Tema temazo, merengue merengue, pinchito o como lo queráis llamar xd

Sus dedos fríos recorren mi piel desnuda, dejando un ardiente camino en medio del escaso sudor que mi transpira mi cuerpo.

Sus ojos verdes me observan en la distancia, más oscuros por la excitación y repasando cada centímetro de mi anatomía desnuda.

Con mis piernas le encierro, poniéndolas alrededor de su cintura.
La palma abierta de su mano repasa mi cuerpo de arriba a abajo.
Primero pasa por mis piernas, acariciandolas. Mis pezones se vuelven duros y mis vellos se erizan.

Después pasa por mi estómago y un suspiro entrecortado se me escapa.
Luego sube hasta mis pechos y los atrapa, masajeando.
Las llamas van creciendo desde mi interior.
Me ayudo de mis manos temblorosas y nerviosas para quitarle la camiseta.
¿Cómo he acabado desnuda antes que él?

Con mis dedos repaso la tinta de sus tatuajes, notando que sus músculos se tensan bajo mi tacto.

Y sigue tocandome, despacio pero sin duda.
Sabiendo exactamente como calentarme.
Pero en realidad no es su tacto profesional lo que me enciende si su mirada.
Sus ojos serios y centrados, memorizando cada detalle de mi.

Su pelo enmarañado en su frente. Sus labios tan apetecibles entreabiertos.
Muerdo mi labio inferior, deseando que sean los suyos los que mis dientes atrapen.
Queriendo tocarle, tocarle de todas las maneras posibles hasta que mis manos quedan impregnadas de su olor. Hasta cerrar los ojos y poder identificar cada centímetro de su piel.

Ir más allá. Llegar más allá de lo que nadie nunca ha llegado.
Subir a lo más alto y jamás volver a pisar tierra.

—Dime lo que quieres, Caitlin. —Susurra.
Me embiste y noto su bulto atrapado en sus vaqueros en mi vagina, al descubierto por mis piernas abiertas.
Gimoteo.

No cedo a su petición, cerrando los ojos. Haciendo un esfuerzo mayor para resistir.

Sus dedos firmes y seguros hacen círculos sobre mi piel sensible.

Mi cuerpo ansía su roce. Mis pechos ansían sus manos.
Mi vagina clama, grita y se desborda esperándole.

Introduce en ella uno de sus dedos y comienza a hacer círculos.
Mis manos se aferran a la tela de la cama, gruñendo por sentir más.

—Dímelo... —Vuelve a pedir. De nuevo me resisto.

Otro dedo más se adentra en mi.

—¡Te quiero dentro de mi! ¡Te quiero dentro de mi! —Accedo.

Cegada por el placer, consumida por el calor. Arrastrada al infierno.

—No te oigo. Grita. —Otro dedo más y perderé la escasa cordura que me queda.

Desde el fondo de mi garganta, casi sacando el alma de mi cuerpo y arqueando mi espalda, vuelvo a gritar.

—¡Te quiero dentro de mi! —Sus dedos resbalan fuera de mi y refunfuño entre dientes cosas que ni yo misma comprendo.

Entonces, pocos segundos después, su miembro toma el lugar de sus dedos.

Llega hasta ese punto concreto y suspiro gimiendo.

—Grita mi nombre, Caitlin.

—¡Barry! ¡Barry! ¡Barry!

Su rocoso miembro se desliza más y más por mi canal.

Desgarro mi garganta, enloquecida y demasiado profunda para resistirme.

—¡Barry!

Y cuando me lleva al éxtasis, vocifero tan fuerte que probablemente toda la calle lo oye.

Sale de mi cuerpo y se tumba junto a mi.
Pero antes de quedarse dormido, susurra.

—¿Ves como estás loca por mi? —Río, muy cansada para protestar.

Y ese, amigos míos, es el último momento de calma antes de la tormenta.