👑 Capítulo 57
Sostengo el teléfono móvil contra mi oreja, escuchando la voz de mi madre salir por el altavoz y adentrarse en mi oído. Mientras estoy en mi conversación nocturna de buenas noches con ella, no puedo evitar pensar en Axel. Ha pasado un día desde el fallecimiento de Ángel y no he tenido noticia alguna de él. He ido a los trabajos sociales a los que debía asistir hoy en la mañana y me han contado que le tuvieron que sacar de su casa a la fuerza para llevarle hasta allí, por lo visto no quería ir. Ni siquiera he tenido oportunidad de verle el pelo por esos lares, se fue unos minutos antes de que yo llegara. Debe de estar pasándolo realmente mal por la muerte de su amigo.
Incluso le llamé para ver si estaba dispuesto a asistir al entierro del chico y me dijo que no, que no iba a ser capaz de soportarlo. Después de colgarme, intenté contactar con él numerosas veces, pero no me contestó ninguna de las demás llamadas que le hice. He captado su mensaje, quiere estar solo por un tiempo.
—¿Y cómo vas con ese trabajo que tenías de vigilar a un criminal? —La voz de mi madre al otro lado de la línea me saca de mis pensamientos.
Me relamo los labios y suspiro.
—Bueno, resulta que él no es un criminal —le informo, echándole una rápida mirada al informe de Williams, el cual he dejado junto con la cartulina encima de la mesita de centro del salón.
—¿Cómo que no es un criminal?
—He reabierto el caso de asesinato y nada cuadra. Él no ha matado a su madre. Dudo que haya matado a alguien.
—¿Te han dejado abrir el caso? —indaga con alegría en su voz.
—Sí. —Asiento—. De hecho, Marshall me está ayudando a investigarlo. Se ha ido de mi casa hace una hora.
Hoy en la tarde hemos continuado con lo que acordamos. Hemos puesto en orden la información que nos quedaba, pero seguimos en las mismas. No hemos encontrado absolutamente nada que nos indique quien podría ser la persona culpable de los asesinatos de aquella noche. Le he comentado lo que pasó en comisaría, con Rosa y con Dean. El señor Meadows asegura que nuestra compañera está siendo amenazada por todo lo que sabe, al igual que él y yo. Aunque estaba a la vista. Es obvio que nos quieren callar. Algo me dice que el señor Collins es el verdadero asesino.
—Vaya, el gruñón tiene corazón —se burla Cristty, haciendo que me ría levemente—. Y dime, ¿cómo sabes que ese muchacho no es el asesino de verdad? A parte de las pruebas del informe, claro.
—Porque he estado más de un mes a su lado y no actúa como tal. Es más, actúa como si fuese ese niño de diecisiete años, asustado, inocente, ocultándose tras una máscara y queriendo ayudar al resto.
—Vaya, hija. No sé qué decirte. Por cómo me hablas de él dudo que ese chico haya hecho algo —confiesa—. Haz todo lo que esté en tus manos para demostrar su inocencia, Kelsey.
Su tono de voz me muestra tranquilidad y alivio, por lo que supongo que le acabo de quitar un peso de encima al hacerle saber que Axel no es lo que la gente va diciendo de él por todos lados.
—Es lo que hago, pero me siento una persona tan mierda... —Me llevo la mano libre a la cabeza para, a continuación, echarme el cabello hacia atrás con fuerza.
—¿Y eso por qué, mi niña? —Empieza a estar preocupada.
—Le estoy mintiendo, mamá. —Las lágrimas se acumulan en mis ojos, listas para salir, pero las contengo tanto como puedo—. Si se entera, me odiará para siempre.
—Pero hija, le estás mintiendo para demostrar su inocencia. Está bien mentir si es por algo bueno —intenta animarme, sin éxito.
Me sorbo los mocos y limpio con la manga de mi camiseta la agüilla salada que ha comenzado a deslizarse por el barranco de mis ojos sin permiso.
—Pero al principio le mentía para meterle en la cárcel de nuevo.
—Pero ahora no, Kels —sentencia y suspira—. Hija... Te gusta ese chico, ¿verdad?
A pesar de que sé la respuesta a esa pregunta, mi cabeza bloquea ese sentimiento intentando convencerme de que no es así. Axel me gusta, eso lo tengo claro, pero por alguna razón no quiero admitirlo. Tal vez sea porque soy consciente del daño que puedo llegar a hacerle sin querer.
—No lo sé, mamá —miento, dejando escapar todas las lágrimas contenidas de golpe—. Solo sé que no quiero perderle.
—Te gusta ese chico —confirma—. Mira, cielo. Si no quieres perderle, debes decirle la verdad antes de que él mismo la descubra.
Un nudo se me forma en la garganta, haciéndome más complicado hablar. Las palabras se me atragantan y no soy capaz de pronunciar absolutamente nada, ni una sola letra. Trago saliva, en un intento de deshacer ese nudo, pero no lo consigo. Sin embargo, en el instante en el que comienzo a llorar sin hacer el esfuerzo de impedirlo, es entonces cuanto noto que ya se me ha liberado el canal que me permite hablar.
—¿Y si le pierdo igual? —La voz se me quiebra a mitad de frase.
—¿Y si no?
Aparto la humedad de mis mejillas, dando paso a las nuevas y sintiendo como me arde levemente la piel de mis pómulos. Tengo la sensación de que mi cara va a explotar.
—Tengo miedo. He pasado de temer que me mate a temer perderle. —Al decir eso, una sonora carcajada sale de la boca de mi madre.
—Madre mía, en el lío que te has metido, niña. —Escucho la voz de mi abuela, Grace, a lo lejos.
—¿Abuela? —Río.
Seguro que anda cerca de mi madre y ha escuchado toda la conversación que he tenido con ella. No sería la primera vez que se queda escuchando para enterarse de todo. Mi madre ni siquiera me dice que está ella oyéndonos las veces que he hablado con ella por teléfono. Grace no se conforma con que luego su hija le ponga al día de lo que sucede conmigo, tampoco le vale que yo misma se lo revele, está más contenta escuchando sin que yo me entere.
—Dame el teléfono, Cristty —le pide ella a mi madre, cosa que deduzco que hace—. A ver, chiquilla. ¿A quién se le ocurre, eh? Enamorarte a una edad tan temprana. De ahí no sales, ya te lo digo yo. Y encima de la persona que debías vigilar. Se supone que no debes mezclar tus sentimientos con el trabajo.
—Lo sé, abuela. Pero yo no elijo nada de esto. —Niego con la cabeza.
—Yo ya te dije que estudiaras para veterinaria —interviene mi abuelo, Isaac, aunque se le escucha algo más alejado que a su esposa—. De lo único que te puedes enamorar es de un perro o un gato. De esa forma, no tendrías este problema.
No puedo creer que él también esté escuchando.
—Se supone que esta era una conversación con mi madre. —Vuelvo a reír.
—Mamá, dame el teléfono —pide Cristty, riéndose.
—No, espera. Que yo aún no he hecho acto de presencia. —Mi tío Hank entra en nuestra charla—. ¿Qué pasa, sobri? —me pregunta una vez que se ha hecho con el dispositivo.
—Pasa que esto era una conversación madre e hija.
Bagheera pega un salto desde el suelo hasta mis piernas, buscando un hueco en el que acurrucarse entre las mismas. Cuando encuentra la posición perfecta, se tumba. Aprovecho su cercanía para acariciarle con suavidad. Esto provoca que el felino ronronee.
—¿Y qué pasa con las conversaciones tío y sobrina? —cuestiona con falsa indignación—. Yo también sé dar consejos. Soy el hermano de tu madre.
—Muy bien, pues adelante. —Me encojo de hombros.
—Pues... Cristty. Toma y aconseja a tu hija que yo no sé qué decir en estas situaciones. —Cuando dice esto las risotadas de mi abuela y mi madre se adentran en mis oídos, lo que logra que yo también comience a reírme otra vez.
No sé cómo se las apañan, pero siempre consiguen levantarte el ánimo, cueste lo que cueste. Ya puedo estar muy triste, que ellos, en menos de una hora, ya me han sacado la primera carcajada y van directos a sacarme la siguiente. Son increíbles, no tengo queja alguna con ellos. Del único que me puedo quejar es de mi padre, pero de nada me serviría, ya que ni se molesta en contactar conmigo. Así que no podría hacerle saber mi descontento. Además de que yo tampoco estoy por la labor de dar el primer paso. Si él no se digna en llamarme, yo menos.
—A ver, hija. Que ya estoy aquí —me hace saber mi madre—. Solo te puedo decir lo que ya te he dicho. Que se lo cuentes antes de que él mismo se entere. Porque va a ser mucho peor si él se entera y tú no se lo has dicho.
—Está bien. —Suspiro.
—¿Has cenado ya? —Cambia de tema.
—Sí. Una rica lasaña precocinada.
Cristty se ríe.
—Ya te haré yo una lasaña en condiciones —promete—. Te cuelgo, que nosotros aún no hemos cenado y ya van a ser las diez.
—Está bien, mamá. Te quiero.
—Y yo a ti, mi niña. —Cuelga la llamada.
Tiro el móvil en el sofá, a mi lado izquierdo. Llevo las manos al cuerpo de Bagheera y prosigo regalándole caricias que él disfruta. Su ronroneo regresa, lo que me roba una sonrisa. Termino de secarme el rostro de la llorera que me ha entrado de la nada e intento tranquilizarme.
Medito durante un rato como y cuando le diré a Williams quien soy en realidad. Tengo que decírselo cuanto antes para que Dean ya no tenga con qué más amenazarme. Aunque tengo miedo de que la siguiente amenaza sea peor que la que mantiene ahora. Y, por si fuera poco, ya se me había olvidado que aún necesito que Axel me confiese todo lo sucedido. Si le revelo mi identidad ahora, no obtendré nada. Ahora mismo, él es la única persona que puede ayudarme a avanzar con su caso, ya que el señor Collins no quiere cooperar dándome la orden de registro.
Unos fuertes golpes en la puerta de casa hacen que, tanto mi gato como yo, peguemos un pequeño salto en el sitio, asustados por lo repentino que ha sido. ¿Quién narices se atreve a venir a molestarme a estas horas de la noche? Si es Axel, no me quejo. Pero si es otro, ya puede correr.
Aparto al animal, echándolo hacia un lado del mullido sofá. Después me levanto y me dirijo hacia la entrada con pies de plomo; estoy demasiado agotada. Una vez que he llegado, abro la puerta. Lo primero con lo que se topan mis ojos, es con un Fred totalmente serio. Parece cabreado. Pero no más que yo, aún sigo enfadada por lo que le ha ido contando a su amigo. Estoy segura de que se lo ha dicho también a Ann y a Andriu. Que imbécil.
—¿Qué haces aquí? —cuestiono, arrugando el entrecejo.
—Espero que en esa academia de policía te hayan enseñado a como cometer un robo —espeta, ignorando mi pregunta.
Aunque con esa frase, ya me ha contestado. Esto no pinta bien, no pinta nada bien.
—En la academia de policía me enseñaron a combatir contra eso que dices —respondo acentuando el ceño.
—Ya lo sé. —Su molestia es notable.
Turner, tras echarme a un lado con su repentino acercamiento, se adentra en mi casa. Este camina un poco hacia el pasillo, con las manos en la cabeza y tirando se su pelo con ganas, sin embargo, no llega a avanzar más. Todavía un poco confusa por la situación, cierro la puerta y me aproximo unos centímetros a él.
—¿Se puede saber qué te pasa? —cuestiono, dándole un leve golpecito en la espalda para que se dé la vuelta y me mire a la cara.
Él se gira y posa su mirada seria en mí. Se me queda observando de este modo por unos segundos que consiguen hacerme entender de lo que se trata. Por lo que ha dicho de robar, ya me hago una idea de por dónde van los tiros y no es que me esté haciendo mucha gracia. Alzo las cejas y abro la boca para hacerle saber que no estoy dispuesta a hacerlo, pero no soy capaz de articular palabra alguna. Después de unos instantes en los que proceso todo y hago lo posible para mantener la calma, creo poder hablar.
—No. —Niego con la cabeza—. No lo haré.
—Tienes que hacerlo —advierte—. Eres parte de los Árticos. No puedes negarte.
—¡No pienso robar nada! —grito con los nervios a flor de piel.
—¡Si no quieres que te maten, tienes que hacerlo! —vocifera de vuelta, lo que hace que me estremezca.
Trago saliva.
—Axel no participa en nada de eso y sigue con vida —murmuro—. ¿Por qué yo no?
—Porque Jayden teme a Axel. Y siempre que tiene que hacer un trabajo de estos, él le cubre —explica, acortando la distancia entre nosotros—. Y tú no le das miedo, por lo que tendrás que hacerlo sí o sí.
Comienzo a mordisquear mi labio inferior, exasperada y completamente inquieta. Hago lo que puedo para encontrar alguna alternativa, pero no doy con ella. Creo que no me voy a poder librar. Noto como un líquido con sabor metálico se escurre por mi boca; he acabado haciéndome sangre de tanto morderme
Al darle unas cuantas vueltas más a sus palabras, opto por preguntarle algo de lo que ya soy consciente, pero de lo que me gustaría que él me confirmara. Es obvio que el dilatas le tiene miedo a Williams y que eso solo puede significar una cosa.
—¿Por qué le tiene miedo? —inquiero—. ¿Es que acaso Jayden no sabe sobre la inocencia de Axel?
Alejo los dientes de la zona herida y analizo la expresión de Fred, en busca de algo que me indique lo que va a decir o de que miente según lo que suelte por la boca.
—Axel no es inocente —responde, agotado de repetirme las cosas.
—¡Sé que es inocente, así que deja de intentar mentirme! —Alzo la voz.
Esto hace que Fred dé un paso hacia atrás, como si temiera que la ira se apoderase de mí y le propinase un buen puñetazo en toda la cara.
—Está bien, está bien —cede, haciéndome gestos con las manos para que me tranquilice—. Jayden no sabe qué Axel es inocente. Eso es algo que solo sabemos unas pocas personas, en las que me incluyo.
Río sin gracia al averiguar, por fin, que Turner me ha estado mintiendo todo este tiempo. Él ha podido ayudarme en innumerables ocasiones, pero sabía que tenía que confiar en esa parte de mí que me pedía a gritos que no me fiase.
—¿Y por qué llevas todo este tiempo mintiéndome y entorpeciendo mi investigación?
Fred suelta un sonoro suspiro, desviando, por unos segundos, la mirada de mí. Cuando sus ojos vuelven a posicionarse sobre los míos, expresa lo siguiente:
—Porque nadie más debe saber la verdad. —Se relame los labios—. No sé si te habrás dado ya cuenta, pero hay gente que no quiere que esto salga a la luz. Si la verdad se supiera, la vida de mucha gente estaría en peligro. La tuya, la primera. Ya te lo dije en su momento.
Cruzo los brazos sobre mi pecho y espero a que continúe hablando, atenta a todo lo que me está contando.
—Lo creas o no, lo he hecho para protegerte —declara—. Por esa razón quiero que dejes el maldito caso. ¡Si no lo haces te meterán una bala entre ceja y ceja!
Me mantengo mirándole de manera analítica, viendo como su pecho sube y baja debido a su respiración, la cual ha aumentado de velocidad a medida que nuestra conversación se desviaba hacia una discusión.
—Kelsey, por favor —suplica, avanzando ese paso que había retrocedido para poner las palmas de sus manos a ambos lados de mi rostro—. Déjalo.
—Sabes quién es el asesino, ¿verdad? —La pregunta sale en un susurro—. Sabes quienes son los que quieren ocultar esto.
—No, no lo sé. —Mueve la cabeza en respuesta negativa, haciendo que yo frunza el ceño al no creerme nada de lo que dice—. Joder, Kelsey. Te juro por lo que más quieras que no lo sé. Ni siquiera Axel lo sabe.
Sus pupilas divagan por las mías, de derecha a izquierda, buscando algo que le indique que confío en lo que me acaba de revelar. Una pequeña parte de mi cerebro vuelve a gritarme que no me fíe de él, sin embargo, lo que ha mencionado de Axel es verdad. Williams no sabe quién es el verdadero culpable porque Ángel me lo confesó. Así que le creo. Después de todo y muy a mi pesar, sí. Le creo.
—Está bien. —Suspiro, apartando sus manos de mis mejillas.
—Kelsey, no digas ni una sola palabra de esto —suplica.
Estoy en silencio durante unos segundos, sin darle una contestación al respecto. Soy consciente de las consecuencias que pueden llegar a haber si abro la boca, por eso iré con el mayor cuidado posible para cerrar el caso y limpiar la reputación de su amigo sin que haya ninguna baja. Aunque sé de sobra que es algo demasiado complicado, y más para una novata como yo, hay que intentarlo.
—Tengo que llamar a Axel. —Cambio de tema—. Me dijo que le llamase siempre que tuviera que hacer un trabajo de estos.
—Pues, venga. Hay que estar en el local dentro de una hora.
Me dirijo hacia el salón a paso rápido, y luego cojo mi móvil del sofá. Solo espero que me conteste la llamada. Debido a que lleva toda esta mañana y tarde ignorando mis intentos de contactar con él, temo que ahora haga exactamente lo mismo que ha hecho durante todo el día. Marco el número de Axel y, a continuación, me llevo el teléfono a la oreja. Aguardo durante un pitido, dos y...
—¿Qué quieres? —Su voz se hace presente al otro lado de la línea.
Arrugo la nariz al percibir su tono un tanto cambiado. Es como si... hubiera estado bebiendo sin pararse a respirar. Vamos, que suena como si estuviera borracho. Espero estar equivocada y que esto solo sean las secuelas de una larga siesta de la que aún no ha logrado despertarse del todo.
—Axel... tengo que robar algo. —Es lo único que digo.
—Eres una ladrona, ese es tu trabajo. No veo el problema.
—Tengo que robar droga para los Árticos —añado más información para que sepa a lo que me refiero.
—Ah. Te espero en la puerta del local. —Cuelga la llamada.
Doy media vuelta y me topo con Turner con las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones vaqueros. Arrugo el entrecejo al acordarme de las razones por las cuales estoy molesta con él.
—Tú y yo tenemos que hablar muy seriamente. Creo que sabes perfectamente a lo que me refiero.
Él me muestra una inocente sonrisa. Como si de un niño que ha hecho una travesura e intentara esconderlo se tratase.
—Sí... pero ahora hay prisa —me recuerda—. Prometo que te lo explicaré.
Ruedo los ojos y me dispongo a irme a mi habitación para cambiarme de ropa. No pienso ir en pijama.
🐈
El moreno aparca su coche en el bordillo de la acera en la que se encuentra el local del bando al que ahora pertenezco. Al mirar por la ventanilla, puedo divisar a Axel apoyado contra una de las paredes del edifico, de brazos cruzados y con la mirada perdida en la carretera. Ni siquiera nos mira.
Salgo del coche y me aproximo a él con rapidez para comprobar que lo que he supuesto hace unos minutos atrás es falso, cosa que estoy empezando a dudar. Siento los pasos de mi acompañante a mi espalda. En cuanto estoy a pocos pasos de Williams, llamo su atención para que este baje de las nubes y se dé cuenta de mi presencia.
—Axel —le nombro y él pone la mirada en mí de golpe—. Se me ha metido algo en el ojo, ¿me puedes soplar? —Señalo la zona mientras acerco mi rostro un poco al suyo.
Este frunce el ceño, confundido. Tras echar un rápido vistazo a su amigo, se acerca un poco más a mí y me expulsa el aire en el lugar indicado. Cuando hace esto, puedo oler su aliento, el cual apesta a alcohol. Mierda, he dado en el clavo.
—¿Cuánto has bebido? —indago.
—Un par de cervezas. —Se encoge de hombros.
Al escuchar esto salir de sus labios, Fred acerca su boca a mi oído.
—Está mintiendo —susurra él.
—No, ¿en serio? —respondo sarcásticamente, mirándole.
Williams, sin nada más que agregar, despega la espalda de la pared y se dirige a la puerta del local con pasos decididos. Cuando él entra en el lugar, Fred y yo nos echamos una rápida mirada. Acto seguido, procedemos a seguirle. El expresidiario abre la puerta que hay al fondo del pasillo y accede a la habitación, dándonos paso a nosotros dos.
Nada más entrar, puedo ver a Jayden junto con Charlie y Andriu, los tres esperando nuestra llegada mientras conversan. Pero en cuanto nos escuchan llegar, estos cesan la charla y ponen sus ojos en nosotros, siguiendo todos y cada uno de nuestros movimientos.
—Anda, pero si has venido. —La voz del dilatas resuena a nuestro alrededor.
—¿Es que acaso tenía opción? —cuestiono con molestia y él se ríe.
—Hola, hijo —le saluda Charlie a Axel, haciendo el ademán de acercarse a él.
—No te acerques a mí —espeta este como si de un perro rabioso se tratase.
Cuando su padre oye estas palabras salir de la boca de su hijo, da un paso hacia atrás mientras suelta un leve suspiro de sus adentros. Jayden cruza los brazos sobre su pecho y me observa con una sonrisa felina de medio lado con satisfacción.
—Bueno, pues tienes que ir al punto de encuentro. Fred te llevará —explica el dilatas—. Los Panteras pensarán que será una entrega normal, en la que tú les pagarás, pero cuando tengas la droga saldrás corriendo.
Recuerdo haber escuchado a Turner decir que tenían problemas con este bando; genial, oye. Siento mis piernas temblar ligeramente. No me puedo creer que vaya a tener que saltarme la ley otra vez. Y encima robando a un bando de narcotráfico que me resulta peligroso. Si no acabo muerta será un milagro. Andriu se acerca a mí con una pistola entre sus dedos y luego me la tiende. Su cercanía me inspira confianza.
—Es la tuya. Espero que no necesites usarla —me informa dejándole sobre la palma de una de mis manos.
Con todo lo que tengo en la cabeza rondando, ya se me había olvidado que ella tenía mi arma. Antes de poder decir algo, Axel, de forma brusca, me arrebata el arma. Esto hace que dé unos pasos hacia atrás, asustada al igual que la pelo azul. Ninguna de las dos nos esperábamos esa acción por su parte. Él se aproxima de forma amenazadora a Jayden y le agarra del cuello de la camiseta. Acto seguido, apoya la boca de la pistola bajo su mandíbula.
—Busca a otra persona que no sea Kristen para hacer esta mierda —ordena Williams, apretando con fuerza la pistola contra la piel del chico.
—Hijo, baja el arma —interviene su padre, intentando apartarles.
—¡Qué no te acerques! —grita Axel.
Charlie retrocede sin bajar la guardia. El expresidiario hace presión con la pistola en el cuello del dilatas para que comience a hablar. Yo, mientras tanto, rezo porque no haga ninguna estupidez. Si aprieta el gatillo, de nada servirá que limpie su nombre. Este se verá manchado con esta nueva muerte.
—No puedo hacer eso —contesta él, con una tembladera en su cuerpo bastante notable—. Esto debe hacerlo ella. Son las reglas que pusieron los jefes, por si no te acuerdas. Además, ya te cubro a ti. Si cubro a alguien más se enterarán.
—Pues entonces iré con ella para ayudarla —sentencia.
—No puedes ayudarla. —Niega Jayden—. Si lo hace, debe de hacerlo sola.
—Voy a ayudarla —repite, cabreado.
—Está bien —cede el chico—. Pero si los jefes se enteran, no pienso hacerme cargo.
—Me las apañaré yo con ellos si hace falta. —Aparta la pistola del dilatas al mismo tiempo que suelta su camiseta, bruscamente.
Tras volver a dejar el arma sobre mis manos, sale de la habitación como alma que lleva el diablo, dejándonos un poco sorprendidos por lo que acaba de suceder. Aunque bueno, creo que aquí el alcohol que lleva en sangre ha jugado un papel bastante importante.
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