Una castaña se encontraba acostada en su habitación abrazando su preciado conejito de peluche, ni un sonido se lograba escuchar en aquella habitación que no fueran los gritos de sus padres allá abajo.

Todo estaba bien, todo era normal, los gritos eran cada vez mas frecuentes y la pequeña no quería entrometerse.

— ¿Es culpa mía que sean así, Bunny...? — Le pregunto a su peluche en un susurro que únicamente ella y su preciado mejor amigo sin vida escucharían.

Todo estaba bien... Hasta que él sonido de un disparo se logro escuchar desde allá abajo, la pequeña se asustó y abrazo a su conejo escondiendo su rostro en este, con miedo levantó la mirada viendo la puerta entre abierta donde entraba la luz de afuera.

— ¿Mami.. Papi?... — Tímidamente se levanto aun abrazada a su peluche, camino hasta la puerta abriéndola de apoco. Camino hasta llegar a las escaleras y bajar escalón por escalón.

Con cada paso que daba sentía como su corazón le saldría por la boca en cualquier momento, llego hasta la puerta de la cocina, donde sus padres siempre discutían, pero ahora no se escuchaba nada, ni un solo sonido.

— ... — Colocó su mano sobre la perilla de la puerta y la abrió un poco. En ese momento, hubiese querido quedarse en su cuarto.

Su madre estaba con un arma en mano temblando y llorando mientras su querido padre se encontraba tirado en él suelo en un charco de lo que esperaba que no fuera sangre.

— Te lo merecías... Te lo merecías.. — Repetía la mujer una y otra vez, con miedo la niña dio unos pasos atrás moviendo una botella de alcohol de su padre la cual cayo al piso y se rompió.

— ... ¿Mabel? — Habló su madre acercándose a la puerta, en un ataque de pánico no pudo hacer nada mas que comenzar a correr hacia su habitación.

— Mabel, querida.. ¿que haces despierta? — Preguntó su madre sosteniendo su arma al ver a su hija correr hacia su habitación — Anda, ven con tu madre.

Ella ignoro sus palabras y subió rápidamente las escaleras tropezando debido al pánico, entro en su habitación y cerro la puerta con llave.

— No.. No .. No.. No.. — Repetía la niña abrazando fuertemente a su conejo de peluche, un fuerte golpe en la puerta se hizo escuchar en la habitación.

— ¡Mabel! ¡Mabel abre la maldita puerta! — El grito de su madre hizo que las lágrimas salieran de sus ojos —

Y como si un reflejo se tratase, agarró una mochila la cual ya tenia unas muy pocas adentro, se dirigió a la ventana y la abrió con la intención de escapar.

Pero vio algo tirado en él suelo, se acerco a él y lo tomo en sus manos, era él fierro que su padre prometió poner en su ventana para tener una hermosa cortina de conejitos.

Su padre...

Minutos después la puerta se abrió de golpe, una mujer de cabellos negros y ropa manchada de sangre con un arma en manos miro la habitación buscando a la niña. — ¿Mabel?~ vamos no te escondas.

Dirigió su mirada a la ventana abierta, se acerco a esta para apoyase en él borde. Y sin previo aviso, algo golpeo su cabeza tirandola al suelo, luego otro golpe, y otro, y otro mas hasta que finalmente la mujer murió sobre un charco de sangre.

— ...Descansa, mami.

Bajo a la cocina mirando él cuerpo de su pobre padre, se acerco a él y con sus fuerzas lo levanto para dejarlo apoyado en la pared, saco las flores que le había dado a su madre y que ella felizmente las conservo. Las dejo al lado de su padre y con una sonrisa recogió un poco de comida y botellas de agua.

— Tu también descansa, papi.

Guardo todo en su mochila inclusive aquel fierro ahora manchado de sangre, abrazo su conejito y por la puerta se marchó como si nada.