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Capítulo 5

Tamborileo un dedo tras otro, esperando paciente a que el agua de la ducha comience a salir templada.
Aunque tal vez un poco de agua fría no me vendría mal para despejar la mente.
Cuando ya está templada, me introduzco bajo ella.
Y dejo que me libere momentáneamente, alzando la cabeza y cerrando los ojos.

«Dime, Caitlin. ¿Estás viva o sólo respiras?»

De golpe, aparto la cara y abro los ojos, enfrentándome a la cruda realidad.
Me digo a mi misma lo que quiero oír.

Soy Agente del FBI, tengo una carrera prometedora, trabajo con un hombre guapo que está loco por mi, soy buena en mi trabajo y soy feliz.
Lo tengo todo. No sólo estoy respirando si no que también soy feliz y me siento viva.
Estoy viva, claro que lo estoy.

Y por muchas estupideces que ese patán me diga, no va a conseguir meterse en mi cabeza -ni en otros sitios- y jugar conmigo.
Sé perfectamente quien soy y sé lo que quiero.
Soy Caitlin Snow. Y odio al atracador de bancos.

Mierda, cuanto me gustaría conocer su nombre para darlo a mis compañeros y verle metido entre rejas durante el resto de su miserable vida.
Cuanto me gustaría borrarle esa asquerosa sonrisa de un puñetazo y que deje de creerse más listo yo.

Quiero estamparle contra una pared y ponerle unas esposas.
Hacerle saber quien manda.

Sacudo la cabeza cuando mis pensamientos comienzan a ir por otro camino y cierro el grifo. Ya he tenido suficiente.

Me envuelvo con una toalla y miro mi rostro húmedo en el espejo. Suspiro y la expresión de decepción que hay en mis ojos me rompe en dos.

Si la Caitlin Snow que entrenaba seis horas diarias en la academia me viera, se sentiría avergonzada y ridiculizada.
He trabajado duro para llegar a donde estoy.
Para tener un trabajo en el que nadie me valora con un compañero que sólo quiere meterse en mi cama.

Mierda, Caitlin. Para de una jodida vez.

¿Qué cojones me pasa?

Me visto despacio. Abotono mis pantalones y los ajusto a mi cintura dando un pequeño salto.
Hago las cosas tan despacio que casi pareciera que no quiero acudir al trabajo. Y tal vez así sea.
Tal vez me siento tan confundida que necesito un tiempo para mi misma.

Vuelvo a mirarme frente al espejo para abrocharme los botones de la camisa pero cuando voy por el tercero, decaigo y mis manos caen a cada lado de mi cintura.
Necesito un día libre. Si, eso es todo lo que necesito.
Me agacho para tomar del suelo el pantalón que usé ayer y quitarle el cinturón. También agarro la camisa de ayer.

Instintivamente, me llevo la prenda a la nariz y la olfateo.
Huele a él.
Y no creo que por mucho que la lave vaya a conseguir que ese olor se desprenda.
Reviso los bolsillos de mi pantalón y mis manos se encuentran con algo.
Saco un trozo de papel del bolsillo que resulta ser una tarjeta.

Dirty Dream 

Ese es el nombre que figura. Frunzo el ceño. Ha tenido que ser él, sin duda. Cuando me lo encontré en el baño y me acorraló con la pared, debió meter esa tarjeta en mi bolsillo.
¿Es otro club de stripteases, acaso?

Esta es la oportunidad perfecta, Caitlin. Haz otra llamada anónima y deja que el FBI le detenga de una vez por todas.
Es tan egocéntrico que te lo ha puesto en bandeja. Es tu oportunidad para acabar con él y dejar atrás esta patética experiencia.

Tomo mi teléfono entre mis dedos.
Le doy a marcación y pongo el código para ocultar mi número.
Pero me quedo ahí, quieta. Sin hacer nada.
Y entonces, la pantalla de mi móvil se ilumina con el número y nombre de Josef. Trago saliva y presiono el botón verde.

Snow, un testigo ha visto a tres hombres merodeando por la zona del banco sur de la calle cuarenta y dos. Tienen que ser ellos. Paso por ti.

Me pongo los tacones, meto la tarjeta en mi bolsillo y salgo corriendo de casa cuando oigo el coche de mi compañero derrapar sobre el asfalto.
Llegamos al lugar, sin las luces encendidas.
—Siguen ahí. —Anuncia, señalando a tres chicos jóvenes que están apostados en diferentes lugares de los alrededores del banco.

Sacamos nuestras pistolas y salimos del coche.
Me da una indicación para ir a por uno de los chicos mientras él va a por otro.
Mi vista fija se clava en uno de ellos.
Busco con mis orbes al líder de la banda pero por supuesto, él no está allí. Nunca se ensucia las manos.

El chico es un joven rubio de apenas veinte años. Y en cuanto sus ojos me encuentran, comienza a correr.

No me lo pienso dos veces antes de salir tras él. Me doblo el tobillo a cada paso que doy. Los pies me duelen por los tacones pero aumento el ritmo al tiempo que mi corazón aumenta sus latidos.
Noto el aire chocar contra mi rostro y la velocidad de mis piernas aumentar.
Me choco con un par se personas y voy gritando "Lo siento" "Policía" "Apartense" a cada paso que doy.

El chico cruza una esquina y le pierdo de vista por un segundo. Cuando cruzo esa misma esquina, ya no le veo.
—¡Snow! —Grita mi compañero y me señala un vehículo con dos ocupantes que está arrancando. Es el chico rubio. Son los atracadores.

Y no sé que se me pasa por la cabeza en ese instante. Pero sé lo que hago.
Josef les dispara a las ruedas.
Pero yo, yo directamente corro en medio de la carretera.
Desde mi pistola sale un disparo perfecto que impacta en la cabeza del copiloto.
Y sigo disparando.

A mi alrededor, las bocinas de los coches, los gritos pidiéndome que me aparte y Josef, desesperado, exclamando cosas que no logro entender.
Pero no me aparto. Y el coche aumenta su velocidad.

Realizo otro disparo mientras la adrenalina corre por mis venas.
Entonces, justo antes de que el coche impacte conmigo, frena.
Las llantas chirrían sobre el motor.
Y el conductor saca un arma con el que me apunta. Pero yo soy más rápida, disparo primero.

Josef me saca arrastras de la carretera. Tres de tres muertos.

Y me grita o eso creo. Porque a partir de ahí, las voces de mis pensamientos se mezclan y no logro descifrar sus palabras.
—¡Podrían haberte matado! ¡Estás locas! ¿Por qué no has disparado a las ruedas como yo? ¡Maldita sea, Caitlin!

«Estás desesperada por sentirte viva y harás lo que sea para conseguirlo»

«Estás desesperada por sentirte viva y harás lo que sea para conseguirlo»

«Estás desesperada por sentirte viva y harás lo que sea para conseguirlo»

Las palabras del líder de los atracadores no hacen más que rebotar en mi cabeza, una y otra vez.

«Estás desesperada por sentirte viva y harás lo que sea para conseguirlo»

¿Y si es cierto? ¿Y si realmente estoy intentando sentirme viva?

Cuando apenas era una adolescente, solía escaparme por las noches para participar en carreras ilegales de coches. ¡Pero son cosas de niñas!

Creía que lo tenía todo claro. Que sabía perfectamente quien era y quien quería ser.
Pero no lo hago. No tengo ni idea de quien soy en realidad.

Y mi mente es tan frágil que un par de trucos baratos le han servido para poner mi Mundo patas arriba.
O tal vez es culpa mía. Tal vez esos trucos baratos son todo por lo que he estado esperando en mi vida.

Son demasiados "tal vez" y muy pocas respuestas.

Llego a casa, los pies me duelen tanto que necesito ponerlos en agua caliente. Tengo rozaduras y la piel enrojecida.
Suelto un pequeño quejido al primer contacto del agua con mi piel desnuda y dolorida.

Meto las manos en los bolsillos y alcanzo la tarjeta.
De nuevo, cojo el teléfono.
Tras pensarlo durante unos segundos, acciono el bloqueo de pantalla y lo pongo boca abajo sobre la taza del váter.

Puede que no tenga nada claro. Pero si quiero descubrirlo, si quiero hacer que mis dudas desaparezcan y entender lo que me ocurre, no podré hacerlo metiéndole una bala en la cabeza. Ni tampoco encarcelándolo.

Tengo una única opción.

Y es que a veces, para descubrir como es el infierno, primero tienes que conocer al diablo.

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