Capítulo 22
El viento helado desde las montañas comenzaba a soplar con más fuerza, podía sentir su piel expuesta erizarse por la brisa.
Desde pequeña siempre fue débil al frío, a diferencia de su padre y Cassandra, ella utilizaba mínimo tres frazadas, más un cobertor grueso en invierno. Su padre le compraba los abrigos más gruesos, y solo por ella es que construyeron una chimenea en la sala para mantenerla cómoda en las tardes frías.
En ese momento no se encontraba con uno de sus abrigos, ni tenía calcetas tejidas, mucho menos estaba con sus maravillosas medias de lana de alpaca que una de las señoras del pueblo le había regalado hace dos años para su cumpleaños. No, en ese momento se encontraba con un hoodie delgado, unos jeans slim, unas zapatillas desgastadas, y un antebrazo sangrando, entumiendo del dolor y el frío de estar su propia carne expuesta al viento gélido desde las montañas.
Pero no podía quejarse, David estaba mil veces peor que ella.
El lobo gris frente a ellos, si bien tenía unas cuantas heridas, parecía que la sangre en las zonas afectadas ya había detenido su fluir. Mas, parecía cansado, tanto mental como fisicamente.
Aquella batalla parecía afectarle de una manera muy personal.
—¿Hijos? ¿Familia?
Cuestiona sintiéndose ligeramente mareado. Lo atribuía al dolor punzante que comenzó a sentir en la cabeza después de haber mordido a la chica.
—Los Omega no tienen familia... No son amados...
Da un paso al frente intentando acercarse a sus presas intentando no perder lo poco de cordura que parecía quedarle. Sin embargo, la indiferente y burlona voz de sus hermanos parecía sobreponerse a su propia razón, la cual intentaba a gritos pedirle que se detuviera.
Rogando no dar un paso más al abismo que sólo provocaría su muerte.
"Esas cosas son una desgracia para la raza..."
—...Son una desgracia...
"Patéticos bastardos"
—...Patéticos..."
"Solo merecen morir"
—...Sólo... merecen...
—¡NO!
El grito molesto del pelirrojo le saca de su ensimismamiento, obligando a que lo mirase con cierta sorpresa y molestia por atreverse a elevar su voz. El chico, a pesar de seguir sangrando desde su cuello, se mantiene firme frente a la chica para separarla del licántropo.
—¡No soy patético!... No lo soy, mamá
Lo último, si bien quería parecer confiado por sus palabras, busca la aprobación de la rubia inmediatamente.
—Por supuesto que no...—Asiente la chica intentando con todas las fuerzas no pensar en su dolorido brazo— Deberías estar avergonzado... Alphas, Betas, Omegas ¿a quién le importa esa maldita jerarquía?
—¡A nosotros!
Brama el lobo gris contrariado, dispuesto a atacar nuevamente, ya sentía su fuerza restaurada. Pero en el momento que estaba listo para lanzarse nuevamente a la lucha, las siguientes palabras de la rubia, le dejaron congelado en su puesto.
—A la Luna no... A Silde jamás le ha importado... ¿Porque a ustedes si?
No pensaba realmente que sus palabras afectan tanto a aquel licántropo, es más pensaba que aquello solo lo enfurecería aún más. Amy podía ver la confusión en los ojos del cazador, pero no era aquello lo que predominaba en su mirada, también notaba como la culpa le mantenía en la misma posición a pocos metros de ellos,
Podía ver como el lobo luchaba consigo mismo, comprendiendo que lo que hacía no era correcto, pero necesitando terminar el trabajo, confirmando así su propia teoría.
"El no esta haciendo esto por voluntad propia"
Con esto, y viendo como este comenzaba nuevamente a acercarse a ellos, posiblemente dejando de lado su pensar para cumplir con su cometido, mira a su alrededor, intentando buscar algo que les pudiera ayudar a salir de esa peligrosa situación.
Sin que pudiera pensar en nada aun, David se lanza al ataque, a pesar de estar malherido, decidiendo que era lo mejor atacar de ese modo crearía mayor distancia entre el lobo gris y Amy.
Debido al impulso, la rubia cae de espaldas al suelo frío, recibiendo nuevamente quejidos lastimeros del pequeño cachorro aún resguardado entre sus ropas. Intentó levantarse, pero extrañamente su cuerpo dejó de responderle.
Se congela completamente.
¿Será el miedo? ¿Será el dolor? ¿Será que hasta el momento, en realidad, jamás le tomó el peso a lo que se estaba metiendo?
"Cómo una novela de fantasía" Había pensado en un principio mientras leía los libros de Detiam en su biblioteca. Pero la realidad era muy diferente, ella estaba herida y asustada, David estaba sangrando mortalmente, pero luchando lo mejor que podía.
Estaban en completa desventaja.
Podrían morir ahí.
Exasperada, intenta con todas sus fuerzas hacer reaccionar a su cuerpo, pero nada parecía funcionar, lo único que lograba hacer era soltar lágrimas al ver como su pelirrojo era ferozmente atacado por el cazador. Rogaba al cielo por ayuda.
—Por favor. Alguien...papá ayúdame...
Fue en ese momento que, en su brazo sangrante, sintió una punzada de dolor en la palma de su mano, aquello fue lo que necesitaba para que su cuerpo reaccionara. Al mirar que era lo que la había lastimado, nota como de uno de los frascos que se encontraban dentro del bolso de Nahki un líquido transparente se derramaba.
¿Será de ayuda? En la etiqueta solo logra leer la palabra "Peligro".
Sin siquiera procesarlo adecuadamente, toma el pequeño frasco en su mano lastimada y se apresura hacia donde se encontraban ambos licántropos. Al escuchar los rápidos pasos de la humana, el lobo gris se puso en alerta, soltando nuevamente a David, quien a esas alturas ya agonizaba de dolor.
Se prepara para saltar y atraparla, sin embargo, y no notando las verdaderas intenciones de la chica, es abordado primero.
No tuvo tiempo de esquivar lo que la humana había lanzado a su rostro. Sus ojos picaban, pero su regeneración era más efectiva en dichos químicos.
Sin embargo el horrible aroma de ese líquido se colaba profundo en sus fosas nasales, era insoportable, nauseabundo, hasta el punto donde le provocó arcadas.
De pronto, y sin dejar de sentir fuertes náuseas, su cuerpo comenzó a convulsionar, perdiendo la fuerza de permanecer en su forma lobuna. Es en ese instante donde Amy se da cuenta que el cazador era mucho más joven de lo que imaginaba.
El chico, se veía un par de años mayor que David, convulsionaba en el suelo soltando gradualmente vómitos de sangre por su boca. Aquel líquido... ¿Qué rayos era?
—Oh por dios... ¿Qué es...? ¿Qué pasa?
Amy comenzó a entrar en pánico, aquello tuvo un efecto mucho más grave del que pensó que tendría. Ella solo quería inmovilizarlo, y herirlo de modo que pudieran escapar, pero en ese momento realmente parecía que mataría al chico.
—¿Mamá?
Escucha la rasposa voz del pelirrojo, notando como este le miraba preocupado, y completamente cubierto de sangre. Su propia sangre.
—No se... no se que... Brypinna.
Recordó lo que Sandu le había dicho en la cabaña sobre dicha planta medicinal que tenía buen efecto para la sanación. Busca rápidamente las hojas que el trigueño había conseguido para ella, toma unas cuantas y, con cuidado de no acercarse demasiado, las deja en el suelo a una distancia prudente.
—Lo siento...
Murmura antes de regresar rápidamente con David, ayudándolo a caminar para que ambos se alejen de ese lugar lo antes posible. Habiendo dado unos cuantos pasos, voltea para ver al cazador, aun tirado en el suelo, intentando alcanzar las hojas con la esperanza de aliviar aquel desconocido e insoportable dolor.
—De verdad... lo siento.
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