「Cʜᴀᴘᴛᴇʀ 1」
Capítulo uno:
❝ Beso prohibido. ❞
Kim Taehyung.
En ese momento era de noche; el bosque estaba particularmente más oscuro y silencioso de lo habitual.
Acababa de llegar al punto de encuentro, pero Jongsuk no me recibió. Era extraño, ya que siempre estaba mucho antes de la hora en el punto de reunión acordado. Y ser impuntual era algo que nunca podría relacionarse con alguien tan importante como el esposo de mi hermana.
Aun perdido en mis pensamientos, noté el leve olor a sangre que emanaba de algún lugar cercano.
Pensando lo peor, subí a la copa de uno de los tantos de árboles cercanos, lanzándome entre ellos, en dirección a donde el olor se hacía cada vez más penetrante. No pensaba ser tan estúpido como para dejar mis huellas por todo el perímetro.
Menos cuando estábamos a un par de kilómetros de territorio de cazadores.
Debido al fuerte olor a sufrimiento mis instintos actuaron por un segundo, obligándome a parar. Sentí una mezcla absurda de emociones, como si algo importante estuviera cerca, como si hubiese algo esperando por mí.
Luego de un pequeño descanso, seguí avanzando unos cuantos pares de árboles más, dando de lleno con una escena demasiado grotesca, una que me perjudicaba en sobremanera.
Cazadores, lobos... vampiros. Todos muertos, bueno... no todos, pues todavía podía escuchar un ya casi inexistente, pero rápido, latido. Intenté convencerme de que era un conejo asustado, o un ave de carroña emocionada por el festín.
De un solo salto, bajé del árbol y sacudí mis ropas. Ya no importaba si mis huellas quedaban marcadas en algún lugar, nadie podría llegar a rastrearme si de todas formas no parecían haber testigos. Avancé un par de pasos hasta que finalmente encontré el cadáver de quien venía a buscar... Jongsuk. Él se diferenciaba de los suyos, ya que traía en la cintura una cinta de un rojo llamativo en lugar de un cinturón negro formal.
Él estaba completamente cubierto de sangre y le faltaba un brazo.
—Compadezco tu alma... —dije hacia él—... si es que aún conservabas una.
Un pequeño quejido se escuchó; si alguno de aquí seguía con vida, no tardaría mucho en dejar de hacerlo.
Entre los restos de hombres y licántropos, estaban los cadáveres de cazadores de élite, y solo había una razón para que estuvieran ahí... solo entonces fui consciente de que tendría que encontrar un nuevo proveedor, cosa que haría duras las próximas semanas.
Por respeto, me agazapé frente a Jongsuk para cerrar sus ojos; también hice lo mismo con sus hombres. Era lo único que podía hacer al encontrarles en circunstancias tan lamentables.
Justo cuando estaba listo para marcharme, escuché otra vez el mismo —y algo más débil— quejido de dolor.
Volteé, la curiosidad me llamó, pero el jadeo se detuvo.
El sonido de ramas chocando entre sí debido al viento era lo único que se escuchaba por todo el lugar, siendo dejado de lado por el rápido latir de un corazón. Latido que podía escuchar cada vez más fuerte.
Me quedé inmóvil, respirando el dulce aroma de la sangre. El silencio dominaba el tétrico ambiente roto solo por una respiración agitada que intentaba contenerse. Podía oler su miedo; sentir su pánico. Mis ojos se tornaron rojos de expectativa. Pude imaginar que pensó que iba a terminar de una vez por todas con su existencia, pero no era así, dejaría que muriera tal y como sus compañeros, sufriendo hasta su último aliento.
El problema... fue que lo vi. Su rostro era uno que nunca olvidaría, ni aunque pasaran cien años. No le conocía directamente, pero podría reconocerlo de alguna manera. Un parecido o una vivencia, no estaba seguro.
Sonreí con ironía ante la inmediata necesidad de salvarle. Siempre confié en mi instinto ya que fue el que me mantuvo con vida durante mis más de setenta años de vida. Sin embargo, mi instinto no estaba funcionando como se supone debería hacer.
Cada fibra de mi ser me pedía alejarme, huir, dejarlo morir. Estaba frente a un cazador, eso era seguro, frente a mi enemigo por naturaleza, entonces, ¿por qué sentía que debía salvarle? ¿Por qué mi primer pensamiento no fue terminar con su vida, sino darle la oportunidad de conservarla?
Apenas puse un pie en el lugar, logré sentir el cómo su corazón latía casi insonoro entre tanta sangre y vísceras desperdigadas. Pude haber terminado con su vida desde el primer momento en que llegué, pero no había sentido la necesidad de hacerlo...
Me acerqué al lugar donde escuchaba sus latidos y logré observarlo mejor de lo que ya lo hacía. Él estaba "escondido" detrás de los cadáveres de los que, en su momento, fueron sus compañeros. Me miró directo a los ojos y, de pronto, ya no intentaba esconderse. Su mirada pasó de pavor a ira.
El pobre chico no estaba en condiciones de luchar, manteniéndose completamente indefenso ante mi presencia; la desventaja pondría de esa forma a cualquiera, hasta a alguien como yo, debía admitir.
Cuando estuve más cerca, algo se removió dentro de mí al ver su rostro maltratado y manchado de sangre. Él, con mucho dolor, intentó alejarse de mí.
Su ropa estaba rasgada, tenía la pierna fracturada y el hueso le sobresalía de la piel de forma grotesca. Una costilla le había perforado un pulmón, motivo por el cual no dejaba de vomitar sangre. Sobre su ojo izquierdo había una gran herida que le obligaba a mantenerlo cerrado, y solo tenía su ojo derecho para estar atento a mí.
—Acaba conmigo de una vez —soltó de repente.
Una pequeña sonrisa cruzó mis labios al ignorarlo deliberadamente observando con atención su pierna rota.
El aroma de su sufrimiento, el latido frenético de su corazón y su mirada llena de... odio... capturaron mi atención, nublando poco a poco mi capacidad de pensamiento.
Podía sentir un extraño sentimiento en lo profundo de mi ser. Como si algo estuviese llamándome; como si él estuviera haciéndolo...
Su mirada cruzó con la mía. «¿Cuándo fue la última vez que bebí directamente de un humano?», cruzó por mi mente.
—¡Que me mates de una sola vez! —gritó, desesperado y furioso.
Continuó con las ganas de luchar contra mí a flor de piel, pero era consciente de que no podía. Quizás por eso pedía morir.
Le temía más a mi piedad que a mi falta de ella.
Y yo, al verlo en ese estado, solo se me movían dos sentimientos, lástima y contradicción.
Lástima, porque era demasiado joven para morir así en medio de la nada con varios carroñeros por doquier y la contradicción, porque no podía simplemente salvarle la vida y atarlo al recuerdo de haber visto tal aberración y también el dolor que sufrió en el momento en que decidieron llegar aquí y enfrentarse a los hombres de Jongsuk.
En realidad... la idea de salvarle la vida solo para hacerme el único dueño de su rabia me estaba tentando demasiado, después de todo, era uno de los culpables de la muerte del mejor de mis proveedores.
Era tomarle y satisfacer uno de los deseos más oscuros de mi corazón, o cumplir los suyos y dejarle morir. Dos opciones que me ponían demasiados altibajos, pero entre tanta confusión opté por la primera, pensando en luego lidiar con las consecuencias.
Sin ningún tipo de compasión coloqué mis manos con fuerza sobre su pierna rota, inmovilizándola con fuerza.
—¿Qué...? ¿¡Qué haces!? —prácticamente gritó por el dolor ocasionado.
Yo aproveché su pequeña distracción para empujar el hueso salido hasta su posición original. Escuché un grito desgarrador y regresé la vista hacia su rostro del cual las lágrimas no dudaron en salir.
Aun cuando sus ojos se mantenían fuertemente cerrados, le sujeté la cara con fuerza obligándolo a verme; lo único que me importaba en ese momento era que me viese directo a los ojos.
La ira aumentó progresivamente en su sistema y también mi satisfacción como por arte de magia, una pequeña sonrisa de superioridad apareció en mis labios casi por inercia. Y se agrandó cuándo logré hacer que su odio creciera solo un poco cuando le dejé en claro que no pensaba dejarlo morir, que mi forma de venganza sería la misericordia y que no me importaba lo que él tuviera que decir al respecto.
El cazador gruñó, intentando zafar sus mejillas del agarre de mis dedos. Su mirada demostraba que no quería morir, pero tampoco me quería a mi como su salvador.
Y aun cuando podía ver su rechazo, sentía una extraña atracción hacia algo en él, a algo que gritaba mi nombre y me pedía salvarle. Entendí que estaba cometiendo un grave error, que debía alejarme. Quise destrozarlo en ese instante, recordarme quién soy y quién es él, pero la simple idea me revolvió el estómago. Nunca antes había sentido algo igual, esa... vulnerabilidad podría llegar a costarme la vida en algún punto.
—¿Tu nombre, cazador? —pregunté, él no respondió, en cambio, me escupió un coágulo de sangre al rostro.
Era inútil pensar que su gesto lograría enfurecerme; era un estúpido novato si creía que lograría molestarme y que el calor de su escupitajo recorriéndome la nariz y labios me llegaría a asquear. Pero... el que lograra aprensar mis pensamientos me sorprendió a mí mismo.
Él obtuvo que, el líquido espeso, me llamara la atención; que me centrara en cómo bajaba por mi barbilla, alterando mi concentración.
«Necesito un poco de su sangre... Necesito sentirla recorrer mi garganta, cosquilleando en mi lengua», divagué.
Mi mirada viajó directo a su cuello, su piel se veía tan tersa y algo pálida por la reciente pérdida de sangre, un llamativo lienzo para mis...
Alto... tal vez esa era su intención, distraerme, ganar tiempo y así lograr su cometido.
Quizá, solo quizá, lo estaba subestimando.
Solté una pequeña carcajada en el momento en que su mirada me atrapó. Lo primero que hice fue aguantar la respiración y controlar mis instintos, cerrar mis ojos y apretar sus mejillas, cosa que hizo que él soltase un gemido de dolor, lo segundo fue limpiar el coágulo antes de que hiciera estragos en mi sistema, liberé una de mis manos y saqué de uno de mis bolsillos un pañuelo blanco y lo pasé por mi mandíbula, nariz y labios.
Debía admitir que fue un golpe bajo provocar así a alguien como yo, especialmente cuando, a diferencia de Jongsuk y sus hombres, tengo la clase suficiente como para ocultar lo mejor posible mi naturaleza.
Volví a sujetarle fuertemente el rostro luego de guardar mi pañuelo, solo que esa segunda vez apreté con más fuerza sus mejillas para que no se le ocurriera volver a escupirme.
—¿Cómo te llamas? —pregunté de nuevo, marcando énfasis en mis ganas de obtener una respuesta contundente, pero no pudo decir nada, no por mi agarre si no por sus emociones, sus intensas y sumamente violentas emociones, que, estaban a punto de hacerle entrar en shock.
Además de sentirlo, pude verlo; se resaltaba en la manera errática de su respirar y en la llamarada que se alojaba en su mirada. Si llegara a darle un paro cardíaco, revivirlo sería traumatizante.
—Como quieras —dije, aun cuándo sabía que no hablaba porque su cerebro no podía conectar correctamente una frase o siquiera una palabra contundente y que lo único que saldría de sus labios serían sílabas sin ningún sentido.
Nos quedábamos sin tiempo, razón por la que tomé gran parte de la sangre que había en sus labios con uno de mis dedos y me la llevé a la boca. ¿Su sabor? Metálico, salado, embriagador, fuerte y vivo; con un leve toque a nicotina, cerveza y terror. Sabía como muy pocas personas hoy en día.
Mordí la parte interna de mi muñeca con rapidez y succioné una buena cantidad de mi sangre antes de que la herida sanara, en mi lengua, mezclé su sangre con la mía, había hecho esto antes, pero definitivamente no era lo mismo. Una extraña sensación llegó hasta mi médula ante el sabor de su sangre con la mía y lo odié por eso, porque sabía lo que significa, aún cuando me negara a creerlo.
Uní nuestras bocas con toda la rabia que sentíamos el uno por el otro. Mientras entregaba algo de mi sangre a su cuerpo, su consciencia se estaba desvaneciendo lentamente.
Me entretuve entre sus suaves labios por varios minutos, momento en que fui consciente de sus aún más débiles movimientos.
Estaba cediendo. Estaba siendo consciente de nuestro beso prohibido.
Entretanto, me deleité con el asombro reflejado en su mirada; una mirada que me demostraba con claridad que no se esperaba ese beso, pero tampoco haría un esfuerzo por apartarse.
Mis labios se movieron sobre los suyos y realmente me sorprendió el hecho de que con el tiempo lo correspondiese...
No se lo dije directamente a él, pero cuando la inconsciencia dominó sus sentidos y el latir de su corazón se desvaneció por completo, susurré sobre sus labios:
—Esta será mi venganza, cazador. Tendrás que cargar por siempre con la misericordia que te salvó la vida, esa misericordia que te fue otorgada por uno de los seres que insistes en erradicar.
┅ ♡ ┅
Volví con el cambio que quería para esta historia. Espero les guste, enserio.
No olviden votar. Les mando muchos besitos💕✨
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