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👑 Capítulo 69

—Estoy en problemas, hijo. —Charlie está asustado y nervioso.

Axel me conduce hacia el interior de su piso, haciendo que su padre se eche hacia atrás para dejarnos espacio para avanzar. Después de cerrar la puerta a nuestra espalda, Williams, totalmente cabreado, intenta indagar más sobre el tema y llegar hasta el fondo del tema para ver qué es lo que ha pasado con él.

—¿Cuándo no lo has estado? —le echa en cara.

—Por favor, Axel —suplica su padre—. Necesito tu ayuda.

—¿En qué lío estás metido ahora? —inquiere el expresidiario.

Este da un paso hacia el hombre a la vez que deshace el agarre de nuestras manos, lo que logra inquietarme. No quiero tener que separarlos si llegan a pelearse o algo, aunque no creo que Axel, por mucho odio que le tenga a su padre, llegue a pegarse con él. Aunque ahora mismo ese es el menor de nuestros problemas. Hay oídos escuchándonos por todas partes y Charlie seguro que está hablando sobre temas delictivos que pueden meterle en un grave problema. A pesar de que aún no ha dicho nada que esté relacionado con lo ilegal, sé de sobra que se trata de algo por el estilo. Sé dónde anda metido porque su hijo me ha contado la historia y porque yo misma también estoy hasta el cuello. Tengo que convencerles de que mantengan esta conversación en otro lugar.

—Creo que esto es mejor que lo habléis en un lugar más privado —intervengo con los nervios a flor de piel.

Miro a mi alrededor, sintiéndome indefensa. No hay nada fuera de su lugar, se nota que han tenido mucho cuidado en no mover nada a la hora de instalar los micrófonos. Los ojos de Charlie se posan en mí y da un paso al frente, haciendo que Williams se interponga para que no continúe.

—No hay sitio más privado que este —dice él—. Axel, hijo. He tenido que robarle droga a una banda para revendérsela a otra.

El malestar comienza a hacerse presente en mi estómago, las manos me sudan y siento la garganta seca. La respiración se me corta durante unos instantes que se me hacen eternos, incluso noto como mi temperatura corporal aumenta debido al miedo que tengo de que los vigilantes hayan escuchado alto y claro las palabras del padre de Axel.

—Charlie, por favor. No sigas hablando —suplico en un susurro.

Axel dirige su mirada a mí y me mira con confusión en su rostro, sin saber por qué estoy tan interesada en que dejen de hablar. Williams, aparta la vista de mis ojos y la fija en los del hombre que, a cada segundo que pasa, está más nervioso.

—¿Y por qué lo has hecho? —indaga su hijo—. ¿Es que no escarmientas?

—Desde lo de Lipy no me liberan del trato —espeta con una molestia que no va dirigida a él—. ¿Te crees que hago esto por gusto?

—Charlie, por favor. Cierra la jodida boca —le ordeno con el corazón latiéndome en el pecho a mil por hora.

Ambos me miran con el ceño fruncido, confundidos por la actitud que estoy mostrando ante la situación que se nos ha presentado sin avisar. En ese instante, me hago pequeñita en el sitio bajo las atentas miradas de Axel y su progenitor. Estos me observan en un intento de descifrar lo que se me está pasando por la cabeza, pero parecen no dar con la información que buscan. Trago saliva y, como un acto involuntario, miro hacia atrás, hacia la puerta, para cerciorarme de que no hay nadie al otro lado que vaya a entrar en cuanto menos no lo esperemos.

—Kris... ¿Qué te ocurre? —cuestiona Williams.

Le miro y él acerca una mano a mi brazo para darle un suave apretón en forma de apoyo. Voy a abrir la boca para contestarle y explicarles lo que pasa con los menos detalles posibles para que mis compañeros de trabajo no me puedan oír y así no meterme en un lío más gordo. Sin embargo, antes de que se me puedan pasar por la cabeza las palabras adecuadas para empezar a hablar, un fuerte golpe proveniente de la puerta hace acto de presencia. Los tres nos damos la vuelta de inmediato, sobresaltados, viendo a cuatro policías armados delante de nuestras narices. Han roto la cerradura a lo bestia para entrar.

Ellos apuntan con sus respectivas pistolas a Axel y a su padre, haciendo que estos alcen las manos en son de paz sin saber qué es lo que está pasando a su alrededor. Una mujer pelirroja se acerca a Charlie con rapidez sacando las esposas de su cinturón, después le esposa las manos a la espalda. Un hombre rubio hace el mismo proceso con Williams, aunque él se resiste un poco apartando sus brazos del agarre del policía con brusquedad, pero no consigue deshacerse de él, por lo que acaba esposado igualmente. Los dos uniformados restantes siguen apuntándoles con sus armas, decididos a abrir fuego si alguno de los dos intenta hacer algo que no deban.

Axel me mira con confusión en sus ojos al ver que soy la única a la que no han esposado, a la que los guardias no le han prestado la más mínima atención desde que han entrado por la fuerza a su casa.

—Kristen. ¿Qué está pasando? —me pregunta él.

Yo niego levemente con la cabeza, mirándolo con dolor y observando la expresión de su cara, sus iris. Sobre todo, sus iris, los cuales me muestran lo que está sintiendo en este momento. Y eso me mata, claro que me mata. Está asustado, y es normal. No sabe lo que está ocurriendo.

—Bajen las armas, no harán nada. —La voz de Dean se hace presente entre nosotros.

Pongo la mirada en la entrada y mi jefe aparece ante mí. Él entra en casa y se pone entre los dos policías que siguen apuntando a padre e hijo. Espera unos instantes y mis compañeros no obedecen su orden, por lo que su expresión facial se endurece de golpe.

—Bajen las malditas armas —repite con voz áspera.

Los dos uniformados, no muy seguros, ceden y acatan su mandato.

—Lleváoslos al coche patrulla —pronuncia el señor Collins, refiriéndose a la mujer y al hombre que mantienen sujetos a Axel y a Charlie.

La pelirroja pega un pequeño tirón del brazo izquierdo del hombre, haciendo que este comience a caminar hacia la salida. El rubio, hace exactamente lo mismo con Williams, el cual no aparta la mirada de mí en ningún momento. Aparto la mirada de él, siendo incapaz de mirarle a la cara después de esto. Después de lo que acaba de suceder. Esto ha sido culpa mía. He podido impedirlo y por ser una completa imbécil y no haber actuado como una persona lo bastante madura lo hubiera hecho, ha pasado lo que más temía.

Cuando Charlie pasa por al lado de mi jefe, no se guarda la ira que tiene acumulada en su ser. Le grita lo siguiente:

—¡Maldita serpiente! ¡Ojalá llegue el momento en el que te pudras en el infierno! —Forcejea para librarse del agarre de la policía, pero no lo logra.

—Ojalá —le da la razón Dean.

El señor Collins le hace un gesto a la mujer que escolta al padre de Axel, ordenándole que se lo lleven del lugar. Esto lo hace a duras penas, ya que él no para de resistirse a los empujones de la pelirroja. Mientras tanto, Williams pronuncia el que cree que es mi nombre al mismo tiempo que intenta girarse para poder mirarme, pero el hombre rubio que lo apresa se lo impide dándole un empujón tras otro. El expresidiario se mueve para liberarse del agarre del poli, sin éxito. Cuando los cuatro desaparecen de mi vista, Dean mira a los otros dos guardias y les da la siguiente orden:

—Quiten los micrófonos, ya no hacen falta.

Estos, tras guardar sus armas, comienzan a moverse por la casa en busca de esos pequeños aparatos.

—Señorita Davenport —me llama—. Tiene que venir conmigo a comisaría. Debe interrogarlos.

Yo, como respuesta, le lanzo una mirada asesina. Pero se queda en eso, en una simple mirada que no llega ni para matar a una hormiga. Salgo de la casa con mi jefe pisándome los talones. Quiero darme la vuelta y agarrar con mis manos su grueso cuello para apretarlo hasta dejarle sin aire. Por desgracia, no puedo hacer eso.

En cuanto bajamos las escaleras y ambos llegamos a la planta baja, salimos del portal para encaminarnos a uno de los dos coches patrulla que hay aparcados en fila en la acera de enfrente. En el vehículo de atrás se encuentran Axel y Charlie, sentados en la parte trasera y con sus miradas pegadas en algún punto del suelo. La mujer pelirroja y su compañero esperan en los asientos delanteros a que nosotros hagamos lo propio en el automóvil que nos toca.

—Se lo advertí, señorita —rompe el silencio Dean, adelantándome unos pasos—. Si hubiese dejado la investigación, esto no habría pasado.

Sigo caminando, ignorando sus palabras, hasta que a Williams le da por mirar por la ventanilla. Esto provoca que sus iris oscuros den con los míos, lo que hace que un nudo se me forme en la garganta a la vez que empiezo a sentir cierta presión en mi pecho. Aparto la mirada y sigo con mi camino.

En cuanto llegamos a nuestro destino, mi jefe me abre la puerta del copiloto para que entre. Cosa que hace empeorar la situación, porque siento la mirada de Axel pegada a mi espalda, y el simple gesto del señor Collins da entender quién soy en realidad. Por no hablar de que no voy esposada y eso también dice mucho. Ya debe haberse enterado que pertenezco al cuerpo policial.

—No necesito que me abran la puerta —escupo con rabia.

Alejo su mano de la puerta del coche de un manotazo y, luego, entro en él. Tras cerrarla de un portazo, procedo a abrocharme el cinturón de seguridad de mala gana. Dean, tras rodear el morro del vehículo para llegar a la puerta contraria, se sienta en el sitio del piloto y se abrocha el cinto.

—Axel no ha hecho nada —le hago saber, cortante.

—Lo sé. —Asiente y arranca el coche—. No te preocupes, él no irá a la cárcel.

Luego de mover el cambio de marchas, empieza a conducir hacia la comisaria. El otro coche patrulla nos sigue a una baja velocidad. Cruzo los brazos sobre mi pecho y pego la mirada en la ventanilla de mi lado, viendo pasar las calles de la ciudad con rapidez.

—Estará contento, ¿no? Ha conseguido su objetivo —comento.

—Mi principal objetivo, señorita Davenport, no era que Axel se enterase de quién es usted —asegura, haciendo que le mire—. Era apresar a su padre. Tenía otro plan para que su hijo se diese cuenta de que usted es policía, pero al final no ha hecho falta.

—¿Por qué? —cuestiono, relajando la expresión de enfado de mi rostro—. ¿Qué tiene que ver Charlie con usted?

Dean me muestra una sonrisa de oreja a oreja sin apartar la mirada del frente.

—Lo acabaré averiguando de todas formas, ¿sabe?

—No lo dudo, señorita, no lo dudo —me dice.

Mi jefe me echa un rápido vistazo que logra que me tense en el lugar. Hay algo en él que no me termina de cuadrar.

🐈

Entramos en comisaría y, todas y cada una de las miradas de los presentes en la planta baja, están fijas en los hombres esposados que caminan en contra de su voluntad delante de mí, siendo conducidos por los policías hacia el ascensor. Desde que hemos salido del coche, Axel no me ha mirado, se ha mantenido en todo momento mirando al frente completamente serio.

En el momento en el que paso enfrente de la entrada de la cafetería en la que yo solía ejercer mi trabajo de camarera, una voz hace que frene y me dé la vuelta hacia esa dirección. Rosa aparece en mi campo de visión, con un café caliente entre sus manos y los ojos fijos en los míos. Ella se acerca a mí con rapidez y, cuando ha salido de la cafetería, dirige su mirada a Charlie y a Axel, quienes ya están en el interior del ascensor junto con Dean y los otros dos policías. Antes de que las puertas de este se cierren, los ojos de Williams dan conmigo, pero no soy capaz de descifrar las emociones que pueda haber en ellos.

—¿Qué es lo que pasa? —pregunta mi compañera y la miro.

—Los han detenido —respondo en un hilo de voz apenas audible.

—¿Axel hizo algo malo? —Frunce el ceño—. No me lo creo...

—Axel no ha hecho nada. —Niego con la cabeza—. Ahora tengo que subir, hablamos luego.

Me giro y camino hacia el ascensor, sintiendo la mirada de Brown pegada en mi nuca. Presiono el botón del ascensor para que baje y, cuando este llega, entro en él. Tras dar al botón de la segunda planta, me doy la vuelta y me miro en el espejo. Llevo puesta una de las sudaderas de Axel, que son más calentitas que cualquier otra cosa que yo haya llevado puesta. Y creo que es lo único que me va a quedar de él.

Una vez que he llegado a la planta correspondiente, salgo del elevador. Me encuentro con cuatro compañeros, dos en cada puerta de las salas de interrogatorios que están activas, por si acaso tienen que intervenir.

—Kelsey —me nombra la mujer pelirroja—. Tienes que interrogar a Axel. —Me hace un gesto con la cabeza, indicándome la puerta que queda a su derecha.

Respiro hondo y entro en la habitación indicada. Cuando estoy dentro, los ojos de Axel se fijan en mí al instante. Cierro la puerta a mi espalda y, luego, me siento en la silla que hay enfrente de la de él. Williams está al otro lado de la mesa, con las manos esposadas sobre ella. Está claro que no voy a interrogarle. No me es necesario hacerlo, ya sé toda la verdad.

—Creía que te habías metido en algún lío. Que te iban a volver a detener por robar. —Su voz retumba en mis oídos—. Eso es lo que llevo repitiéndome todo el maldito camino para no pensar que me has estado engañando.

Mi corazón empieza a bombear sangre a todo mi cuerpo más rápido que antes, como si mi cerebro hubiese dado la voz de alarma.

—Así que, por favor, dime que has robado algo y que por eso nos han detenido a los tres —añade—. Aunque han preferido no esposarte para darte un mejor trato.

Es ridículo. Y él lo sabe. Sabe que lo que está diciendo suena estúpido, pero prefiere eso a pensar otra cosa.

Me relamo los labios y muerdo con fuerza el inferior. Ahora no vale echarse atrás, no vale ser cobarde. Él se merece una explicación.

—No, Axel. Soy policía —confieso sintiendo el dolor en cada palabra que sale de mi boca—. Mi trabajo era vigilarte por si hacías algo indebido

—Tu trabajo era volver a meterme en la cárcel —afirma con la expresión de su rostro totalmente neutra, como si ya no quisiese mostrar lo que realmente siente.

Asiento con la cabeza muy lentamente. Él se ríe sin gracia, pegando la vista en sus manos.

—Lo siento mucho —me disculpo.

Al decir esto, sus ojos suben hasta dar con los míos.

—Todo era una mentira para que no te descubriera, ¿verdad?

Vuelvo a asentir. Subo los brazos a la mesa y entrelazo los dedos de ambas, como distracción a los nervios que recorren todo mi cuerpo.

—¿Lo de tu hermana es mentira también?

No digo nada ni hago gesto alguno que le dé una contestación a su pregunta, solamente le miro y él acaba por entender que es así. Que también le he engañado con el tema de mi hermana. Que ella en realidad no existe.

—¿Te llamas Kristen? —La voz se le rompe al final.

—Me llamo Kelsey Davenport.

Axel expulsa el aire contenido en sus pulmones con una ligera tembladera. Tensa la mandíbula, mira hacia su izquierda y mueve los dedos de sus manos, como si intentara desentumecerlos. Traga saliva y regresa la mirada a mí. Sus ojos me muestran dureza.

—¿Hay algo en lo que no me hayas mentido? —inquiere, dolido.

Aunque no quiera hacerme ver cómo se siente, su voz lo ha delatado en cuanto ha abierto la boca.

—Sí —me apresuro a decir—. Te quiero, Axel. Y eso no va a cambiar.

Su ceño se frunce durante unos instantes, pero luego la expresión de su cara se relaja y, tras asimilar lo que acabo de decir, se ríe sin gracia alguna. Supongo que se debe a que no le dije te quiero cuando tenía que habérselo dicho, sino ahora, en un intento desesperado de arreglar las cosas. Y puedo ver, que eso no le ha gustado, pues creo que no lo ve del todo sincero.

—¿Tú también eres la que ha reabierto mi caso? —La pregunta sale con seriedad, como si ese hecho le doliese más que cualquier otra mentira que haya salido de mi boca.

—Oye, Axel...

—Dijiste que podía confiar en ti —me recuerda.

Y su tono de voz vuelve a delatarle. Cada palabra que sale de su boca, cada palabra que sale de la mía, le hace daño.

—Lo sé. Lo siento mucho. —Vuelvo a disculparme.

Pego la mirada en mis manos, con la intención de huir de la suya.

—¡Deja de sentirlo! —me grita, haciendo que me sobresalte y vuelva a posar la vista en él—. Si de verdad lo sintieses, no habrías hecho nada de esto.

—Puedo explicarlo...

—¡No quiero escuchar nada más salir de tu boca! —escupe con molestia—. ¿Eres consciente de lo que acabas de hacer? Has hecho que manden a mi padre a la cárcel.

—Creía que lo odiabas.

—Así es, pero no deja de ser mi padre —confirma—. Y gracias a eso mi hermano irá a un maldito orfanato.

Abro los ojos de par en par al escucharle. Axel esconde la cabeza entre sus manos, aprovechando para alborotarse el pelo con rabia. Me quedo sin habla, no soy capaz de decir absolutamente nada. Tras tragar saliva, hago el intento de hablar.

—¿Qué? —Eso es lo único que mi cabeza ha sido capaz de mandar a mi boca.

Williams vuelve a la posición de antes y me mira con neutralidad.

—Sí, Kris... Kelsey —se corrige—. Mi padre va a la cárcel y yo sigo siendo culpable de los asesinatos. Alejarán a mi hermano de mí por tu puta culpa.

Se me corta el aliento tras procesar toda la información. Está claro que la he cagado a lo grande.

—Axel...

—Basta —me hace callar casi en un susurro—. No quiero que estés conmigo. ¡No quiero volver a verte cerca de mí!

Sus ojos empiezan a humedecerse, lo que hace que mi corazón se rompa en miles de pedazos. Muerdo mi labio inferior, fuertemente, a la vez que fijo la mirada en el pecho de Axel. Este sube y baja más rápido de lo normal debido a que su respiración está demasiado agitada.

Asiento con la cabeza para hacerle ver que le obedeceré. Me levanto de la silla y, con su mirada pegada en mí en todo momento, salgo de la sala. En el momento en el que cierro la puerta, las ganas de llorar me embisten, pero no dejo escapar ni una sola lágrima. No pienso darle esa imagen a Dean. No pienso hacerle creer que ha ganado.

—Kelsey. —Una voz a mi izquierda, me saca de mis pensamientos, haciendo que dirija la mirada hacia dicha dirección.

Dexter aparece en mi campo de visión, saliendo de la sala en la que debe de estar Charlie.

—Charlie quiere hablar contigo —me comenta señalando la puerta.

Después de mover la cabeza en respuesta afirmativa, me acerco a la sala y entro en ella. Los ojos del padre de Axel se iluminan al verme, cosa que me parece extraña. Me aproximo a la mesa, poniéndome en el lado contrario en el que él, justo enfrente.

—Intenté hacer que pararas de hablar —le aseguro—. Te lo juro.

—Lo sé, tranquila. No he hecho que te llamen para echarte la bronca —dice entrelazando los dedos de sus manos—. Sé que solo quieres ayudar. Pero antes de contarte nada, tengo que darte un mensaje para mi hijo.

—Él ahora mismo me odia, no creo que quiera escuchar nada que salga de mi boca.

—Por favor. Es muy importante para mí —pide con ojos suplicantes.

—De acuerdo. —Asiento.

—Quiero que le digas que entiendo su odio hacia mí, que entiendo que no haya querido perdonarme. Pero que todo lo que he hecho ha sido por su bien y por el de su hermano. Él sabe mejor que nadie que yo no quería entrar en lo que ambos estamos metidos. Que es algo que se hereda —declara, comenzando a jugar con las cadenas de sus esposas—. Que la razón por la que no le dejo acercarse a Phillip y por la que le he metido mentiras sobre él en la cabeza, era para mantenernos con vida. Esto Axel lo sabe de sobra, pero repíteselo las veces que hagan falta hasta que comprenda que lo he hecho porque les quiero. ¿Vale?

—Vale —susurro.

—Ahora, te diré lo que quería decirte. —Carraspea la garganta—. Sé que estás investigando el caso de Axel y que solo quieres ayudarle. —Baja un poco el tono de voz—. Por eso voy a decirte el nombre de la asesina. Yo sí la conozco. Necesito que hagas justicia por mi mujer.

Cuando estas palabras salen del interior de su ser, me siento en la silla rápidamente para atenderle mejor. Charlie abre la boca para desvelarme el nombre de la asesina, pero alguien se lo impide. La puerta se abre y Dexter aparece ante nosotros.

—Kelsey, el señor Collins te busca en la primera planta —me hace saber.

—¿Es muy urgente? —cuestiono.

—Dijo que quería verte ya mismo. —Se encoge de hombros.

Dirijo la mirada a Charlie, esperando que diga algo al respecto.

—Ven después de hablar con tu jefe —me dice con aire tranquilizador y baja el tono de voz para añadir lo siguiente—: No puedo hablar delante de él, no es de fiar...

Me relamo los labios ante su confesión. Ya sé que no debo confiar en Dexter. Me levanto de la silla y salgo del cuarto a toda prisa, golpeando sin querer el hombro del chico. Llamo al ascensor y, en el momento en el que llega a la planta en la que me encuentro, bajo a la primera. Allí comienzo a buscar con la mirada a mi jefe, quien no tarda en aparecer a mi lado izquierdo. Me giro hacia a él y espero a que hable.

—Señorita Davenport, ha perdido. Debería dejar el caso —aconseja.

Sí, pues lo llevas claro.

—Si cree que voy a dejar mi investigación por esto, está usted muy equivocado —le aseguro—. Habrá conseguido que Axel me odie, pero no pienso abandonar, señor. Ha dado usted con la policía equivocada.

Dean se ríe sin una pizca de gracia.

—Te vas a meter en un serio problema —comenta por lo bajo.

Este se da la vuelta y camina hacia su despacho, alejándose de mí. Voy a volver al ascensor para seguir con la conversación que estaba teniendo con Charlie, pero algo en el lugar me llama la atención de sobremanera. Es de día, son las dos de la tarde, y todas y cada una de las persianas están bajadas del todo. Dirijo la mirada hacia el techo, viendo así todas las luces encendidas. Esto es extraño. En cuanto veo a Thomas caminar hacia mí para dirigirse hacia el elevador, le freno cogiéndole de un brazo.

—¿Qué quieres? —me pregunta, molesto.

—¿Por qué están todas las persianas bajadas? —cuestiono ignorando su pregunta.

—Están rotas —contesta y se encoge de hombros—. Esta mañana nos las hemos encontrado con las correas cortadas.

—¿Todas? —Abro los ojos de par en par.

—Sí. Nadie sabe nada.

Suelto su brazo y dejo que siga con su camino.

Esto no me gusta.

Me quedo unos segundos quieta, observando a mi alrededor y sumida en mis pensamientos, hasta que de repente, las luces de comisaría se apagan de golpe dejándonos completamente a oscuras. La gente a mi alrededor empieza a hablar, sin saber qué pasa, y yo comienzo a moverme, inquieta. La respiración se me acelera, y el hecho de no poder ver nada y que solo se oigan las voces confundidas de mis compañeros, me pone más nerviosa. ¿Qué está pasando? El sonido de dos disparos llega a mis oídos, haciendo que me mueva bruscamente, sobresaltada. Provienen de arriba.

El corazón se me sube a la garganta cuando pienso en que Axel y Charlie están arriba, y que ellos estaban siendo amenazados para que no dijesen la verdad a nadie. Y ahora, se han escuchado dos disparos. Por favor, no.

Comienzo a caminar hacia mi izquierda, que es donde se encuentran las escaleras que conectan todas las plantas por si hubiese un incendio y no pudiésemos usar el ascensor. Voy con cuidado, tanteando con mis pies y manos para evitar chocarme con alguien o algo. Tras unos segundos que se me hacen eternos, mis manos tocan una pared. Me muevo hacia la izquierda sin apartar mis manos de la misma, hasta que doy con las escaleras que llevan hacia arriba. Empiezo a subir los escalones, lentamente, pero cuando estoy a punto de apoyar mi pie en el tercero, alguien me empuja bruscamente llevándome por delante. Esto provoca que me caiga de espaldas hacia atrás, arrebatándome un quejido de dolor. Me pongo boca abajo al instante y estiro los brazos para alcanzar alguno de los pies de dicha persona, pero solo llego a rozar su pantalón.

Estoy segura de que esa persona ha sido la causante de esos disparos.

Me levanto del suelo, ahogando un gemido doloroso por la punzada que se ha alojado en mi espalda. En ese mismo instante, las luces vuelven a encenderse, lo que aprovecho para buscar con la mirada a la persona que me ha empujado, sin embargo, todo parece estar en orden. Me doy la vuelta y subo las escaleras rápidamente, con varios de mis compañeros pisándome los talones.

En cuanto llego, empujo la puerta que me impide el paso a la segunda planta. Cuando la abro, el cadáver de Charlie aparece a pocos pasos de mis pies, con un tiro en la cabeza y otro en el pecho. Dexter se encuentra de rodillas ante él, mirándolo con horror, mientras que dos de los policías revisan la sala en la que estaba esposado.

—¿Qué ha pasado? —La voz de Dean a mi espalda me hace pegar un bote.

Este me echa a un lado para poder pasar, dejando a tres de mis compañeros observando desde las escaleras.

—Dijo que necesitaba ir al baño, entonces iba a acompañarle. Pero cuando salimos de la habitación, las luces se apagaron. Y cuando se volvieron a encender él estaba muerto —relata Dexter, temblando de pies a cabeza.

No me creo ni una sola palabra. Charlie dijo que no me fiara de él.

—¿Dónde está Axel? —pregunto con miedo.

A pesar de que los dos disparos los tiene el cuerpo de su padre, no estoy tranquila. La policía pelirroja y el policía rubio sacan a Axel de la sala en la que estaba. Sus ojos oscuros se fijan en el acto en el cuerpo de su padre. Williams se queda estático y se tambalea levemente hacia atrás.

—Joder... —susurra este.

Algo está claro. La persona que ha matado a Charlie, sabía que iba a estar aquí. Porque tenía muy bien preparado su plan. Puede que sea Dexter; él estaba custodiando a Charlie. Sin embargo, ha sido otra persona la que ha bajado corriendo por las escaleras. Pienso que la persona culpable de su muerte, es aquella que me ha empujado antes. Mi joven compañero solo es un mero compinche.

—He encontrado un micrófono bajo la mesa —dice uno de los policías que ha entrado a inspeccionar la sala.

Seguro que esa persona escuchó nuestra conversación y por eso le ha matado.

—¿Qué ha pasado? He oído dos disparos. —La voz de Rosa se hace presente a mi espalda.

Cuando ella ve el cuerpo de Charlie, se lleva las manos a la boca, espantada.

—¡Todo esto es tu maldita culpa! —El repentino grito de Axel, hace que dirija la mirada a él.

Sus ojos están húmedos, con pequeñas lágrimas bajo ellos.

—¡Te odio, joder, te odio! —Vuelve a gritarme, totalmente fuera de sí.

Los policías le sostienen con fuerza, para que no pueda abalanzarse sobre mí. Porque en este momento es lo que parece que quiere hacer, abalanzarse sobre mí y acabar conmigo. Las lágrimas comienzan a amontonarse en mis ojos, preparadas para caer por mis mejillas.

Esto se está complicando. Las amenazas son reales. Han empezado con Charlie, y algo me dice que no pararán hasta callar al último testigo.

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