👑 Capítulo 40
Andriu.
—¡Kristen! —grito al ver que su cuerpo desaparece bajo el agua.
Poso mis ojos en los hombres que la han tirado al mar y, en cuanto estoy convencida de que les tengo en el punto de mira, aprieto el gatillo. La bala sale expulsada hacia uno de ellos, pero para mí mala suerte, no llego siquiera a rozarle. Tengo una muy mala puntería, nunca me he puesto a practicarla; las armas no son algo que me guste, y si puedo evitar utilizar una, tomo esa opción de inmediato.
Estos dos chicos aprovechan mi fallo para salir corriendo hacia los contenedores que hay al fondo del puerto. El resto les sigue el paso en el momento en el que se recuperan de los golpes que les ha dado la niñata. Hay que admitir que la chica tiene fuerza y sabe defenderse, si no hubiese sido porque eran cinco contra uno y le doblan la altura y la musculatura, habría salido ilesa.
Alzo la pistola y les apunto con ella a la espalda, sin embargo, acabo por rendirme. No es buena idea malgastar balas en ellos, porque sé de sobra que no le voy a atinar a ninguno y, además, debo ayudar a Kristen a salir de entre las olas. No pierdo más el tiempo y corro hacia el borde del muelle. Una vez aquí, muevo los ojos de un lado a otro en busca de la chica, pero no hay ni rastro de ella. La oscuridad y el oleaje no me ayudan en nada a divisarla.
Comienzo a ponerme nerviosa y no tardo en alterarme. Las manos me sudan y las rodillas me tiemblan al no ser capaz de encontrarla. No me gusta la idea de pensar que ha muerto o que está a punto de morir si yo no hago algo pronto.
—¡Fred! —chillo su nombre, a la vez que desvío la mirada hacia la entrada del lugar.
Espero unos segundos a que él aparezca por esa dirección, pero eso no ocurre.
—No me jodas, tío —murmuro entre dientes.
Me quito la chaqueta vaquera de encima, quedándome únicamente con una camiseta de tirantes blanca. Tiro la prenda al suelo y luego el arma sobre la misma. Vuelvo a mirar hacia el mar, mientras me mentalizo de lo que estoy a punto de hacer. Kristen me va a deber una, y muy buena, después de esto.
Doy unos cuantos pasos hacia atrás para coger carrerilla y, sin darle más vueltas al asunto, empiezo a correr hacia el borde nuevamente. Cuando el suelo está a punto de terminarse bajo mis pies, salto al agua. Justo en el instante en el que el agua toca mi piel al completo, una mueca de molestia se hace presente en mis labios debido a lo helada que está. Muevo mis piernas y brazos para subir a la superficie lo antes posible y así evitar que el oleaje me lleve hacia algún punto en el que no pueda hacer nada ni por la novata ni por mí. Al lograr sacar la cabeza, cojo una bocanada de aire que llena mis pulmones en cuestión de segundos. Acto seguido, nado hacia la pared del muelle y me aferro a ella con fuerza.
No me puedo creer que me esté jugando la vida por esta niñata, le he advertido de los asuntos en los que se estaba metiendo y no me ha hecho caso. Si hubiese sido más lista y me hubiese prestado atención, ninguna de las dos estaríamos es esta situación ahora mismo. Pero no puedo dejar que se ahogue, por muy estúpida e insensata que sea, no se merece algo como esto.
Vuelvo a rastrear la zona rápidamente, con la esperanza de ver algo que me indique la posición exacta en la que se encuentra Kristen. Pero el mar está tan agitado que dudo que ella esté quieta. Solo espero que las olas no la hayan arrastrado hacia el interior, porque entonces no podré hacer gran cosa para ayudarla.
Dejo los pensamientos negativos a un lado y opto por ponerme en acción. Respiro hondo y vuelvo a meter la cabeza en el interior de agua. Hecho esto, nado hacia el fondo al mismo tiempo que muevo los brazos de un lado a otro para ver si toco algo que me indique que la chica está cerca de mí. Abro los ojos todo lo que puedo, notando el escozor del agua salada en ellos, como si haciéndolo pudiese ver lo que hay a mi alrededor. Pero eso no es así, la oscuridad es demasiada. Mi corazón comienza a latir desenfrenadamente, debido a que me estoy quedando sin aire. Los nervios me invaden en su totalidad en cuanto noto como el oleaje me desplaza hacia a saber dónde.
El alma me vuelve al cuerpo cuando mis dedos rozan algo fino y en gran cantidad, lo que hace que lo agarre en el acto con la intención de palparlo y poder averiguar de lo que se trata. Estoy así por unas breves cifras de segundo, con mis pulmones ardiendo por la falta de oxígeno.
¿Qué narices es...? ¡Ah! ¡Pelo, es pelo!
Tiro de él hacia arriba al instante, hasta que mis manos pueden tocar la cabeza dueña de ese cabello. Deslizo las manos por las axilas de Kristen para tener una mejor sujeción de su cuerpo y, luego, empiezo a nadar hacia la superficie. A medio camino me surge una terrorífica duda: ¿Será Kristen a quien estoy salvando? O... ¿Un cadáver de cual han decidido deshacerse aquí?
Un escalofrío me recorre la espina dorsal ante ese pensamiento tan macabro, y la idea de soltar el cuerpo se me pasa por la cabeza como un flash. Aprieto los dientes e intento dejar de pensar en ello, no puedo arriesgarme a algo como eso, no puedo dejarme llevar por el asco y el miedo.
Las últimas burbujas de oxígeno salen a relucir por mi nariz. Nado con más empeño, más fuerza y más rapidez. Las luces del exterior se reflejan en el agua, por lo que puedo ver que me quedan unos pocos metros para poder volver a respirar sin problema alguno. Hago un último esfuerzo y cojo una gran bocanada de aire en el momento en el que mi nariz y boca salen a la superficie. Toso unas cuantas veces.
No me detengo y procedo a sacar la cabeza de la novata de entre la espuma que crea el oleaje. Hecho esto, confirmo que se trata de ella y no de ningún muerto. Aunque bueno, quiero pensar que ella sigue con vida. Tras colocar a Kristen en una posición en la que pueda manejarla mejor, me dirijo hacia la pared del muelle, la cual se encuentra algo alejada de nosotras dos.
—¡Fred! —grito con histeria.
Muevo mis piernas y brazos todo lo que puedo para llegar a nuestro destino antes de que volvamos a hundirnos.
—¡Me voy a cagar en todos tus muertos como no aparezcas! —agrego.
Una cierta cantidad de agua se adentra en el interior de mi boca, haciéndome toser cuando ésta llega hasta mis pulmones.
—¡Fred, joder! —Cada vez me pongo más nerviosa.
Me muevo con mayor rapidez para llegar cuanto antes a la pared. No me gusta la idea de pensar que, en cualquier momento, una ola enorme aparezca detrás de nosotras y nos arrastre hacia sus entrañas para terminar de ahogarnos. Si eso ocurre, tengo muy claro que me haré el fantasma particular de Fred para hacerle la vida imposible.
—Kristen... haz el favor de despertarte y ayudarme a ayudarte —suplico en un hilo de voz apenas audible.
Ella no reacciona.
—¡Fred! —vocifero.
Estiro uno de mis brazos hasta que soy capaz de rozar la piedra del muro; esto provoca que una breve sonrisa se dibuje en mis labios. Sin embargo, cuando el oleaje me aleja del lugar, suelto un grito de frustración.
—Kristen, por favor... —Sollozo a la vez que le echo una rápida mirada.
Un par de lágrimas empiezan a rodar por mis mejillas, mezclándose con la sal del mar. El cuerpo de la novata se me va escurriendo poco a poco, lo que logra desesperarme de sobremanera. Ejerzo una mayor fuerza sobre la sujeción que tengo sobre ella, en un intento de no perderla. Mientras tanto, continúo intentando agarrarme de la pared, cosa que no consigo por más que repito la misma acción.
—¡Andriu, Kris! —Una voz masculina se adentra en mis oídos.
Dirijo la mirada hacia arriba, dirección de la cual proviene la misma. Fred aparece en mi campo de visión, tumbándose boca abajo sobre el suelo para poder alcanzarnos.
—¡Te voy a matar! —le amenazo.
Él ignora mis palabras y me extiende una de sus manos.
—¡Pásame a Kristen! —Me hace un gesto para que haga lo propio.
Hago todo lo posible en acercarme al muro de nuevo y, después, empujo a la chica fuera del agua con la fuerza que me queda en mis extremidades superiores. Mi amigo logra agarrarla de un hombro, lo que aprovecha para cogerle el brazo izquierdo con la mano que le queda libre. Cuando la tiene bien sujeta, tira de ella hacia arriba, hasta que el cuerpo de Kristen sale completamente del mar. Fred se pone de rodillas sobre el asfalto y termina de poner a salvo a la novata. En cuanto la aparta del borde, él vuelve a por mí.
—¡Ahora tú! —Tiende su mano derecha hacia a mí.
Tras extender la mía hacia sus dedos estirados, hago el esfuerzo de saltar hacia él hasta que pueda llegar a tocarle. Pero por muchos intentos que hago, siempre acabo por volver a caer al agua.
—¡Vamos! —me anima, inclinándose hacia abajo.
Las olas comienzan a golpearme con fuerza, haciendo que me sea casi imposible darle la mano. Salto otra vez, ayudándome del apoyo que tengo en la pared y, esta vez, consigo aferrarme a su muñeca. Fred usa su otra mano para agarrar mi brazo libre; hecho esto, hace el mismo proceso que con Kris. Tira de mí hacia arriba, sacándome del agua. Mientras tanto, voy apoyando mis pies contra el muelle para poder ayudarle a sacarme de aquí cuanto antes. En el instante en el que la planta de uno de ellos toca el bordillo, me apresuro a hacer lo mismo con el otro. Una vez que estoy pisando tierra firme y que ya no corro el peligro de volver a caer, le doy un severo empujón a Fred en el pecho, alejándolo de mí de una forma muy brusca.
—¿Pero qué coño haces? —Se queja este, confundido.
Me tomo unos segundos en meter y sacar aire de mis pulmones para tranquilizar mi respiración.
—Te dije... que... ¡salieras del maldito coche por si necesitaba tu ayuda! —espeto, cabreada—. Si hubieses tardado un poco más, estaríamos más que muertas. ¡Imbécil!
—Mi coche es una maldita chatarra, el cinturón se quedó atascado —se defiende.
Le asesino con la mirada, sin intención alguna de continuar discutiendo con él, no serviría para nada. El frío de la noche me cala los huesos, haciéndome tiritar. Poso los ojos sobre el cuerpo de Kristen, el cual está tirado en el suelo. Me arrodillo a su lado con el corazón latiéndome desenfrenadamente. Su piel se ha vuelto de un tono pálido y sus labios se tornan morados.
—¿Respira? —inquiere mi amigo, acuclillándose a mi lado.
Al escucharle, no dudo en acercar mi oreja a sus labios y nariz para comprobar si su sistema respiratorio sigue funcionando con normalidad. Pero ni un fino hilo de aire sale de su interior. Con la preocupación desbordándose por todos y cada uno de mis poros, procedo a poner los dedos sobre la vena de su cuello para tomarle el pulso. Me mantengo ahí por unos segundos, con la esperanza de que su corazón esté latiendo, pero eso tampoco está sucediendo. Kristen está muerta.
—No... —respondo con la voz ahogada—. Kris... vas a respirar por mis santos ovarios.
Pongo el talón de una de mis manos sobre su pecho y el de la otra sobre la primera. Después de entrelazar mis dedos, comienzo a presionar su tórax una y otra vez. Fred se hace a un lado para darme mi espacio mientras yo sigo con mi trabajo. Siento su mirada sobre mí en todo momento, incluso escucho como respira de forma agitada. Está igual o más asustado que yo.
Dejo de ejercer fuerza sobre su pecho y me dispongo a hacerle la respiración boca a boca. Agarro su mentón con suavidad y lo inclino un poco hacia arriba, después le tapo la nariz y junto mi boca a la suya para insuflarle aire. Al ver que no responde, vuelvo a posicionar las palmas sobre su pecho, nuevamente. Hago exactamente lo mismo que antes, presionando su tórax hacia dentro.
—Mierda, Kristen... —murmuro al borde del llanto.
Antes de que pueda continuar con la reanimación, la chica abre los ojos de manera repentina y coge una gran bocanada de aire al mismo tiempo que expulsa el agua de sus pulmones. Fred no tarda en intervenir; le agarra de los hombros y le ayuda a incorporarse para que no se atragante mientras tose.
—Eso es —le apremia mi amigo.
Suelto un suspiro de alivio y, acto seguido, me levanto del suelo. Recojo mi chaqueta del suelo junto con el arma y, tras ponerme de nuevo la prenda en su respectivo sitio, guardo la pistola en uno de sus bolsillos, luego me abrazo a mí misma para entrar en calor.
Una vez que la niñata ha echado toda el agua fuera, deja caer su cabeza sobre el hombro de Fred, casi incapaz de mantener los ojos abiertos. Sus dientes empiezan a castañear tanto como los míos.
—Hay que ver el susto que me has pegado —le susurra él al oído.
Este se quita su cazadora de encima y la pone sobre los hombros de Kristen. Acto seguido la abraza contra él para que el calor penetre en su piel.
—Pues anda que a mí —comento.
En el momento en el que Kris se encuentre en sus cinco sentidos, pienso golpearla.
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