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👑 Capítulo 60

Subo el último escalón que me lleva hacia la planta en la que reside Axel y me acerco a la entrada de su hogar. Una vez que estoy enfrente, golpeo la puerta con los nudillos para hacerle saber que estoy aquí. Le echo un rápido vistazo a la pantalla de mi móvil, para ver la hora que es. Son casi las siete de la mañana; el ir a casa de Fred, hablar con él y volver, me ha llevado más tiempo del que esperaba.

Respiro hondo y me armo de valor para contarle toda la verdad antes de que venga a recibirme. Mi corazón late demasiado acelerado y temo que se me salga del pecho o, incluso, que él pueda llegar a escuchar mis latidos. Me llevo las manos a la zona donde se encuentra el órgano palpitante y presiono, como si eso pudiera ayudarme a calmarme en algo. Pero eso no sucede; era de esperarse. En cuanto la puerta se abre, Axel aparece ante a mí a pocos pasos. Esta vez tiene la camiseta puesta. Adiós, tableta de chocolate.

Él llena los pulmones de aire y, luego, lo expulsa de golpe mientras se frota uno de sus ojos. Tiene ojeras y se le ve cansado. Parece que no es el único que no ha dormido muy bien esta noche. Por no mencionar que él tiene que aguantar la resaca que se ha ganado a pulso.

—Hola, Kris —saluda en un tono de voz bajo.

—¿Estás mejor? —inquiero con la intención de empezar la conversación con buen pie.

—Bueno, más o menos. —Sonríe—. No he pegado ojo desde que te has marchado. ¿Qué tal te ha ido tu charla con Fred?

Axel posa su antebrazo en el marco de la puerta como punto de apoyo. La verdad es que ha ido bastante mejor de lo que esperaba. Yo creía que iba a tener una discusión bastante fuerte con él, que me negaría todo y me mentiría, lo que acabaría por provocar que el puñetazo que llevaba conteniendo desde el principio, hiciese su aparición magistral en su cara. Por suerte, no ha sido así.

—No estamos juntos —respondo.

—¿En serio? —Me mira con culpabilidad—. Lo siento, ha sido culpa mía. Yo le llamé para contarle lo del coche y... bueno...

—Para —le interrumpo al ver que no ha entendido lo que he dicho—. Digo que no estamos juntos porque nunca lo hemos estado. No he estado saliendo con él en ningún momento. Fred te mintió.

Williams frunce el ceño y aleja el brazo del marco de la puerta. Se mantiene unos instantes sin decir ni una sola palabra, pensando en lo que le acabo de revelar.

—¿Por qué me mentiría en algo así? —indaga.

—Porque quería protegerte.

—¿De qué?

Trago saliva y aprieto los puños a ambos lados de mi torso para ganar fuerzas y soltárselo. Esto tiene que ser como cuando te quitas una tirita. A más rápido, menos doloroso. Al menos, es lo que espero.

—De mí —contesto en un hilo de voz apenas audible.

Axel parpadea un par de veces y luego estalla en risas. Le observo con detenimiento y seriedad, para hacerle ver que no estoy de broma. Él me mira con una sonrisa plantada en sus carnosos labios, como si mi comentario le hubiese dado ternura o algo por el estilo. Ahora mismo estoy totalmente descolocada. No sé qué es lo que se le está pasando por la cabeza. Incluso llego a pensar que me ha entendido perfectamente y sabe a lo que me refiero, pero camufla su enfado con esta expresión de diversión en su rostro. Admito que tengo un poco de miedo.

—¿Por qué? ¿Porque eres una ladrona? —inquiere con cierta burla—. ¿Fred teme que me atraques o qué? He tenido tiempo de conocerte, Kristen. Creo firmemente que puedo confiar en ti. —Una carcajada sale de sus adentros.

Se me forma un nudo en la garganta y el estómago comienza a dolerme en ese instante en el que corroboro que Axel no tiene ni idea de lo que le estoy intentando decir. No puedo creer como he logrado tan rápido que confíe en mí tan ciegamente. En realidad, no conoce nada de mí. Conoce cosas de Kristen que yo he permitido que vea, pero de mí, de Kelsey, no sabe absolutamente nada. Y eso es lo que me está doliendo. Todo esto me sobrepasa. Me está matando por dentro.

De un segundo a otro, su cara deja de mostrar rasgos de alegría. Ahora está algo más serio, está pensando en algo y, muy en el fondo, tengo la esperanza de que se haya dado cuenta, aunque vaya a acabar conmigo. Solo necesito que él dé ese paso para yo poder desenvolverme con mayor facilidad. Mi pulso se acelera ante esta idea. Acabará por darme un ataque de pánico o similares.

—Espera —dice, tomándose su tiempo en meditar—. Pero os vi besándoos.

El alma se me cae los pies y un jadeo se escapa del interior de mi boca. Me esperaba de todo menos eso. Ya me estaba haciendo a la idea de que me había descubierto, pero ya veo que no es así. Esto me lo pone más difícil.

—Sí, intenté apartarme, pero no me dejó —confirmo—. El día de la fiesta me pidió salir y le dije que no. Luego fue cuando me besó a pesar de todas mis advertencias.

—Menudo imbécil, debió de alejarse cuando vio que no querías continuar ese beso, no obligarte a seguir —espeta un poco molesto—. Hablaré con él para que me dé los motivos de su engaño. No le creía tan idiota. Espero que tú le hayas echado la bronca.

Muevo la cabeza en respuesta afirmativa para que se quede tranquilo. No fue una bronca como él se imagina, pero fue algo así. De igual forma, las cosas acabaron claras, que era lo que me interesaba desde un principio.

Sin poder impedirlo, mi cabeza me lleva hasta el recuerdo de aquella noche en la fiesta de la discoteca. Dejando a un lado lo ocurrido con Turner, me centro en esa parte en la que Axel intentó besarme por primera vez y yo, dado mis remordimientos internos, le aparté antes de que lo hiciera. Me río sin quererlo al revivir esa escena; en ese momento me sentía mal, pero ahora me hace gracia y no sé muy bien la razón.

—¿De qué te ríes? —pregunta, curioso.

—De cuando me quisiste besar esa misma noche —expongo—. Yo también quería, la verdad.

—Ah. —Se le escapa una risilla nerviosa—. Fue... fue una estupidez de un borracho.

La sonrisa en mis labios cae en picado.

—Por eso, lo que pasó anoche entre nosotros... no es nada —agrega y niega con la cabeza—. Solo una estupidez más de un borracho con más alcohol en sangre que la vez anterior.

—Pero...

—No, Kris. No le des más vueltas.

Me quedo mirándole fijamente, perdiéndome por completo en sus ojos marrones, los cuales no dejan los míos en ningún momento. Tal vez esto sea lo mejor. Tal vez este sea el empujoncito que necesito para contarle todo. Él acaba de confesarme que besarme fue el error de una persona ebria, que no debió pasar y que no significó nada. ¿Será eso verdad? En cualquier caso... aunque mi corazón se haya roto en mil pedazos, es hora de decírselo. Abro la boca para comenzar a hablar, pero su voz me calla.

—No te merezco.

—¿Por qué dices eso? —Arrugo el entrecejo.

—Porque... no soy buena persona. —Niega con la cabeza.

—Axel, eres la mejor persona del mundo entero. —Doy un paso hacia el frente y él se pone rígido—. La que no te merece soy yo.

—Tú no me estás haciendo nada malo. Soy yo el que te ha metido en todo esto. Si no me hubieses conocido, tú no tendrías estos problemas.

—Soy yo la que se ha metido en todos los líos en los que estoy. Y tú el que has intentado impedirlo, Axel —le contradigo, queriendo hacerle comprender que lo que está diciendo es ridículo.

—Al menos sé que lo haces por tu hermana. —Se encoge levemente de hombros—. Yo haría lo mismo por mi hermano.

En el instante en el que menciona a mi hermana, el mundo se me viene encima. Esa es la mentira más cruel que ha podido salir de mi boca. No tenía que haberle dicho eso. ¿En qué demonios estaba pensando? Eso, lo único que ha conseguido es ponerme las cosas más complicadas. Me ha hundido más en el pozo oscuro y sin salida que han creado todos y cada uno de mis embustes. Cada mentira me ha hecho estar cada vez más lejos de la única vía de escape que hay, me ha hecho profundizar el agujero. Decir la verdad es la salida, pero ya estoy demasiado abajo. Estoy tan abajo que la verdad será muy aflictiva. La verdad acabará por destruirnos a ambos.

—No soy bueno para ti, puedes encontrar a cualquier otra persona mucho mejor que yo —asegura—. Ya te dije que no soy el príncipe azul de un cuento de hadas.

—Pero yo no quiero a alguien mejor que tú. Te quiero a ti —sentencio—. Yo nunca pedí un príncipe azul. Te empeñas en echarme hacia atrás con esa excusa, como si estuvieras seguro de que lo que yo quiero es un puñetero príncipe azul perfecto. No lo quiero, Axel. Te quiero a ti, seas un príncipe o una bestia.

Abro los ojos de par en par al darme cuenta de lo que acabo de decir; ostras, ¿eso ha salido de mi boca? Es la primera vez que le digo tan abierta y directamente a alguien que le quiero. Williams se me queda mirando, estupefacto, sin saber qué decir o cómo reaccionar ante lo que mis labios han pronunciado sin mi cerebro haberle dado permiso previo.

—Axel, te pido por favor que no me interrumpas —suplico—. Tengo que decirte algo muy importante antes de que me arrepienta.

—Y yo te pido por favor que te vayas a casa.

La respiración se me corta por unas milésimas de segundo al escuchar esas palabras salir de su boca. A pesar de que no las ha pronunciado con un tono de voz que me muestre molestia, no puedo evitar interpretarlas como si estuviera molesto conmigo. Me está echando de su casa; eso sí que se ha sentido como si me hubiera pegado el tiro que mis pesadillas me venían enseñando desde hace ya tiempo.

Sus ojos recorren cada facción de mi rostro, en busca de alguna señal que él pueda llegar a ser capaz de descifrar. Pero me ha pillado tan de sorpresa, que mi cara ahora mismo se niega a dejar ver las emociones que me están invadiendo el cuerpo en este justo momento.

—Pero...

—No pienses que me he enfadado —dice de forma apresurada—. No lo estoy. Simplemente quiero estar solo por un rato.

Aunque escuchar que no está enfadado me tranquiliza en cierto modo, sigo algo inquieta.

—Es que... es importante —insisto.

Axel suspira.

—¿Es bueno o malo?

—No lo sé. —Río con nerviosismo, como un acto defensivo.

—Mira, Kristen. No quiero más malas noticias —confiesa con pesar—. Así que, por favor, vete a casa y descansa. Debes de estar agotada.

—Axel...

Williams agarra la puerta y la cierra con lentitud hasta que esta nos separa y nos corta el contacto visual. Agarro con fuerza mi labio inferior y clavo mis dientes en él, llena de frustración al no haber sido capaz de logar mi propósito. Si no he podido decírselo ahora, no voy a poder hacerlo en otra ocasión.

🐈

Cuando llego a mi casa, antes de sacar las llaves y abrir, apoyo la frente contra la puerta a la vez que suelto un gruñido cargado de rabia. Soy una inútil, ni siquiera puedo decirle la verdad a alguien que quiero. Vale, inútil no es la palabra. La palabra es despreciable. Bueno no, tampoco. Es gilipollas.

Aparto la cabeza y procedo a meter la llave correspondiente en la cerradura. Sin embargo, en cuanto voy a realizar los movimientos adecuado para que la puerta se abra, me percato de que ya está abierta. Tras empujarla hacia el interior, me encuentro con un panorama que no me esperaba en absoluto. Entro en casa lentamente, viendo desde el pasillo parte del salón completamente patas arriba, como si hubiese entrado alguien a robarme.

Avanzo por el estrecho corredor hasta llegar al salón, en el cual se encuentran los papeles del informe y todo lo referente al caso de Axel, esparcido por el suelo. El sillón está volcado, el sofá con la funda que lo adornaba, fuera de su lugar, las cosas que había sobre las estanterías y dentro de los cajones de los muebles ahora se encuentran en el suelo, junto con los cristales rotos del marco de fotos que tenía la fotografía de mis padres y mía en su interior.

Alzo la mirada, intentando asimilar todo lo que ha pasado a mí alrededor, y en escasos segundos me acuerdo de algo muy importante para mí.

—Bagheera —susurro, dirigiendo la mirada a todos lados en su busca.

Saco la pistola de la cinturilla de mis pantalones y me pongo en guardia. Camino con cautela, para no hacer más ruido del que ya he hecho, hacia mi habitación. Tengo la esperanza de que nadie siga en mi casa y que mi gato esté bajo mi cama asustado y a salvo. Pero apenas me asomo al cuarto y algo me golpea en la frente fuertemente, haciendo que tire el arma y caiga inconsciente contra el suelo.

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