Capítulo 2
—¿Entonces, no te disparó? Cuéntamelo otra vez. —Suelto un bufido pesado y me llevo la mano a la frente.
—Te lo he contado diez veces, Josef. No me disparó, se fué. En un helicóptero. Metro noventa, ojos verdes.
Es todo lo que ví. —Clamo. Saca la pistola de su cinturón y me la entrega.
—Es la tuya. —Me dice, antes de subirse al coche e irse.
Y yo me quedo allí sola. Fuera de la sucursal, con las patrullas alrededor y los Agentes preguntando a los testigos.
Mis tacones repiquetean con fuerza cuando me adentro en el banco.
Muestro mi identificación y subo escaleras arriba.
Veo un par de policías revisando la zona.
—Agente Snow. —Informo, alzando mi identificación entre mis manos.
Camino despacio por la azotea, revisando cada centímetro. Me posiciono más o menos en el lugar donde estaba el atracador.
¿Por qué no me mató?
¿Por qué no me disparó?
¿Por qué me dejó irme?
Sabiendo que podría dar una descripción de él.
¿Por qué lo hizo?
Pero su cinismo fué tal que incluso me sonrió. Me perdonó la vida y me sonrió.
¿Quién narices deja un testigo directo en un atraco?
Es muy profesional. Lleva más de treinta atracos cometidos en dos años y no ha cometido errores. Nunca.
Entonces ¿Por qué yo? ¿Por qué me dejó ir?
Mis ojos rebuscan entre las pequeñas piedras junto con la arena que están en el suelo.
Y entonces, bajo una de esas piedras, veo algo que llama mi atención.
Un pequeño papel rosa.
De apenas tres centímetros de longitud, roto.
Pero alcanzo a ver una letra.
"P"
Camino hasta la oficina y me encierro en mi despacho. Cierro las ventanas y me siento tras mi escritorio.
Es un despacho sencillo.
Apenas un fichero, una mesa negra con una silla del mismo color y un ordenador de última generación.
También está mi portátil.
Escaneo el pequeño pedazo de papel y me salen varios resultados.
Entre ellos, rebusco.
Pinky Paradise.
Eureca.
Es un club de striptease situado en el centro de la Ciudad.
Anoto la dirección en un papel y corro fuera de mi despacho.
Me posiciono frente a mi armario. Lo abro y saco un vestido de cuero rojo.
También tomo los tacones más altos que tengo.
Me hago un peinado lleno de rizos abultados y abro paso a través del hoyo en mis orejas para ponerme unos llamativos pendientes de aro.
En mis medias de rejilla, guardo una pistola.
Salgo de mi casa, llaves en mano y el corazón palpitandome en la garganta.
Un enorme cartel rosa neón aparece en mi camino cuando detengo el vehículo. El guardia de la puerta me echa un vistazo de arriba a abajo y sonríe de lado. Se hace a un lado cuando camino dentro del local.
Las bailarinas se deslizan sobre las tres barras americanas. Sensualmente, van quitándose prendas.
Retiro la vista y camino empujando gente hasta llegar a una alargada barra de cuarzo negro.
—¿Qué le pongo? —Un camarero me pregunta. Lo que más me llama la atención de él es su nariz. Aguileña y exagerada. Horrorosa.
—Un vodka. —Pido. Y aprovecho que se gira para caminar a dentro de la barra. Cuando es consciente de lo que he hecho, me mira de arriba a abajo con lascivia.
Me saco la pistola y le apunto directo al hígado.
—¿Qué relación tiene este antro con los atracadores del banco central?
—Presiono más el cañón del arma pero no surte efecto.
—¿Sabes que podría llamar a los guardias con una mirada? —Esta vez, soy yo quien ladea una sonrisa.
—No lo harás si aprecias tu vida. Ellos me matarán a mi pero yo te mataré antes. —Le amenazo.
Entonces, me fijo en que tiene pinganillo en la oreja.
Y se lo retiro en un segundo.
—Camina todo recto hasta la puerta negra. Entra y sigue. Y después, entra en la última puerta al final del pasillo. —Oigo que alguien dice. Y no sé porqué o como pero tengo la sensación de que se dirige directamente a mi. Su voz es ronca, masculina pero joven.
Me vuelvo a guardar la pistola pero antes de que pueda tirar el pinganillo, lo oigo otra vez.
—Y guardate esa pistola. No te pega con el vestido.
Introduzco el arma en su sitio y sigo sus órdenes. Recto hasta la puerta negra.
Tras ella, hay un pasillo oscuro. Hay varias puertas más pero me dirijo directa a la última.
Y entonces me pregunto.
¿Qué narices estoy haciendo?
¿Es que de verdad estoy tan desesperada por demostrar mi valía?
Tal vez si. Tal vez lo esté.
Cuando giro el pomo de la última puerta, pongo un pie dentro del lugar. Y de repente, recibo un fuerte empujón que me estampa contra la pared.
—Shh... Tranquila. —Susurra una voz en mi oído, sosteniendo mi cabeza. Trago saliva. Es la misma voz que la del pinganillo.
Entonces, sus manos comienzan a descender por mi espalda. Mi piel desnuda y caliente se estremece al contacto de sus fríos dedos.
—Tengo que asegurarme de que sólo llevas esa pistola ¿Sabes? —Suelta. Su tono es seductor y parece lleno de diversión.
Llegan hasta mi cintura y trago saliva.
Y recorren la longitud de mis piernas. Claramente recreándose.
—Bonitas piernas, Agente Snow.
—Vuelve a susurrar en mi oído.
Agente Snow. Sabe quien soy.
Por fin me libera y me doy la vuelta para encararle.
Entonces, ya se ha alejado de mi.
Es alto, muchísimo. También es joven. Veinteañero me atrevería a decir.
Su pelo es castaño, algo desaliñado.
Lleva una barba de varios días y sus ojos verdes examinan con calma cada centímetro de mi cuerpo.
Y me siento desnuda ante su mirada.
—Tú... Tú eres el atracador... ¡Tú me dejaste escapar! —Le acuso y me llevo la mano al arma como gesto de defensa.
También busco mi móvil, en mi otra media. Pero no está. Ya no está.
—¿Buscas esto? —Alza su mano con mi teléfono en ella y una profunda sonrisa burlona.
—¿Por qué no me mataste? —Comienza a caminar en mi dirección y a cada paso que da, me siento más acorralada y amenazada.
—Yo no mato. —Aclara, cuando ya está demasiado cerca.
—¿Y si dejas testigos? —Contraataco.
Una de sus manos se mueve hasta llegar a mi cara y la aparto con brusquedad, provocando que suelte una carcajada.
Pero no tengo espacio y aún que trato de alejarme, sus dedos acaban en mi mejilla.
—No a cualquiera, Agente Snow. —Su voz suena más ronca a cada segundo y siento que el aire se escapa de mis pulmones.
Sus ojos son tan profundos que siento que su mirada me atraviesa.
—Dejé escapar a una Agente muy bonita... —Apreto la mandíbula. Acaricia mis mejillas y las yemas de sus dedos tienen una textura suave y helada.
Entonces, una fuerza repentina se apodera de mi y me las ingenio para empujarle.
—Es usted un cerdo. —Se lleva una mano al pecho y comienza a reír.
—Me perdonó la vida. Le doy diez minutos antes de avisar a mis compañeros y tirar abajo este lugar. —Le informo, recobrando la compostura y luchando por mantener la calma.
Entonces, su sonrisa se hace más grande y divertida.
—Nos volveremos a ver, Caitlin.
—Vuelvo a apretar la mandíbula, cada vez más enfadada y ofendida.
—Si y llevarás unas esposas para ese entonces. —Mis palabras provocan que largue un par de carcajadas.
—Eso no lo dudo. —Me guiña un ojo y es cuando capto el doble sentido de sus asquerosas palabras.
Y salgo de allí, con el corazón latiendome descontrolado.
Sólo el aire frío calma todos mis sentidos alterados. Todo el calor que repentinamente se ha acumulado en mi anatomía.
SOMOS #9 EN EL RANKING #DANIELLEPANABAKER
#5 EN EL RANKING #GRANIELLE
#6 EN EL RANKING #SNOWBARRY CON "FALLING FOR YOU"
Y #1 EN EL RANKING #SNOWBARRY CON "RIGHT IN FRONT OF YOU"
GRACIAS GRACIAS GRACIAS GRACIAS
OS AMO CON TODA MI ALMA
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro