Capítulo 14
El fuego se extendía por los árboles, sin control, poderoso y sediento de destrucción. La luz del ocaso era opacada por la humareda de carbono, y el desesperado trinar de los pájaros era opacado por el grito desgarrador de quienes sufrían por el implacable pasar de las llamas.
Sin embargo, el fuego no era su único contrincante; seres alados de más de dos metros de altura se encargaban de deslizar con gracia y crueldad sus espadas contra aquellos que lograsen escapar del perímetro del incendio.
Los más valientes intentaban luchar contra sus adversarios, pero estos eran simplemente demasiado poderosos, demasiado sanguinarios e inteligentes. Esos seres de ojos ambarinos, conocían todos y cada una de sus debilidades, y su líder, quien se mantenía al margen viendo la masacre con una sonrisa triunfal, conocía perfectamente lo fácil que era exterminarlos en sus actuales circunstancias.
Tan, tan fácil, que llegaba a ser un poco aburrido para él.
—Basta. —Clamó con autoridad el líder, avanzando con elegancia unos cuantos pasos hasta donde se encontraba un hombre fornido, considerablemente más grande que los demás habitantes de su clan, defendiéndose de cinco alados que intentaban cortar su gruesa y dura piel con sus espadas.
Los alados, al escucharle, se detuvieron de inmediato y, realizando una reverencia en su presencia, se alejaron del derrotado guerrero cubierto en su propia sangre.
—Voy a preguntar esto una vez más, Cuprav —Sentencia el alto de cabellera rubia, mirando con superioridad— ¿Dónde está el alpha?
El hombre fornido, quien jadeaba exhausto por la batalla perdida, alza su rostro para observar a su contrincante con determinación y furia. Podría perder la guerra y la vida, pero jamás su espíritu de lucha.
Cuplrav, el guerrero implacable, el único Beta convertido en líder de un clan tan vasto y pacifico. Un clan abierto al cambio y relaciones con otras criaturas, inclusive humanas; el gran clan Razjos. Ese hombre, ese ser proclamado como el luchador justo, ni en sus últimos momentos de vida, se le veía débil, o arrepentido, mucho menos aterrado.
Su semblante era de alguien intrépido, de un ganador. Aún si su oponente era alguien tan imponente como el Sacerdote Inglid.
—¿Tan idiota eres para pensar que yo lo sabría?... Desde que atacaron su tribu desapareció, y ruego a la Luna que jamás lo encuentres, Caius.
—Tus rezos baratos no servirán de nada —Clama Caius con una pequeña sonrisa de suficiencia en su rostro, aunque cierta amargura al no conseguir lo que realmente quería, para luego voltearse con la intención de indicarle a sus guerreros que terminaran el trabajo, pero la voz de Cuprav le detuvo.
—A diferencia de tu dios, la Silde siempre nos escucha.
—Acabenlo. —Gruñe el rubio, alejándose con ímpetu del lugar, sin poder dejar de escuchar el bramido del lobo, que se escuchaba con eco en todo el bosque, como si se tratara de un mantra que jamás podría sacar de su cabeza.
—¡Mi nombre es Cuprav, Líder Beta de la manada Razjos! Nos encomendamos a ti, Silde... y a tu lado, después de la muerte, juro que seguiremos luchando... ¡jamás podrán acabar con nosotros! ¡JAMÁS!
Con el último silbido de una espada blandiendo, la poderosa voz de Cuprav se apagó, dejando que las llamas que consumían ese pequeño claro en el bosque Blanco fuese el único sonido que se escuchase alrededor.
A lo lejos, observando como la Luna le resguardaba bajo su cálida luz, el más joven de su pequeña manada derramaba gruesas lágrimas, llamando la atención de sus compañeros.
—¿Y tú por qué los diablos estás llorando? —Cuestiona el más fornido de los tres, mientras intenta disimuladamente disipar el entumecimiento que aún sufría su brazo desde la pelea con Cassandra.
—¿No lo sientes, Storko? —El más joven le mira como si estuviese viendo a un lunático, mientras intentaba detener las lágrimas.— Otra manada ha caído... todos muertos.
—¿Cúal manada? —Vuelve a preguntar el hombre llamado Storko sin un ápice de preocupación o interés, prestando más atención a su brazo que a la agitación de su compañero.
El menor no contestó, no tenía la respuesta, él sólo sintió en su corazón la pérdida de sus iguales y, por unos pocos segundos, sintió el dolor y la desesperación que ellos sintieron antes de morir.
Antes de que pudiera siquiera indicarle a Kronu su ignorancia sobre la identidad de la manada asesinada, la voz de Razvan llamó la atención de ambos.
—La manada Razjos, era liderada por Cuprav.
—¿Cuprav? He escuchado su nombre antes —Comenta Selki, mientras se secaba por fin las lágrimas del rostro.
—¿No es ese Beta que intentó desafiar al consejo de Alphas hace siete años? —Cuestiona el hombre calvo, ahora prestando atención a la conversación.
—¿Por qué los desafiaria? —Pregunta ahora el menor, confundido por la nueva información, no por nada era el más joven e inexperto de los tres.
—Era un idealista estupido que les daba refugio a los Omegas que eran desterrados de otros clanes. —Responde el líder con asco brotando en cada una de sus palabras— Desafió al consejo porque estos amenazaron con invadir su manada si no alejaba a los Omegas de sus tierras.
—¡Ja! Si, ahora recuerdo, el idiota casi termina muerto en el duelo. —Se mofa el fornido, ya de mejor humor al volver a sentir su brazo.— Hay que ser realmente estupido para desafiar a los Alphas por una basura como esa.
—¿Y qué pasó con los Omegas, Razvan? —Consulta Selki con auténtica curiosidad, ladeando su rostro levemente hacia su líder.
El nombrado, tomó unos segundos antes de simplemente mirar con desdén, no pudiendo evitar visualizar el rostro feroz del guerrero que, hace mucho tiempo, había idolatrado.
—¿A quién le importa? Hay que descansar. Enano, harás la primera guardia.
Asintiendo a las órdenes de su superior, un tanto molesto por no obtener respuesta a su interrogante, el joven se levantó del suelo y estiró vagamente sus músculos antes de trepar el árbol más cercano. Desde su posición, observó nuevamente la Luna, notando como esta ahora emanaba una luz ligeramente ambarina, casi anaranjada.
—Nuestra Diosa está triste... —Murmura sin apartar la mirada del cielo nocturno, sintiendo nuevamente el sufrimiento apoderarse de su pecho.
Embriagado por el dolor de aquella Luz, y sin importar interrumpir el descanso de sus compañeros, dedica un canto fúnebre en honor a los caídos. Su triste aullido resonó más allá del Bosque Blanco, quebrando el delicado silencio de la naturaleza, llegando incluso a los sensibles oídos de aquel Omega de característico pelaje rojo que, sin entender porque, sintió una incontrolable pena albergandose en su pecho, obligándole a soltar unos pequeños sollozos cargados de dolor.
Aquello le causaba ansiedad. No entendía porque su pecho dolía, o porque lágrimas escocían sus ojos en ese momento, no lograba entender porque su cuerpo comenzaba a temblar, pero su instinto le dictaba que eso es lo que debía hacer, que eso es lo que debía sentir. No le gustaba.
Su cuerpo dejó de temblar inmediatamente cuando sintió unos brazos ajenos rodear su cuerpo. Al girar levemente su cuerpo puede ver el rostro adormilado de Amy, esbozando una cansada sonrisa mientras acariciaba suavemente su cabeza.
—¿Pesadilla?
Cuestiona en medio de un bostezo antes de estrechar al joven pelirrojo, acomodándose un poco para que el pequeño cachorro, quien dormía plácidamente sobre el abdomen del chico, no se despertara.
Con el calor de ambos cuerpos, y la presencia de estas dos diferentes criaturas que no hace mucho realmente había conocido, logra disipar su angustia, rápidamente reemplazada por comodidad, alegría y, por primera vez en su corta vida, paz.
Con este sentimiento de pertenencia sanando en su masacrado corazón, David cierra sus ojos, recibiendo ese cariño que jamás sintió, quedándose dormido esperando ansioso que llegase la mañana.
Mañana comenzará a aprender a defender, no solo al Alpha, si no también a aquella persona que, desde que se vieron por primera vez, sintió la necesidad de proteger.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro