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Capítulo 26

Bellas plumas plateadas fueron encontradas en el suelo fangoso mientras el ser cubierto de algas se encontraba buscando algunas hierbas, idénticas a las que la joven rubia le había mostrado minutos antes. Alza su atención hacia el cielo, logrando observar cinco Sparis en el alto cielo, cargando un lujoso carruaje sin dificultad alguna.

Se quedó observando el cielo unos minutos más, anhelando más de lo que ha podido obtener que todos sus años de vida. Un par de alas quizás o, por lo menos, un rostro más amigable.

Al volver con los seres que había encontrado hace una hora aproximadamente, es jovialmente recibido por el pequeño cachorro, intentando nuevamente arrebatarle a mordiscos unas cuantas algas de su anatomía. No era algo que le ocasionará dolor, así que lo dejaba ser.

-¡Volviste!

Escucha la voz de la chica, llamando inmediatamente su atención. Le agradó ver que, a diferencia de cuando se vieron por primera vez, ya no le observaba asustada.

Sin ningún saludo, o siquiera un gruñido de su parte, el hombre pantanoso se acercó con sigilo hacia Amy, entregando las hierbas que encontró, esperando que ella le dijera si eran o no las correctas. Para su sorpresa, una amplia y aliviada sonrisa se adorna en el rostro de la chica, dándole a entender que había hecho lo correcto.

Era una nueva reacción que recibía por parte de otro ser, y, hasta el momento, era su favorita.

-¡Gracias! Mira, David, tenías razón, la Brypinna si crece en estos lados.

-Yaaay...

Celebra el joven pelirrojo con el rostro cansado, pero alegre de que la rubia le hubiese dado un cumplido. Si hubiese estado aún en su estado lobuno, su cola se estaría moviendo como las astas de un helicóptero.

-Ok, cariño, solo descansa ¿si? Yo me ocuparé de todo ahora.

Dicho esto, David, asiente levemente antes de cerrar nuevamente los ojos, confiando fielmente en ella. Y en la criatura que se encontraba a su lado. A pesar de la apariencia tenebrosa, de él emanaba un aroma dulce y amigable.

-Por cierto ¿Puedes hablar?

Cuestiona Amy mirando al monstruo pantanoso con curiosidad. Extrañamente, este le responde que no con un movimiento de su cabeza.

Era extraño, si no podía hablar ¿Cómo era posible que pudiera entenderla?

Luego de curar las heridas de David tendría que buscar a esa criatura en el bestiario de Detiam y ver si había algo que le indicará cómo se comunican. Pero, antes de buscar información sobre él, había una importante pregunta que hacerle.

-¿Tienes un nombre?

Lejos del claro, y luego de cruzar el cielo despejado de gran parte del continente, los tres cazadores se disponían a bajar del carruaje frente a las gigantes puertas del palacio de los poderosos Inglids.

Los tres ingresaron al salón ceremonial, o como lo comenzó a llamar Caius cuando se posicionó como líder; El salón del trono.Cada uno mantenía en su rostro una expresión diferente, pero todos se sentían de la misma manera con respecto a lo que estaba por ocurrir.

Todos estaban aterrados.

-¿Y Bien?

Se escucha en toda la habitación el potente eco de la voz del Inglid más temido y respetado por su propio clan, observándolos despectivamente desde su trono en medio de todo el lugar. Los tres notaron que, a diferencia de la última vez que lo vieron, se encontraba extrañamente molesto.

El único que tenía la valentía necesaria para enfrentar la mirada dorada del hombre fue Razvan, quien, a pesar de todo, aún sentía cierta confianza en su interior.

-El enemigo utilizó un veneno desconocido contra nosotros, nunca habíamos visto algo así, nos afectó más de lo que creíamos... le pido disculpas.

-¿Disculpas?

-Si, señor... Quisiera también pedirle una última oportunidad, esta vez yo personalmente perseguiré al Alpha y lo traerá para usted.

-¿Me estás diciendo que hasta ahora no lo has hecho "personalmente"?

Esa simple pregunta fue suficiente para que la sangre se les helara completamente. No solo le hacía comprender al Inglid que el líder no estaba involucrado en los últimos fracasos, si no que también, el número de culpables de esos fracasos se había reducido.

-No, señor... Lo lamento, mis hermanos tomaron responsabilidad de los últimos ataques, pero yo accedí a sus peticiones.

-¿Quien?

-¿Disculpe?

Cuestiona Razvan intentando con todas sus fuerzas no dejarse llevar por el instinto de supervivencia que, en esos momentos, le estaba gritando que huyera del lugar. La sensación de peligro y de muerte le estaba sofocando.

En todo ese tiempo, Caius no había apartado la vista de él en ningún momento, pero entonces, sus orbes danzaron entre los rostros aterrados de Storko y Selky antes de continuar con su pregunta.

-¿Quien tomó la responsabilidad de este último fracaso?

-Eso... fue...

Inconscientemente, el líder muerde su labio inferior, debatiéndose internamente en que es lo que debería hacer en esos momentos. Por un lado, Storko y él ya habían recibido castigos por parte del rubio antes, y no era algo que quisieran volver a experimentar. Y por otro, Selky aun era muy joven, no quería que sufriera aquel terrible dolor.

¿A quién debería sentenciar? ¿Cual es la respuesta correcta?

No sabía si era suerte o maldición, pero no necesito pensar la respuesta mucho más tiempo.

-Selky.

El licántropo musculoso y Razvan se voltean a ver a su hermanito menor, quien se veía casi catatonico del terror, observando con sus ojos desorbitados a Caius. El Inglid, sin embargo, se encontraba observando con cierto aburrimiento hacia la puerta del salón, donde su Zalno preferido se encontraba de pie.

Observaba a todos en la habitación con sus afilados ojos grises.

-Los exploradores avisaron que aquel con el nombre Selky, fue el responsable de este fracaso. Mi amo.

Poco le importaba que los licántropos mayores le mirarán con odio por haber expuesto a su hermano pequeño. Su única lealtad estaba con su maestro, los demás no eran más que simples insectos en su vida.

-Agradezco tu honestidad, Cam.

-¡Mi señor!

A pesar de que Razvan intenta intervenir por el bien del menor, Caius no le toma importancia a su súplica. Se levanta de su trono y, con leve movimiento de cabeza indica a sus guardias que tomen al menor de los cazadores.

-¡Espera! No importa si él decidió hacerse cargo, yo acepté su petición, es mi culpa.

-Me conmueve tu sentido de protección hacia tu sangre, Razvan... pero, los niños también deben atenerse a las consecuencias de sus actos ¿no crees?

-¡H-Hermano!

-Caius... por favor...

Antes de que tanto Razvan como Storko pudieran dar un solo paso hacia el gobernante, otros Inglids se encargaron de inmovilizarlos.

-¡Caius!

-Llévense al niño a mi laboratorio... Y a estos dos irrespetuosos, al calabozo.

Sin una pizca de remordimiento, Caius se dirige fuera del salón, dejando a los licántropos restantes aprisionados por sus hombres.

Ambos cazadores, sin poder mover un solo músculo, solo podían sentirse impotentes e inútiles, maldiciendo sus sentidos afilados mientras escuchaban con agonía los despavoridos gritos de su hermano menor.

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