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👑 Capítulo 53

Mantengo el móvil pegado a la oreja, escuchando hablar a Chelsea mientras coloco en la mesita de centro del salón, la nueva cartulina que he comprado para seguir con la investigación. La otra está pintarrajeada por Fred y ya no me sirve de nada. También dejo los rotuladores y las hojas del informe, liberando así mi brazo izquierdo y sintiendo el alivio recorrer el mismo. Se me estaba durmiendo por la posición tan rara en la que estaba llevando las cosas, para así poder evitar que se me cayeran al suelo.

—No te entiendo —declara mi amiga—. ¿Casi te matan en la iniciación y no quieres que te impida seguir con el caso?

Debido a todo lo que está ocurriendo, he optado por ponerle al día con todo lo que, hasta ahora, no le había revelado. Siento que ella es de las pocas personas en las que puedo confiar y, aunque sé que está mal por mi parte comentarle este tipo de información, he tenido que hacerlo. No puedo contarle nada de esto a ninguna otra persona. Si se lo cuento a Marshall, estoy segura de que intentará hacer algo e informará a las autoridades. De esa forma los sentenciaré a muerte y puede que yo acabe igual. Las amenazas dicen que no puedo contarle nada a la policía, pues los Árticos acabarán por intervenir de la peor forma para salvar su pellejo, y Chelsea no es policía ni nada que se le parezca. Sé que puedo confiar en ella para este tipo de cosas. Necesitaba desahogarme con alguien y ella era y es la indicada.

—No pienso dejar el caso ahora que estoy más cerca de averiguar las cosas —sentencio.

—Mira, sé que he sido yo la que ha conseguido que comiences a investigar esto. Pero, después de haber estado al borde de la muerte... ¿quieres seguir? ¿Tú estás loca o qué te pasa? —me regaña como si de una madre enfadada se tratase.

—Chel, puedes suplicarme y llamarme todo lo que quieras, pero no vas a conseguir que lo deje.

El silencio se hace presente entre ambas, provocando que yo arrugue la nariz al pensar que la culpa de que no escuche una respuesta es por la mala cobertura que hay en mi casa. Sin embargo, esto desaparece de mi mente en cuanto su voz vuelve a meterse en mis oídos.

—Espero que tengas tu testamento en orden. —Suspira en forma de derrota—. Hasta tu nuevo jefe te ha amenazado y sigues queriendo... ¡Aagghh!

Pienso en Dean de inmediato. Dice que no tiene nada que ver con el bando de Jayden. Si es así... ¿quién es? He llegado a la conclusión de que hay dos grupos distintos que quieren impedir que siga con el caso. Hay más gente involucrada de lo que creía. Por un lado, está Fred y por otro mi nuevo jefe. El dilatas solo quiere joderme porque sabe que pertenezco al cuerpo policial. Solo quiere asegurarse de que no abro la boca con respecto a lo que hacen en sus fiestas y el tema de las drogas, pero no ha intentado alejarme de la investigación de Axel. De hecho, las veces que le he visto junto a él, se le veía con miedo. Tiene miedo de Williams, por lo que supongo que él cree que lo que hizo es verdad. Jayden queda descartado en todo este embrollo.

—Chelsea. Respira, inspira y vuelta a empezar. —Realizo la acción inconscientemente.

Ella me hace caso, ya que consigo escuchar su respiración.

—Vale... —Respira hondo—. Es que no quiero que te pase nada, Kels. Sé que eres policía y que estar en peligro es algo normal en tu trabajo, pero... —Hace una pausa—. ¿Qué haría yo sin ti?

—¿Seguir viviendo? —Arqueo una ceja.

—¡Vete a tomar por culo! —grita, cabreada—. ¡Te quiero viva! ¿Me oyes?

—Sí, te he oído. —Río.

—Pues ya sabes. Como te mueras, te remato.

—Lo tendré en cuenta. —Ruedo los ojos—. Por cierto, Chelsea. He averiguado algo más que no te he contado. El padre de Axel no es el asesino.

—A la mierda todo —murmura—. ¿Y quién es, entonces?

—No lo sé. —Me encojo de hombros—. Marshall va a venir ahora a ayudarme con la investigación.

—Pues espero que tengáis suerte. Confío en que lo averiguarás —me dice ella—. Bueno, Kelsey. Tengo que colgarte. En esta hora que he estado hablando contigo, la niña a la que cuido no ha hecho ni un solo ruido y me estoy preocupando.

Pongo los ojos en blanco al escucharla. Una hora sin hacer ruido y se preocupa ahora.

—La madre que te parió. —Me llevo la palma de la mano a la cara—. No entiendo cómo no te han despedido todavía.

—Yo tampoco —admite—. En fin. Hasta luego.

—Adiós.

Cuelgo la llamada y dejo el teléfono sobre el sofá. Reviso las cosas que he traído hasta aquí para ver si tengo todo preparado para cuando llegue el señor Meadows. Me faltan las fotografías de los sospechosos y las víctimas, están en la cartulina vieja. Tras dirigirme a mi habitación, agarro la cartulina de encima de mi cama y comienzo a quitar las imágenes. Una vez que las tengo todas en mis manos, regreso al salón y las dejo en el mismo lugar que el resto de cosas, en la mesita.

Me siento en el sofá y me quedo observando la fotografía de Axel. No sé por cuánto tiempo estoy así, mirándola sin más. La primera vez que vi una imagen de él, su aspecto me hacía verle como un matón de barrio. Un delincuente. Pero ahora me es imposible verle de esa forma. Ahora, cada vez que le tengo delante, le veo como a un chico con un corazón que no le cabe en el pecho de lo grande que es y, el cual, ha pasado por tanto que se ha escondido en su caja torácica hasta nuevo aviso.

Bagheera aparece restregando su pequeña cabeza contra mis piernas, en busca de mimos. Salgo de mi embobamiento y le doy lo que tanto pide. Lo cojo entre mis brazos y lo recuesto sobre mis piernas, para después regalarle una caricia tras otra. El felino ronronea ante mi tacto y yo sonrío. ¡Adoro a este bicho!

Unos fuertes golpes procedente de la entrada de mi piso, hacen que pegue un salto a causa del susto que estos me han causado. Mi gato reacciona de la misma manera. Le ha puesto tan alerta que opta por saltar al suelo y correr a esconderse a algún rincón. Yo me levanto de mi asiento y me dirijo hacia la puerta.

—¿Quién es? —pregunto en voz alta.

—El hombre del saco, no te jode. Abre, anda. —La voz de Marshall se hace presente en el lugar.

Ruedo los ojos al oír su comentario. Este hombre no va a cambiar.

Abro la puerta al instante, haciendo que el señor Meadows aparezca en mi campo de visión con una cara tan seria que hace que me tense en el sitio. Creo que alguien se ha levantado con el pie izquierdo. Vamos, como siempre.

—Ponme al día, niña —me pide entrando en mi hogar sin siquiera pedir permiso para ello o saludar.

Cierro la puerta tras él y me doy la vuelta para tenerle de frente y así poder contarle todas las novedades que hay referente al caso. Pero cuando me quiero dar cuenta, Marshall ya se ha adentrado en el salón como si estuviera en su propia casa. Joder, es Axel en viejo.

Atravieso el pasillo con pasos pausados hasta que llego a mi destino. El señor Meadows se encuentra agarrando el informe de la mesita. Cuando lo tiene entre sus manos, se dispone a sentarse en el sillón para echarle una ojeada a las hojas con mayor comodidad. Mientras él está entretenido leyendo, yo me acomodo en el lado derecho del sofá, en el sitio que está más cerca del sillón.

—Marshall —pronuncio su nombre—. Axel es, definitivamente, inocente del asesinato de su madre.

—¿Cómo has llegado a esa conclusión? —inquiere sin despegar los ojos de los papeles.

—Uno: la herida de bala que tiene Margott es de un calibre diferente al del arma que, supuestamente, utilizó Axel para matar a las otras tres víctimas —enumero los motivos—. Y dos: Ángel, el chico terminal al que Axel decidió visitar todos los días, me ha revelado que no fue él.

—¿Y él como sabe eso?

—Axel se lo contó.

El señor Meadows separa la espalda del respaldo de su asiento y apoya los codos sobre sus rodillas. Sus ojos oscuros se clavan en los míos.

—Primera norma que debes recordar: no te fíes ni de tu sombra —comenta levantando su dedo índice.

—Pero...

—Apunta por alguna parte que Axel es inocente, de momento, por la prueba del calibre —me interrumpe—. Axel es inocente, bien. Pero esta es la única prueba sólida que tenemos por ahora.

Asiento con la cabeza y, tras coger la cartulina nueva, escribo lo que me ha pedido con un rotulador negro. Después pego la fotografía de Axel al lado de la tinta.

—Apunta también el nombre de los presentes en el escenario del crimen —añade.

Vuelvo a asentir y lo hago con sus respectivas imágenes. Tal y como lo hice la primera vez con la anterior cartulina.

—¿Ese tal Ángel te dijo algo más? —indaga.

—Me dijo que Charlie también es inocente de la muerte de su esposa. —Le miro.

—¿Algo más?

—No, no quiso hablar más. —Niego con la cabeza—. Le prometió a Axel no decir nada y cumple con ello.

Marshall comienza a pasar las hojas del informe en busca de algo que nos pueda ser de utilidad.

—¿Qué puedes decirme de Stephan Cold? —inquiere él.

Este es el hombre que murió en un accidente de coche en el 2007, pero que luego su esposa confirmó la identidad del mismo en el escenario del crimen.

—Tengo dos teorías —le comento—. La primera es que, posiblemente, Stephan fingiera su muerte con el accidente de coche. Por esa razón, luego, su esposa confirmó la identidad en el asesinato.

—¿Y la segunda?

—Que Stephan comprase la identidad de un muerto. Así luego su esposa pudo ser amenazada para que dijera que la persona muerta en el escenario del crimen era su marido.

—De acuerdo. —Asiente y continúa ojeando el informe—. Según la mujer de Stephan, su marido no conocía a la familia de Axel. No tenían ningún tipo de relación.

Marshall pasa la hoja y sigue leyendo para sus adentros lo que pone. Tras unos segundos en los que se mantiene ocupado moviendo los ojos por la tinta del papel, habla.

—De Richard James pone que su hermano confirmó su identidad, y que este estaba metido en diversos problemas. —Me mira—. Problemas de drogas.

Desvío la mirada hacia la cartulina y escribo al lado del nombre de Richard la palabra "droga", en letras grandes y en mayúsculas. Axel y su padre pertenecen a este mundo de las drogas, quizás tuviesen alguna complicación con otro bando y por eso los tres hombres asesinados fueron a su casa aquella noche. Para cobrarse lo que sea que les debieran. Pero es una hipótesis muy precipitada, necesito más pruebas.

—Kevin Deft. Sin identidad. —El señor Meadows vuelve a hacer acto de presencia—. Teorías, Kelsey.

—Pudieron borrar todo rastro de él tras su muerte. —Me encojo de hombros—. No encuentro otra explicación.

—Debía de ser una persona importante para que se tomasen las molestias de borrar su identidad —opina con seriedad—. Sabemos que una posible razón de todo esto, sea el tema de las drogas.

No es una posible razón. Esa es la verdadera razón. Todo este caso girar alrededor de las drogas.

Marshall deja el informe sobre la mesita y se recuesta en el sillón, dejando caer su espalda contra el respaldo del mismo como si su cuerpo le pesase de sobremanera. Este suspira y se agarra el puente de la nariz con los dedos de su mano derecha.

—Kelsey, tú me dijiste que Charlie mencionó que necesitaba a una ladrona porque les iba a venir bien —afirma.

Muevo la cabeza en respuesta afirmativa y él vuelve a suspirar.

—No puede ser que él esté metido en este tipo de problemas —murmura para sí mismo.

—Eso ahora es lo de menos —objeto—. Lo que nos interesa saber es quien puede ser el asesino de la madre de Axel.

El señor Meadows se incorpora de nuevo, volviendo a su posición inicial.

—A ver... —Traga saliva—. Un solo arma homicida, cuatro muertes. Tres de ellas del mismo calibre que el arma principal y la otra de un calibre diferente. ¿Qué ha sido de la otra pistola? Ahí pone que Axel se deshizo de ella y eso me parece estúpido. Y te voy a ser sincero, él no me parece un chico estúpido.

—Creo que había alguien más aquella noche —expongo mi teoría—. Saqué esa conclusión desde el principio, pero Rosa dijo que no debía preocuparme porque en el informe oficial todo cuadraba.

—Ella y yo hemos sido engañados durante años, yo también pensaba que todo estaba en orden —confiesa—. ¿Quién podría ser esa otra persona?

—No tengo ni la menor idea. —Niego al mismo tiempo que apunto en la cartulina la posibilidad de una persona más en el escenario del crimen, como la vez anterior.

—Hay un testigo llamado Dorian —me recuerda—. Deberías interrogarle para sacarle información.

Asiento para hacerle ver que intentaré hacerlo, ya que con Dean al mando ahora, no sé si me permitirá hacerlo. Hará todo lo posible para impedirme continuar. Y yo haré todo lo que esté en mis manos para no abandonar. No soy alguien que se rinde tan fácilmente. También debería conseguir un permiso para acceder al escenario del crimen, pero tengo el mismo problema: Dean.

—Aunque no entiendo su declaración —añade—. Él dijo que Axel era culpable. Y Charlie dijo lo mismo.

—Están intentando tapar el asesinato, por eso nada encaja.

Marshall me da la razón con una rápida mirada. Las amenazas de Dean me lo han dejado aún más claro. Incluso es posible que él sea el asesino. Eso explicaría todo lo que está haciendo. Y lo peor es que está al mando de la comisaría, esto se va a volver un infierno.

—Mantén los ojos abiertos, Kelsey. Es posible que ya hayamos conocido al asesino.

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