Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

👑 Capítulo 31

Durante todo el trayecto, ambos estamos sumergidos en un silencio que a mí me resulta un tanto incómodo. Ni siquiera soy capaz de sacar un tema de conversación para romperlo y que, al menos, el camino no se haga tan pesado. La tranquilidad que envuelve el rosto de Axel es lo que me impide dar ese paso. Se le ve a gusto, cómodo ante la ausencia de ruido. Sería todo un placer saber qué es lo que está pasando por su mente en este momento, saber qué es lo que le produce tanta calma. Me siento totalmente apartada de su mundo ahora mismo.

La imagen que me está dando de él en este instante, no se asemeja en nada a la que describen las palabras de su informe, a las que pronuncia mi jefe, o a las que interpretan los actos de las personas que hay a su alrededor. Es como si fuese alguien totalmente diferente. Alguien que quiere esconderse tras esa fachada que han ido creando otros.

Los minutos pasan y, después de un tiempo, llegamos a nuestro destino. Axel abre la puerta del hospital y, tras entrar en él, la mantiene sujeta para que yo haga lo mismo. Una vez que los dos estamos dentro, caminamos hacia el ascensor. Llegados a este punto, tengo la necesidad de preguntarle sobre algo que me es urgente, así que me atrevo a romper el silencio que me ha dado una faceta nueva que no sabía que él tenía.

—¿Cómo estaba Woody cuando lo dejaste en su casa? —Mi voz sale en un susurro, aunque yo no pretendía que sonase en ese tono tan bajo.

Me gustaría saber si el muchacho está algo mejor, aunque sea un poco.

Cuando frenamos enfrente del elevador, el expresidiario posa sus ojos en los míos, sin cambiar esa expresión de tranquilidad de su rostro.

—Pues por el camino se iba riendo mientras me contaba anécdotas de su vida —responde encogiéndose levemente de hombros—. Luego, cuando le dejé en el portal, comenzó a llorar y volvió a abrazarme. No estaba por la labor de querer separarse de mí.

—Pobre chico. —Suspiro.

Williams presiona el botón para que el ascensor baje hasta nuestra planta. Justo ahí, puedo percibir un cambio en la expresión de su cara. La calma que emanaba de él ha desaparecido por completo, dándole un aire más triste.

—Sí, pero lo peor viene ahora —comenta.

—¿Qué viene ahora? —indago, arrugando la nariz—. A visto morir a su novia, creo que lo peor ya lo ha pasado.

—No, Kristen. —Niega con la cabeza—. Esto ni con la mayor borrachera de la historia se olvida. Lo peor vendrá cuando no pueda dejar de recordarlo.

Su voz llega a quebrase en la última palabra, y sus ojos comienzan a moverse por el lugar, inquietos. Como si haber dicho eso le hubiese dolido. Esto me hace pensar, de alguna forma, en el día que ocurrieron los asesinatos. Pienso que el comportamiento de ahora está relacionado con esa trágica fecha. No tengo duda de ello.

Las puertas del ascensor se abren, interrumpiendo mis pensamientos. Dos enfermeros que hablan sobre el estado de un paciente aparecen en nuestro campo de visión.

Y no es que se estén dando buenas noticias que se diga.

—Llamaré a sus padres para decirle que el chico ha muerto —comenta uno.

Al oír esto, Axel se tensa en el sitio y no quita la mirada de encima de los enfermeros, quienes salen apurados del ascensor.

—Estaba terminal, sabían lo que se les venía encima —comenta el otro con cierta tristeza en su voz.

Ambos siguen con su camino, pero nosotros no somos capaces de seguirles con la mirada para ver si podemos averiguar un poco más de esa información. Williams se queda observándolos sin parpadear siquiera, el miedo y la preocupación puede verse a simple vista con solo mirarle.

—No me jodas —pronuncia en un hilo de voz apenas audible.

Acto seguido, entra en el interior del ascensor con prisa. Yo, en cambio, estoy unos segundos parada en el sitio sin poder reaccionar. Simplemente observo sus acciones con detenimiento. Pero, cuando él se percata de que no me he movido, me hace un gesto con la mano, impaciente, para que entre.

Tras despertar de mi embobamiento, hago lo que me pide. A continuación, Axel comienza a apretar repetidas veces el botón de la tercera planta, como si le fuera la vida en ello. Lo que hace que me dé cuenta de lo que ronda por su cabeza.

—A lo mejor no es él —le digo en un intento de tranquilizarle—. Hay muchas personas con enfermedades terminales en el hospital.

Las puertas se cierran y el elevador comienza a ascender.

—Pero ¿y si resulta que sí es él? —Pega la mirada en mí.

—¿Y si resulta que no? —Arqueo las cejas—. Seguro que está bien.

O eso es lo que espero.

Axel desvía la mirada, con los nervios a flor de piel, hacia las puertas del elevador, las cuales ya se están abriendo. El pasillo que aparece ante nosotros está tranquilo, ni un sonido que no sea el de las pisadas de los enfermeros por el suelo se escucha en el lugar. Dirijo la mirada al expresidiario, quien no tarda en salir corriendo como si un policía le estuviese persiguiendo. Qué bueno, al fin y al cabo, una policía sí que anda detrás de él.

Jé.

Decido posponer mis tonterías mentales y echo a correr detrás de él, con la intención de alcanzarle y hacerle parar. Ya que es posible que causemos un desastre si chocamos contra algo o alguien yendo así de rápido. Pero me es totalmente imposible llegar hasta a él.

Los empleados que hay presentes en el lugar haciendo sus respectivos trabajos, se me quedan mirando con cierta molestia, al igual que han hecho con Axel cuando ha pasado antes por el mismo sitio. Y lo veo normal.

Antes de que pueda darme cuenta, veo como el expresidiario esquiva un carrito de la limpieza cuando está a tan solo dos pasos de chocar. Esto hace que él vacile un poco y esté a punto de perder el equilibrio y caerse, sin embargo, eso no sucede. Vuelve a recobrar su postura y continúa con su camino, no sin antes recibir quejas por parte de la señora de una edad avanzada, la cual es la que lleva el carro.

—¡Oiga, joven! —grita ella, con la mirada posada en la espalda de Williams.

Él no le presta atención alguna, ya que no se da la vuelta ni para pedir disculpas. Segundos después, paso yo muy cerca de ella. A pesar de que he intentado sortearla, la mujer ha girado hacia mí misma dirección, por lo que nuestros hombros han colisionado de una forma tan brusca que he conseguido hacerme daño. Y no me quiero imaginar lo que le habrá dolido a ella.

—¡Eh! ¡Qué no se puede correr por los pasillos! —vocifera detrás de mí.

—¡Lo siento! —me disculpo a lo lejos, sin parar de correr.

Me permito girar mi cabeza un poco hacia atrás, viendo así a la señora con un cabreo bastante visible en todo su rostro, asesinándome con la mirada. Sus brazos se encuentran sobre sus caderas, como si estuviera a nada de echarnos un sermón por nuestros malos actos. Al volver la mirada al frente, me percato de que Axel ya está parado en frente de una de las habitaciones, con la respiración agitada. Pero... ¿Sabéis a quién no le ha dado tiempo a parar? Pues eso.

Paro en seco al estar a unos centímetros de él y, cuando noto mi cuerpo inclinarse hacia delante, extiendo mis brazos y rodeo por completo su torso para evitar comerme el suelo.

—Pero ¿qué...? —dice este, sorprendido.

Axel levanta sus brazos y mira mi cabeza pegada a su abdomen.

—¿Se te ha perdido algo? —agrega.

—Sí —respondo—. Mi equilibrio.

—¿Y lo encuentras?

—No. —Niego con la cabeza—. Ayúdame —suplico notando como mis pies se resbalan hacia atrás y mis brazos se van cayendo lentamente hacia abajo.

A este paso le hago la camiseta más grande y le bajo los pantalones.

Suelto un pequeño grito agudo con intervalos mudos, mientras veo como el suelo se acerca a mí muy lentamente. El expresidiario agarra mis brazos fuertemente y tira de ellos hacia arriba, de tal forma que puedo colocar mis pies en una posición en la que logro evitar tragarme las baldosas.

—Gracias —agradezco soltando un suspiro.

Él suelta mis brazos a la vez que rueda los ojos y, luego, pega la vista en la madera de la puerta de la habitación que corresponde a la del chico que tanto busca. Tras soltar un suspiro nervioso, toma el picaporte con una de sus manos y abre dicha puerta, dejándonos ver al muchacho tumbado boca arriba en su cama, con las sábanas cubriéndole completamente las piernas.

El suspiro de alivio que Axel y yo soltamos al mismo tiempo, es suficiente para hacerle saber al chaval que tiene visita, ya que este aparta la mirada del techo y la pone sobre nosotros. Bueno, concretamente en Axel.

—¿Y tú qué haces aquí? —se apresura a preguntar el chico.

Él se incorpora un poco de la cama hasta quedar sentado en el colchón, teniendo una mejor visión de nosotros dos.

—Te dije que vendría a visitarte todos los días —le recuerda Axel.

El expresidiario entra en la habitación con pasos lentos. Dirijo la mirada hacia mi izquierda y la señora que nos ha llamado la atención antes aparece en mi campo de visión, acercándose echa una furia a mí.

Como un acto de inmadurez, no puedo evitar entrar en el cuarto en el acto y cerrar la puerta a mi espalda con la intención de detener a esa mujer. Pero sé de sobra que esto no va a frenarla, que con un simple movimiento de su mano la abrirá y nos echará el sermón que tenga preparado para ambos. Ni siquiera sé por qué razón he actuado así, pero bueno, no es tiempo para andar pensando en eso.

—Estoy seguro de que solo has venido para que me trague mis palabras —espeta con molestia el muchacho.

Esto hace que ponga mis ojos sobre Williams para ver la reacción que está teniendo ante el comportamiento del chico; le mira con seriedad.

—Piensa lo que quieras. —Se encoge de hombros este—. Yo sé por qué he venido.

—¿Por qué has venido entonces?

—Para poder distraerte un poco de la situación en la que te encuentras —responde Axel.

Camino hacia el expresidiario y me posiciono a su lado. Presto atención a lo que el chaval va a decir a continuación, pero apenas pasan los segundos y el sonido de la puerta abriéndose se hace presente en el lugar, por lo que el chico cierra la boca y no dice nada al respecto.

—Vosotros dos —nos llama la señora de hace unos instantes atrás.

Me doy la vuelta junto con Axel para poder tenerla de frente. La mujer se cruza de brazos y nos observa con enfado. Esta alza la barbilla con aires de superioridad y añade lo siguiente:

—Os voy a pedir que, por favor, os vayáis del hospital.

Voy a decir algo, en un intento de convencerla para que nos deje quedarnos durante unos minutos. Sin embargo, se me adelantan.

—No nos vamos a mover de aquí —sentencia Axel con dureza en sus palabras—. ¿Se puede saber que hemos hecho para que nos quieras echar?

Me quedo mirando a la señora, con miedo de que Axel haya echado a perder la oportunidad que teníamos de aclarar las cosas con ella.

—Correr por el pasillo —contesta la enfermera—. Está prohibido. Podríais haber causado un accidente.

—Hazme el favor y ponte en nuestro lugar —le pide dando un paso hacia ella—. Creíamos que este chico se había muerto. ¿Habrías ido tan tranquila sabiendo que eso le ha podido pasar a alguien que conoces?

La enfermera abre la boca para contestar a su pregunta, pero la cierra al ver que no tiene nada con lo que defender su postura. Tras unos segundos en los que el silencio es lo único que se pude percibir entre nosotros, ella se dispone a hablar.

—No iría tranquila, pero tampoco corriendo —le asegura.

Arqueo una ceja al escucharle decir esto. Considero sus palabras un tanto ridículas.

Estoy segura de que a esta señora le iría mejor como vigilante de pasillos en un instituto que de enfermera en un hospital. Todos los alumnos la temerían.

—Mira, si quieres que nos vayamos, al menos tendrás que esperar a que termine de hablar con él —declara Williams, señalando con un leve movimiento de su mano al muchacho sentado en la cama.

Después de unos instantes sin señales de vida por parte de la señora, esta suelta un sonoro suspiro de rendición.

—No volváis a hacerlo —cede dejando caer sus brazos a ambos lados de su torso.

Dicho esto, se da la vuelta y se marcha. En el momento en el que ella cierra la puerta a su espalda, la voz del chico se adentra en nuestros oídos.

—¿Te habías preocupado por mí? —pregunta un tanto sorprendido.

Axel y yo nos giramos hasta tenerle dentro de nuestro campo de visión. El chaval tiene sus ojos más abiertos de lo normal y observa al expresidiario expectante. Este, simplemente, se encoge de hombros como respuesta. Hecho esto, camina hacia la ventana que está cerca del lado derecho de la cama. Una vez ahí, apoya su espalda en el cristal de la misma y se queda mirando al chico sin decir nada.

El chico, al no obtener una contestación que le sirva, formula otra pregunta.

—Bueno... ¿y de qué quieres hablar conmigo?

—¿Qué es lo que te gusta hacer? —cuestiona Axel—. Este...

Chasquea los dedos pensando en algo que no logra sacar a la luz.

—Ángel —responde el chico.

—Eso. Lo había leído en la información que hay colgada en la puerta, pero se me había olvidado. —Carraspea la garganta para aclararse la voz—. ¿Qué es lo que te gusta hacer, Ángel?

—Me encantaba patinar con el Skate.

—¿Se te puede sacar de aquí? —indaga.

—No lo sé.

Axel pone sus ojos en mí.

—Kristen —me nombra—. ¿Se le puede sacar del hospital por unas horas?

—Con permiso de sus padres supongo que sí —respondo algo dudosa.

Tras escucharme, vuelve la mirada a Ángel.

—¿Dónde puedo encontrar a tus padres? —le pregunta al chico.

—En el cementerio —contesta con seriedad.

El corazón me pega un vuelco en el pecho al procesar lo que acaba de decir y mis ojos se abren de par en par. Williams traga saliva, incómodo, y luego desvía la vista hacia a mí, buscando mi ayuda para sacarle del lío en el que se ha metido.

Pero yo no sé qué decir. Me he quedado igual de impactada que él. Me sorprende ver lo directo que ha sido con esto, parece ser que lo tiene superado.

—¿Para qué me quieres sacar del hospital? —indaga Ángel, cambiando el tema.

—Para llevarte a una pista de Skate a que patines —le explica Axel quitándole importancia al asunto.

Ángel se ríe sin gracia alguna.

—Pues que sepas, señor expresidiario, que hoy no das ni una buena —comenta el chico, negando con la cabeza.

Le miro con temor. Tengo un mal presentimiento. Siento que la ha cagado aún más.

Axel frunce el ceño, confundido, y Ángel, al ver la expresión de su rostro, agarra las sábanas que le cubre la parte inferior de su cuerpo y se las quita en el acto. Esto nos deja ver un par de piernas cubiertas por un pijama blanco. Sin embargo, su pierna izquierda no está completa. Le falta la tibia...

Bravo, Axel.

—Cáncer de tibia —añade Ángel.

Williams vuelve a mirarme sin saber que narices hacer o decir. Y no me extraña, esta vez sí que la fastidiado. Si antes ya estaba el ambiente un poco tenso, ahora lo está más. Le escucho tragar saliva mientras dirige la mirada al muchacho, nuevamente.

—No tienes por qué decir nada —le hace saber él—. El silencio dice mucho de lo que piensas y paso de aceptar una sola disculpa más. No tengo pierna, ya está. Asunto cerrado.

Unos golpecitos en la puerta, nos saca a Axel y a mí de este momento tan incómodo que se ha creado en un solo momento, cosa que agradezco internamente. Al darme la vuelta, veo como una mujer joven entra en la habitación con una bandeja de comida que ha traído en el carrito metálico que ha dejado fuera.

—Hola, Ángel —le saluda la enfermera con una amplia sonrisa—. Hora de desayunar.

La chica deja sobre los muslos del muchacho enfermo la bandeja con su desayuno. A continuación, fija sus ojos en nosotros.

—Chicos, os tengo que pedir que salgáis de la habitación mientras el paciente come —nos informa con simpatía y amabilidad mientras nos muestra una corta sonrisa en sus labios—. Aunque si él no tiene problema...

—Tranquila, ya nos íbamos —le interrumpe Axel—. Hasta mañana, Ángel.

El muchacho asiente. Williams rodea la cama y se acerca a mí a un paso normal. Cuando está a mi lado, ambos salimos de la habitación sin mediar palabra alguna. Esto hace que me dé cuenta de que el camino de regreso, será en silencio.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro