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👑 Capítulo 26

Sus piernas se van cayendo de la viga poco a poco y ella sigue sin reaccionar, sigue sin hacer el esfuerzo de agarrarse. Esto me indica que el golpe la ha dejado inconsciente y que, si no le da por recobrar el sentido, caerá hasta darse contra el duro suelo. Morirá de la forma más macabra que haya podido presenciar hasta el momento.

—Axel... —susurro desviando la mirada hacia él.

Este aprieta su mandíbula y mira con seriedad a la chica al borde de la viga. Como si eso, de alguna forma, fuese a ayudarla a salvarse. Al posar mis ojos de nuevo en el cuerpo de la muchacha, me arrepiento al instante. Desearía no haber vuelto la vista hacia a ella para presenciar su trágico final.

La chica cae completamente de las alturas, provocando que Axel apriete mi cintura y yo me dé la vuelta escondiendo así mi cara en su pecho. El calor de su cuerpo me envuelve totalmente, lo que hace que me sienta segura. Ya que, por unos segundos, me olvido de donde me encuentro y lo que está pasando ahora mismo. Sin embargo, en cuanto escucho un golpe que resuena por todo el lugar, regresa a mi cabeza todo lo que está sucediendo. Ese sonido me ha indicado que, el cuerpo de la joven, ha colisionado contra el suelo.

No puedo evitar cerrar los ojos y apretar los párpados lo más fuerte posible. Ahogo un grito en mi garganta al mismo tiempo que me aguanto las ganas de llorar. Nunca me han sacado de la cafetería. Nunca había visto algo así. ¿En dónde me he metido?

Noto el brazo de Williams pasar por mi espalda, uniéndonos así en un abrazo. Él apoya su barbilla sobre mi coronilla y me aprieta con fuerza contra su pecho. Los gritos de los presentes se adentran en mis oídos, junto con alguna que otra risotada. Esto hace que un escalofrío me recorra la espina dorsal. ¿Tan enferma está la gente cómo para reírse de esto? Esto espantaría a cualquiera.

—¡Va a pasar otro! —grita la voz de un hombre, perdida entre el jaleo de la gente.

A pesar de que los brazos de Axel siguen ejerciendo fuerza para que no me separe de él, me las ingenio para despegar mi cara de su pecho y dirigir la mirada hacia la viga. Esta vez es un chico el que va a cruzar. Las lágrimas corren por sus mejillas mientras mira hacia abajo, hacia el cuerpo de la chica tirada en el suelo.

Jayden se posiciona al lado del muchacho y pasa uno de sus brazos por los hombros de este, sin embargo, el chaval se aparta de inmediato de él con la expresión de su rostro llena de espanto.

—¡Qué cruce! ¡Qué cruce! ¡Qué cruce! —corean todas las personas de mi alrededor, a la vez que pegan un fuerte pisotón en el suelo al ritmo de sus voces.

Cuando estas palabras llegan a oídos del chico, no tarda en suplicarle al dilatas con la mirada que le deje marchar; incluso junta sus manos de forma desesperada mientras llora desconsoladamente. Pero esto de nade le sirve, ya que Jayden le hace un gesto con el brazo, señalando la viga para que cruce. El muchacho niega con la cabeza lentamente y un "por favor" ahogado sale de entre sus labios.

Las constantes súplicas del chico no parecen hacerle gracia a Jayden; él traga saliva como si le estuviesen costando mucho esfuerzo sus actos vandálicos. Sin siquiera esperármelo, el dilatas pasa su mano por el cuello del muchacho bruscamente. Tras agarrarle con fuerza, lo arroja al suelo, justo al borde de la plataforma, dónde la viga comienza a salir de la misma.

Siento como el cuerpo de Axel se tensa en el acto. Sus brazos dejan de rodear mi espalda y una de sus manos toma la mía de forma apresurada. Desvío la mirada hacia a él ante su acción. Sus ojos me observan, temblorosos.

—Ven conmigo —me dice en un susurro que, debido al jaleo que hay, solo yo he podido llegar a escucharlo.

Antes de que pueda decir algo al respecto, él comienza a caminar hacia la derecha, tirando de mí para que siga su ritmo.

—¿A dónde vamos? —indago.

Camino a paso rápido, casi corriendo al no ser capaz de adaptarme a la velocidad que él ha impuesto. Sin hacerme el menor caso, sigue tirando de mí, haciendo que me choque con alguna que otra persona que después me grita groserías por haberle empujado.

Cuando conseguimos salir de la multitud, nos dirigimos lo más rápido posible hacia el pasillo por el que hemos venido. Lo primero que se me pasa por la cabeza es el pensamiento de que vamos a salir del edificio, cosa que hace que suelte un suspiro de alivio. Sin embargo, esa tranquilidad que me había invadido, desaparece.

En vez de salir del polideportivo, pasamos de largo la salida y seguimos caminando por el pasillo. Axel frena justo enfrente de las escaleras que llevan hacia la plataforma en la que se encuentran el dilatas, el chico y demás personas. Un escalofrío vuelve a hacerse presente por mi espalda.

De aquí no puede salir nada bueno.

El expresidiario se posiciona delante de mí, con la respiración agitada y un tanto alterado. Sus manos se posan sobre mis hombros.

—Escúchame —pide en voz baja—. Necesito que sigas por este pasillo hasta el final. —Lo señala estirando su brazo—. Y que luego gires a tu derecha, donde se encuentra una pequeña habitación.

Miro hacia el lugar que me ha indicado para poder tener una imagen del trayecto que debo hacer. Hecho esto, trago saliva con nerviosismo.

—¿Por qué? —Frunzo el ceño y vuelvo a mirarle.

Él me manda callar poniéndose el dedo índice sobre sus labios y emitiendo un leve y bajo sonido.

—Baja las escaleras, te llevarán hasta un sótano. Cuando estés allí quiero que busques el panel de electricidad —agrega.

—¿Para qué?

En ese momento, las lágrimas que estaba aguantando con todas mis fuerzas antes, salen a la luz. Noto mis mejillas humedecerse y siento rabia al no haber podido retenerlas por más tiempo.

—Apaga la luz, Kristen. —Aparta las lágrimas de una de mis mejillas con su dedo pulgar en un movimiento rápido, como si mi piel quemara—. Déjanos a oscuras.

—Pero...

—Corre. —Me pega un pequeño empujón para que me mueva—. Vamos, no hay tiempo.

El comportamiento de Williams vuelve a sorprenderme otra vez. No tiene la actitud que la mayoría de los asesinos que han entrado en comisaría tienen, es todo lo contrario a ellos. Busca ayudar a las personas. Primero a mí, luego a los niños terminales y luego a este muchacho. ¡Quiere salvar a ese chico!

Aparo las lágrimas que me quedan en el rostro de forma brusca y, tras asentir una vez con la cabeza para hacerle ver qué haré lo que me pide, me doy la vuelta y comienzo a correr hasta el final del pasillo. De vez en cuando, salto y esquivo los escombros que hay esparcidos por el suelo.

Cuando llego a mi destino, no puedo evitar girarme y echar un rápido vistazo a las escaleras de hace unos segundos. Axel ya no se encuentra ahí. No sé por qué, pero tenía la necesidad de comprobarlo. Sin ganas de estar perdiendo más el tiempo, me meto en la habitación que hay a mi derecha. Me acerco con pasos lentos a la escalera que lleva al sótano; una vez ahí, agarro con ambas manos la barandilla que sobresale. Me asomo un poco para poder ver cuanta profundidad hay hasta llegar abajo.

La luz que ilumina el lugar, no ayuda a que me calme. Es una de esas tétricas que no molan ni un pelo. De las que salen en las películas de terror cuando se acerca el momento del susto. Y es ahora cuando me doy cuenta de que ya no es a Axel al que tanto temo, sino a los sitios por lo que él pasa y las personas con las que se relaciona. No le tengo miedo a la oscuridad, pero todas las historias de monstruos que habitaban debajo de mi cama y en mi armario, las mismas que mi tío Hank me contaba de pequeña, aparecen en mi cabeza de forma repentina.

No quiero bajar, pero tengo que bajar. Debo hacerlo por la vida de ese joven.

Cojo aire y me armo de valor. Al soltarlo poco a poco por la boca, doy el primer paso, posando mi pie sobre el escalón número uno. Una vez que he hecho esto, me es más fácil continuar descendiendo. En cuanto escucho un grito desesperado, muevo mis piernas con más rapidez, alternándolas con cuidado de no tropezarme y caer.

Espero que ese grito no pertenezca a ese chico. Ay, por favor. Que no haya cruzado aún.

Al llegar abajo del todo, me dispongo a buscar con la mirada el panel de electricidad. Me alejo de las escaleras y muevo mi cabeza de un lado a otro con la esperanza de encontrarlo lo antes posible. Aquí abajo hay menos luz que arriba y no veo con claridad.

Al poco tiempo, lo diviso incrustado en la pared que tengo enfrente. Corro hasta a él y llevo mis manos a la pequeña puertecita que lo mantiene cerrado. Tiro de ella con fuerza para abrirla, pero no se mueve ni un solo centímetro. Es entonces cuando me doy cuenta de que está cerrada con un candado.

Y yo no tengo la llave. Esto tiene que ser una broma.

Pego la mirada al suelo en busca de algo que pueda ayudarme a abrirla y, en cuanto veo una piedra lo bastante grande como para romper el candado, la cojo y comienzo a darle fuertes golpes. Uno tras otro.

Pero. La. Maldita. Cerradura. No. Se. Rompe. Joder.

Para colmo, es la piedra la que se rompe en el momento en el que la hago colisionar nuevamente. Los trozos de la misma caen al suelo. Ahogo un grito de frustración en mi garganta y echo humo por las orejas al no haber sido capaz de lograr mi objetivo.

Tras este penoso intento de abrir el panel, me decido a buscar otra piedra un poco más grande que la anterior, ya que no tengo ninguna otra cosa con la que hacer esto. Camino por el lugar de forma desesperada, mirando por en todas las direcciones del suelo. Me niego a dejar morir a una persona más en la novatada, no puedo permitir que vuelva a pasar.

Mis ojos comienzan a llenarse de pequeñas lágrimas ante la idea de que ese chico cruce la viga y se mate solo porque yo no soy capaz de cumplir con unas simples instrucciones. Me las aparto con rudeza y sigo con la búsqueda.

Para mi suerte, doy con un pedrusco del tamaño de mi cabeza en una de las esquinas del sótano. Me apresuro a cogerla entre mis manos y, a continuación, vuelvo a acercarme a mi principal objetivo. En cuanto estoy a una distancia que yo considero como buena, lanzo la piedra contra el panel con todas mis fuerzas.

Esta cae al suelo, el candado se rompe y la puerta se abre al instante.

Esto ni el "ábrete sésamo" lo consigue.

Me acerco al panel de electricidad y comienzo a mirar todo en su interior. Tiene más interruptores que mi casa y la del vecino juntas. Sin pensármelo dos veces, empiezo a bajar todos ellos. Uno a uno. Hasta que al apretar el séptimo todas las luces, incluidas las del sótano, se apagan, dejándome completamente a oscuras.

Y lo único que se puede escuchar es a la gente gritando a causa del apagón.

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