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Capítulo 23

Ajenos a los acontecimientos ocurridos en la zona centro sur de las faldas del Cinturón Lunar, Sandu y Cassandra se encontraban acampando a las afueras del inusual palacio de la gobernante de aquel bosque. Según la reina, no podían ingresar hasta que ella purificara la estructura.

—Explicame, otra vez, ¿por qué no podemos entrar?

—La Reina se encarga de realizar una purificación del ambiente, especialmente el salón real dentro del palacio.

Responde el trigueño de manera automática, dando a entender que ya había respondido esa pregunta varias veces, pero estando demasiado cansado como para recriminarle aquello a la pelinegra.

—Purificación...

Repite acercándose a un árbol cercano para repartir ligeras patadas, mirando con cautela en caso de que llegase a aparecer una cara en la corteza como cuando estaban en la entrada del reino.

—Si, algo así como una limpieza extensa...

Responde sin mirar a ningún sitio en específico, estaba aburrido, pero en cierto modo aliviado de no estar dentro del palacio aún.

—¿Tiene algún TOC o algo?

Cuestiona en tono de crítica, sintiéndose cada vez más molesta. La paciencia no era su fuerte, a diferencia del resto de su familia y de su actual acompañante.Y si bien parecía mantener su típico estado de humor molesto, a Sandu le sorprende escucharla hablar y preguntar con tanto interés.

—No realmente... la purificación no se hace regularmente, solo cuando... recibe...

Al notar como la voz de Sandu se apagaba gradualmente, quita su atención del árbol maltrecho por sus golpes. En el momento que posa sus ojos en el trigueño, la expresión que este mantenía le dio escalofríos.

Estaba, prácticamente, aterrado.

Sin embargo, antes de que pudiera cuestionar su repentino silencio, sumado a su expresión sacada de una película de horror, escucha a su costado una tenebrosa y burlesca risotada.

—Wow, la reina dejó entrar a un macho.

Cassandra se voltea inmediatamente, mostrando una postura defensiva, logrando observar otra de esas cosas extrañas que Sandu le había descrito con anterioridad. Sin embargo, esta criatura no poseía unas bellas y exuberantes alas de colores así como el menudo y equilibrado cuerpo que estas poseían. Era esqueletica, con ojos y cabello negros como el carbon, sus alas estaban ligeramente carcomidas y amarillentas.

Era como una polilla.

La criatura le miraba con una asquerosa y sádica sonrisa en sus labios resecos, colgando desde la rama de un árbol cercano. Y cuando los ojos heterocromáticos de Cassy se posaron sobre su rostro, su sonrisa se ensanchó, soltando un ligero chillido de placer.

—Bienvenidos al infierno.

Dichas palabras, la chica polilla desaparece entre los árboles, dejando a la pelinegra confundida y asqueada. Sandu, por otro lado, mantenía su expresión, sin siquiera inmutarse por la extraña aparición, más bien, parecía estar sumido en sus pensamientos. Unos muy desastrosos pensamientos.

Luego de cinco minutos, donde el sepulcral silencio del trigueño termina por incomodar a Cassandra, una Zaide de cabello rosa y piel amarilla se acercó para indicarles el camino hacia el interior del palacio.

Era imposible no notar su abultado vientre, al igual que su sonrisa satisfecha mientras acariciaba la zona con ambas manos al caminar. Si bien seguían caminando en silencio, el molesto cuchicheo de las habitantes del bosque, le causaban una extraña sensación a la pelinegra. No sabía realmente qué era, pero no se sentía cómoda con ello.

Se sentía expuesta.

Al mirar a su alrededor pudo observar desde una ventana a esa chica polilla, mirando como si de un espectáculo circense se tratase. Su sonrisa le causaba unas enormes ganas de estamparle la cara contra el suelo.

—Estamos aquí.

Anuncia la pelirosa, girando hacia los invitados con su rostro iluminado. No tanto por tenerlos en el reino, si no por lo feliz que se sentía de su futura maternidad.

—Espero que tengan una maravillosa estadía en nuestro reino. Disfruten de la amabilidad de la naturaleza.

—Muchas gracias...

Habla Sandu con una voz un tanto más grave de lo usual, pareciendole aún más extraño a la heterocromática. Contrariamente,y sin que el trigueño lo notara, causa un leve sonrojo en la Zaide, quien, después de despedirse, se aleja fuera de la estructura con prisa, balbuceando palabras que ninguno de los dos alcanza a entender.

—Espero... que sea una niña.

Cassandra escucha el murmullo del más alto, frunciendo el ceño por el misterio con el que el hombre profesaba.

—Bienvenidos otra vez, queridos invitados.

Saluda con elegancia la reina en el momento que ambos entran a sus aposentos reales. Tanto Sandu como Cassy notan lo exagerado de los movimientos y hablar de la gobernante, intentando con todas sus fuerzas parecer la agraciada gobernante que quería ser.

—Que falsa...

—Silencio.

Como una medida de súplica, el trigueño toma con algo de fuerza el antebrazo de la pelinegra, rogándole con la mirada que se mantuviera callada.

—Lamento no haberme presentado antes, señorita, mi nombre es Elatar, la gran soberana del reino del Bosque de las Ilusiones.

—Me vale.

La súplica del Ihugar fue ignorada olímpicamente.

—Maldita sea...

Jadea Sandu ya sintiendo ganas de llorar por la frustración. Cubre su rostro con ambas manos inhalando con fuerza, intentando de ese modo recobrar un poco de su serenidad.

Aquella acción le impide notar las miradas desafiantes que ambas féminas se lanzaban desde un extremo a otro del gran salón del trono.

La expresión de Cassandra no era solo de soberbia hacia la reina, también estaba cargada de rencor. Si bien poco le importaban los problemas ajenos, podía notar la incomodidad del peliblanco al estar cerca de esa mujer.

Además, ella también sentía que no debía fiarse de la reina.

Sin embargo, la mirada de la gobernante hacia la invitada ocultaba una mezcla de emociones; intriga, molestia, orgullo, curiosidad, pero también algo que Cassandra no lograba descifrar del todo.

—Cassandra, por favor...

La aludida volteó inmediatamente a ver a Sandu, dejándole con resiliencia que este la apartara un poco, tomándola del brazo, para susurrarle nuevamente que dejará de provocar a Elatar.

—En serio necesito que me dejes manejar esto... nada bueno saldrá si te haces enemiga de Elatar.

Mientras le hablaba intentaba no molestarse por el hecho que esta ni siquiera le estaba mirando, más bien mantenía su mirada desafiante hacia la reina.

Pero no se detuvo a pensar en la pequeña sonrisa triunfal que Cassy mostró luego de unos segundos.

—Te lo ruego... después prometo dejarlas en paz, pero por favor ayúdame con esto.

Cierra sus ojos con algo de fuerza al sentir como su cabeza comenzaba a doler. Hacía décadas que no tenía una jaqueca, pero lidiar con estas situaciones lo estaban saturando, el hecho de que la pelinegra simplemente ignorará cada cosa que él le decía le hacía sentir aún más agotado.

Mas, lo que ocurre después lo petrifica por un par de segundos.

—Claro, cariño, lo que sea por ti.

Un tono de voz cariñoso, y una pequeña, para nada sarcástica, sonrisa en sus labios. Con eso se encontró el peliblanco al observar a su acompañante con sorpresa e intriga.

—¿Disculpa?

Interroga pensando que el dolor de cabeza le había provocado escuchar mal, o tener algún tipo de retorcida alucinación auditiva.

Pero al ver en los ojos ajenos una mirada cargada de malicia y burla, supo que no era su imaginación. Especialmente debido a que la chica no le miraba a él en ningún momento, mantenía su completa atención hacía el frente, hacía donde se encontraba la mismísima reina.

¿Qué rayos estaba tramando?

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