👑 Capítulo 45
Las puertas del ascensor de comisaría se abren, dejándome ver un gran revuelo por parte de todos los que trabajamos en la primera planta. Los presentes han dejado sus puestos de trabajo para observar algo que sus cuerpos no me permiten ver. Frunzo el ceño y me encamino hacia a ellos. Intento abrirme paso para poder acceder al pasillo que están obstruyendo, escuchando quejas a mi espalda por los leves empujones que voy dando.
En el momento en el que consigo ponerme en la primera fila, un hombre que me resulta completamente desconocido, aparece en mi campo de visión. Él es alto, tiene los ojos oscuros, el cabello corto, de color negro y perfectamente peinado hacia atrás, musculado y de unos cuarenta y tantos años de edad. Este se encuentra hablando seriamente con Marshall justo enfrente de la puerta de su despacho, mientras los trabajadores de nuestro alrededor cuchichean diversas cosas de lo que puede estar ocurriendo. Desde luego, a mi jefe no se le ve muy feliz, por lo que deduzco que algo va mal.
Trago saliva y me preparo para intervenir.
—Señor Meadows —pronuncio su nombre con la voz un tanto temblorosa.
Las miradas de mi jefe y del otro hombre se ponen sobre mí, haciéndome sentir pequeñita por unos breves instantes.
—Ven, pasa a mi despacho. —Su rostro se entristece—. Y vosotros, a seguir trabajando. Aquí no hay nada que ver —les ordena a mis compañeros.
Asiento con la cabeza viendo como Marshall se adentra en su oficina. Camino hacia la entrada, con pasos lentos y mirando de reojo al hombre que estaba hablando antes con mi jefe. Él se me queda mirando como si fuera la cosa más sorprendente de la comisaría, y no me da muy buena espina. Sin prestarle mayor atención, paso por su lado y entro en la sala. Tras cerrar la puerta detrás de mí, doy un par de pasos hacia el frente.
Doy un rápido escaneo al lugar y me estremezco. Todas las pertenencias del señor Meadows están guardadas en dos cajas de cartón que hay sobre su escritorio. Las paredes, estanterías y muebles están casi vacías.
—¿Le... le han despedido? —cuestiono con un nerviosismo claro en mi voz.
Poso los ojos en él al mismo tiempo que acorto la distancia entre nosotros.
—No. —Niega con la cabeza y yo suspiro aliviada—. Me han echado del caso. Ahora, ese hombre de ahí fuera será tu jefe hasta que termines el trabajo. —Señala la puerta.
Mi cuerpo se tensa ante sus palabras y las manos me comienzan a sudar. La tranquilidad que me había invadido al saber que no le han despedido, desaparece en el acto. Esto no me está dando muy buena espina.
—¿Por qué razón le han reemplazado? —me atrevo a preguntar.
Marshall suelta un sonoro suspiro, abatido.
—Tengo mis sospechas, pero no estoy cien por ciento seguro de ello. —Se encoge de hombros—. Escúchame, Kelsey. No pueden cerrarte el caso que estás llevando acerca del asesinato, así que, si tan segura estás de la inocencia de Axel, demuéstralo. Que nada te frene.
—De acuerdo, señor Meadows.
—No me llames así, ya no soy tu jefe —me dice en un susurro que logra entristecerme—. Mira, cuando ocurrió lo de los asesinatos pedí llevar el caso; solo me dejaron colaborar debido a la relación que tenía con una de las víctimas, supuse que no querían que eso influyera en la investigación. —Mira de reojo la entrada de su despacho, temiendo a ser interrumpido—. Kelsey, nunca me dejaron leer ese informe. Decidí hacerlo cuando tú te saltaste las normas solo para conseguir el oficial. —Baja el tono de voz para evitar ser escuchado—. Todos esos cabos sin atar que hay en este asunto son solo por una razón, encuéntrala. Me creí todo lo que me dijeron como un imbécil, no cometas mí mismo error.
Proceso toda la información que Marshall me ha revelado y enseguida doy con un posible motivo de su despido temporal. Él ya sabe que algo anda mal, sabe que tengo razón sobre la inocencia de Axel. Le han relevado por eso, por saber demasiado. Ahora sé que no debo fiarme de mi nuevo jefe, estoy segura de que él tiene mucho que ver en esto. No es una coincidencia que decida aparecer cuando, poco a poco, estamos destapando la verdad.
Abro la boca para decirle al señor Meadows lo que pienso acerca de lo que está ocurriendo, pero el sonido de la puerta abriéndose me hace callar de forma inmediata. El hombre desconocido pasa sin siquiera pedir permiso para hacerlo y se posiciona a mi lado. Esto provoca que, como acto reflejo, me aparte unos pasos de él; este se percata de mi acción, por lo que un indicio de sonrisa se hace presente en sus labios.
—¿Tiene sus cosas listas para irse? —cuestiona el hombre, refiriéndose a mí ya exjefe.
—Sí, ya me voy —responde él.
El señor Meadows recoge las cajas con sus pertenencias entre sus brazos, con fuerza y cuidado para que estas no se caigan al suelo. Tras echarme un rápido vistazo que interpreto como si estuviera dándome ánimos, sale del lugar sin prisa alguna.
La habitación se queda en silencio, causándome una incomodidad que no soy capaz de mantener a raya. Trago saliva y me atrevo a mirar al hombre que tengo al lado. Este se gira un poco hacia a mí para tenerme de frente y, a continuación, se presenta.
—Soy Dean Blake Collins. Encantado de conocerla, señorita Davenport. —Me tiende la mano con educación.
—Un placer. —Se la estrecho.
El tacto de su piel me da escalofríos. Intento disimularlos tanto como me es posible.
El señor Collins deshace nuestro agarre y se lleva las manos a los bolsillos de sus pantalones. Allí hunde sus dedos y me echa una mirada analizadora.
—Uno de sus compañeros me ha informado de que el señor Williams se encuentra en el colegio Santilois —me hace saber—. Vaya y no le quite el ojo de encima, ¿quiere?
Este eleva una de sus cejas y me observa de manera inquisidora.
—Por supuesto, señor.
Dean se echa hacia un lado para dejarme el paso libre. Hecho esto, me hace un gesto con la mano, señalando la salida del despacho. Con la intención de pasar el menor tiempo posible junto a él, obedezco su mandato y me marcho para cumplir con mi objetivo. Lo único que espero es que Axel me deje hablar, porque estoy muy segura de que no me quiere ver ni en pintura ahora mismo.
🐈
Le voy dando vueltas a la excusa que he creado durante el trayecto para justificarle a Axel la razón por la que realicé la iniciación. No quiero seguir mintiéndole, pero me es necesario si quiero liberarlo de las cadenas que lo atan a su pasado. Aunque cuando se entere de todo lo que le he estado ocultando terminará por odiarme, pero sé que habrá merecido la pena, porque habré conseguido salvarle. Y eso, ahora mismo, es lo único que importa.
Una pequeña cantidad de padres, madre e hijos aparecen ante mis ojos según me voy acercando al colegio en el que estudia Phillip. A lo lejos diviso a Charlie con su hijo menor agarrado de la mano, seguramente esperando a que el edificio abra sus puertas para que los niños puedan empezar sus clases. Me quedo parada a pocos metros de un paso de cebra, en busca del chico que me interesa. No tardo en dar con él justo en la calle de enfrente, en la misma esquina de la otra vez, observando a su hermanito de espaldas a mí.
Cruzo la carretera hasta llegar a la acera del otro lado, notando una ligera tembladera en mis piernas y manos, causa del nerviosismo que Axel me provoca últimamente. Temo que me mande a la mierda en el momento en el que abra la boca, ayer se le veía bastante molesto conmigo. Y la verdad es que está en su derecho, hizo todo por salvarme la vida y él piensa que estoy desperdiciando las diversas oportunidades que me ha brindado al hacerlo. Sin embargo, se pasó bastante al hablarme de aquella forma. Me dolió.
Cuando estoy a una escasa distancia de él, me paro a coger aire y armarme de valor.
—Axel —pronuncio su nombre con una firmeza que me sorprende.
Veo como este se tensa al escucharme, los músculos de su espalda se han encogido de repente.
—Me gustaría hablar contigo —agrego.
—Vete. —Es lo único que me da como contestación.
Suspiro ante su orden. No está por la labor de querer entablar una conversación conmigo.
—Tengo una explicación que darte.
—Ahórratela, no tienes por qué explicarme nada. Es tu vida y puedes hacer con ella lo que quieras. —Dicho esto, Axel me echa una rápida mirada por encima del hombro, sin intención alguna de darse la vuelta—. Márchate, por favor. Sigue por tu camino, que yo seguiré por el mío.
Vuelve a poner la vista al frente, en su hermano y su padre. Avanzo los pocos metros que me separan de él y le doy un suave empujón con las palmas de mis manos cerca de sus omóplatos para así llamar su atención. Este, al fin, se da la vuelta para enfrentarme. La expresión de su rostro es neutra, ya ni siquiera se molesta en mostrarme lo enfadado que puede llegar a estar conmigo como lo hizo la noche anterior.
—Quiero que me escuches —sentencio.
Cruza los brazos sobre su pecho a la vez que desvía la mirada hacia la derecha, como si no quisiera mirarme a los ojos mientras expongo mi excusa. Trago saliva y ordeno bien mis ideas.
—Lo he hecho por mi hermana —confieso, notando un nudo en la garganta que me hace sentir mucho más culpable de lo que ya me siento—. Ella está enferma y necesito el dinero para poder pagar su operación. Mis padres están divorciados y ambos sin trabajo, por eso me presenté para hacer la iniciación de tu bando. Porque se gana más dinero que robando.
Sus iris oscuros se cruzan con los míos y, en ese instante, noto como el mundo se me viene encima. Se lo está creyendo tan fácilmente que me mata. Todo lo que ha salido de entre mis labios es mentira. La única verdad que he pronunciado es la de que mis padres están separados, no tengo ninguna hermana y tampoco problemas económicos para pagar una operación inexistente.
—De nada le servirá a tu hermana el dinero si tú mueres por conseguirlo —comenta avanzando un paso hacia a mí, lo que hace que yo lo retroceda sin darme cuenta.
—Mi hermana vale muchísimo más que yo —susurro.
—Eso depende de la persona. —Descruza los brazos y mete las manos en los bolsillos de sus vaqueros—. Para otra gente, tú eres la que vale más.
En cuanto dice esto, veo como esconde una sonrisa en sus labios que me parece de lo más tierna. Sus palabras hacen que me pregunte si se estará refiriendo a mí, a que yo soy alguien importante para él, alguien que él considera que vale más que nadie.
—Me da igual como de importante sea para el resto. —Niego con la cabeza—. Para mí, mi hermana, lo es por encima de todas las cosas.
Relaciono mis palabras con Axel en el acto. Es él el importante aquí. Le considero alguien significativo en mi vida.
Axel respira hondo y me observa con detenimiento.
—¿Por qué no me lo dijiste? —indaga—. Yo ya estoy metido en estos temas, habría ido a hacer las malditas entregas solo para darte a ti el dinero.
El corazón me pega un vuelco y siento dolor en el estómago. Todo esto de las mentiras, mi trabajo... va a acabar conmigo.
—Porque esa carga no te corresponde. —La voz se me quiebra al final de la frase.
—¿Me dejas tu móvil? —Me enseña la palma de su mano para que se lo entregue—. Quiero darte mi número.
Asiento con la cabeza y, después de haberlo sacado de su sitio y haberlo desbloqueado, se lo doy. Él teclea durante un par de segundos, quizás más, y me lo devuelve.
—Siempre que tengas que hacer una entrega me llamas. —Señala el dispositivo en mis manos—. Ahora, ¿me acompañarías a ver a Ángel?
—Claro. —Sonrío.
—Bien. —Me devuelve la sonrisa al mismo tiempo que saca un paquete de tabaco y un mechero de uno de los bolsillos de su abrigo—. Por cierto, te quedaste con sus galletas.
—Sí, lo sé. Si quieres podemos ir a por ellas antes de visitarle.
—Me parece bien. —Saca un cigarro de la cajetilla y le prende fuego.
Se coloca el cigarrillo entre sus labios mientras que se guarda el tabaco y el mechero donde estaban antes. Le da una suave calada y, acto seguido, expulsa el humo sin problema. Parece que ya se ha acostumbrado, la primera vez que le vi no paraba de toser. Enseguida me acuerdo de mi abuela, quien compartía su mismo vicio. Acabó en el hospital en varias ocasiones por ello, casi la perdemos.
—Deberías dejar de fumar —le aconsejo viendo cómo le da otra calada.
Axel me mira por el rabillo del ojo y con una ceja arqueada.
—Tienes razón —admite sacando de nuevo la cajetilla del interior del bolsillo mientras saca el humo de sus pulmones—. Toma, esta será la última vez que fume. Tíralo. Tú me ayudarás a dejarlo.
Pone el paquete sobre mis manos, sin más, y yo le miro un tanto confundida. Axel se da la vuelta de nuevo y observa como su hermano pequeño corre hacia el interior del colegio, el cual ya ha abierto sus puertas. Puedo ver como la nostalgia se apodera de su rostro y como una sonrisa se dibuja en sus labios al presenciar la escena.
—Estar aquí es lo más parecido a seguir teniéndole cerca —murmura para sí mismo, aunque he sido capaz de oírle.
Al decir esto, él le da una tercera calada al cigarro, esta mucha más larga que las dos anteriores. Como si necesitase de ese veneno en mayor cantidad para evadir sus pensamientos.
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