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👑 Capítulo 47

Finalizada la hora de visita, Axel y yo nos dirigimos hacia la salida del centro hospitalario. Fred le ha llamado hace unos minutos para saber nuestro paradero, así que supongo que nos debe de estar esperando fuera o debe de estar a punto de llegar. Desde que hemos salido de la habitación del chico terminal, no hemos intercambiado palabra alguna. Él porque está a gusto en el silencio que nos rodea, lo sé por otras veces que hemos estado en la misma situación; y yo porque sigo pensando en la confesión que Ángel me ha dado acerca de Williams. Habla de mí, él le ha hablado de mí; y por la cara del muchacho al revelarlo y la reacción del involucrado, sé que no ha sido para mal.

En cuanto llegamos a la salida, me abrocho de nuevo la chaqueta para evitar que el aire frío me penetre en los huesos y mi condición empeore. El efecto de la pastilla que me he tomado esta mañana ha ido desapareciendo y vuelvo a notarme cansada, con la temperatura corporal alta y la tembladera de mi cuerpo activa. Incluso mi acompañante se ha dado cuenta, ya que ha querido avisar a algún médico de los alrededores para que me atienda, pero yo se lo he impedido porque tampoco estoy tan mal. Sin embargo, de vez en cuando, noto como me echa rápidas miradas para ver si mi estado empeora, mejora o me mantengo igual.

Al poner las manos en la puerta para empujarla y así poder salir, carraspeo con la garganta y comienzo la conversación.

—Con que le hablas a Ángel de mí, eh. —Le miro con una ceja arqueada y le sujeto la puerta para que él pueda pasar.

Este mete su labio inferior en su boca y clava sus dientes en él con suavidad, escondiendo una tímida sonrisa.

—Sí —afirma—. Le he dicho que tenga cuidado contigo, ya que tiendes a robar y a acosar a las personas.

Caminamos unos cuantos pasos hacia el frente, alejándonos de la entrada del hospital. Axel echa un vistazo a su alrededor para comprobar si su amigo está por aquí o todavía no ha llegado. Realizo su misma acción. El moreno no se encuentra por ninguna parte, habrá que esperarle.

—No soy una acosadora. —Cruzo los brazos sobre mi pecho—. Además, tú no eres el más indicado para hablar. Le robas el zumo a un niño enfermo.

Axel suelta una sonora risotada.

—¡Qué solo fue un sorbo! —protesta.

Una breve carcajada sale de mis adentros debido a su contestación. Axel mete sus manos en los bolsillos de su abrigo para entrar en calor mientras echa otro vistazo por el lugar con el mismo objetivo de antes: encontrar a Fred. Dirijo la vista en la dirección en la que él la tiene puesta y el nombrado aparece en mi campo de visión junto con una chica con el cabello teñido de un rojo muy intenso. Su cabello es largo y liso. Conforme se van acercando, averiguo que es algo más bajita que yo. Ella va abrazada al brazo derecho de Turner. Puedo notar como se aferra a él a cada paso que dan hacia aquí.

—¿Cómo está Andriu? —inquiero en el momento en el que llegan hasta nosotros.

—Está algo mejor —responde Fred, sonriente—. Os presento a Ann, es la hermana de Andriu. A ti ya te he hablado de ella muchas veces. —Esto último se lo dice a su amigo, el cual asiente con la cabeza confirmando las palabras del moreno.

Los ojos color miel de la chica se posan en mí.

—Tú debes de ser Kristen. —Sonríe, amable.

—Así es, encantada de conocerte. —Le devuelvo el gesto.

Ahora dirige la vista a Axel, con una expresión seria en su rostro.

—Y tú tienes que ser una de las famosas bestias de las que tanto hablan. —La voz le tiembla.

Williams mueve la cabeza en respuesta afirmativa, sin más. La pelirroja traga saliva y aprieta el brazo de Fred entre sus dedos, como si le hubiese entrado el miedo de repente. El moreno sisea por el dolor que la chica está infringiendo sobre él sin darse cuenta, como queja para que ella deje de hacerlo. Ann afloja el agarre al notarlo y se disculpa con la mirada y una sonrisa nerviosa.

Le teme. Ann teme a Axel.

—Bueno, Kristen. —Suspira Fred—. Quería decirte que hay una fiesta en tu honor esta noche para darte la bienvenida a nuestro bando.

Ruedo los ojos y expulso el aire contenido en mis pulmones con frustración. Estoy harta de las fiestas que los Árticos organizan. Recuerdo, por lo que me dijo Axel, que las fiestas del polideportivo son para atraer gente y venderles su mercancía; también para reclutar personal para la venta de drogas.

No me hace ni pizca de gracia asistir a ellas, pero si voy, es posible que pueda sacarle información útil a alguien para que me ayude con la investigación del caso. Tal vez pueda convencer a Fred de que me explique más cosas, como esa historia que me contó ayer por la noche, la cual yo aseguro que es falsa. O a Andriu. Con ella aún no he tenido oportunidad de hablar sobre el tema. Mientras que a Ann... bueno, ella no creo que me sea de ayuda. Le tiene miedo a Axel, por lo que no sabe absolutamente nada, se ha limitado a creerse lo que se dice de él en las noticias y en las personas que viven por aquí. Si no fuera así, creo que actuaría de forma indiferente cuando está cerca de él, como hacen los demás.

Tras haber meditado mi respuesta, le hago un gesto para que sepa que acepto ir. El moreno sonríe.

—Bien, pues será en una discoteca. En Black castle —informa—. Los policías tienen el polideportivo rodeado a causa de la muerte de la chica.

Me acuerdo de haber escuchado a Jayden decir que los miembros del cuerpo policial peinarían la zona. Al menos esta fiesta será legal.

—De acuerdo. ¿A qué horas es? —indago.

—Once de la noche, bella flor. —Me guiña un ojo y agrega—: Pasaré a buscarte un cuarto de hora antes, ¿vale?

—Vale.

Axel se remueve en el sitio, captando por completo mi atención y la del resto. Cuando dirijo la mirada hacia él, le veo buscando algo entre los bolsillos de su abrigo y pantalones, pero al cabo de un rato parece darse cuenta de que no lo lleva encima. Se maldice a sí mismo y desiste de su búsqueda. No tardo mucho en darme cuenta de lo que tanto estaba buscando, por lo que se lo hago saber.

—El tabaco, ¿verdad?

Este posa sus ojos en mí y asiente con pesar. Para su mala suerte, me he dejado el paquete dentro de los bolsillos de su sudadera, por lo que no lo tengo aquí conmigo.

—¿Quieres que te lo devuelva? Podemos subir a casa y...

—No —responde de carrerilla—. He podido estar sin fumar seis años, puedo conseguir dejarlo del todo.

Fred se ríe.

—Andriu también está intentando dejar el vicio. Vosotros sois los únicos fumadores aquí —comenta este—. Apuesto por Andriu. Ann, Kris, ¿vosotras por quién?

—Por mi hermana. —La pelirroja alza la mano.

—Axel. —Me encojo de hombros.

Miro al dueño del nombre que he pronunciado y veo cómo me sonríe, cómplice. Williams respira hondo y luego expulsa el aire de golpe.

—Te veo mañana —me dice él dándome un suave golpe con su puño en el hombro.

—¿No vendrás a la fiesta? —inquiero.

Él niega con la cabeza y, a continuación, se da la vuelta y se marcha sin despedirse siquiera de su amigo y la hermana de la pelo azul. La actitud tan alegre que tenía esta mañana ha caído en picado. Debe de ser por la charla que hemos tenido antes en el pasillo; desde ese momento se ha comportado de manera distante y se ha aislado del ruido todo lo que ha podido. No participaba mucho en la conversación que Ángel y yo estábamos teniendo sobre varias anécdotas que el muchacho vivió hace unos años, solo se mantenía sumergido en sus pensamientos. Y él lo ha notado, sin embargo, se ha mantenido callado, al igual que yo. Y ahora ha pasado lo mismo con su amigo. Ha intercambiado las palabras justas.

Lo único bueno que veo de que Axel no venga a la discoteca con nosotros, es que podré interrogar a mi antojo a sus amigos sin tener que preocuparme de que él esté al tanto de mis intenciones o no. Me facilita el trabajo en ese aspecto.

—Voy a ir con él, a este la pasa algo —nos avisa el moreno—. Nos vemos esta noche, chicas.

Dicho esto, Turner se aparta del agarre de la pelirroja después de acariciarle la mejilla con ternura y se va tras su amigo, quien ya está bastante lejos de nuestra posición. Como era de esperarse, Fred también se ha percatado de que algo no anda bien con Axel.

—Puedo acompañarte a casa, si quieres. —Ann me saca de mi embobamiento—. Así podremos conocernos un poquito por el camino.

—Claro, muchas gracias —agradezco sonriente.

🐈

Nada más llegar a casa, me quito la chaqueta de encima y dejo que el calorcito que desprenden los radiadores de mi hogar mi inunden por completo. No hay nada más placentero que entrar en un lugar calentito luego de haber estado congelándote fuera por un buen rato.

De camino a casa he estado charlando con la hermana de Andriu. Es una chica simpática, alegre y tímida, pero se desenvuelve con facilidad después de un tiempo manteniendo una conversación cómoda. Ella también pertenece a los Árticos, pero por cómo hablaba de ello me he dado cuenta de que no le gusta estar metida en ese bando. Directamente no le gusta estar involucrada en temas de droga y criminalidad. No me ha contado mucho acerca de esto, pero lo he supuesto por las caras de que ponía al decirme algunas de las cosas por las que ha pasado en las entregas. Las mafias a las que le ha tocado comprarles o venderles la mercancía le han hecho varias jugarretas que podrían haber acabado en desgracias de no ser por la pelo azul. Ella le acompaña a todos los trabajos que tiene que hacer. Se protegen mutuamente.

Diviso a una bola de pelo de color negra caminar hacia donde estoy con pasos lentos y cautelosos. Cuando mi bicho está cerca de mí, me agacho y le regalo una caricia en lo alto de su cabecita. Acto seguido, me dirijo hacia mi habitación. Tras dejar mi prenda de abrigo sobre el colchón, me dispongo a sacar las cosas de la investigación de debajo de la cama. Me arrodillo en el suelo y las alcanzo. En el instante en el que pongo atención en la cartulina, frunzo el ceño. Todos los nombres de los sospechosos, víctimas y testigos están tachados con un rotulador rojo a excepción del de Axel. Este está rodeado con un círculo y bajo las letras del mismo pone lo siguiente:

"Axel es el culpable, deja la investigación."

Enseguida pienso en Fred. Él es el único que ha podido hacerlo. Nadie más ha tocado está información que no seamos nosotros dos. Y la verdad es que no me importa lo que me diga, seguiré con el caso hasta el final por mucho que me cueste.

Me levanto del suelo y dejo todos los papeles sobre el colchón. La vibración de mi móvil se hace presente en el interior de mi chaqueta. Lo busco en los bolsillos y descuelgo sin tomarme el tiempo de mirar quien me llama.

—¿Diga?

—Hola, Kelsey. ¿Qué tal vas con el caso? —La voz de Rosa se adentra en mis oídos.

—Estaba ahora echándole un vistazo. —Miro los garabatos que Fred ha hecho en la cartulina.

—Entonces mejor te llamo en otro momento para que puedas trabajar tranquila —comenta mientras me la imagino con una de sus agradables sonrisas pegada en la cara.

—Espera, Rosa —la detengo—. ¿Sabes algo de Marshall?

—He estado hablando con él por teléfono hace un rato. ¿Por qué?

—¿Sabes por qué le despidieron?

El silencio se abre paso entre nosotras.

—Sí —admite—. Le han despedido por darte el permiso de reabrir el caso de Axel. Él no estaba autorizado para hacerlo, al parecer no podía. Aunque no lo veo muy claro. Pero esto no se lo digas a nadie, cariño. —Baja el tono de voz.

Yo tampoco lo veo muy claro, tengo un mal presentimiento de todo esto.

—No diré nada. —Niego—. ¿Te ha dicho algo más?

—Sí, pero ahora no puedo hablar. Estoy en comisaría y tengo la sensación de que me vigilan —susurra—. Llama a Marshall, él te contará todo.

—De acuerdo. Adiós.

—Hasta luego, Kelsey. —Cuelga.

El señor Meadows me dijo que hablaría con el juez para que pudiera reabrir el caso. No entiendo por qué le han despedido de forma temporal por darme el permiso. Bueno, sí que lo entiendo. No le han echado porque no tuviera permitido hacer eso, le han echado porque lo ha hecho. Hay alguien que no quiere que la verdad salga a la luz, y como Marshall me ha abierto el camino para poder resolver este misterio, se han deshecho de él. Ahora estoy más convencida de que Dean tiene mucho que ver en este asunto.

Sin perder más tiempo, marco el número de mi exjefe.

Un pitido, dos pitidos, tres pitidos, y...

—¿Kelsey? —contesta Marshall al otro lado de la línea.

—Le han dicho que el motivo de su despido era que no tenía permitido reabrir el caso de Axel —confirmo de carrerilla.

—No me trates de usted, no soy tu jefe. —Suspira—. Sí, eso es lo que me han dicho. Cuando se cerró el caso me dieron la orden de no dejar que nadie lo tocase.

—¿Y por qué me dejaste seguir? Si me hubieses explicado la situación...

—Te dejé seguir porque sé que podrás resolverlo —me interrumpe—. He visto tus notas en la carrera de criminalística. Fuiste la tercera en tu clase, es un gran logro.

—Gracias, Marshall. Pero creo que la razón por la que te dieron esa orden y por la que ahora te han despedido es porque quieren callarnos. No quieren que la verdad se sepa.

El silencio hace acto de presencia, haciéndome creer durante unos segundos que se ha cortado la llamada, pero todo esto desaparece de mi mente cuando él vuelve a hablar.

—Lo sé, niña. Me he dado cuenta de ello, aunque un poco tarde —se lamenta—. Mira... llevo toda mi vida pensando que Axel fue el asesino de mi amiga, pero ahora ya no estoy tan seguro de ello. He vivido engañado todo este tiempo y Rosa también. Nos dijeron que tenían las pruebas suficientes para culparle, pero todo eso era mentira. Y creo que tú ya lo has podido comprobar.

Ahora comprendo por qué Rosa me aseguró que todo estaba en orden en el informe oficial. Porque a ella también la engañaron, no lo leyó.

—Así es. —Asiento—. La única prueba válida que hay es la testificación de Dorian Brad.

—Sí. Suponiendo que no haya mentido.

Lo más posible es que haya mentido.

—Marshall, quiero pedirte una cosa. —Sujeto mi labio inferior entre mis dientes.

—¿Cual?

—Quiero que me ayudes con el caso.

La ausencia de ruido nos envuelve y me vuelvo un poco impaciente cuando noto que su respuesta no llega.

—¿Cuándo empezamos? —accede, haciendo que una sonrisa se dibuje en mi rostro.

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