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Capítulo 16

Su respiración irregular y jadeante sólo aumentaba el punzante dolor en su pecho. La frustración, confusión y temor la obligaron a correr con todas sus fuerzas hasta su hogar, el único lugar donde encontraría confort y, por sobre todo, respuestas.

Sintiendo su garganta secarse por el exceso de ejercicio, sus piernas colapsan a pocos metros de su destino, llamando la atención de los pocos transeúntes que pasaban cerca de ella. Para su suerte, la persona que necesitaba, se encontraba regando las flores en el antejardín, notando su presencia inmediatamente.

La persona, aquel hombre de cabellera castaña que, al verla de rodillas en el pavimento, deja de lado su tarea para socorrer a la pequeña niña de 11 años. Y, a pesar de mantenerse fuerte todo el recorrido, de plantearse una y otra vez como le exigiría a ese hombre todas las soluciones a sus extraños problemas, en el momento que es elevada por los cálidos y reconfortantes brazos de su padre, y al ver ese rostro sonriente que le prometía que todo estaría bien, sólo pudo reaccionar de una manera.

Lloró en los brazos de su amado padre, pidiéndole perdón incontables veces por ser un monstruo.

—¡Cassy!

Sus memorias fueron interrumpidas por la animada y, nasalmente aguda, voz de aquel joven que en esos últimos días se había convertido tanto en su, muy escondido, orgullo, como en sus constantes dolores de cabeza.

Cassandra, estando desde hace un largo rato sentada en el jardín, se voltea para enfrentarse a un emocionado pelirrojo quien, viéndose con mayor confianza y de considerable mejor apariencia, se acercaba a ella a un trote moderadamente rápido. Al llegar junto a la pelinegra, David le enseña con orgullo su hazaña.

En sus manos, ligeramente ensangrentadas, se encontraban los cuerpos inertes de tres aves: Su primera caza desde su nacimiento.

—¿Que...? —Con una ceja alzada, Cassandra intercala su mirada confusa entre el rostro sonriente del pelirrojo y sus presas— ¿Qué? ¿Quieres una medalla o que?

Ante la escasa recepción por parte de su maestra, la emoción de David desfallece notoriamente, bajando su mirada al suelo con tristeza y decepción.

Cassandra, sintiéndose totalmente incómoda con la reacción que había provocado en el chico, y presintiendo el sermón que recibiría de Amy más tarde, junto a la molesta mirada de desaprobación de Sandu, piensa en una manera de revertir sus poco amables, aunque comunes, palabras.

—Ya, ya, ya... no fue en serio... ah... bien hecho —Con cierta brusquedad, pues no estaba acostumbrada a ello, brinda unas cuantas palmadas en la cabeza ajena, manteniendo su distancia con renuencia— Ve a enseñarle eso a Amy, ella estará más feliz... creo.

Esbozando una sonrisa que, a ojos de Cassy, parecía tan brillante como un día soleado, David corre con velocidad al interior de la cabaña, dejando una vez más a la pelinegra sola con sus pensamientos.

—¡Mamá! ¡Mamá!

Rememorando con una casi imperceptible sonrisa cómo ese escuálido chiquillo mejoraba día a día en su entrenamiento pudo escuchar desde dentro de su hogar temporal, el agudo y sorpresivo chillido de su hermana.

—¡Ahhhhh! ¡DAVID!

Si, no estaba para nada feliz con el regalo que le llevaba el licantropo.

Dejando salir un largo y extenuante suspiro, se recuesta en el pasto, cubriendo sus ojos heterocromáticos con sus antebrazos.

—Esta es mi vida ahora... papá.

Momentos más tarde, y luego de resolver el asunto de la "recompensa" de su autoproclamado hijo adoptivo, Amy se encontraba leyendo otro de los cientos de libros que poseía Detiam en su vasta biblioteca personal.

"Los mejores cazadores" "Sus sentidos son más agudos que la mayoría de las especies, eso les permite presentir el peligro y tragedias antes de que ocurran" "La mordida de un ejemplar adulto es mayoritariamente mortal" "Son carnívoros por necesidad biológica y mental" "Nunca dejan escapar a su presa"

Leía en voz baja aquel bestiario, específicamente las características de los licántropos, sintiendo que se confundía aún más con cada párrafo que leía.

—A ver... Los Alphas adultos miden aproximadamente dos metros... Wow —Exclama en un susurro, procurando no despertar a los hermanos que dormían plácidamente a un lado de sus pies— No hay nada de los Omegas... ¿Qué rayos?

Dejó salir su frustración en un largo suspiro, esbozando luego una calmada sonrisa al ver a esos dos cachorros de los que tanto se había encariñado. Lamentaba no haber reaccionado mejor a la hazaña de David antes, pero realmente la había tomado desprevenida.

Al menos logró hacerle entender que, a pesar de su expresión contrariada por ver a esos animalitos muertos y a él con sangre en su boca, estaba feliz y orgullosa de su primera cacería.

Debía encontrar a Detiam, tenía muchas preguntas con respecto a David que los libros no iban a responder.

Con sumo cuidado, se levantó de su asiento y, procurando no hacer ruido, se dirigió a la umbral de aquel cuarto. Sin embargo, su presencia no pasó desapercibida para el agudo sentido auditivo de los hermanos.

—¿Mamá? —Cuestiona David al unísono que Velkan emitía un pequeño quejido de incomodidad al ser despertado y no sentir el calor característico de la rubia a su lado.

—¿Si, amor? —Se volteó para ver a David con una pequeña sonrisa, aunque algo resignada al haberlos despertado. Pero al notar como este se levantaba para acompañarla, al igual que el menor de los tres, se apresura en detenerlos— No, sigan durmiendo, solo iré a revisar algo y regreso pronto ¿Está bien?.

Con la negativa de ambos, puesto que ya estaban completamente despiertos, termina caminando por los pasillos en busca del propietario del lugar con ambos en su forma de lobo a su lado. Como si fueran sus guardaespaldas.

Con el pasar de los minutos, y al no ser capaz de encontrar a Detiam, se dirige a la cocina para darles alguna merienda a sus pequeños. A los pocos pasos de llegar, logra escuchar unas voces en el interior; Sandu y Cassandra, manteniendo una acalorada, pero poco comprensible, discusión.

Tan sólo le bastó un día de estar en esa caballa para darse cuenta que no había manera de que esos dos se llevasen bien. Y sí, lo intentó muchísimas veces. Por supuesto, la relación agria entre ambos se debía noventa por ciento a la actitud arisca de su hermana.

Era tragicómico pensar que aquellos que no podían dejar de pelear serían los que emprenderán el viaje para salvar el mundo.

—Por última vez, ¡No vamos a luchar contra ellos! —Clama el trigueño aferrándose al último atisbo de calma que le quedaba. Esa semana la pelinegra había puesto a prueba su paciencia cada minuto que pasaba con ella, y aunque a veces le causara gracia, ciertamente era agotador.

—¿Por qué no? Son unos imbéciles —Cuestiona la alta manteniendo su postura, con sus brazos cruzados, disfrutando el sacar de los cabales al Ihugariano.

—Se supone que tenemos que evitar una guerra, Cassandra ¡No iniciarla!

—Ciertamente ese es el propósito —La discusión pasa a segundo plano por la persona a la cual Amy estuvo buscando, Detiam. Levitando, como lo llamaba la rubia pues no lograba ver sus pies a causa de la túnica que el hombre llevaba, se acercó a ella desde atrás, sonriendo en todo momento— Sin embargo, la guerra ya comenzó hace mucho, y se acerca peligrosamente hacia nosotros.

—¿Saben de nosotros? —Cuestiona Amy, mientras tomaba en sus brazos a Velkan, quien había estado intentando trepar por su pierna, mientras David le miraba curioso, creyendo que le estaba preguntando a él.

—No exactamente —Responde el hombre, volteandose hacia la cocina, manteniendo en todo momento sus ojos cerrados— Pero conocen nuestro destino, el enemigo está en camino al territorio de las Zaides.

Al mismo tiempo, una ligera rafaga de viento se colaba por la ventana abierta de la cocina, llamando inmediatamente la atención de Sandu. La expresión perturbada del trigueño llamó la seriedad de Cassandra, provocando que dejase inmediatamente de molestar al peliblanco.

—¿Qué pasa? —Cuestiona la pelinegra, descruzando sus brazos, sintiéndose extrañamente en alerta.

—Está en camino... Caius tiene una reunión con la reina...

—¿Qué? ¿De la nada?... —Pregunta nuevamente Cassy, frunciendo inmediatamente el ceño— ¿Acaso ya eran aliados?

—Eso es peligroso... —Interviene Amy, entrando de una vez a la habitación, siendo observada inmediatamente por los demás— Si ya tiene de aliado al reino de las Zaides, estamos en desventaja...

—Dudo que sean aliados... La reina es... bastante quisquillosa con sus relaciones públicas fuera de sus dominios... —Comenta Sandu inhalando profundo para recuperar su serenidad, intentando que las chicas no notaran el leve temblor en sus manos— Pero, sí es extraño que hayan aceptado una audiencia tan rápido... Tengo un mal presentimiento.

David, pudiendo ya entender lo que los demás decían, sintió la extraña urgencia de aullar. No entendía porque pero, tocando su pecho con ambas manos, intentaba apaciguar la angustia que, de golpe, se albergó en su interior. Mientras, Amy, intentaba calmar el constante sollozo de Velkan quien, buscando refugio en sus brazos, sentía lo mismo que su hermano mayor.

—Eso significa... —Comienza Amy con un dejo de preocupación, siendo interrumpida por la voz autoritaria de Cassandra.

—Que es hora de partir.

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