👑 Capítulo 52
Unos golpes me suenan en la lejanía, despertándome a duras penas. Conforme voy abriendo los ojos y poniendo en marcha mis sentidos, puedo asegurar que provienen de la entrada. Alguien está aporreando la puerta de casa. Me incorporo de la cama entre gruñidos y me pongo en pie. Camino hacia el lugar de donde el sonido emana sin cesar con pies de plomo, arrastrándolos como si de un zombie harto de vivir muriendo me tratase.
Los porrazos se hacen más fuertes a cada paso que doy y mucho más insistentes. Cuando llego a mi destino, agarro el picaporte sin fuerzas, debido al cansancio, y abro la puerta en el acto. Un Axel con pinta de enfurecido aparece ante mí. Su ceño está fruncido, dándole un semblante de seriedad a su cara. Arrugo el entrecejo con confusión.
—¿Qué pasa?
—Tú. Tú eres lo que me pasa —espeta con rabia.
Alzo las cejas y separo los párpados todo lo que puedo, haciendo que mis ojos se vean más grandes de lo normal. Pestañeo un par de veces, asimilando lo que está ocurriendo.
—Pero ¿qué...?
—¿Sabes que te han nombrado en las noticias? —me interrumpe, dando un paso hacia a mí, lo que provoca que yo lo retroceda—. Cuando llegué a casa me puse a buscar información sobre lo que dijeron ayer en la radio. Quería saber quién era la persona responsable de volver a abrir mi caso. ¡Y tú eres esa maldita policía! Te llamas Kelsey Davenport, ¿verdad?
Trago saliva e intento decir algo, en vano. No logro pronunciar algo coherente, las palabras se me atrancan en la garganta y no hago más que tartamudear monosílabos sin sentido alguno. Luego de unos segundos de torpeza verbal, consigo que mis neuronas conecten. Carraspeo la garganta y me dispongo a hablar.
—Mira, Axel. Puedo...
—¡Me has estado mintiendo todo este tiempo! —grita con desprecio—. ¡No te quiero volver a ver en la vida!
Da otro paso hacia a mí y yo lo retrocedo de nuevo. Sus puños están tan apretados que puedo ver cómo los nudillos se le ponen blancos. Noto como los ojos se me empiezan a aguar a causa de las lágrimas que no me ha dado tiempo a frenar.
—Déjame explicártelo, por favor —le pido.
—No quiero oír nada más salir de tu boca —sentencia—. Todo lo que sale de ella es mentira.
Él dirige su mano derecha al bolsillo trasero de sus pantalones, sacando una pistola que me hiela la sangre al momento.
—¿Qué haces? —inquiero en un hilo de voz apenas audible.
Williams me apunta con el arma a la cabeza, cocando la boca de la misma contra mi frente.
—Lo que debería haber hecho hace tiempo —responde tajante.
Su dedo aprieta el gatillo, expulsando la bala en el acto. Cierro los párpados y los aprieto con fuerza, esperando el impacto. Antes de que este llegue a colisionar contra mi cráneo, abro los ojos de golpe y despego la espalda del colchón al instante, alterada y con la respiración agitada. Siento que el corazón me ha a salir disparado por la boca. Respiro hondo e intento tranquilizarme. Solo era un sueño. Una pesadilla. Estoy harta de soñar que Axel me mata. Cualquier día me da un paro cardiaco.
Me llevo la mano al pecho y sigo respirando de forma moderada. Al cabo de unos segundos, estoy totalmente serena. Voy a apoyar una de mis palmas sobre el colchón para poder salir de la cama, pero al hacer esto, me doy cuenta de que estoy justo en el borde y de que el lugar en el que he ido a poner la mano, no hay colchón, por lo que me caigo al suelo en menos de dos segundos.
Entre quejidos de dolor y punzadas en mi cabeza debido a la resaca, me pongo en pie. Hago lo mismo que hice en la pesadilla, caminar con los pies arrastras hacia el salón. Espero no encontrarme con una Axel furioso por haberme descubierto.
Nada más salir de la habitación, me encuentro con un bulto sobre el sofá arropado con varias mantas. Me acerco a él con discreción hasta que reconozco el rostro dormido de Fred. Arrugo la nariz al no comprender lo que hace aquí. Cojo un cojín que tiene cerca de las piernas y lo hago colisionar contra su cabeza. Este se despierta y se incorpora de forma instantánea, haciendo caer las mantas y dejando al descubierto su torso desnudo. ¡Oh, venga!
El moreno me mira con su pecho subiendo y bajando con rapidez y los ojos desquiciados. Está asustado por lo que he hecho.
—Pero ¿qué haces? —pregunta él.
—¿Qué haces aquí?
Turner se restriega los ojos con el puño.
—Ayer era tarde cuando te dejé en tu casa y tú me ofreciste alojo porque te pareció peligroso conducir a esas horas de la madrugada —me explica.
Eso no figura en mis registros.
—No me acuerdo de eso —declaro.
Él suspira.
—La verdad es que tu intención era intentar que te contase más cosas acerca de Axel, pero no funcionó —confiesa—. Me pediste que me quedara como excusa. Me lo confesaste antes de que cayeras rendida. Te sienta mal beber, eh.
Me doy un pequeño golpe en la frente con la palma de la mano. Eso ya me cuadra un poco más.
Unos suaves toques en la puerta de la entrada de casa, nos sacan de la conversación. Le echo un vistazo a Fred mientras le digo con la mirada que, por favor, se ponga la camiseta antes de que le salte un ojo a alguien. Él me obedece, ya que comienza a buscar la prenda que le falta por los recovecos del sofá y el suelo. Giro sobre mí misma y me encamino hacia la entrada. Cuando estoy justo enfrente de la puerta, la abro. Ahora no es un Axel cabreado lo que ven mis ojos. Es un Axel adormilado y contento.
—Buenos días, princesita —saluda con un indicio de sonrisa en sus labios.
Y aunque su voz ha sido suave a la hora de hablar, en mi cabeza a sonado el cuádruple de fuerte.
—No grites —suplico.
—No he gritado —susurra.
Me río en silencio ante su consideración al responder en un tono aún más bajo.
—Anda, Axel. —La voz de Fred se hace presente a mi espalda—. Buenos días.
Dirijo la mirada hasta él, viendo cómo se pone su respectiva camiseta mientras se posiciona a mi lado. Regreso la vista hacia Williams, quien observa a su amigo un tanto incómodo.
—¿Vais a ver al chico del hospital? —indaga el moreno.
Axel asiente con la cabeza.
—Pues en ese caso me marcho. Te veo luego, bella flor —se despide de mí, acariciándome la barbilla con su dedo pulgar—. Adiós, hermano —le dice a su colega.
Tras coger su chaqueta del perchero de la entrada, el cual no lo uso casi nunca, sale de casa. Una vez que Fred ha desaparecido de nuestra vista, invito a Williams a pasar. Cuando ya está dentro, cierro la puerta y me dirijo hacia el salón con él detrás. Tengo que cambiarme de ropa, darme una ducha rápida y desayunar algo antes de irme.
—Voy a tardar un poco en prepararme —le aviso acercándome a la puerta de mi cuarto.
—Tranquila. —Quita importancia al asunto—. Veo que no perdéis el tiempo.
Este último comentario hace que frene y me dé la vuelta para poder verle. Arrugo el entrecejo en un intento de averiguar a qué se refiere, pero al instante caigo en que ha visto a su amigo aparecer sin camiseta por mi piso. Ha pensado mal. Muy mal.
—No es lo que piensas. —Niego con la cabeza—. No hemos... No me he acostado con nadie aún.
No me da vergüenza admitirlo. Tuve un novio a los diecisiete que fue un completo cretino. Íbamos a hacerlo, pero en el último momento me arrepentí, pues no me sentía segura y tenía algo de miedo. Después de aquello me dejó y me puso el apodo de "microondas". Así que prefiero esperar, a precipitarme y que me toque otro igual. No hay prisa alguna en cuanto a este tipo de cosas se refiere, no es una carrera que haya que ganar. Soy virgen, no creo que pase nada por serlo.
—¿Esperas al adecuado? —indaga.
—Espero a uno que no sea gilipollas.
Él asiente con la cabeza, dándome la razón. Le sonrío y continúo con mi camino.
🐈
Accedemos a la habitación de Ángel, el uno al lado del otro, impacientes por ver cómo se encuentra hoy el chico. Conforme nos vamos aproximando a su cama, el muchacho se percata de nuestra presencia y sonríe al vernos. Este se incorpora de la cama hasta quedarse sentado en ella, para poder recibirnos.
—Buenos días, angelito —le saluda Axel.
—Buenos días, bestia parda —le devuelve el saludo él, en un tono de voz burlón.
Veo como Williams arquea una ceja al escuchar el apodo con el que se ha referido el chico a él.
—¿Sabes lo que hacen las bestias pardas? —le pregunta, a lo que Ángel niega con la cabeza.
Axel camina hacia el lado derecho de la cama del chaval y luego rodea su cuello con uno de sus brazos, atrayéndolo así hasta su pecho. Una vez en esta posición, le frota la cabeza con los nudillos de su mano libre con suavidad y rápidamente. Esto provoca que una carcajada salga de los adentros del muchacho.
—Fastidiar a los mocosos como tú —responde a su misma pregunta, entre risas.
—¡Para! —grita Ángel sin poder cesar su risa—. No tengo pelo y me haces daño, capullo.
No puedo evitar soltar una sonora risotada por la escena tan tierna que estoy presenciando. Se llevan de maravilla. Espero que su muerte tarde mucho en llegar, pues a Axel le afectará demasiado su pérdida después de todo el tiempo que ha pasado junto a él. Y también hablo por mí. Aunque no haya intimado tanto con el chico como lo ha hecho Williams, siento que le echaré de menos cuando se marche. Me dolerá mucho saber que su vida ha terminado.
Creo que, de alguna forma, ha conseguido penetrar en el corazoncito del expresidiario, rompiendo su coraza y transformándolo en la persona que seguro que era desde un inicio. Pues cuando le conocí en mi primer día de trabajo, le vi cómo alguien cerrado y frío. Y, sobre todo, pensé que sería un cabrón, por no añadir su tan famosa etiqueta de "asesino". Luego resultó ser todo lo contrario. Sus acciones hablan por sí solas.
Axel suelta al chaval, dejando un beso en su coronilla. Ángel sonríe ante ese gesto por parte de su nuevo amigo y estrecha su mano con la de él con fuerza. Ambos se miran a los ojos con ternura, robándome una sonrisa de mis labios. Cuando Williams pone su mirada en mí y me sonríe, siento como mi corazón late más rápido.
Doy un paso al frente, dispuesta a entablar conversación con el paciente adolescente, pero su repentina tos hace que frene de golpe. Este tose de una forma que resulta horrible, como si se estuviera ahogando. Y lo peor es que no puede parar. Me acerco de inmediato a él al ver que le cuesta bastante respirar. Axel pone una mano sobre su espalda y la acaricia con delicadeza. El chico por fin se recupera y vuelve a tener una respiración normal.
—Estoy bien —nos dice con la voz quebrada—. ¿Puedes traerme un zumo, Axel?
—¿Naranja? —indaga el mencionado.
El muchacho asiente con la cabeza, comenzando nuevamente a toser.
—Quédate con él, ahora vengo —me pide Axel.
Sin más demora, sale corriendo de la habitación para comprar lo que le ha pedido el chico. Pego la vista en él, quien ya parece encontrarse un poco mejor. Unas cuantas lágrimas saltan de sus ojos por el esfuerzo que le ha causado el toser y yo, inmediatamente, se las aparto con los dedos pulgares.
—Ya ha pasado. —Le tranquilizo.
—Hasta aquí he llegado, Kris. —Mueve la cabeza en respuesta negativa—. Llevo así desde ayer. Los dolores se hacen cada vez más fuertes.
—No digas eso. —Me siento a su lado, en un pequeño hueco de su cama.
—Estoy terminal —me recuerda—. No voy a poder aguantar más.
Al no saber qué decirle al respecto, me lanzo a darle un fuerte abrazo. Él me corresponde en el acto. En el momento en el que nos separamos, mi teléfono móvil comienza a sonar en el bolsillo delantero de mis pantalones. Lo saco y miro la pantalla para ver de quién se trata. Es el jefe que tengo como suplente.
—Sal a contestar si quieres, no me importa quedarme solo unos minutos —dice.
—¿Estás seguro? —Le miro.
—Sí. —Sonríe.
—De acuerdo. —Asiento y me levanto de la cama—. No tardaré.
Ángel vuelve a sonreírme. Me doy la vuelta y salgo de la habitación a paso rápido. Después me alejo unos cuantos pasos de la misma para evitar que pueda escuchar la conversación. No puedo permitirme que me vea hablando sobre mi trabajo, todo se arruinaría, pues estoy segura de que si él se entera se lo hará saber a Axel por la amistad que tienen los dos. Respiro hondo y descuelgo la llamada.
—¿Diga?
—¿Cómo va con su labor, señorita Davenport? —cuestiona Dean al otro lado de la línea—. ¿Ha descubierto algo?
—No, señor.
—Llámeme si encuentra algo importante.
—Claro, señor. —Asiento, dudosa.
Aún no termino de fiarme de él.
—Por cierto, señorita. ¿Vio ayer las noticias? —inquiere con un tono de voz que me pone alerta.
—No, pero sí escuché la radio. ¿Quién le ha dado esa información a la prensa?
—Yo mismo.
Aprieto el dispositivo entres mis dedos a la vez que tenso la mandíbula.
—¿Por qué lo ha hecho?
—Para darle una advertencia —contesta con total tranquilidad—. Señorita Davenport, le pido que deje el caso de Axel Williams si no quiere que todos los detalles de su misión y su nombre salga hasta en los periódicos.
Me quedo en total silencio. ¿A caso es un infiltrado de los Árticos? ¿Los miembros de ese bando tienen que ver con los verdaderos hechos del 12 de noviembre del 2010? Fred pertenece a este grupo y quiere apartarme de la investigación. Charlie también es miembro y es sospechoso. ¿Estará Jayden detrás de todo esto? Él es quien me está amenazando con hacerle saber a Axel quien soy desde el inicio.
—¿Quién es usted?
—Una persona que no quiere problemas, así que deje de investigar si no quiere que Axel se entere de quién es usted en realidad. —Su amenaza sale con seriedad y serenidad a la vez, clavándose en mi cerebro—. No le he dicho su nombre a la prensa, pero si me desobedece, tenga por seguro que lo haré.
Pienso con detenimiento sus palabras. Ahora, lo que menos me importa, es que Axel se entere de mi verdadera identidad. Lo que de verdad es importante en estos momentos es demostrar su inocencia a cualquier precio. Terminará por odiarme, le haré un daño increíble, pero su reputación estará limpia. Su vida volverá a ser como antes. Sin gente que le juzgue por su apariencia o por la información que la prensa dio de él hace años.
—No pienso dejar de investigar ese caso —sentencio con firmeza—. Hágaselo saber también a Jayden.
—No formo parte de los Árticos, señorita. —Ríe sonoramente.
Frunzo el ceño. Ya lo había dado por supuesto... ¿Me estará mintiendo?
—Entonces ¿quién es usted?
—Piénsese mejor su respuesta, no creo que le haga mucha gracia que Axel se entere de todo esto, ¿verdad? —Ignora por completo mi pregunta.
—Váyase al infierno —espeto con rabia.
—Sería un placer. —Cuelga la llamada.
Con los músculos en tensión, guardo el dispositivo donde estaba antes. La situación se complica por momentos...
Cuando me doy la vuelta para regresar a la habitación con el chico terminal, él mismo aparece en mi campo de visión justo enfrente de mí, a unos cuantos pasos de distancia. Este me observa de pie, sosteniéndose con unas muletas y observándome con una expresión facial tan seria que me hace ver lo enfadado que está. Me ha escuchado. Ha oído la conversación que he tenido con Dean. Trago saliva; esto no me gusta ni un pelo.
—Eres una traidora —escupe con odio—. Estás mintiendo a Axel. Llevas todo el tiempo haciéndolo.
Esto se está pareciendo mucho a mi pesadilla. Me asusta que se acabe cumpliendo.
—No es lo que piensas —le aseguro acercándome a él.
—¿Qué no es lo que pienso? —Acentúa el entrecejo—. Eres una puñetera policía.
Echo un rápido vistazo a mi alrededor para comprobar que Williams no anda por aquí cerca. Sé que he dicho que no es algo importante que me descubra, pero no estoy preparada para que eso suceda. Si tiene que ocurrir, que sea cuando sepa la verdad que esconde su caso.
—¿Por qué le haces esto a Axel? —agrega—. Él no ha hecho nada malo. ¡Él es inocente!
Abro los ojos de par en par ante su confesión. Ángel lo sabe. ¡Joder, Ángel lo sabe! Debí suponerlo... Han pasado mucho tiempo juntos, se han cogido mutua confianza, ¿por qué Axel no le diría la verdad? El muchacho se llevaría el secreto a la tumba, por eso ha confiado en él y se lo ha contado.
—¿Cómo sabes eso? —Intento confirmar mis sospechas.
—Él me ha contado su historia —contesta en un susurro—. Él no ha matado a su madre.
Fred me ha mentido. Lo sabía. Sabía que no podía fiarme de su testimonio. Justo en ese instante llega a mi mente la charla que tuve con Chelsea. Ella está segura de que el asesino de Margott es Charlie, al contrario que yo.
—¿Quién la mató? —quiero saber—. ¿Y a los otros tres hombres?
Ángel retrocede unos pasos, queriendo alejarse de mí.
—Prometí no decir nada. —Niega con la cabeza.
—Solo te pido que me respondas con un simple "sí" o "no" —suplico aproximándome a él otra vez—. ¿Fue el padre de Axel quien asesinó a Margott?
El chaval me mira fijamente a los ojos sin decir absolutamente nada. Estoy pendiente a las personas que hay por el pasillo, alerta, mientras espero respuesta.
—No. No es él —declara.
Charlie Williams queda descartado de la lista de sospechosos. Aunque aún me queda averiguar qué pasó con las otras víctimas.
—Ángel, no le digas nada a Axel. Estoy intentando ayudarle, quiero demostrar su inocencia —le explico con la esperanza de que entre en razón y colabore conmigo.
Él aparta la mirada de mí, evitándome. Muerdo mi labio inferior, nerviosa por la decisión que quiera tomar. Me aferro a la posibilidad de que me ayude y no le diga nada. Si lo hace, todo se irá al garete. Es demasiado pronto para que se entere. Le necesito para averiguar más cosas y, si me odia antes de tiempo, no me revelará nada.
—¿Qué hacéis aquí fuera? —La voz de Axel se hace presente a mi espalda, poniéndome los nervios de punta.
Me giro un poco para poder verle. Él se acerca hacia nosotros con un zumo de naranja entre sus manos. En el acto, desvío la vista hacia el chico, suplicándole que no me delate. Williams se posiciona a mi lado y aguarda una contestación por nuestra parte.
—Solo dábamos un paseo, quería estirar un poco la pierna —miente Ángel.
Un suspiro de alivio sale de mis adentros. Le agradezco con la mirada.
—Pues volvamos a tu habitación para que puedas beberte esto tranquilamente —le dice Axel mostrándole el brick.
El muchacho asiente sonriente. A continuación, ambos se dan la vuelta y comienzan a caminar hacia el cuarto. Me quedo unos intentas observando cómo se alejan de mi posición, pensando en todo lo que acaba de pasar en tan solo un par de minutos. Lo único que tengo claro es que esto no va a acabar muy bien.
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