Capítulo 27
Oigo el pomo de la puerta, siendo interrumpida y reacciono con rapidez. Josef me mira frunciendo el ceño.
Sentada en su mesa, entreabro las piernas.
—¿Qué haces aquí, Snow? —Le doy un vistazo largo de arriba abajo. Y después comienzo a mordisquear mi labio inferior.
Sé perfectamente lo que estoy haciendo.
—Te he estado esperando. —Susurro. Pongo mi dedo sobre mi labio inferior y voy bajando desde ahí, pasando por mi barbilla y llegando hasta mi pecho. En todo el recorrido, no dejo de mirarle. Traga saliva.
—¿Me has estado esperando? —Asiento y le indico con un dedo que se acerque.
Cuando lo hace, tiro de su corbata y abro más las piernas para que se posicione entre ellas.
Mis labios chocan con los suyos. Devorando sin piedad. Con brusquedad y un muy bien fingido deseo.
Aprovecho la distracción a mi favor.
Me apoya en la mesa y sus manos viajan por mis piernas.
Deslizo mi teléfono fuera de la falda y presiono el botón que activa la nueva función de mi teléfono.
Una melodía suena y se separa de mi con rapidez.
—Lo siento, es importante. —Me excuso y salgo de su despacho.
Sonrío de lado.
Oh, Josef... Si pensaras con la cabeza en lugar de con el pene, te habrías dado cuenta de que te he puesto un micrófono en la mesa.
Hombres... ¿Es que nunca aprenderán?
Presiono el botón y activo el dispositivo de escucha.
Las primeras horas son monótonas y cargantes. Sólo tiene conversaciones triviales y básicas. También habla de algunos casos que no me interesan en este momento.
No es que desconfíe de él pero no puedo confiar en nadie.
Tengo que descartar sospechosos si quiero descubrir el paradero de Barry.
Tras más de cinco horas de escucha, decido levantarme a tomar un café. Suspiro y me froto los ojos, agotada.
—Tranquilo, Jefe. No, ella no sabe nada. Tengo a ese hijo de puta... Hablará. Me dirá donde está ese condenado pendrive y después le mataré.
—La boca se me seca de repente y siento náuseas subir desde mi estómago. No puede ser.
¿Por qué, Josef?
¿Por qué haces esto?
¿Desde cuando eres un cerdo corrupto?
Aunque siento una horrible presión en el pecho y una tremenda decepción, sé que no es momento de venirme abajo.
Porque al menos ahora sé dos cosas;
—Josef tiene a Barry.
—Sabe acerca de nuestra relación.
Abro las puertas de mi armario y tomo una chaqueta negra.
Me pongo la capucha de esta y me dispongo a conducir por las iluminadas calles de esta Ciudad.
Si conozco bien a mi "compañero" y creo que lo hago, lo primero que hará será ir a tomar un trago al bar.
Efectivamente, tras dos horas de espera, le veo salir.
Se deshace el nudo de la corbata y carraspea.
Antes de que llegue al coche, emerjo de entre las sombras y le doy un golpe seco en el cuello, dejándole sin aire.
Cuando comienza a toser, aprovecho para estrellarle contra su propio coche y sacar mi arma.
—Eres un corrupto. —Le acuso. Deja caer su máscara de inocencia y sonríe con egocentrismo.
—Y tú una puta barata. —Con la culata del arma, le golpe la parte posterior de la cabeza.
—No se le habla así a una mujer, cerdo egocéntrico. —Aprovecho los segundos que utiliza para limpiar la sangre de su cabeza y la confusión que debe sentir para sacar todas las balas de mi pistola.
Dejo caer al suelo todas las balas salvo una. Ésta la introduzco y doy una vuelta al tambor del arma.
—¿Dónde está? —Lo pregunto por primera vez. Sólo sonríe.
Y presiono el gatillo.
Contiene el aire la milésima de segundo que transcurre mientras presiono el gatillo.
Su respiración se agita y comienza a tomar aire de forma entrecortada. Veo como su cara enrojece.
—¿Dónde? —Pero de nuevo no responde a pesar de que el miedo ha teñido sus facciones. Disparo. Nada.
—A cada disparo estás un segundo más cerca de la hora de tu muerte. —Le recuerdo. Veo por su cuello como traga saliva.
—¿Vale la pena, Caitlin? ¿Traicionarnos así? —Ladeo el gesto.
—Lo supiste desde el principio, Josef. No te hagas el sorprendido.
Por eso dijiste que le habías matado pero no me dejaste ver su cadáver. Querías descubrirme. —Reflexiono en voz alta.
—Podrías estar con nosotros, Caitlin. Llegar a lo más alto. Pero has preferido escoger el camino incorrecto... Grave error. —Dejo salir una risa hueca.
—Soy yo la que tiene el arma, Josef. Baja un toque tu ego.
Vuelvo a disparar. Nada de nuevo.
Y en el siguiente disparo, pierde el control.
Su rostro lleno de furia y frustración.
—¿Vale la pena, Snow? ¿Es que folla tan bien? —Vocifera.
Pero de alguna manera, sus palabras me dan una idea precisa sobre mi próximo movimiento. Ya sé lo que hacer para ganar tiempo.
—Yo tengo algo que tú quieres. Y tú tienes algo que quiero yo. —Su expresión cambia por completo.
—¿De qué hablas?
—El pen. Tengo el pen.
Si lo quieres, ya sabes lo que yo quiero a cambio. —Carraspea profundo.
—¿Cómo sé que es cierto? —Me encojo de hombros.
—Vas a tener que confiar en mi o arriesgarte a no encontrarlo nunca.
—Bien. —Accede. Ceso en mi zafe y le dejo tomar aire, recogiendo las balas de mi pistola.
—Esta no es la decisión correcta, Caitlin. Vas a arrepentirte. —Reitera.
Me giro sobre mis talones pero antes de marcharme, miro por encima de mi hombro.
—No lo creo. Oh y si... Folla muy bien.
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