👑 Capítulo 4
Soy incapaz de moverme, literalmente. Me he quedado anclada al suelo sin poder darme la vuelta y enfrentarle. Intento hacer reaccionar a mi cerebro como sea, no puedo estarme aquí parada eternamente, pero me está resultando bastante difícil.
—¿Eres muda? —me susurra al oído, con su respiración golpeando mi piel.
Trago saliva y me voy dando la vuelta lentamente para poder tenerle de frente. Cuando lo consigo, el chico se me queda mirando desde arriba, a causa de lo alto que es, y de brazos cruzados. Ay, mi madre. De cerca intimida más.
—¿Sabes? No creo que seas muda. —Niega con la cabeza—. Así que habla. ¿Por qué me seguías?
—No te estaba siguiendo —respondo en un hilo de voz en el que dudo que me haya podido escuchar.
Sí, lo sé. La peor excusa que ha podido salir de mi boca. Pero el hecho de tenerle tan cerca, ha hecho que en mi cerebro aparezcan ciertos cortocircuitos.
—¿En serio? ¿No tienes una excusa mejor? —Arquea las cejas.
Pues sí, me ha escuchado.
Vuelvo a tragar saliva mientras me debato en si pegarle, salir corriendo o decir que solo quería robarle la cartera. Aunque no tenga ni idea de cuál de esas tres opciones sería la más acertada, ya que, si le pego, es posible que él me deje en el suelo viendo estrellas revolotear alrededor de mi cabeza. Si salgo corriendo, lo más seguro es que eche a correr detrás de mí, y él acabaría por alcanzarme. Y la excusa de que soy ladrona... lo más posible es que se ría en mi cara por lo mal que me ha salido eso de querer robarle.
Bueno, es mejor que se ría, ¿no? Además, es parte del perfil de Kristen.
—Quería robarte. —Suelto de golpe fijando la mirada en su pecho.
Si le miro a los ojos, creo que moriré.
—¿Robarme? —pregunta riéndose.
Vale, se ha reído. Eso es bueno, ¿no?
—Sí. Algunos no tenemos la vida resuelta, ¿sabes? —contesto atreviéndome a mirarle los ojos, los cuales están fijos en los míos con una ceja más arriba que la otra.
Parece que le divierte la situación y sigo sin saber si eso es malo o bueno.
—Lo sé. Yo tampoco la tengo —contesta este, negando con la cabeza—. No llevo nada de valor encima —me asegura antes de pasar por mi lado y alejarse de mí a un paso normal.
Creo que es suficiente por hoy.
Suelto un sonoro suspiro al darme cuenta de que todo este tiempo estaba conteniendo la respiración, a causa del temor que este chico me ha ocasionado al tenerle tan cerca. Sin darle más vueltas al asunto, comienzo a caminar por donde he venido.
Ya me ha pillado siguiéndole, si continúo haciéndolo, es entonces cuando él no dudará en pegarme un puñetazo en toda la nariz. Pero... apenas doy un paso y recuerdo que Axel me ha traído a un barrio que no conozco en absoluto y no sé volver. Lo ha hecho aposta, estoy segura de ello.
Vuelvo a darme la vuelta y comienzo a caminar detrás del criminal; no me queda otra y, así, al menos, adelanto algo de trabajo. Meto mis manos en el interior de mi chaqueta vaquera al notar el frío golpear mi cuerpo, pero esta es tan vieja que tiene descosidos por las mangas y eso no ayuda en nada a que entre en calor.
—Te he dicho que no llevo nada encima. —La voz de Axel se vuelve a hacer presente en el lugar, lo que hace que pegue la mirada en su espalda, pero él sigue caminando sin molestarse en girarse.
¿Este tiene ojos en la nuca o qué? Me limito a seguir caminando detrás de él, sin decir ni una sola palabra al respecto. Williams gruñe para sí mismo a la vez que se da la vuelta para tenerme delante, cosa que consigue ponerme alerta.
—Mira princesita, acabo de salir de la cárcel y no te conviene andar conmigo —espeta molesto mientras me acuchilla con la mirada.
Vaya. Y encima lo admite, así sin más.
—Es que no sé volver —digo la verdad, haciendo que Williams se ría sin gracia.
—Eso te pasa por seguirme —responde señalándome con su dedo índice—. Arréglatelas tú solita. —Se da la vuelta y vuelve a seguir con su camino.
Pues podría llamar a alguien para que viniera a buscarme, pero claro, si no sé dónde estoy no voy a saber situar a esa persona. Así que...
—¡Oye! —grito a la vez que comienzo a correr hasta ponerme justo a su lado—. No puedes dejarme aquí tirada.
—¿Y eso por qué? —inquiere sin apartar la vista del frente.
—Pues porque... —me callo durante unos segundos pensando en que decir— porque... ¡me lo debes!
—¿Qué te lo debo? —Se ríe y sube las cejas—. ¿Se puede saber por qué?
—Porque no te he robado nada. —Me pongo enfrente de él, impidiendo que dé un paso más.
—Ya, pues... yo no he llamado a la policía así que... estamos en paz. —Se encoge de hombros.
Williams pasa por mi lado para volverse a ir, sin embargo, yo le detengo agarrando uno de sus brazos. ¿Un asesino llamando a la policía por qué le han intentado robar? Eso sería gracioso.
—Por favor —suplico sin soltar su brazo.
Lo bueno de esto es que si consigo que él ceda a mis suplicas, puedo ver a donde va sin necesidad de seguirle a escondidas.
—¿Qué es lo que no has entendido de que acabo de salir de la cárcel? —cuestiona con molestia, a la vez que aparta su brazo de mi agarre de forma brusca—. ¿Estás dispuesta en confiar en un expresidiario? —Da un paso hacia mí, lo que provoca que me haga pequeñita en el sitio.
No, pero es hora de hacer un poco de teatro.
—Sí —afirmo para nada segura de mi respuesta—. Además, tampoco será muy grave lo que hayas hecho para ir a la cárcel.
En realidad, sí.
—He matado a gente —confiesa con total tranquilidad.
Su sinceridad y la forma tan tranquila en la que lo dice me asusta.
—¿Sigues queriendo que te acompañe?
La verdad es que sí. Me harías el trabajo un poco más fácil.
—Sí. —Asiento con la cabeza.
Nos quedamos en total silencio durante unos segundos. Ninguno de los dos dice algo al respecto, pero al poco tiempo, Axel decide intervenir.
—Está bien. —Suspira en forma de rendición—. Vamos, princesita. —Hace un gesto con la mano para que le siga y comienza a caminar.
Me quedo unos instantes parada en el sito pensando en que el criminal ha cedido demasiado pronto, lo que hace que esté el doble de alerta que antes. Sin perder más tiempo, empiezo a caminar detrás de él.
—¿A qué viene eso de llamarme "princesita"? —inquiero una vez que he llegado a su lado.
Me pica la curiosidad, no me conoce de nada y ya me ha puesto un mote. Y la verdad, no sé por qué ha elegido ese específicamente.
—Porque me recuerdas a una —contesta sin dirigirme la mirada—. Oye. ¿Cómo puedes estar hablando conmigo tan tranquilamente sabiendo lo que he hecho?
Al decir esto, me echa una rápida mirada por el rabillo del ojo. La seriedad que me muestra en ellos me pone la piel de gallina y él parece notarlo. Una sonrisa de medio lado se hace presente en sus labios, llena de satisfacción al ver lo que está provocando en mí; está intentando meterme miedo.
—Porque no me lo creo. —Me encojo de hombros.
—Ese ya es tú problema. —Mete las manos en los bolsillos de su chaqueta—. Si fuera tú, me lo creería.
Y me lo creo, tranquilo.
—Te dejaré al lado de la cafetería, donde estabas antes —comenta, acelerando un poco el paso.
Vaya, se ha quedado con mi cara desde el principio. Ya veo que es una persona muy observadora. Desvío la mirada del chico y le sigo de cerca para que no me vuelva a pasar lo de antes: perderle. Y menos ahora que he conseguido avanzar algo.
Durante el camino, no decimos ni una sola palabra, ninguno de los dos. Williams camina con despreocupación hacia un sitio que no me queda claro, ya que, en vez de sacarme de este barrio, nos estamos adentrando más en él. Y eso no me está dando muy buena espina que se diga.
En ocasiones, no puedo evitar echarle alguna que otra rápida mirada en un intento de averiguar lo que está pasando por su cabeza y así poder mantenerme alerta, pero es completamente indescifrable. Es como si supiera de mis intenciones y no quisiera hacerme ver nada que tenga que ver con él.
Al cabo de, aproximadamente, una hora, Axel camina hacia la entrada de un pequeño callejón y se queda parado ahí. Con el ceño fruncido, no tardo en posicionarme a su lado con cierto miedo. Sin embargo, lo disimulo de forma eficaz.
—¿Por qué paramos? —me atrevo a decir.
El expresidiario, sin contestarme siquiera, se acerca a una de las paredes de dicho lugar y deja reposar su espalda en ella.
—Tengo algo que hacer antes —responde cruzando los brazos sobre su pecho.
Acto seguido, parece acordarse de algo, ya que los descruza para meter una de sus manos en uno de los bolsillos de su chaqueta. Al poco tiempo, saca una cajetilla de tabaco antigua; parece tener bastantes años, pues la imagen de esa marca ya no es la que se comercializa a día de hoy.
Hecho esto, coge un cigarrillo del interior de la misma y un mechero de un bolsillo diferente. Después, guarda la caja dónde estaba y se coloca el cigarro entre sus carnosos labios. Enciende el mechero y, a continuación, prende el tabaco con la pequeña llama que sale de este. A nada que le da una calada, su entrecejo se frunce y comienza a toser como si se estuviese ahogando.
—¿Primera vez que fumas? —indago con curiosidad.
Él niega con la cabeza a la vez que se aparta el cigarrillo de la boca con los dedos de su mano derecha.
—Primera vez en años —me corrige, aún con su rostro levemente arrugado por el mal trago que le ha supuesto hacer eso.
Dirijo la mirada hacia el interior del callejón, dónde tres contenedores de basura están a rebosar de bolsas de plástico llenas de cualquier tipo de desechos. Una rata enorme aparece de golpe de entre ellos corriendo hacia una alcantarilla, en la cual termina por meterse. Pego un salto, de forma inmediata, hasta chocarme con el pecho de Williams al presenciar tal escena.
—Hey, ten cuidado —se queja él cogiéndome de los hombros, para después apartarme de su cuerpo—. Solo es una rata. No te va a comer.
—Perdón —me disculpo, avergonzada, mientras pego la vista en el suelo.
Esa rata tenía el tamaño de mi gato.
Noto como Axel suspira sonoramente, me imagino que habrá puesto sus ojos en blanco. Cuando vuelvo a subir la mirada hasta su cara, puedo ver cómo acentúa el ceño y observa algo que hay a mi espalda con detenimiento.
—¡Bestia! —Una voz masculina se hace presente detrás de mí.
Axel, al oír esta voz, vuelve a poner el cigarro entre sus labios para darle una calada más. Esta vez, no tiene problema alguno con esto, de hecho, se traga y expulsa el humo con mayor fluidez.
Me mantengo mirando su pecho sin ser capaz de darme la vuelta y ver al chico que ha pronunciado esa palabra. Estoy unos segundos dándole vueltas y enseguida lo comprendo. Esto tiene que estar, sin duda alguna, relacionado con el bestiario del que hablaban las mujeres de antes.
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