Capítulo 24
Estaba todo silencioso, pero podía notar las miradas de las criaturas escondidas en cada rincón, siguiendo cada uno de sus movimientos. La pelinegra, con un rostro aparentemente inexpresivo, se encontraba sentada en el suelo, afuera del palacio de espigas. Luego de esa pequeña jugarreta con el peliblanco dentro del salón, este mismo, completamente incómodo, la echó del lugar.
Justo cuando estaba divirtiéndose a lo grande.
—Agua fiestas...
Murmuró, levantándose del lugar, viendo que podría hacer mientras esperaba a que esos dos terminaran de hablar.
Mientras se encaminaba lejos del palacio, volteaba de vez en cuando para observar con recelo el gran y extraño castillo, esperando que las cosas marchen bien entre el trigueño y la reina.
Aunque no lo diría en voz alta, si estaba preocupada, la expresión de Sandu, era la misma que veía en su hermana cuando eran pequeñas cada que intentaba ocultar que estaba siendo intimidada.
No era agradable recordar su temprana niñez, especialmente ese horrible año donde ambas habían cumplido los seis y unos tipos extraños intentaron raptar a su hermanita. Su padre se encargó de eso personalmente, pero el terror que sufrió Amy esa vez, fue difícil de olvidar.
El impacto de ese año fue colosal, tanto que hasta la fecha Caleb y ella misma siguen siendo fielmente sobreprotectores con la rubia.
Ese fatídico día fue la primera vez en toda su vida que vio a su padre furioso. Y es algo que no desea volver a presenciar.
—En fin, esto no es lo mismo.
Se dice a sí misma convenciendo de que el trigueño estaría bien, después de todo, y aunque no lo demostrara, era bastante poderoso. El sabrá defenderse de esa tipa si es necesario ¿Verdad?
Luego de pensar en ello, nuevamente la expresión de Sandu hacía presencia en su mente, obligandola a fruncir el ceño en son de molestia.
Detestaba que su hermana tuviera razón cuando le decía que no era tan despiadada como ella misma quería creer.
—Mestiza.
Su cuerpo se petrifico completamente en el momento que escucho esa simple pero muy significativa palabra. Su sangre comenzó a hervir en ira cuando, al ladear levemente su rostro hacia el centro de la voz, descubre a la chica polilla mirándola con una sonrisa burlona desde la rama de un árbol.
Esa perra quería morir.
Por otro lado, en el interior del salón real del palacio, Sandu se encontraba un tanto irritable, intentando con todas sus fuerzas evitar la mirada de la reina. Sin embargo, si quería entablar una alianza con ella, no podía seguir mirando la linda hoja que se mecía en el marco de la ventana a su derecha.
—No es tu tipo.
En el lugar la voz de la mujer se escuchaba con fuerza, y el eco solo lograba acrecentar esa autoridad.
—¿Disculpe?
Cuestiona tomando todo el valor que había reservado para ese momento, alzando su vista para mirar a la pelirroja, descubriendo, para su mala suerte, la expresión que aparentaba indiferencia de ella en realidad reflejaba algo que él no quería realmente notar.
—Esa chica no es tu tipo.
—Tal vez debería ir directo al punto ¿verdad, majestad?
Desvía el tema intentando que aquel tópico no diera paso a mayores malentendidos, especialmente luego de aquel extraño acto que la pelinegra realizó minutos atrás.
—¿y cuál sería el punto?
Cuestiona Elatar sin quitar la mirada del peliblanco, pero no recibiendo lo mismo por parte de él. Aquello le molestaba aún más.
—Caius... —Al escuchar ese nombre el ceño de la pelirroja se frunció con disgusto— ¿él estuvo aquí ¿verdad?
Por primera vez desde que se encontraron a las afueras del reino, el trigueño observa directamente el rostro de la gobernante, recobrando su semblante sereno, pero duro.
—¿Qué te hace pensar eso?
—La purificación... Sólo existe un hombre lo suficientemente poderoso como para que usted le permita el acceso a este reino.
Respondió Sandu sin dar un paso atrás, el ambiente comenzaba a oler a hostilidad, lo notaba por las oscuras esporas que comenzaban a emanar del cuerpo de la reina.
—Y solo purificas el palacio cuando un hombre entra... ya que nos considera una peste.
Supo entonces, por la extraña sonrisa que la chica mostraba en esos momentos, que una alianza sería completamente imposible. Sobre todo después de escuchar la voz ajena decir las siguientes palabras.
—A ti no.
En el bosque, e ignorante a lo que estaba sucediendo paralelamente en el palacio, Cassandra corría lo más rápido que podía intentando atrapar a la molesta polilla, de la cual, su constante risotada no hacía más que encender aún más la flama de su ira.
Los movimientos de la chica parecían bastante expertos al momento de saltar de un árbol a otro, sin siquiera abrir sus resquebrajadas alas, lo que le hacía pensar que quería llevarla a algún lugar específico.
No fue hasta que escucho un grito cargado de terror que se detuvo de perseguir a la chica. El alarido la sorprendió y asustó en iguales proporciones, pero, y habiendo pasado el impacto, se acercó con la intención de averiguar qué era lo que podría provocar que alguien gritara así.
No lo hubiese hecho si no hubiese escuchado "Por favor ayudenme" de parte de la hembra que había gritado anteriormente.
Se acercó un par de metros en dirección a la voz, encontrando un pequeño claro donde se encontraban varias de las criaturas que habían visto de camino al palacio; Zildes. Todas ellas se encontraban rodeando una planta extraña que se encontraba en el centro del claro, parecida a una planta carnívora que tuvo de mascota cuando era pequeña.
Lo verdaderamente raro de aquella escena, era que todas esas criaturas se encontraban tranquilas observando como esa planta, con unas lianas verdes y gruesas, atraía a una de ellas con la clara intención de comérla. La chica en cuestión gritaba desesperada por ayuda, pero sus compañeras no hacían nada. Es más una de ellas, la más cercana al centro, comento con simpleza.
—Conoces las leyes, Amphora, no podemos hacer una excepción por ti.
—¿Qué mierda está pasando?
Murmura la pelinegra sin entender nada, y sintiéndose extrañamente conmocionada por la escena. La Zilde que estaba siendo arrastrada le parecía familiar también.
Amphora, así la había llamado la otra chica verde, se retorcía intentando con todas sus fuerzas salir de esa mortal situación, en un momento logra soltar sus manos, con las cuales intenta apartar las lianas de su vientre, dejando ver lo abultado que estaba.
Claro, la chica que los guió al palacio. La chica embarazada.
Al ver aquello, su cuerpo al fin decidió reaccionar. Se levantó con la clara intención de ir a socorrer a la chica, pero una mano huesuda y fría la detuvo.
—No, no, mestiza. No puedes hacer lo que te plazca en el reino de alguien más.
Clamó la chica polilla, mirándola con una sádica sonrisa antes de voltear a ver el espectáculo que se desarrollaba frente a ellas.
—¡Por favor! ¡No será malo, lo prometo!
—No puedes prometer eso Amphora, un monstruo es y siempre será un monstruo.
—Para mantener la belleza de nuestro reino debemos eliminar a los no deseados.
—Son las indicaciones de nuestra reina.
Las palabras pronunciadas por las Zildes la apuñalaban considerablemente, pareciera que estaban dirigidas a ella misma. Aquello le enoja todavía más.
No le importó ir en contra de las reglas impuestas en ese extraño reino, ni meterse en problemas con Sandu luego. Se soltó del agarre de la chica polilla y, sin esperar reacción de esta, se lanzó hacia el claro, corriendo a toda velocidad hacia la mujer que estaba ya siendo consumida por la planta gigante, sin importarle los gritos de sorpresa y desaprobación de las demás criaturas en el claro.
En el momento que ya estaba cerca de esa cosa, se sorprendió al ver como comenzaba a ser enterrada por la misma tierra a una velocidad mucho mayor a sus piernas. Intentó correr más fuerte pero al llegar frente a la chica, la planta ya se había consumido por completo, dejando a la zilde atrapada entre las raíces de un nuevo árbol.
El rostro lloroso de Amphora estaba frente a la de Cassandra, ya era demasiado tarde, ya era una con el bosque, solo faltaban segundos antes de perder por completo su razón y ser simplemente un árbol más.
Pero.
Alzando su mano lo más que la dolorosa transformación de lo permitía, le entregó lo más importante para ella, era su única oportunidad, y, a pesar de no conocerla, era la única en quien podía confiar. La pelinegra, sin entender del todo que estaba ocurriendo, solo atino a tomar lo que la chica le entregaba. Observando luego su palma, descubre que se trataba de una pequeña semilla.
—Por favor... cuidalo...
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