👑 Capítulo 59
Salgo del cuarto de baño y me aproximo hacia la puerta de su habitación. Me pongo enfrente de la misma y alzo la mano para dar unos golpecitos con mis nudillos sobre la madera. Sin embargo, antes de que pueda siquiera rozar el material, la puerta se abre de golpe, lo que provoca que yo dé unos pasos hacia atrás como acto reflejo. Axel aparece ante mí con una manta entre sus brazos.
—Toma, dormirás en el sofá —ordena con seriedad en su rostro y voz.
Me entrega la manta y, después, cierra de un portazo otra vez. Esto me deja totalmente descolocada. ¿Qué es lo que le ocurre? Tras unos segundos meditando, caigo en la cuenta de que seguro que piensa que ha traicionado a su amigo. Él no sabe qué Fred le ha mentido con respecto a nuestra relación. Pestañeo un par de ves, asimilando lo que está ocurriendo y, luego, me dispongo a golpear la puerta para poder explicarle que no es lo que cree. Este es el momento idóneo para aclarar las cosas. Pero antes de que pueda hacer colisionar la mano contra la puerta, esta se vuelve a abrir.
—¿Quieres cenar algo? —me pregunta, con la mirada fija en mí.
Niego lentamente con la cabeza y abro la boca para comenzar con la explicación. Aunque no soy capaz de decir nada, ya que él me interrumpe.
—Pues buenas noches. —Dicho esto, cierra la puerta otra vez, pero con más fuerza que antes.
Estoy quieta, totalmente estática. No aparto los ojos de la entrada a su habitación, esperando a ver si la vuelve a abrir o ya ha decidido quedarse encerrado ahí dentro e ignorarme en lo que queda de noche. Cuando me aseguro de que no piensa volver a salir para decirme algo, pienso en si debería insistirle para aclararle las cosas. No está de muy buen humor para mantener una conversación decente y va algo borracho. Aunque me cuesta admitirlo, me convenzo de que lo mejor será que espere a mañana, cuando se le hayan pasado todos los males.
Suelto un suspiro de rendición y me encamino hacia el salón con pasos lentos. Me acerco al sofá y me dejo caer en él sentada. Tras quitarme las zapatillas y dejar la pistola en el suelo cerca de mí, me tumbo y me arropo con la manta que Williams me ha dado antes. Cierro los ojos e intento dormir, pero lo que ha pasado hace nada, no me deja conciliar el sueño. He besado a Axel a pesar de saber que eso le acabará hiriendo de sobremanera. ¿En qué me convierte eso? Le quiero, aunque no pueda quererle. Soy una completa imbécil.
Me pongo como tarea hablar mañana con Fred sin falta para dejarle claro que lo que ha hecho no está bien y que no quiero que siga divulgando que somos novios cuando no es verdad. Yo le dejé claro que no quería nada con él.
Me acurruco y me encojo hasta estar en posición fetal. En cuanto poso los ojos en la mesita de centro que hay a escasos metros de mí, frunzo el ceño. La superficie está a rebosar de botellines de cerveza. Axel lo está pasando bastante mal con la muerte de Ángel. Se ha pasado el día ahogando sus penas en alcohol a pesar de que es lo peor que se puede hacer en estos momentos.
Junto los párpados de nuevo y respiro hondo. El aroma de Williams está impregnado en cada parte de la manta y sofá. Toda su casa en general. Aprovecho esto para poder quedarme profundamente dormida, lo que no tardo en lograr.
Abro los ojos al notar una corriente de aire frío golpear mi cuerpo. Me doy cuenta de que me he desarropado y que la manta ha ido a parar al suelo. Me incorporo, quedándome sentada, para así poder buscar de donde viene esa corriente de aire. Enseguida doy con la respuesta. La puerta de la pequeña terraza que hay a la izquierda, a unos cuantos metros del sofá, está abierta de par en par.
Al dirigir la mirada hacia mi derecha, mi frente choca con algo metálico y frío, provocando que mi corazón pegue un vuelco. En cuanto me paro a observar más detenidamente, me doy cuenta de que lo que choca con mi frente es una pistola y que quien la sujeta es nada más y nada menos que Axel. Sus ojos me muestran rabia y odio, y su dedo se mantiene firme en el gatillo. Otra vez no, por favor.
Al instante, él dispara, haciéndome despertar en la realidad de golpe. Me levanto sobresaltada y con la respiración agitada por la nueva pesadilla. Ahora el Axel de mis sueños pasa de hablarme, directamente me mata. Genial, oye.
Me llevo las manos a la cabeza para echar mi pelo hacia atrás, en un intento de calmar mi pulso. Al pegar la mirada al frente, un Axel sin camiseta, vestido con tan solo unos pantalones deportivos anchos, hablando por teléfono y con un cigarrillo en su mano libre, aparece en mi campo de visión, apoyado en el marco de la puerta corredera de la terraza. Esta se encuentra abierta y deja entrar el frío de la noche. Sus ojos están fijos en los míos, analizando todas las facciones de mi cara. Deben de mostrar lo que la pesadilla ha provocado en mí. Me fijo en su torso desnudo. La tableta de chocolate ha vuelto a la carga.
—Fred, tío. Te juro que te compraré un coche nuevo —dice Williams, desviando la mirada hacia la calle y, al mismo tiempo, habiéndome saber con quién habla—. El que tú quieras y del color que tú prefieras —asegura, llevándose el cigarrillo a la boca para darle una calada—. Además, no ha sido culpa nuestra. El freno no funcionaba. —Expulsa el humo—. Mañana hablamos, ¿vale? —Dicho esto, cuelga la llamada.
Tras darle una última calada al cigarrillo, lo tira hacia la calle, dejando una trayectoria de humo. Cierra la puerta de la terraza y vuelve a mirarme, expectante.
—¿Una pesadilla? —inquiere, acercándose a mí de brazos cruzados.
Yo, simplemente, asiento con la cabeza.
—¿Qué pasaba en ella? —cuestiona.
Axel recoge la manta que se me había caído al suelo y me la pone sobre las piernas. Trago saliva.
—Que... que tú... A ver... —tartamudeo, en un fallido intento de contarle lo sucedido.
Estoy tan nerviosa que apenas encuentro las palabras.
—¿Qué yo qué? —Frunce el ceño, confundido.
—Que tú me pegabas un tiro en la cabeza —revelo en un hilo de voz apenas audible, pero él llega a escucharlo.
—Bueno, es normal que sueñes esas cosas —responde de forma obvia a la vez que se sienta en el sofá, justo al lado de mis pies—. Estás durmiendo en casa de un asesino.
Ruedo los ojos y suspiro con exasperación al ver que se sigue aferrando a esa etiqueta que le han puesto otros y que no es para nada verdad. Voy a decirle algo al respecto para dejarle más claro que antes que no me creo ni una sola palabra de lo que la gente dice de él o de lo que él mismo dice. Recuerdo habérselo hecho saber en el hospital, cuando fuimos a ver a Ángel, pero parece ser que Williams sigue prefiriendo echar más leña al fuego a esa mentira. Sin embargo, cuando estoy a punto de hablar, su voz me lo impide.
—Pero yo nunca te haría daño —añade—. Así que puedes estar tranquila.
Sus ojos no abandonan los míos en ningún momento.
—No eres un asesino, lo sabes de sobra. Y también sabes que lo sé —declaro—. Deja de culparte.
Axel se relame los labios y pone una de sus manos sobre mi rodilla izquierda, dándole un suave apretón mientras me muestra una breve sonrisa que acaba por convertirse en una mueca. Creo que no se siente a gusto con que yo sepa de su secreto. Y le entiendo. Hay demasiado en juego como para que más gente se entere de la verdad. Me permito unos instantes para pensar si ahora sería el momento adecuado para confesarle mi verdadera identidad, le he besado siendo Kristen y él se merece saber que la persona que lo ha hecho se llama Kelsey. Sé que voy a perder la oportunidad de que él me cuente lo que pasó aquella noche en la que asesinaron a su madre, pero no puedo continuar, no así. Me preparo mentalmente para lo que sucederá si lo hago y me dispongo a hablar.
—Axel, tengo que contarte algo —aviso.
—Luego me lo cuentas —contesta levantándose del sofá—. Son las cuatro de la mañana y la resaca se está haciendo presente en mi cuerpo. Duérmete.
Vaya, ¿solo he dormido tres horas? Me han parecido minutos.
—Pero...
—Duérmete —repite.
Él comienza a caminar hacia su habitación sin intención alguna de dejarme hablar. Cuando él desaparece de mi campo de visión, suelto un suave gruñido de frustración. Estaba dispuesta a contárselo. A este paso no seré capaz de hacerlo, ya me está resultando demasiado difícil.
Vuelvo a tumbarme en el sofá y me arropo con la manta. Cierro los ojos y pruebo a quedarme dormida otra vez hasta que se haga un poco más de día. Pero no lo consigo, así que me levanto de nuevo y me dispongo a ponerme las zapatillas. Voy a hablar con Fred ahora. Me da igual que sean las cuatro de la mañana, se merece que le despierte a estas horas y mucho más.
Me pongo las zapatillas donde corresponde y ato los cordones para que queden bien sujetas. Me pongo en pie y llevo las manos a los bolsillos traseros de mis pantalones, en busca de mi móvil, pero no está. Rebusco por los bolsillos de mi sudadera; tampoco está. Revuelvo los cojines y la manta del sofá hasta que, por fin, doy con él. Una vez en mis manos, lo guardo. Acto seguido, recojo el arma del suelo y la meto en la cinturilla de mis pantalones.
Hecho esto, pongo rumbo a la habitación de Axel para decirle que me marcho. No creo que le haga mucha gracia que me vaya sin avisar, se preocuparía. Cuando me encuentro enfrente de la puerta de su habitación, doy unos pequeños golpecitos con mis nudillos en ella, pero ningún sonido sale del interior. Se ha quedado dormido.
—Axel —le llamo abriendo un poco la puerta.
—¿Qué? —responde él con voz ronca y somnolienta.
—¿Puedo pasar? —inquiero pegando la mirada en el suelo.
—Sí.
Abro la puerta del todo y doy un paso hacia el interior, encontrándome así con Axel sentado en el borde derecho de su cama, de espaldas a mí y mostrándome la desnudez de la misma; ay, la virgen. Me acerco lentamente a él, para poder tenerle de frente y verle la cara. Sus codos se encuentran apoyados en sus rodillas y las manos sujetan su cabeza como si esta fuese a explotar en cuestión de segundos.
—Me voy. —Es lo único que digo.
Axel levanta la cabeza de entre sus manos y posa sus ojos marrones en los míos.
—¿Por qué? —indaga, confundido—. Es muy temprano.
—Quiero hablar con Fred.
—Ah.
Williams vuelve a esconder su rostro en las palmas. Me quedo observándole unos segundos y luego me arrodillo ante él para estar más o menos a una altura próxima a la suya. Paso una mano por su cabeza, acariciándole el cabello. Axel se tensa al sentir mi tacto.
—¿Te duele mucho? —pregunto.
—Kristen, tengo un taladro en la cabeza que está dando golpes a mi cerebro. ¿Tú qué crees? —Alza la vista y me mira.
—Eso te pasa por beber tanto.
—Dime algo que no sepa. —Rueda los ojos.
—¿Conducir? —Arqueo una ceja con burla, lo que provoca que él reprima una carcajada en su garganta.
—Pero qué graciosilla se ha vuelto la niña. —Aparta las manos de su cara.
Ah, no. Por ahí no.
—No soy una niña. —Frunzo el ceño, fingiendo enfado.
Él se ríe ante mi contestación, pero con una risa ronca que logra erizarme el bello. Me encanta su forma de reír y me duele saber que puede que esta sea la última vez que lo escuche. Voy a probar a decírselo ahora que sigo conservando las fuerzas.
—Sigo teniendo que hablar contigo —le recuerdo—. Es importante.
—¿Puede ser en otro momento? De verdad que la cabeza me va a explotar —pide, haciendo una mueca de molestia en sus labios ante el dolor que le está causando la resaca.
Me muerdo con fuerza el labio inferior. Posiblemente en otro momento no sea capaz de decírtelo.
—Claro. —Asiento con la cabeza.
—Gracias —agradece en un susurro.
Sin añadir nada más a la conversación, agarro suavemente sus mejillas y dejo un pequeño beso en su frente que prolongo todo lo que me es posible. Él parece contener la respiración, pero no se aleja de mí en ningún momento, al contrario, se queda totalmente estático hasta que yo decido separarme. Me levanto del suelo y observo como sus ojos me miran con cierta sorpresa.
—Vengo luego a verte —le hago saber.
Él asiente levemente con la cabeza y, tras mostrarle una pequeña sonrisa en mis labios, me dirijo hacia la salida de su habitación. En cuanto Turner me abra la puerta, voy a tener que contener mucho mis ganas por meterle un puñetazo en la cara. ¿Seré capaz? Bueno, ahora lo averiguaré.
🐈
Toco el timbre que corresponde a su piso repetidas veces, con el fin de fastidiarle y despertarle de esta forma que seguro que tanto le puede llegar a desquiciar. Continúo presionándolo hasta que él hace acto de presencia y me abre la puerta de su casa. Fred aparece ante mí en pijama y con cara de haber dormido poco, por si fuera poco, he venido yo aquí a fastidiarles, así que su expresión se asemeja bastante a la de un muerto. No me arrepiento.
Cruzo los brazos sobre mi pecho y aguardo a que él averigüe por sí solo las razones por las cuelas estoy a estas horas delante de la puerta de su hogar. Este se restriega los ojos y bosteza. Me mira y frunce el ceño mientras intenta descifrar lo que ocurre. Enseguida cae en la cuenta, por lo que abre la boca por la iluminación de la bombilla de su cabeza.
—¿Sabes? Axel me ha llamado hace un rato diciendo que te ha besado y se siente muy mal porque tú y yo estamos saliendo —me informa con voz somnolienta.
Recuerdo la llamada telefónica en la que Williams le prometía un coche nuevo al moreno, ha debido de contárselo en ese momento. No puedo creer que ni así se arrepienta de esa mentira suya. Aunque yo no soy la más indicada para hablar dado todos los embustes que han salido de mi boca, pero siento que son dos situaciones totalmente diferentes.
—Tú y yo no estamos saliendo —espeto con molestia—. ¿Por qué le has dicho que sí?
—Porque le gustas a Axel y quería mantenerte alejada de él.
No digo absolutamente nada, solo espero a que continúe hablando para que profundice más en el tema y me explique todo.
—Eres policía, Kelsey —afirma—. Él es mi mejor amigo, está enamorado de ti y tú le estás mintiendo. Cuando se entere, porque tarde o temprano se va a enterar, le vas a acabar destrozando.
Tiene toda la razón. Tiene toda la maldita razón del mundo, pero no puedo creer que haya armado todo este lío únicamente para apartarme de Williams. Ya me parecían raras sus frases de ligoteo tan repentinas y las expresiones neutras y comprendedoras que aparecían en su cara cuando yo le rechazaba de una forma o de otra. Él era consciente de que no sentía nada por él, pero ya he podido comprobar que no se rinde tan fácilmente, por eso ha seguido insistiendo todo este tiempo. Yo en su lugar, al primer golpe que le di, hubiese abandonado.
—Te estaba empezando a considerar un amigo, Fred.
—Lo siento, Kelsey —se disculpa—. Pero entiéndeme, no quiero ver a mi amigo sufrir. Y menos por una chica. Bastante mal lo ha pasado ya para que ahora vengas tú a joderle aún más. En cuanto vi que a Axel le empezabas a gustar, no pude estarme quieto y de brazos cruzados viendo cómo le mentías para hacer tú trabajo. Por eso empecé a coquetear contigo, para que Axel hiciese el esfuerzo de olvidarse de ti. Pero ya veo que está bien enamorado —explica—. ¿Eres consciente del daño que puedes causarle?
—Claro que lo sé —admito en un susurro—. Pero nada de esto ha sido culpa mía. Yo no lo he elegido.
—Lo sé. Y cuando vi que tú también estabas empezando a sentir algo por él, me di cuenta de que no tenía nada que hacer.
—Eres un imbécil —escupo con rabia, a lo que él me da la razón asintiendo levemente con la cabeza—. Pero un imbécil que solo quiere que su amigo sea feliz.
—¿Lo entiendes? —cuestiona esperanzado.
—Eso intento. —Suspiro.
—Hay algo más que debes saber.
—¿El qué? —Ruedo los ojos.
—Otra razón por la que empecé a acercarme a ti fue para conseguir información acerca de su caso —confiesa, mirándome son seriedad—. Tenía que impedir a toda costa que dijeses algo. Si la verdad sale a la luz, matarán a Axel, a ti, a Charlie, a Andriu, a mí. Y si la cosa se torciera un poco más, su hermano también estaría en peligro.
Trago saliva a la vez que siento como un nudo se me forma en el estómago; hay muchas vidas en juego. No puedo evitar pensar en que es Dean quien les está amenazando con callarles de por vida si se va de la lengua con las autoridades, por eso él también está intentando quitarme el caso. Cada vez tengo menos dudas de que él puede ser el responsable del asesinato de Margott.
—El motivo por el que te estoy contando todo esto es porque te he cogido un cariño increíble y no te haces una idea de lo que me duele todo lo que he hecho —declara, dirigiendo sus manos a mis brazos para descruzarlos de mi alrededor—. Ahora quiero pedirte un favor. Dile a Axel la verdad, por favor. Si se lo dices tú antes de que se entere él, le dolerá menos porque no se sentirá tan engañado.
Las ganas que tengo ahora mismo de pegarle un buen puñetazo, son demasiadas. Pero me contengo, ya que las razones por las que ha hecho todo eso han sido para proteger a su amigo. Me relamo los labios y asiento para darle la razón en lo último que ha dicho. Tengo que decírselo cuanto antes, pero no sé si podré hacerlo. Soy muy cobarde en estas situaciones.
—Estoy intentado decírselo. Te lo juro —aseguro apartando mis brazos de sus manos—. Y también estoy intentando no pegarte ahora mismo.
—Si lo hicieras... no me defendería. Me merezco todos los puñetazos que quieras darme.
Le miro con seriedad, aún un poco molesta. Pero sus razones eran buenas.
—Lo siento mucho, Kelsey —repite—. ¿Amigos?
Tras unos segundos en los que estoy dándole vueltas a mi respuesta, cedo.
—Amigos.
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