Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

👑 Capítulo 51

—Sois unos aguafiestas —nos acusa Andriu negándose a ponerse el cinturón de seguridad—. Si hemos venido de fiesta es por algo. Yo me lo estaba pasando muy bien, quería seguir cantando.

Ruedo los ojos al escucharla mientras una pequeña risita sale del interior de mi garganta al pensar en el numerito que ha montado dentro del local. Ha empezado a beber sin parar, vaso tras vaso, cubata tras cubata, hasta que ha acabado en lo alto de la barra del bar gritando a todo pulmón la letra de "Hakuna matata". Hace apenas unos minutos que la hemos sacado a rastras del edifico y la hemos montado en el coche, aunque nos ha costado mucho.

Ahora mismo me encuentro en el asiento de su lado, a su izquierda, haciendo intentos fallidos de ponerle el cinto. Pero no se deja, cada vez que estoy a punto de meterlo donde corresponde, me da un manotazo en el brazo para que me aparte. Puedo decir sin duda alguna que ella va muchísimo más borracha que yo.

—Mira, la que decía que no iba a beber —comenta la pelirroja en un tono burlón.

Ann se sienta en el asiento que hay al lado derecho de su hermana. Cierra la puerta y suspira con cansancio.

—Yo creo que ha dejado al camarero sin bebidas —interviene Fred acomodándose en el sitio del conductor.

Mientras él pone el coche en marcha y Ann se abrocha su cinturón, yo continúo peleando con la pelo azul para atarla al asiento y que se deje de mover. Gruño con frustración al notar como una de las palmas de sus manos se estrella contra mi cara para echarme hacia atrás.

—Qué no, Kris. Déjame salir —se queja esta, empujándome sin cuidado alguno.

Estoy viendo que me troncha el cuello.

—¡Ann, sujétala! —le pido a gritos.

La nombrada asiente con la cabeza y procede a agarrar los brazos de su hermana para que deje golpearme. Andriu se deshace de la sujeción de su hermana con bastante facilidad, por lo que aprovecha el momento y tapa el hueco donde el cinturón debe ir encajado. La pelirroja vuelve a la carga y coge sus muñecas para después presionarlas contra su espalda, inmovilizándola al instante, ya que al revolverse le provoca dolor en las articulaciones de sus extremidades apresadas.

Me apresuro y encajo el cinto en su sitio a la primera. Sonrío ante mi victoria y Ann suelta a su hermana, quien ya se ha rendido y tiene tal expresión de mosqueo en su rostro, que parece una niña pequeña enfurruñada por no haber conseguido su objetivo inicial, ya sea un juguete o un dulce. Me causa cierta gracia verla de esta forma, para lo seria que es, esta faceta nueva que ha mostrado con un poco de alcohol en sangre me hace verla con otros ojos. Ahora me cae mucho mejor.

—Sois unas personas malas y crueles —nos hace saber Andriu, cruzando los brazos sobre su pecho.

—Anda, cállate un mes —le ordena su hermana, cansada de la situación.

Me siento correctamente en mi sitio y, luego, me dispongo a abrocharme el cinturón de seguridad, mientras que de fondo escucho como la pelo azul discute con Ann por la manera en la que le ha mandado callar. Pero la entiendo, no es fácil soportar a una persona que está borracha. ¡Qué me lo digan a mí! Que también estoy ebria y no me aguanto ni yo.

—Oye, ¿dónde está Axel? —inquiere el moreno al ver que en el asiento del copiloto no se encuentra él—. Venía detrás de nosotros cuando hemos salido.

La pelirroja mira por la ventanilla de su lado en busca de Williams. Tras unos cuantos segundos, ella nos informa de su paradero.

—Está fumando. Justo ahí. —Pone la yema de su dedo índice sobre el cristal, señalándole.

Me incorporo y me echo un poco hacia adelante con la intención de divisar al chico que nos falta y, efectivamente, está a unos cuantos metros de nosotros fumándose otro cigarrillo más.

—¿Otra vez? Se está pasando —afirma Fred—. ¿Cuántos lleva? ¿Cuatro?

—Con este son seis —le corrige Ann.

Desde nuestra corta charla hace cosa de unas horas, no ha parado de fumar. Iba y venía, buscando gente que pudiese darle un cigarro y ofrecerle fuego. Se ha pasado la mayor parte del tiempo fuera. Apenas ha estado con nosotros dentro, bailando, bebiendo y riendo de diversas anécdotas que sus amigos insistían en contarme, todas ellas escasas en información sobre lo que realmente me interesa y motivo por el cual he accedido a venir hoy a la fiesta. Esta noche ha sido una pérdida de tiempo en cuanto a eso se refiere, no he logrado obtener nada que pueda servirme.

Andriu comienza a reírse de la nada, como si fuese una bruja contemplando su plan maligno para acabar con el bien. Los tres ponemos nuestros ojos en ella, confundidos.

—¿De qué te ríes? —indago, arqueando una ceja.

—De que voy a echar la pota. —Me mira y sonríe.

Abro los ojos de par en par, temerosa de lo que pueda llegar a suceder a continuación. Fijo la mirada en su hermana, quien ha reaccionado igual que yo, y luego la desvío hasta Fred.

—¡No! —gritamos los tres al unísono.

La pelo azul pega un brinco, asustada. Nos observa a cada uno de nosotros, como si no entendiera lo que está ocurriendo.

—Vomita para la izquierda —le ordena la pelirroja, empujándola hacia a mí.

Abro la boca con indignación. Ah, no. De eso nada.

—Ni de coña. Vomita para la derecha —objeto empujando su cuerpo hacia Ann.

—¿Qué cojones? —La voz de Turner hace acto de presencia—. ¡Qué vomite fuera de mi coche!

Andriu vuelve a reírse de esa forma tan espeluznante como la vez anterior. Todos nos quedamos mirándola, aguardando a que diga haga algo. No puedo evitar acurrucarme contra la puerta para estar lo más lejos de ella posible por si le entran las primeras arcadas, pero ni una sola llega. Ella continúa con esa sonrisa de tonta pegada en la cara, mirando a la misma nada y sumergida por completo en su mundo interno.

Voy a darle un suave meneo para que vuelva en sí. Ella levanta una de sus manos de golpe y la pone a la altura de su cabeza, llamando nuestra atención.

—Falsa alarma —asegura.

Un suspiro de alivio sale de nuestros adentros al mismo tiempo. Fred se gira hasta quedar de frente al volante y, después, hace sonar el claxon del coche un par de veces para captar la atención de su amigo, cosa que consigue. Axel tira el cigarrillo al suelo y, tras apagarlo con un pisotón, camina hacia aquí a un paso normal. Una vez que ha llegado, abre la puerta del copiloto y se sienta en su sitio. La hermana de Ann se remueve al sentir el aire frío colarse en el automóvil. Cuando él la vuelve a cerrar, se abrocha el cinto de seguridad.

El silencio reina en el lugar y veo que nadie está por la labor de romperlo. Turner mueve el volante hacia la izquierda para salir del aparcamiento, despacio y con cuidado de no llevarse por delante a algún coche de los que circulan a estas horas por la carretera. En cuanto estamos fuera, el moreno empieza a conducir todo recto.

Andriu apoya su cabeza en mi hombro, apenada. Sus ojos están fijos en Axel, quien se mantiene observando por su ventanilla. Debe de ser duro para ella que él no la quiera perdonar. Respiro hondo y me mentalizo de que todo el trayecto va a ser así, todos callados y sin hacer el más mínimo ruido. Sin embargo, al divisar la mano de Axel dirigirse hacia el reproductor de música, siento como la incomodidad que deambula en el silencio va decayendo. Conservo la esperanza de que ponga algo de música y el camino sea más llevadero. Nada más encenderlo, una canción en un idioma que no soy incapaz de reconocer, se adentra en mis oídos.

—¿Alemán? —indaga Williams, poniendo la mirada en su amigo.

—Sí. —Se encoge de hombros el moreno—. ¿No has escuchado nunca a Ramnstein?

—¿Qué es eso? —Arruga la nariz—. Bueno, da igual. Pongo otra.

Presiona el botón, dando paso a la siguiente canción. Esta vez sí consigo reconocer el idioma en el que la chica está cantando; es italiano. Axel frunce el ceño, nada conforme con la música que Turner tiene en su reproductor. Sin más demora, vuelve a apretar el botón para cambiarla otra vez. Esta nueva melodía es cantada por un chico mexicano, el acento que utiliza me lo deja claro.

—¿Es que no tienes una maldita canción en nuestro idioma? —se queja Axel—. ¿No tienes nada de Bon Jovi?

Fred enseña su dentadura en una sonrisa que le da una respuesta negativa a su colega. Williams sigue pasando de canción en canción hasta que encuentre una en inglés, pero tengo el presentimiento de que no va a dar con ella. Yo no tengo problema en escuchar música en otras lenguas, no me entero de nada, pero me gustan.

—¿Por qué no pones la de "Jakuna patata"? —La voz de Andriu se hace presente en el lugar.

"Hakuna matata" —le corrige la pelirroja.

Axel pasa olímpicamente de la opinión de Andriu y prosigue en su búsqueda desesperada de una canción que logre agradarle. Tras un minuto de eterna insistencia, se rinde, cosa que agradezco. Ya me estaba empezando a marear por su culpa. Si va a estar así, es mejor que no ponga nada.

—Mira, voy a poner la radio. Al menos me entero de lo que dicen —sentencia él.

Williams pone una emisora al azar, en la que una chica está comentando las noticias que ya se han tenido que dar esta tarde. ¡Y maldito azar! Casi mejor que prefiero el popurrí incesante de canciones. Incluso Fred, que nota mi inmenso temor a ser descubierta, se dispone a apagarla, pero su compañero se lo impide agarrándole de la muñeca.

No sé si recordaréis el nombre de Axel Williams Hale —cuenta la reportera—, pero ha sido confirmado, hace pocas horas por el canal de noticias, que el caso de este joven asesino ha sido reabierto por una policía novata de la comisaría de Nueva Orleans. Después de que llevaba años cerrado...

Turner se deshace de la sujeción de su amigo y apaga la radio antes de que la mujer siga hablando. Axel le reprocha su acción con una mirada cargada de seriedad; él quería seguir escuchando lo que estaban diciendo sobre su caso. Yo me escondo en el asiento, haciéndome pequeñita en el sitio y queriendo que este me trague y me expulse en la carretera. Sin embargo, es obvio que eso no me va a suceder. Tal vez pueda abrir la puerta y saltar del coche en marcha. Sé que es la idea más estúpida que se me ha pasado por la mente. A parte de que resultaré sospechosa, me haré tal daño que acabaré con algún hueso rosto. Pero estoy ebria y mis pensamientos de mierda se me perdonan. ¡Qué asco de medios de comunicación! Estoy infiltrada, se supone que esta información debía quedar oculta hasta que consiguiese mi objetivo.

—Han reabierto mi caso —murmura Axel—. ¿Es que no pueden dejarme en paz?

—Pero no pasa nada —le quita importancia la pelo azul—, tú no...

—¡Cierra la boca, Andrea! —le ordena él, echándole una mirada amenazante que logra ponerme la piel de gallina.

Con este simple acto, las sospechas que tenía de que Andriu sabe muchas cosas con respecto a Axel, se reafirman. Ella sabe la verdad. Sabe que es inocente. Me hubiese gustado haber aprovechado su estado de borrachera para sacarle esos datos que guarda bien bajo llave en su interior, pero en ningún momento la han dejado sola cuando ya llevaba unos cuantos tragos de más. Fred me hubiese parado como hizo desde un principio para que no pudiese llevar a cabo mi misión. Él no quiere que yo descubra lo que pasó en realidad.

En el coche vuelve a reinar el silencio. Lo único que pueden percibir mis oídos es el aire pasando por la carrocería del automóvil, los neumáticos recorriendo la carretera, el sonido del motor rugiendo cada vez que el moreno acelera y los intermitentes cuando es necesario encenderlos. Por todo lo demás, estamos callados y sin música puesta.

El tiempo pasa con una lentitud aplastante; cada vez tengo más ganas de que lleguemos a nuestro destino para salir de aquí. Esto se ha convertido en una tortura cargada de una tensión que se podría llegar a cortar con un cuchillo. Tras unos cuantos minutos, alcanzamos la primera parada: la de Ann y Andriu.

Fred aparca cerca del bordillo de la acera, justo enfrente del portal en el que las dos hermanas residen. La pelirroja desabrocha su cinturón y el de la pelo azul a la vez. Luego se baja y espera a que la otra haga exactamente lo mismo. Sin embargo, ella parece tener problemas para desplazarse al otro asiento y salir.

—Venga, que no tenemos toda la noche —le apresura su hermana.

—No me presiones —murmura esta poniéndose en pie—. Repámpanos, que alguien pare el mundo. Esto no para de moverse.

Andriu apoya su rodilla derecha sobre el asiento en el que estaba Ann y su mano en el respaldo del sitio en el que se encuentra Axel, para así poder mantener el equilibrio.

—Andrea, por Dios. Trae, dame la mano. —La pelirroja se la tiende y Andriu la estrecha con fuerza.

—Ay, qué me caigo —dice la pelo azul tambaleándose peligrosamente hacia los lados.

Ann rueda los ojos y pega un suave tirón de su hermana para hacer que dé un paso hacia ella, pero Andriu prefiere seguir ahí inmóvil, quejándose de las muchas vueltas que le da la cabeza y con la mirada fija en el suelo. Fred decide intervenir, por lo que se quita el cinturón y se baja del coche para después acercarse al lado en el que su amiga es incapaz de salir por la puerta. Él le ofrece otra mano, cosa que Andriu acepta sin demora alguna.

Esto va a acabar con uno de los tres en el suelo, lo estoy viendo venir.

La chica aparta la rodilla del asiento y adelanta un paso. Al hacer esto, su cabeza choca con el techo del automóvil, provocando que esta suelte un grito sordo de sus adentros al mismo tiempo que se encoge en el sitio.

—Venga. Baja primero un pie y luego el otro —le aconseja el moreno.

Andriu obedece sus palabras y, por fin, logra bajar del coche sin causar un accidente más grave. Una vez que está fuera, su hermana la abraza por la cintura y hace que pase uno de los brazos por sus hombros para poder sujetarla mejor y evitar así una caída.

—Te ayudo a subirla a casa —agrega él.

Ann asiente con la cabeza, agradecida por su ayuda. Los tres caminan entre tropezones por parte de la ebria hacia el portal del edifico. Cuando llegan, suben el pequeño escalón que hay a la entrada, y desaparecen tras la puerta que se va cerrando con lentitud. Desvío la mirada y la pego en el cuello de Axel, quien mira por la ventanilla a un punto fijo. Respiro hondo y miro mis manos entrelazadas sobre mis piernas, jugando con mis dedos para aguantar la ausencia de ruido que parece que seguirá existiendo en el lugar por un largo tiempo. En cambio, la repentina voz de Williams hace que me trague mis palabras mentales.

—¿Cómo vas por ahí atrás? ¿El alcohol sigue haciendo estragos en tu cuerpo? —pregunta con cierta burla.

—No, estoy bien. —Sonrío de oreja a oreja—. Oye, Axel...

—Dime, princesita.

Carraspeo la garganta y trago saliva. A pesar de que estoy pensando bien lo que estoy a punto de decir, mi cerebro no procesa bien la confesión que se ha colado entre mis neuronas hasta salir disparada por mi boca como una bala ansiosa por dar en el centro de la diana.

—Te quiero mucho.

La respiración se me corta en el instante en el que escucho mi voz pronunciando esa corta frase, la misma que llevo días reteniendo en lo más profundo de mi ser para no causar más daño del que ya estoy haciendo. Noto mis mejillas arder por la sangre que se ha amontonado en ese lugar y veo como Axel abre los ojos de par en par, perplejo.

—¿Qué? ¿Y eso a qué viene? —Se ríe, nervioso.

Yo, simplemente, me encojo de hombros.

—No, no. —Niega con la cabeza y me mira—. El alcohol te está afectando todavía. No sabes lo que dices.

—Sé lo que digo —aseguro.

—No, no lo sabes. —Vuelve a negar—. No puedes quererme. No puedes querer a un asesino.

Me quedo mirándole con detenimiento, sin decir nada al respecto y viendo como dirige la mirada hacia la ventanilla nuevamente. Suspiro y me sumerjo en el silencio, aguardando a que Fred aparezca y me lleve a casa. No puedo creer que siga insistiendo en que es el culpable de aquellos asesinatos. No entiendo cómo es que no se da cuenta de que no me creo ninguna de esas cosas que tanto dicen de él. Ya sean las personas a su alrededor o las palabras escritas en el informe.

—Kris... —Me mira—. Creo que yo...

—Ya he vuelto. —La voz de su amigo le interrumpe, haciéndole callar en el acto.

Que inoportuno. Él entra en el coche y, tras cerrar la puerta, se abrocha el cinto. En el momento en el que arranca, Axel dice lo siguiente:

—Creo que me voy a ir andando.

Se desabrocha el cinturón de seguridad y abre la puerta. Pero antes de que pueda poner un pie fuera, Fred le frena.

—¿Qué dices? Te acerco a casa.

—No hace falta, quiero tomar el aire. —Dicho esto, Williams sale del coche.

Tras volver a cerrar la puerta, comienza a caminar hacia el frente con las manos metidas en el interior de los bolsillos de su chaqueta y la cabeza agachada. Esto sí que ha sido raro.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro