Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

👑 Capítulo 6

—¿Qué tal te fue ayer? ¿Hablaste con él? —me pregunta Marshall.

Este pega un sorbo a su café mientras se acomoda en el asiento de su escritorio. ¿Y sabéis quien ha tenido que preparar el café antes de subir a su despacho? Eso es, yo.

—Así es. —Asiento con la cabeza.

—¿Averiguaste algo? —Pega sus ojos en los míos a la vez que deja la taza, medio vacía, sobre la mesa.

La verdad, es que descubrí más cosas de las que me esperaba. Al ser mi primer día trabajando como policía, pensé que iba a meter la pata en más de una ocasión. Y no fue así. Estoy orgullosa de cómo me ha ido después de todo.

—Sí —confirmo gustosa—. Hoy habrá una fiesta y él va a asistir. También he encontrado información sobre el bestiario de Nueva Orleans. Su nombre está en la lista.

—Sé de la existencia de esa lista —comenta con indiferencia—. ¿Eso es todo?

—No, señor. —Niego con la cabeza—. En esa fiesta parece que va a haber algo más que gente bailando y alcohol.

Marshall cruza los brazos sobre su pecho al mismo tiempo que frunce el ceño y echa su espalda hacia atrás, hasta que esta toca el respaldo de su cómoda silla. Está durante unos segundos en esa posición, pensando en algo que no puedo llegar a descifrar, dado que aún no tengo el súper poder de leer la mente de las personas. Al ver que no sale de la burbuja que ha creado a su alrededor para aislarse por un tiempo, decido continuar hablando para iluminarle un poco el camino.

—Un tal Fred Turner insistió en que fuese a la fiesta. Axel se negó a ello. No me deja ir —añado.

—¿Te lo ha prohibido? —indaga sin dirigirme la mirada—. Eso es que esconde algo.

O que, efectivamente, me pueden matar. Es otra opción.

Sus ojos se mantienen fijos en algún punto de su mesa. Sigue dándole vueltas a lo que le acabo de decir.

—Sí —le doy la razón—. Algo peligroso. Él dijo que podrían matarme si aparecía por allí.

—Dices que va a ir el chico, ¿no? —Sube la vista hasta a mí.

Una de sus cejas se alza, dándole una expresión reflexiva a su rostro. Asiento con la cabeza como respuesta afirmativa a su pregunta.

—Entonces irás.

Su sentencia me eriza el vello.

Sé que es mi trabajo y debo acostumbrarme a este tipo de cosas lo más rápido posible, pero no puedo evitar pensar en que, si voy, me puedan llegar a matar. Yo no pedí este tipo de casos, sino uno en el que pudiese investigar por mi cuenta en el interior de un despacho. Para algo estuve estudiando criminalística. Lo de estar en una academia policial fue un añadido que yo misma me propuse obtener para tener más posibilidades a la hora de ponerme a trabajar. Aunque bueno, de nada ha servido. Ni siquiera ahora. Me han elegido para esta misión por mi edad. No por mi formación.

—No sé si me ha oído bien, pero el chico me dijo que si iba podrían matarme —repito con la esperanza de que no me estuviese prestando atención antes.

—Claro que te he oído.

Ya veo que le importa una mierda si vivo o muero.

—¿Entonces? —pregunto con esa pizca de esperanza aún en mi interior.

—¿Entonces qué? —cuestiona, confundido.

Suelto un pequeño suspiro y luego procedo a coger una bocanada de aire para poder tener la paciencia que siempre me suele faltar con este hombre. Entrelazo los dedos de ambas manos delante de mi torso y espero un tiempo a recuperar la calma.

—Si voy a la fiesta pueden matarme —repito de nuevo, pero esta vez, algo más lento para que entienda bien mis palabras.

—Lo sé —contesta con total tranquilidad.

¿Está de broma?

—Por eso te daré un arma —añade, haciendo que suspire aliviada.

Ah, bueno. Eso ya es otra cosa.

El señor Meadows se incorpora de su asiento, despegando así la espalda del respaldo. Él abre uno de los cajones de su escritorio y saca dos objetos, para después dejarlos sobre la mesa. Estas dos cosas son: una placa de policía y una pistola; ya era hora.

—Estás oficialmente dentro del cuerpo de policía —informa señalando lo que ha dejado sobre su escritorio.

Mis ojos se abren un poco más de lo normal y noto como van formándose pequeñas lágrimas en el interior de los mismos, de las que, por suerte, no llego a derramar ni una.

—¿No más cafés? —inquiero, escondiendo una sonrisa que lucha por hacerse presente en mi cara.

—Si haces bien este trabajo... no más cafés —confirma—. Pon en práctica todo lo que sabes, niña. Muéstrame de lo que eres capaz.

—Lo haré, señor —me apresuro a decir mientras asiento levemente con la cabeza.

—Mañana quiero verte aquí a primera hora para que me cuentes qué es lo que has descubierto en esa fiesta y así poder meter a ese monstruo entre rejas —me ordena con firmeza.

—Sí, señor. —Vuelvo a asentir.

Dicho esto, cojo la placa y el arma de la mesa en el acto. A continuación, salgo del despacho sin perder ni un solo segundo más.

🐈

Chelsea, una amiga que conocí por aquí por Nueva Orleans, se dedica a apuntar a distintos objetos de mi habitación con el arma que me dio mi jefe, simulando que está en plena misión peligrosa. No puedo quedarme por más tiempo dejando que ella la esté utilizando sin cuidado alguno, podría dispararla sin querer, así que no dudo en intervenir.

—Chel, deja de jugar con eso —le regaño quitándole el arma de las manos—. Está cargada.

La morena abre la boca con falsa indignación y me observa con los ojos achinados.

—Aguafiestas —se queja.

Ella se cruza de brazos e infla sus mejillas cual niña pequeña; siempre igual. Chelsea tiene veintiséis años, es mayor que yo y, sin embargo, a veces se comporta como una adolescente desenfrenada. Aunque bueno, todos tenemos nuestros momentos inmaduros. Yo incluida.

—¿Es que quieres volver a comisaría? —inquiero en forma de advertencia.

Arqueo las cejas con la mirada fija en ella, al mismo tiempo que dejo la pistola sobre la mesilla de noche que hay al lado del cabecero de mi cama. Chel niega repetidas veces con la cabeza mientras noto como su cuerpo se pone totalmente rígido.

A esta loca la conocí en comisaría, tres días después de que yo comenzara a trabajar en ella. Le habían acusado de allanamiento de morada. ¿Sabéis de quien era la casa? Suya. Era su propia casa. Al parecer se había dejado las llaves dentro y quiso entrar a la fuerza, pero los vecinos pensaron otra cosa y la denunciaron. Recuerdo perfectamente que sus gritos de "yo no he hecho nada, no me toques" se escuchaban por todo el lugar, y yo, como buena trabajadora que soy, la preparé un café para que se tranquilizara. Pero al final acabó en mi cabeza, en fin... Esto me hizo darme cuenta de que una Chelsea estresada nunca trae nada bueno.

—Pues entonces, deja la pistolita tranquila, anda —pido, haciendo que esta asienta con la cabeza sin apartar sus grandes ojos azules de mí—. Ahora, ayúdame con el tema del vestuario.

Le he mencionado lo que me han ordenado hacer como mi primera "misión", necesitaba sentir el apoyo de alguien cercano a mí. Sin embargo, no he entrado en detalles, ya que es algo que no debería de contar a la ligera.

—¿Por qué no te pones algo provocativo para llamar su atención? —opina levantándose de mi cama.

Se pone enfrente del armario, el cual está abierto de par en par. Arqueo una ceja. ¿Ropa provocativa? Por favor, la ropa es ropa y punto.

—No por llevar algo "provocativo" voy a atraer su mirada —objeto.

A parte de que no me voy a sentir muy cómoda llevando ese tipo de ropa, ya que no es la que suelo usar. Sin embargo, me gusta. De hecho, tengo un montón de ropa de ese estilo dentro de mi armario. Hay veces que he pensado en ponérmela porque me veo bien con ella, pero me da vergüenza por algunos complejos que tengo sobre mi cuerpo.

—Si quieres sacarle información a ese tío, tendrás que currártelo. —Se acerca más a mi armario y empieza a sacar ropa de él y a tirarla al suelo cuando no le gusta lo que coge—. No creo que te haga mucho caso si llevas un chándal y una sudadera tres tallas más grandes de la que usas.

En ese aspecto no comparto su misma opinión. Si Axel no quiere prestarme atención alguna, no cambiará de idea por mi forma de vestir. Además de que no quiero seducirle ni nada por el estilo.

—Solo quiero sacarle información, no seducirlo —comento y me siento en el borde de uno de los laterales del colchón.

—De acuerdo, no te voy a obligar a llevar nada que tú no quieras. Déjalo en mis manos —dice, recogiéndose su larga cabellera castaña en una coleta alta mientras sigue mirando el interior del armario.

Al notar algo restregándose en mi tobillo, bajo la mirada al suelo, viendo así a Bagheera cruzándose entre mis pies a la vez que me mira con sus grandes ojos negros. Le tomo entre mis brazos y lo acurruco contra mi abdomen en el instante que lo dejo sobre mis piernas. El animal no tarda en colocarse en una postura cómoda y comenzar a ronronear.

—¡Lo tengo! —grita mi amiga al cabo de un rato, provocando que Bagheera pegue un salto y le bufe enseñando sus dientes a causa del susto—. Te pondrás esto. —Se da la vuelta y me enseña unos pantalones vaqueros cortos y una camiseta negra entallada de tirantes—. No puedes quejarte, no es provocativo.

Ruedo los ojos al volver a escuchar esa palabra salir de entre sus labios, dejo al felino en el suelo y tomo la ropa de entre sus dedos, haciendo que ella vuelva al armario para coger otra prenda de ropa.

—Y con esto encima de la camiseta de tirantes vas de maravilla —añade, mostrándome una camisa abierta de cuadros negros y rojos—. Te dejas la camisa abierta entera dejando a la vista la negra de tirantes —explica con una gran sonrisa en sus labios.

Me quedo en silencio, pensando en que estamos en noviembre y hace frío por estas fechas. Y la ropa que ella me acaba de dar no me va a refugiar del fresco que hará por la noche. Sin embargo, me parece un vestuario sencillo y cómodo por si en algún momento tengo que salir corriendo.

—Hoy no hace mucho frío fuera —me hace saber, como si hubiese podido leerme la mente—. Así que creo que no hay problema para que te pongas eso.

—Eh...

Voy a contradecirla, sin embargo, tiene razón. Hoy no es uno de los días más fríos del mes por ahora, por lo que me fío de ella. Aunque no descarto que el proceso de congelación llegue a mí al cabo de las horas. Cuando anochezca un poco más, seguro que hará un pelín más de frío. Estamos en una época loca en la que no podemos fiarnos ni un poco del tiempo. Cada día de la semana hace una temperatura distinta.

—Está bien. —Asiento con la cabeza.

Solo queda esperar a que llegue la hora de marcharse.

🐈

Dos grandes edificios aparecen ante nuestros ojos, haciéndose más grande a medida que nos acercamos en el coche. El lugar no parece hacerle mucha gracia a Chelsea, ya que ella se tensa en el sitio. Una vez que frena, aparcando así en el bordillo de la acera más alejada, un suspiro tembloroso sale de entre sus labios.

—Kels... —susurra ella mirando con cierto miedo, por la ventanilla, el polideportivo que hay a pocos metros de nosotras—. ¿Estás segura que la fiesta es aquí?

Aprieta el volante entre sus manos mientras dirige la mirada hacia mí, asustada. Me inclino un poco hacia delante para poder ver por su ventanilla. Chicos y chicas jóvenes entrando en grupos al interior, aparecen en mi campo de visión.

—Supongo que sí. —Me encojo de hombros—. Hay gente entrando.

—Pero Kels... está abandonado. —Dirige su mirada hacia el polideportivo—. Está en ruinas.

—La fiesta no es en el interior de los edificios, sino fuera. —Me desabrocho el cinturón y luego abro la puerta del coche para salir, pero antes de poder hacer esto último, la mano de Chel me detiene sujetándome del brazo.

—¿Llevas el arma? —Me mira fijamente.

—Sí. —Levanto un poco la camiseta de tirantes por detrás y le muestro el arma que está contra mi espalda y medio metida en el pantalón—. Aquí sin una pistola no vengo.

Tras colocarme nuevamente la prenda de ropa en condiciones para esconder todo lo posible el arma, salgo del coche de mi amiga. Echo un rápido vistazo a mi alrededor; todo el recinto está rodeado por una valla de metal, pero hay una parte en la que se encuentra caída y se puede pasar sin problema.

—Kelsey. —La morena pronuncia mi nombre.

Me agacho para poder verla.

—Suerte. —Alza ambos pulgares al mismo tiempo que me muestra una de sus radiantes sonrisas.

—Gracias, la necesitaré.

Me incorporo y cierro la puerta del coche. Sin esperar a que el arrepentimiento me invada el cuerpo, camino con pasos rápidos hacia la acera de enfrente. De vez en cuando miro hacia atrás para ver lo que está haciendo Chel, quien arranca el vehículo para marcharse a los pocos segundos. Pongo la mirada en la dirección que camino y, a continuación, cruzo la valla de metal medio caída, entrando así en el recinto. Dejo de caminar y me quedo quieta con la intención de analizar todo con detenimiento.

A la derecha están los dos edificios que supongo que contienen las pistas que se usaban para jugar a varios deportes. A la izquierda están las pistas de atletismo, pero el suelo de las mismas está levantado y hay partes en las que faltan trozos del mismo. Al frente hay personas sentadas en el suelo o de pie bebiendo cualquier tipo de licor o fumando cualquier sustancia que prefiero no saber.

Miro por mis alrededores buscando la cara de Axel, pero hay tanta gente aquí que me va a costar la vida encontrarle. Bueno, no hay miles y miles de personas. Creo que no llegan ni a cien, pero sigue siendo complicado encontrar a alguien aquí.

—¡Hey! —Una voz masculina se hace presente a mi espalda, lo que hace que me dé la vuelta—. Pensé que Axel te había prohibido venir.

Es Fred quien aparece ante mí. Frunzo el ceño ante su comentario.

—Él no es quién para prohibirme nada —respondo y me cruzo de brazos.

—Ya veo que eres rebelde —me muestra una sonrisa de medio lado, que, aunque parece algo pícara, no va con esa intención.

Jé.

—Uhm... Oye, ¿sabes dónde está tu amigo? —indago, ignorando su comentario.

—Sí. Detrás de ti. —Señala a mi espalda.

Cuando esas palabras se adentran en mis oídos, no puedo evitar congelarme levemente en el sitio. En el instante en el que consigo que mis músculos respondan a las órdenes que le manda mi cerebro, me giro con lentitud para enfrentar a Axel. Él aparece en mi campo de visión, caminando a paso rápido hacia nosotros y con un notable enfado en la expresión de su rostro.

—¿Qué haces aquí? —pregunta una vez que está a tan solo unos pasos de mí.

—Tu amigo me invitó. —Señalo a Turner, quien ahora está a mi lado—. ¿Recuerdas?

Williams le echa una rápida mirada y luego regresa sus ojos a los míos.

—Te dije que no vinieras —espeta, tensando su mandíbula.

—También dijiste que hiciese lo que me diera la gana —le recuerdo con una sonrisa burlona.

Él va a decir algo, pero cierra la boca a la vez que arruga el entrecejo al no encontrar palabras.

—Bueno, yo me voy a por un trago —interviene el moreno.

Este me da un pequeño golpe en el hombro para luego mirar a su amigo con una sonrisa, a lo que él le contesta con una mirada asesina. Turner, al ver cómo le ha mirado Williams, decide ocultar la sonrisa en sus labios e irse sin decir nada más. Axel pone su atención en mí y un escalofrío me recorre de pies a cabeza.

—Te vas a arrepentir de haber venido —asegura.

—He entrado por esa puerta y no me ha pasado nada —declaro, girando mi cuerpo para señalar la valla.

Y es entonces cuando me doy cuenta de que la mayoría de los presentes aquí me miran fijamente. Acentúo el ceño y vuelvo la vista al criminal.

—Al entrar por esa puerta te acabas de convertir en la diversión de esta gente —dice con seriedad en su rostro y con algo de culpabilidad en sus ojos.

Me quedo estática en el sitio, siendo incapaz de reaccionar, mientras observo como el expresidiario se aleja de mí a un paso normal. ¿Diversión? ¿A qué tipo de diversión se refiere?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro