado, de cerca todos se veían muy diferentes, aunque por obvias razones.
—Ah... si, perdón...
El niño de cabello rojo puntiagudo se para derecho frente a Sandu, mirándole con el ceño levemente fruncido pero igual de sonrojado que sus hermanos.
—Lamento la descortesía de mi hermano, me llamo Altrus, este es mi hermano Lwaber, mi otro hermano Pwaviska y mi hermana Elatar, mucho gusto en conocerlo.
El peliblanco no pudo evitar esbozar una amplia sonrisa debido a la ternura que los hermanitos le ocasionaron al verlos realizar torpes y poco ensayadas reverencias luego de ser presentados.
—Mucho gusto príncipes, y princesa, mi nombre es Sandu, soy el nuevo asistente del mediador.
—Me gusta tu cabello...
Clama con cierta timidez el hermano de cabello y ojos grises, sin apartar la mirada del más adulto entre ellos.
—Pues a mi me gustan sus ojos, son lindos.
Comenta con mayor confianza la única niña del grupo, mirando a su hermano de cabello claro con cierta molestia por ser tan tímido.
—Todo en él es bonito.
Reclama el hermano de cabello azul comenzando una pequeña y tonta discusión sobre su persona.
—Dejen de decir tonterías, a un hombre no se le dice "bonito", él es apuesto ¿Verdad que tengo razón, señor Sandu?
El hermano de cabello rojo le mira expectante por una confirmación, dejando ver lo hambriento que estaba por aprobación. Los demás hermanos le miraron con cierta molestia pero sin atreverse a decir nada, ya que, para ellos, cualquier palabra que representara belleza iría bien con el trigueño.
—Jajaja, muchas gracias por sus cumplidos, me halagan mucho.
Debía admitir que se sentía incómodo y conmovido en iguales partes al ser tan halagado por esos pequeños, sus ojitos llenos de admiración le provocaba cierto grado de orgullo consigo mismo. Sabía que no era mal parecido pero no estaba acostumbrado a ese grado de atención.
Tal vez haya sido ese sentimiento el que provocó que siguiera acercándose a ellos, permitiéndoles ser parte importante de su vida.
En ese entonces, nunca pudo imaginar que las cosas se tornarían de esa manera en la actualidad.
—¡Su majestad! Ha ocurrido un incidente en el ritual de degradación.
Una voz extraña irrumpe los pensamientos del peliblanco, llamando la atención de ambos en la sala del trono, pero aún más, provocando la molestia de la reina.
—No me importa, no vuelvas a interrumpir una reunión real a menos que quieras que te mate yo misma.
—S-Si su majestad, lo siento mucho.
Sin más, se escuchan los pasos apresurados alejándose del lugar, dejándolos nuevamente solos.
—Elatar, eso no fue...
—Tres días, Sandu
Le interrumpe la pelirroja mirándole con una media sonrisa, dejando al trigueño ligeramente confundido.
—Tienes tres días para darme algo igual o mejor de lo que me prometió Caius.
—¿Algo mejor?
Ante la pregunta del hombre la reina solo pudo ensanchar su sonrisa, causándole un fuerte escalofrío a Sandu.
—Tú sabes lo que quiero... Lo que siempre he querido.
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