👑 Capítulo 64
Sus manos se posicionan a ambos lados de mis piernas, sobre la encimera del lavabo, mientras que sus ojos se mantienen cerrados por un tiempo. No aparto la mirada de él, observo como su pecho sube y baja al ritmo de su respiración, la cual tiembla un poco al salir del interior de sus pulmones. A pesar de que ha sido Axel quien ha dado el paso para contarme lo que ocurrió de verdad aquella noche sin necesidad de que yo le saque el tema de nuevo, se ve a simple vista que le cuesta demasiado recordarlo para poder explicármelo. Como un gesto de apoyo, acaricio una de sus mejillas, haciendo que él separe sus párpados y me deje admirar esos iris que tanto me han acabado gustando con el paso de los días.
—No he matado ni a mi madre ni a esos tres hombres —confiesa.
Algo dentro de mis costillas se resquebraja al escuchar esas palabras salir de su boca. Él está confiando en mí y me está revelando la verdad. En cambio, yo sigo mintiéndole como una bellaca. Ya de nada me sirve convencerme de que es por una buena causa, siento que todo lo que he avanzado hasta ahora para ayudarle está mal porque lo he hecho a base de embustes. Y, aunque quiera decírselo, ya no me nace hacerlo. No porque no me importe en lo más absoluto, al contrario, porque me importa demasiado. Llegados a este punto, tengo muchísimo miedo de perderle. Incluso hay una segunda voz en mi cabeza que me suplica que no diga nada porque ya es demasiado tarde, que la cagaré más si lo hago. Estoy hecha un lío...
Respiro hondo y me armo de fuerza para hacerle las preguntas que necesito para comprobar que la información que ya tengo está bien y recoger esa otra que no sé y que me servirá para limpiar su nombre. Si he llegado hasta aquí, de nada me sirve echarme atrás, debo seguir hacia delante con todas las consecuencias. Aunque eso me acabe llevando hacia un trágico final.
—¿Y por qué entraste en la cárcel? —indago en un susurro.
—Me declaré culpable.
—¿Por qué?
Williams desvía la vista hacia la herida de mi hombro, mordiéndose el labio inferior con bastante ímpetu. Busca ganar tiempo de cualquier simple cosa para poder relajarse y prepararse para continuar con su relato. Noto como coge una gran bocanada de aire.
—Por mi hermano. —Expulsa el aire—. Él... él era muy pequeño.
Axel se acerca uno pasos hacia el botiquín y saca una venda con un poco de esparadrapo. Cuando tiene ambas cosas en sus manos, regresa a la misma posición en la que estaba antes frente a mí y se dispone a enrollar el vendaje alrededor de mi hombro con una delicadeza que sorprende. Después de asegurarse de haber cubierto toda la herida, pega el esparadrapo en los extremos para evitar que se me caiga y las puntadas queden descubiertas. Tras la pequeña tregua que le he dado para que asiente las ideas que tiene acerca del tema tan traumático que le rondan por la mente, me atrevo a formular otra pregunta.
—¿Qué tiene que ver tu hermanito en esto? —Frunzo el ceño.
Él me sube el tirante caído de mi sujetador, el que había quitado antes para poder curarme. Suelta un sonoro suspiro, por el que intenta expulsar los nervios de lo más profundo de su ser de esa manera que, a mí, me resulta tan poco eficaz. Vuelve a poner las palmas a ambos lados de mis piernas, dejando caer todo su peso sobre ellas.
—Mi padre siempre ha estado metido en temas de drogas. Eso mi madre y yo lo sabíamos de sobra, de hecho, yo ya estaba metido en ese mundo con él —empieza la explicación—. Es algo que va pasando de generación en generación, no puedes salir, quedas atrapado hasta el día de tu muerte. Mi abuelo metió en esto a mi padre, y él me metió a mí. No porque él quisiera, sino porque no tenía otra opción. Era una obligación.
De inmediato recuerdo la charla que tuve con Andriu sobre esto mismo el día de la fiesta que me hicieron por pasar la iniciación. Esta mafia se mueve por la herencia de sangre, así es como amenazan a la gente que trabaja para ellos. Pueden hacer daño a sus seres queridos si no hacen lo que se les pide. También tienen a una persona más asegurada para el negocio si tienen descendencia. Aunque sé que hay algunas que están metidas ahí por voluntad propia, ya sea por ganar dinero o qué sé yo. Sin embargo, las que están obligadas... lo tienen más jodido, porque no pueden salir. Al igual que las que entran siendo engañadas. Es una condena, como bien dijo la pelo azul.
—Cuando nació mi hermano, mi madre, mi padre y yo estuvimos de acuerdo en que no permitiríamos que él entrarse en esta mierda. Por esta razón, los jefes hicieron que Charlie y yo hiciésemos más entregas de las normales junto con otros trabajos, como los de matar a personas de otros bandos. —Hace una pausa para recomponerse—. De esto se ocupaba siempre mi padre, nunca permitió que yo matase a nadie. Si hacíamos todo lo que nos pedían, Phillip estaría a salvo. Charlie siempre fue un buen padre. Aunque esto último se fue a la mierda el 12 de noviembre del 2010. El día de los asesinatos.
Llevo mis manos a las suyas y se las agarro con fuerza contra la encimera. Sé de sobra que eso no servirá de nada para que él pueda llegar a sentirse mejor mientras me cuenta su historia, pero es mi única forma de hacerle saber que estoy ahí con él, que le escucharé y haré lo que necesite para reconstruirse después de la autodestrucción que supone recordar algo tan destructivo como lo es el asesinato de su madre.
—Mi padre estaba ayudando a mi madre a recoger la mesa después de terminar de cenar; mi hermano, que tan solo tenía cinco años, estaba en el salón viendo una de esas series de niños en la televisión. Y yo estaba en mi habitación estudiando para un examen que tenía al día siguiente. —Desvía la mirada hacia la izquierda y aguarda unos segundos antes de seguir con el relato—. Todo iba bien. Como un día normal y corriente. Un día en el que tu hermano te pide que te quedes con él a ver una maldita serie de críos, pero tú, como no quieres, pones la excusa de que tienes que estudiar. Porque, siendo sincero, a mí el examen me la sudaba.
Una breve carcajada sale de sus adentros ante sus propias palabras, aunque no tarda en romperse. Cuando vuelve a mirarme veo como retiene las lágrimas en el barranco de sus ojos. Las escleróticas se le enrojecen y brillan por la humedad acumulada en ellas. Incluso sus iris se aclaran un poco. Me duele tanto verle tan al borde del colapso, que no puedo evitar apretar un poco más sus manos, como si eso impidiese que la bola de demolición que tiene en su caja torácica dejase de quebrar sus costillas, pulmones y corazón.
—Y de repente esa normalidad y tranquilidad se desvanece de golpe. —La respiración y la voz se le entrecortan—. Entraron en casa rompiendo la cerradura. Escuché los gritos de mis padres y el llanto de mi hermanito. Oí a los hombres hablar, decían que Charlie les había robado tanto droga como dinero. Eso es lo que vinieron a reclamar.
Al ver que unas cuantas lágrimas ya han decidido abandonar sus ojos, dirijo las manos a sus mejillas y las aparto con los dedos pulgares. Axel presiona su rostro contra mis palmas.
—Salí de mi habitación y me escondí tras la pared del final del pasillo —continúa hablando—. Mi padre estaba tirado en el suelo, siendo apuntado con una de las armas que llevaba uno de aquellos hombres. Cuando Charlie me vio, puso sus ojos en el cuarto que había al fondo, enseguida supe lo que quería. Corrí hacia allí y saqué la pistola de un cajón de su mesilla; volví y disparé al tío que le seguía amenazando. Por desgracia le di en la rodilla, pero al menos sirvió para desarmarle. —Se sorbe los mocos—. Le pasé el arma a mi padre y él mismo se ocupó de abatir a dos de los atacantes. En ese momento pensé que, tal vez, todo saldría bien, pero el grito de Lipy me dejó claro que no sería así.
Williams, de un impulso, se separa de mí con rapidez. Se da la vuelta con las manos en la cabeza, revolviendo su pelo con brusquedad, totalmente frustrado. Este se queda durante unos instantes mirando a la pared sin decir nada más al respecto. Estoy a punto de llamarle para preguntarle cómo se encuentra a pesar de saber ya la respuesta, pero él se gira de forma tan repentina dispuesto a seguir hablando, que opto por callarme y esperar a que él termine. Axel camina hacia atrás y apoya su espalda contra la pared, abatido y con sus ojos desbordados en lágrimas.
—Mi madre y Phillip se abrazaban en el suelo, habían disparado a mi hermano en el hombro como aviso, por lo que mi padre les había hecho a sus compañeros. Ese hombre no tenía la intención de matar, pero había una persona que sí. —La expresión de su rostro se vuelve neutra, como si las emociones y sentimientos hubiesen desaparecido de su ser, aunque las lágrimas siguen cayendo sin cesar—. Había una mujer. No me acuerdo de su aspecto. Siempre que intento recordarla, la ansiedad me domina. Lo único que consigo ver es un rostro borroso. Pero si recuerdo que iba armada y que iba a matar a Charlie. —Cruza los brazos sobre su pecho—. Salí de mi escondite para distraerla y ella intentó dispararme, pero falló. Mi padre aprovechó y mató al tercer hombre, dejando a mi madre y a mi hermano fuera de peligro.
Su pecho deja de hacer la función de subir y bajar, lo que me indica que la respiración se le ha cortado. Axel está durante un rato en la inopia, sumergido en su mundo sin dar señales de vida. Esto llega a preocuparme tanto, que me dispongo a bajar de la encimera del lavabo y caminar hacia él, sin embargo, Williams me lo impide. Este vuelve a respirar y se aproxima a mí, regresando a su posición inicial.
—Esa mujer le disparó a mi madre en la cabeza sin importar que Lipy siguiera abrazado a ella. —Su rostro vuelve a recobrar expresividad—. Recogió las armas de sus compañeros y se fue.
—Axel... —pronuncio su nombre.
Antes de que pueda añadir algo, él apoya la frente contra mi clavícula y suelta todas y cada una de las lágrimas que quedan en sus lagrimales acumuladas. Levanto los brazos, sintiendo los dolores propios de las heridas que tengo, y rodeo su espalda alta para abrazarle.
—Me declaré culpable porque si no lo hacía mi padre iría a la cárcel y mi hermano y yo a un orfanato —declara contra mi cuello, haciendo que sienta su cálido aliento en mi piel—. Me separarían de Phillip y yo eso no lo quería. Charlie me daba igual porque él tenía cierta culpa de todo lo que había pasado, pero Lipy... ya es otra cosa.
Sin saber muy bien que decir al respecto, me echo un poco hacia adelante y, tras posicionar mis piernas a ambos lados de sus caderas, presiono su cuerpo contra el mío. Acaricio su espalda con suavidad con los dedos de mis manos.
—No me fue difícil hacer que todos se creyesen el cuento de que yo era culpable, ya que había gente que aprovechó mi decisión para tapar el crimen. Incluso mi padre estuvo de acuerdo con la idea desde un principio. Ni siquiera se opuso a ello —añade, levantando su cabeza del hueco de mi cuello y haciéndome aflojar mi agarre—. Además, contaba con la ayuda de mi vecino, quien vio todo lo ocurrido desde la ventana de su salón, que daba con la de nuestra cocina. Al parecer estaba hablando con mi padre antes de que todo ocurriera. Él quería testificar para hacer justicia, pero yo no le dejé. Le expliqué todo lo que te acabo de explicar a ti y a duras penas accedió a declararme culpable.
—Lo siento mucho, Axel —me disculpo, sintiendo una culpabilidad enorme—. No sé qué decir para hacerte sentir mejor.
Soy consciente de que nada de lo que diga va a animarle.
—No puedes —asegura—. Pero qué estés aquí conmigo ya me hace mucho.
Sus manos se dirigen a mi cintura y yo me estremezco.
—Sabía que no eras un asesino—admito, deslizando las yemas de mis dedos por su mandíbula.
—En realidad sí que lo soy —confirma—. He matado a alguien, Kristen.
Abro los ojos un poco más de lo normal con sorpresa. Esto sí que no me lo esperaba.
—¿Cómo que...? ¿Qué?
—Cuando me metieron en la cárcel empecé a ser intimidado por un hombre bastante corpulento —me explica—. Quería hacerme saber que él era el rey de esa prisión; yo era el más joven por aquel entonces. Ni siquiera había cumplido los dieciocho todavía, mi cumpleaños era al día siguiente. Así que hizo todo lo que quiso conmigo. Me trató como a un saco de boxeo en más de una ocasión, hasta que un día, simplemente quería deshacerse de mí. Iba armado con una navaja. No tenía ni idea de dónde la había sacado. —Niega con la cabeza—. Se abalanzó sobre mí e intentó herirme con ella. Pero durante el forcejeo, me las ingenié para arrebatársela y hundir la parte afilada en su pecho. No sé cómo lo hice, pero el caso es que lo maté.
—Fue en defensa propia —comento con aire tranquilizador—. Al menos conseguiste que te dejara de molestar.
—No. En realidad, eso fue lo peor que pudo pasar —reconoce llevándose una de sus manos a la cara para apartarse las lágrimas que ya habían dejado de salir hace unos segundos atrás—. Me obligaron a tatuarme una corona para que la gente supiera que yo había destronado al rey. —Se señala dicho tatuaje en la parte izquierda de su cuello—. Eso lo único que consiguió es que cada día más de una persona intentase matarme para destronarme.
—Debiste de pasarlo muy mal ahí dentro.
—No te imaginas cuánto. —Aparta mis manos de su cuello y entrelaza mis dedos con los suyos.
—Entonces la lágrima... —digo observando el tatuaje que hay al lado de su ojo—. ¿Qué significado tiene para ti?
—Tiene muchos. —Se encoge de hombros—. El asesinato de aquel hombre, la pérdida de mi madre y las ansias de venganza que tengo por ello.
La respiración se me corta de golpe durante unas milésimas de segundo. Dice que tiene ansias de cobrarse la venganza personal que tiene por el asesinato cometido de su madre, pero, por mucho que la responsable se merezca todo lo malo que pueda pasarle, no estoy de acuerdo con eso. Las venganzas nunca han sido buenas y jamás de los jamases servirán para algo. ¿De qué sirve? Nada le devolverá a Margott, por muy duro que suene y por mucho que le cueste creérselo. Cuando acabe con ella solo sentirá una frustración que no le dejará descansar porque no conseguirá lo que desea. Matar a la asesina o torturarla no le traerá de vuelta a su difunta madre.
—Por favor, no vayas a matar a nadie más —suplico con la esperanza de que recapacite.
—Si tengo la oportunidad de tener a la asesina de mi madre delante de mis narices, no te prometo que no vaya a hacérselo pagar —responde con una seriedad que logra ponerme la piel de gallina—. Lo que le ha hecho a Margott no tiene perdón, Kris —Niega con la cabeza.
—Lo sé, pero hay otras formas. Como un juicio justo que la condene a entrar en prisión.
—¿Para que luego salga impune? Eso sí que no es justo. —Frunce el ceño y yo abro la boca para rebatir su opinión, sin embargo, él me lo impide—. Oye, ¿podemos dejar el tema?
A regañadientes, asiento con la cabeza para dar por finalizada la conversación que estamos teniendo. Pensamos diferente y tenemos dos conceptos de justicia muy distintos, es mejor no entrar en discusión. Axel acaba de confesarme su verdad y se le ve bastante destrozado, no creo que le venga bien un debate sobre algo que solo hará empeorar la situación que está viviendo en su interior.
Poso la mirada en uno de sus brazos, el derecho, el que tiene tres de sus tatuajes. Los recorro uno a uno para ver cada detalle. Al tener una camiseta de manga corta puesta, me permite verlos completamente. Con la intención de cambiar el tema de conversación, opto por preguntarle acercas de los significados que tienen los demás dibujos que tiene de forma permanente en su piel.
—¿Qué significan el resto de tus tatuajes? —inquiero con curiosidad.
Llevo una de mis manos a su piel tintada y recorro con las yemas los bordes del tatuaje de la rosa negra que tiene en la parte superior del brazo, con las ramas de espinas enredadas a su alrededor y que le escala hasta el hombro. Luego desciendo hasta la tela de araña de su codo y continúo con el alambre de espino que cubre su muñeca.
—La rosa significa que has cumplido los dieciocho en la cárcel, la tela de araña simboliza la prisión; el estar atrapado durante mucho tiempo en un determinado lugar. Y el alambre de espino lleva la cuenta de cuantos años he pasado en la cárcel. Hay un nudo por cada año. La mayoría tienen significados procedentes de Rusia, ya que quien me los hizo era de allí —relata señalándoselos con su dedo índice—. Luego están estos dos de aquí. —Me muestra su mano izquierda—. La palabra "Sail" significa velero, y aquí... —Gira su mano hasta que un barquito de velas aparece en el lateral izquierdo de la misma— tenemos el barquito.
—Es muy bonito. —Sonrío mientras acaricio el contorno de ese tatuaje.
—Tiene un significado muy especial para mí. —Cuando me dice esto, subo la mirada hasta la suya—. A mi madre le encantaba pasarse las horas muertas en la orilla de la playa viendo pasar los barcos. Me decía que algún día montaríamos en uno para viajar por todo el océano. Era un sueño que nunca llegó a cumplir. —En estas últimas palabras la voz se le vuelve a quebrar.
Vuelvo a quedarme en blanco ante sus palabras. Está claro que no se me da bien animar a la gente, soy pésima en eso. Decido demostrarle mediante gestos mi apoyo como las veces anteriores, así que acuno su cara entre mis manos y procedo a dejar un pequeño beso en uno de sus ojos. Él antes de que mis labios se posen sobre él, junta los párpados y espera a recibirlo con mucha calma.
Williams aprovecha mi cercanía para pegar mi cuerpo totalmente al suyo y abrazarme con la suficiente fuerza para sentirme cerca y no herirme más de lo que ya estoy. Respira hondo, prolongando esa acción hasta que sus pulmones llegan al tope de su capacidad. Luego, expulsa el aire con tranquilidad. En cuanto separa mi cara de la suya, sus iris marrones se encuentran con los míos, apresándolos.
—Kris, prométeme que no le dirás a nadie nada de esto —pide en un hilo de voz apenas audible—. Es muy importante que nadie más lo sepa.
—Te lo prometo. —Asiento levemente con la cabeza.
—Gracias —agradece y carraspea la garganta—. ¿Quieres comer algo? Ayer no cenaste y hoy no has desayunado. Y dudo que los Panteras te hayan dado algo para que comas.
En ese preciso instante, como si de magia se tratase, mis tripas empiezan a rugir pidiendo alimento. Axel se ríe levemente al escucharlo.
—Sí, por favor —me apresuro a decir—. Y si puedes darme una camiseta que no esté agujereada y llena de sangre, mejor.
—Claro, te traeré también un analgésico. Ángel se portó muy bien ayudándome con estas cosas. —Vuelve a reírse—. Ve a abrir mi cama, dormirás allí. Estarás más cómoda. Yo estaré en el sofá.
—Está bien.
Williams sale del cuarto de baño y me deja sola para que haga lo que me ha pedido. Me deslizo hacia debajo de la encimera hasta que mis pies tocan el suelo. Al haberme impulsado con los brazos para realizar esta acción, un pequeño grito sale de entre mis labios. Por unos segundos me he olvidado del orificio de bala que tengo en el hombro. Joder, me va a costar acostumbrarme hasta que cicatrice del todo.
🐈
Me arropo con la manta de la cama de Axel al notar una ligera brisa de aire frío golpear mi piel y me hago un ovillo hasta que encuentro una postura que me da el calor que tanto busco. Sin la necesidad de abrir los ojos, acomodo mi cabeza en la almohada y suelto un suave suspiro de mis adentros mientras intento volver a conciliar el sueño. Sin embargo, hay algo que me lo impide, y es la sensación de estar siendo observada continuamente.
Separo los párpados con lentitud y espero unos instantes a que mis ojos se acostumbran a la escasa luz que hay en el cuarto. Williams aparece ante mí, sentado en el suelo, con la espalda contra las puertas de su armario, las rodillas encogidas, sus brazos rodeándolas y sus iris fijos en mí. Frunzo el ceño y él se pone recto al percatarse de que le he pillado mirándome en mitad de la madrugada.
—¿Qué haces ahí? —le pregunto confundida.
—Observarte.
—¿Por qué? —Acentúo el entrecejo.
—No quiero que se te salten los puntos mientras duermes. —Se encoge de hombros.
—No se me van a... —Me incorporo para quedarme sentada sobre el colchón, pero al hacer esto, una punzada de dolor se aloja en mi hombro—. Mierda.
Axel se levanta corriendo y se apresura a acercarse a mí. Después de que está a pocos centímetros de mi cuerpo, me levanta la camiseta e inspecciona el estado del vendaje.
—No hay sangre en las vendas —comenta—. Está todo bien.
—Genial, así ahora podrás dormirte.
—No.
Él se aleja y vuelve a sentarse en el suelo y a colocarse tal y como estaba antes.
—Axel...
—No quiero dormir. Quiero quedarme despierto para asegurarme de que estás bien —se queja.
—¿Puedo pedirte al menos que te quedes despierto aquí a mi lado? —cuestiono señalando un hueco libre en la cama.
Williams se me queda mirando durante unos segundos, pensando en la respuesta que me va a dar. Cuando la tiene, me la hace saber.
—Pero no pienso dormirme —asegura levantándose otra vez.
—Sí, sí. —Suspiro.
Me muevo un poco hacia el lado contrario y aparto las mantas y las sábanas para hacerle un hueco y que así pueda meterse sin problema. En cuanto él se tumba en el colchón, me acurruco en su pecho. Su brazo pasa por mi hombro herido, el cual comienza a acariciar con cuidado, para que pueda acomodarme más en la zona de su corazón. Mi oreja, que está pegada en ese lugar, escucha como sus latidos se aceleran.
—Buenas noches —digo.
—No voy a dormir.
—Que sí, que vale. Que buenas noches, coño.
Axel se ríe ante mi comentario.
—Buenas noches, reina.
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