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👑 Capítulo 25

Mi taxista particular, Chelsea, aparca en el mismo sitio que la otra vez: en el bordillo de la acera que está más lejos del polideportivo.

Sus ojos se desvían hacia su ventanilla, posándolos en los edificios en ruinas que hay en el lugar. Se puede ver a simple vista que sigue sin hacerle mucha gracia el sitio, que, si no fuera porque yo no tengo coche para venir a estos puntos de encuentro, ella ni siquiera se atrevería a acercarse a la carretera que te lleva directo hasta aquí.

—¿Quieres que vaya contigo? —cuestiona en un tono de voz lleno de seriedad.

Estoy segura de que la morena sabe de sobra mi respuesta ante su pregunta, pero ha decidido hacerla de igual forma por si cuela.

—No. —Niego con la cabeza—. Si entras te harán la novatada, y no quiero que pases por eso.

Aprieta el volante en sus manos y dirige su mirada a la mía.

—Yo te vuelvo a preguntar lo mismo que la primera vez que vinimos aquí. —Suspira.

Una de sus manos suelta el volante mientras la otra sigue aferrada a él. Acto seguido, se gira un poco hasta que consigue tenerme de frente.

—¿Estás segura de que no nos hemos equivocado de polideportivo? —continúa hablando.

—Ojalá, Chel. —Suelto el aire contenido en mis pulmones y fijo la mirada en la de ella—. Ojalá.

El hecho de que celebren las fiestas en un lugar abandonado y que resulta peligroso por el mal estado en el que se encuentra, me aterra. Hay varias discotecas por aquí que les podría servir para lo que hacen, pero si están usando este sitio... tiene pinta de ser por algo muy gordo. La novatada, el polideportivo, una iniciación que desconozco y la vigilancia que hay... me lo han dejado más que claro.

—Que tengas suerte. Y cuidado, sobre todo cuidado.

—Gracias, lo tendré —le agradezco.

Me desabrocho el cinturón y abro la puerta del coche. Hago el ademán de bajarme. pero antes de que pueda terminar la acción, mi amiga me frena.

—¿Llevas el arma? —me pregunta de forma apresurada.

Ella comienza a buscar por mi cuerpo algo que le indique que la llevo encima, pero no la va a encontrar. Ya que he decidido no traerla conmigo esta vez.

—No.

—¿Estás loca o qué te pasa? —suelta de golpe, histérica.

—La última vez Axel la vio, no quiero que vuelva a pasar —informo.

Además de que las armas que pertenecen a la policía son diferentes a las del resto, por lo que se las puede identificar con facilidad. La otra vez me la quitó Axel y, por suerte, no pasó nada. Conseguí que se creyera otra de mis mentiras. Y no quiero averiguar lo que podría pasar si es otra persona la que se adueña de ella esta vez. Como por ejemplo Jayden o cualquier otro. Podría incluso terminar muerta si no quieren correr riesgos innecesarios al tomar la decisión de si creerme o no.

—Ah bueno, entonces ya lo entiendo todo —comenta, asintiendo con la cabeza—. Tú lo que quieres es que te maten.

Precisamente lo hago para que no me maten.

—Si descubren que soy policía será entonces cuando me maten —afirmo.

Chelsea suelta un suspiro frustrado y se vuelve a poner de cara al volante.

—¿Qué quieres que ponga en tu lápida? —inquiere pegando la mirada en los edificios del polideportivo.

Pongo los ojos en blanco.

—Vete a la mierda, Chel —expreso.

Me bajo del coche reprimiendo una carcajada en lo más profundo de mi garganta. Una risotada de su parte llega hasta mis oídos, por lo que me giro para poder verla.

—Qué bonito que me dediques la lápida —me dice ella.

Se lleva una mano al pecho y me mira con falsa ternura, provocando que la carcajada que estaba reprimiendo salga a la luz de forma instantánea.

—Vuelve entera o te mato —añade como advertencia.

Tranquila, no pienso volver echa cachitos. Espero.

Chelsea vuelve a posar la mano en el volante.

—Me lo apunto —digo sin más.

A continuación, cierro la puerta y rodeo el coche por la parte delantera. Durante el proceso, noto la mirada de Chel pegada en mí en todo momento. Está claro que se preocupa por mí, y se lo agradezco. Meto mis manos en el interior de los bolsillos de mi chaqueta vaquera y camino con pasos lentos hacia la entrada del recinto. Este sitio me da cada vez más escalofríos. El frío que hace influye mucho en esto aparte del miedo.

Miro al cielo, percatándome así de que se encuentra encapotado, lo que impide que la luz de la luna nos alumbre. Esto supongo que va a hacer que estemos casi a oscuras en interior del edificio. Ahora tengo más ganas de darme la vuelta.

Una vez que he llegado a la entrada, paso por encima de la valla de metal medio caída y comienzo a buscar a Fred por los alrededores, ya que dijo que me iba a esperar aquí. Doy unos cuantos pasos hacia el frente, alejándome de la valla y, luego, decido quedarme quieta en el sitio hasta que divise al moreno. Pero los segundos pasan y él no aparece.

—Kristen. —Alguien pronuncia mi nombre a mi espalda, al mismo tiempo que me agarra del brazo.

Me doy la vuelta en el acto, con el corazón en la garganta por el susto que me ha provocado su repentino tacto. Al hacer esto, puedo ver que se trata de Jayden, apodado el dilatas, quien me hizo cruzar por la viga y el cual me drogó. Segundos después, me suelto de su agarre de forma brusca y me mantengo alerta a cualquier movimiento raro que pueda llegar a hacer.

—Tranquila, fiera. —Alza las manos, a la altura de su cabeza, como una forma de decirme que no piensa hacerme nada.

Aunque poco me fío ya de él. Bueno, no me fío nada de nada.

—Solo venía a darte la bienvenida a estas fiestas oficialmente —agrega en forma de explicación.

Este me tiende su mano izquierda para que se la estreche. Observo dicha extremidad durante unos segundos y, luego, paso a hacerle un escaneo completo del cuerpo por si acaso se atreve a clavarme una jeringuilla de nuevo. Sin embargo, al recordar el gesto que ha hecho levantando ambos brazos hacia arriba, me indica que no lleva nada con lo que pueda herirme. Pero, de todas formas, mi cabeza y yo no queremos arriesgarnos.

—Gracias. —Me aferro a los bolsillos de mi chaqueta sin ninguna intención de estrecharle la mano.

—Vaya. —Se ríe—. No pensé que fueras así de maleducada.

Él aparta la mano de mi vista y la mete en uno de los bolsillos de sus pantalones negros.

Já.

—Tú me drogaste, cabrón —escupo con rabia.

—Pero mírala, que rencorosa. —Me muestra una sonrisa de medio lado en sus labios que, poco a poco, se va transformando en una más sádica.

Intentaste que me matase haciendo equilibrios, no te voy a alabar. Eso lo tengo muy claro.

Una mueca de asco y desprecio se hace presente en mi rostro. No le soporto, me parece una persona de lo más repugnante en cuanto a su comportamiento se refiere.

—Jayden. —Una voz masculina me inunda los oídos.

Giro mi cuerpo un poco hacia la derecha para poder ver lo que hay detrás de mí, con la intención de divisar al dueño de esa voz. En ese momento, Axel aparece en mi campo de visión, acercándose hacia nosotros a un paso normal. Sus manos se encuentran dentro de los bolsillos de la chaqueta de cuero marrón oscura que lleva puesta. La expresión de su cara no muestra agrado alguno, más bien, parece que está un tanto molesto. Como siempre, vaya.

Una vez que el expresidiario llega hasta nosotros, dice lo siguiente:

—Te buscan por ahí. —Hace un gesto con su cabeza para indicarle la dirección en la cual le están buscando.

Los ojos de Williams se quedan fijos en el dilatas, provocando que este se tense en el sitio al completo.

—Voy —responde Jayden tragando saliva.

En cuanto él me pone la mirada encima, añade:

—Adiós, chica. Diviértete.

Dicho esto, me muestra una sonrisa, que, aunque quiere hacerla parecer normal, acaba siendo una forzada. Lugo, comienza a caminar lejos de nosotros dos. Axel suelta un suspiro de exasperación, lo que hace que yo pose la mirada en él. Este se lleva las manos a la cara y se la restriega un par de veces con frustración. Cuando se las aparta, sus ojos se fijan en los míos.

—Voy a tener que empezar a utilizar la psicología inversa —comenta, enfadado—. No haces más que llevarme la contraria.

Ruedo los ojos.

—¿Psicología inversa? —Arqueo las cejas—. Mejor deja de darme órdenes y así te ahorras el cabreo.

Él frunce el ceño y desvía la mirada hacia su derecha. No está nada de acuerdo con mi contestación. Sin embargo, puedo percibir que también está algo nervioso, y no sabría decir cuál es el motivo de ello.

—¿Dónde está Fred? —cambio de tema.

Axel, simplemente, se encoge de hombros. Ni se quiera me mira.

—Estoy aquí —responde una voz diferente.

Miro detrás del expresidiario, viendo así a Turner corriendo levemente hacia aquí. Cuando llega a nuestro lado, frena en el acto para recuperar el aliento.

—Ahora iba a buscarte —me hace saber este con la respiración agitada.

Williams fija la mirada en su amigo; y no es una muy amistosa que se diga. Creo que acabo de encontrar al responsable de su enfado. En cuanto el moreno se percata de esto, posa la vista en el expresidiario con confusión en sus ojos.

—¿Por qué me miras así? —cuestiona Fred tragando saliva.

—Porque eres gilipollas —espeta Axel, molesto.

—¿Por qué? —Abre los ojos de par en par sin entender la reacción de su amigo.

—Te dije que no la volvieras a invitar. —El expresidiario le agarra de un brazo y tira de él hasta acercarle a su cuerpo, considerablemente.

—Pero si ya ha hecho la novatada. No corre peligro alguno —se defiende el moreno.

—Vete a la mierda, en serio.

Venga, que estoy a tiempo de morir.

Fred va a decir algo para escudar su posición, pero la voz de Jayden amplificada por un megáfono se lo impide.

—¡La novatada va a comenzar!

Esta simple frase consigue que se me pongan los pelos de punta en un segundo. Siento un escalofrío recorrerme de pies a cabeza y mi primer instinto es salir corriendo lejos de este lugar. Pero no puedo hacer eso. De ninguna de las maneras abandonaré esto, debo de ser fuerte si quiero demostrar que puedo trabajar en este tipo de cosas. Williams suelta el brazo de su amigo, haciendo que este se lleve la mano hacia esa zona.

—Lo siento, tío —se disculpa Turner.

El rostro del expresidiario se ablanda.

—Os espero dentro —añade.

Cuando esas palabras salen de su boca, él comienza a caminar hacia la entrada delantera del primer edificio. Me quedo mirando su espalda, viendo así como se va alejando de nosotros de a poco. Al rato, dirijo la mirada hacia Axel, quien observa cómo la gente se amontona para entrar en el lugar en ruinas.

—¿Voy a tener que hacer alguna otra cosa de esas? —cuestiono con miedo de que me dé una respuesta afirmativa.

La forma en la que ha contestado a su amigo ha hecho que me ponga más alterada de lo que ya estaba

—No. —Niega con la cabeza—. Ya no corres peligro.

Vuelve la mirada a la mía

—¿Entonces por qué no...?

—Porque no quiero que estés aquí —me interrumpe, acortando la distancia que queda entre nosotros—. Ni siquiera sabes cuál es la función de estas fiestas. Asistir no hará más que meterte en problemas.

—Tu amigo me dijo que no aceptase nada de lo que me ofreciesen aquí, si es a eso a lo que te refieres.

Se mantiene unos instantes en silencio y, luego, habla.

—Vaya, por fin sale algo inteligente de su boca.

Los músculos de mi cuerpo se relajan al escuchar sus palabras.

—¿Si te digo que te vayas a casa me harás caso? —inquiere.

—No —aseguro.

Un suspiro de rendición sale de sus adentros.

—Vamos —dice al cabo de unos segundos, tendiéndome la mano.

Fijo la mirada en su mano, debatiendo conmigo misma si debería confiar en él o no. Pero al recordar que fue él quien me salvó la vida pudiendo no haberlo hecho, estrecho mi mano con la suya sin dudar un segundo más. Este, tras darme un suave apretón en la misma, comienza a correr, haciendo que yo también lo haga. Pero no corremos hacia la entrada por la que entran todos, sino por la que entré la otra vez, la que está por la parte de atrás.

Al llegar, frenamos y esperamos un rato para recuperar el aliento. Observo el interior del edificio. Esta vez no tenemos una luna que nos ilumine, y las luces de la calle tampoco es que nos ayuden mucho a ver, por lo que está todo bastante más oscuro. Bajamos los tres escalones que hay nada más entrar, con los dedos de Axel apretando mi mano cada vez más para que no me caiga si llego a tropezarme con algo. Nos adentramos en la oscuridad hasta llegar al pasillo que nos da a elegir entre derecha o izquierda.

Esta vez vamos hacia la izquierda, el lado opuesto que la vez anterior. Cuando llegamos al final del pasillo, escucho a los presentes de la fiesta hablar y gritar muy cerca de nosotros, pero al estar todo tan oscuro no llego a verlos. Al poco tiempo las luces del edificio se encienden todas a la vez, dejándome ver la pista repleta de gente, a excepción del centro. Ambos caminamos hacia la multitud de personas, metiéndonos entre ellas hasta llegar a un pequeño hueco en el que podemos estar sin empujones de por medio.

—No te separes de mí en ningún momento, por favor te lo pido —suplica Axel cerca de mi oído.

Él suelta mi mano, para después rodear mi cintura con su brazo y pegarme a él lo más posible. Me quedo unos segundos mirando su rostro, el cual no para de moverse de un lado a otro en busca de algo o alguien.

—¡Mirad! —grita un chico entre el público, alzando su brazo para señalar la viga del techo—. ¡Ya sale el primero!

Subo la mirada hacia el travesaño; una chica está a punto de cruzar. Y no es que vaya en sus cinco sentidos, precisamente.

La chica pone su primer pie sobre la viga y tras extender los brazos a ambos lados de su cuerpo para mantener el equilibrio, pone el segundo. Consigue avanzar cuatro metros sin tambalearse siquiera un poco, pero esa racha se le acaba, porque al llevar uno de sus pies hacia delante, se escurre y cae golpeándose con la viga. Reprimo un grito en mi garganta, llevándome las manos a la boca al ver que su cuerpo se está cayendo hacia el lado izquierdo y ella no hace nada para sujetarse.

Se va a caer, estoy segura de que se va a caer.

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