👑 Capítulo 23
Camino hacia a Axel con cautela, quien se ha sentado en uno de los bancos que hay por el pasillo. Me siento junto a él sin dejar de mirarle. Sus codos están apoyados sobre sus piernas y sus manos sujetan su barbilla.
—¿No crees que has sido un poco duro con el chico? —me atrevo a romper el silencio.
Él gira su cabeza un poco hacia a mí, para así poder verme.
—¿Duro? —Alza las cejas—. No. Él me recuerda a mí a su edad.
Cuando estas últimas palabras salen de su boca, pienso que es un buen momento para intentar indagar sobre él y su vida.
—¿Por qué? Que yo sepa el chico no es un asesino —comento.
Ahora que ya soy un poco más conscientes de las cosas, no me gusta el hecho de estar echándole en cara lo de "asesino", ya que, tal y como están las cosas, dudo mucho que lo sea. Pero cuando estoy con él, soy Kristen y no Kelsey, por lo que es necesario hacer este tipo de cosas. Mi identidad falsa no sabe nada de lo que yo he descubierto. Así que, con un poco de suerte, me desvela algo importante.
—No, no lo es. —Niega con la cabeza—. Él es la víctima. —Pega su mirada en mí—. La asesina es su enfermedad.
Abro un poco más de los ojos al escucharle. Es como si me estuviese confesando la verdad de la manera más sutil posible...
—¿Eso... eso quiere decir que tú te consideras una víctima en lo que sea que te pasara? —inquiero frunciendo el ceño
Axel levanta su mentón de entre sus manos y hace el mismo gesto que yo; luego, me mira con cara de: "¿Qué coño dices?"
—Te estás metiendo en un territorio peligroso, princesita —me advierte con seriedad en su voz.
—¿Por qué dices eso?
—Nunca le toques las narices a un asesino. —Acentúa aún más su ceño—. El carácter del chico es lo que me recuerda a mí.
Pues ahora que lo dice... tiene razón. Son parecidos en algunos aspectos. Pero esas palabras que ha pronunciado antes, no las voy a olvidar nunca. Mi mente sigue pensando que eso fue una confesión en toda regla, pero... ¿Quién sabe? Williams mete la mano en el bolsillo de su bata y saca de él la nariz de payaso, para después ponerla en mi mano.
—¿Por qué me das esto? —cuestiono, confundida, mirando la nariz roja detenidamente.
—Ya que has venido a incordiarme, no voy a dejar que te quedes de brazos cruzados —explica mientras se levanta del banco—. Vamos, aún nos quedan muchos niños a los que hacer reír. —Dicho esto, comienza a caminar por el pasillo, alejándose de mí.
Me levanto del banco, con una pequeña sonrisa en mis labios, y luego comienzo a seguirle. Creo que tendré que leerme su informe de arriba abajo, porque de verdad que no creo que él haya podido ser capaz de matar a alguien a sangre fría. De hecho, creo que ya estoy segura de ello. Axel tiene que ser inocente.
Al cabo de unos segundos, el expresidiario se para enfrente de la puerta cerrada de una de las habitaciones. A continuación, lee la información del paciente que hay colgada en la misma. Unos instantes más tarde, él habla.
—Esta tiene siete años. —Señala la hoja—. Será más fácil que con el otro chico. —Se da la vuelta para poder verme.
—¿Qué es lo que tiene? —pregunto intentado ver la hoja con la información que hay a su espalda.
—Leucemia —contesta quitándome de la mano la bola roja.
Este se la pone sobre la suya. Me quedo unos segundos observándole detenidamente el rostro, aguantándome las ganas de reírme por cómo le queda la nariz de payaso puesta. Es divertido verle así. Me hace bastante gracia.
—Muy guapo, oye —digo en forma de burla, mientras una sonrisa se hace presente en mi rostro.
—Cállate —ordena con tono serio, intentando esconder una sonrisa en sus labios.
Pero se queda en eso, un intento. Él se da la vuelta y abre la puerta de la habitación, para a continuación entrar con una gran sonrisa de oreja a oreja. Más grande que la que ha intentado esconder de mí segundos atrás.
—Buenos días, pequeña —saluda, robándole una carcajada a la niña que está sentada sobre su cama.
Se nota que le han quitado la quimioterapia, el pelo rubio comienza a crecerle en su pequeña cabeza. Y debo admitir que me he enamorado de sus ojos. Menudos ojazos azules. Axel camina hacia su cama y se posiciona justo a los pies de la misma.
—Voy a necesitar tu ayuda —le dice a la pequeña.
La rubia ladea la cabeza, curiosa por lo que el chico que hay enfrente de ella le va a decir.
—¿Para qué? —pregunta.
Su voz es suave y tierna. Propia de una niña de su edad.
—¿Ves aquella chica? —Me señala, haciendo que la pequeña siga la trayectoria de su brazo hasta dar conmigo.
—Sí. —Asiente ella volviendo la mirada hacia a Williams—. ¿Qué pasa con ella?
El expresidiario rodea la cama y se arrodilla en el lado derecho de la misma, para poder estar más o menos a su misma altura.
—Verás... Me quiere robar la nariz —declara, al mismo tiempo que se señala la pelota roja que tiene en medio de la cara.
Esto tiene que ser broma.
—¿Perdona? —intervengo.
Me cruzo de brazos y entro en la habitación, acercándome poco a poco a ellos.
—No, no te perdono. —Niega él con la cabeza, fingiendo enfadarse—. Que me quieras robar la nariz es imperdonable.
¿Pero qué...?
—¿Por qué le quieres robar la nariz? —cuestiona la niña frunciendo el ceño, cabreada.
Dirijo la mirada a Axel, quien me guiña un ojo indicándome que le siga el juego. Ay, mi madre.
—Pero es que esa nariz es mía —le explico a la niña—. Él me la robó primero.
Williams abre la boca con falsa indignación y luego llama la atención de la niña tocando su brazo.
—Es mentira, no la creas —le dice este negando con la cabeza.
Ruedo los ojos y doy un paso más hacia la cama, para después inclinarme sobre el colchón de la misma y quitarle la nariz a Axel de la cara. Él me sigue con la mirada, sorprendido por mi acto.
—Ainhoa, me ha quitado la nariz —se queja haciendo un puchero y volviendo la vista a la niña—. Dile algo. —Me señala.
La niña, ahora llamada Ainhoa, se acerca a Axel y pega sus labios al oído de este, susurrándole algo.
—Buena idea —responde Axel.
Oh, oh. Los dos pegan sus miradas cómplices en mí, haciendo que dé un paso hacia atrás. Esto no me gusta ni un pelo.
—¡A por la ladrona! —grita Ainhoa, bajando de su cama de un salto.
Oh, oh. Axel se levanta de inmediato del suelo y tras rodear la cama, se acerca a mí y me agarra el brazo derecho. Mientras tanto, me hace la zancadilla con una de sus piernas para poder tirarme al suelo.
—Pero ¿¡qué haces!? —grito intentado mantenerme en pie, pero de nada sirve.
Finalmente consigue tirarme al suelo de espaldas, con cuidado de no me hacerme daño. Y antes de que pueda hacer el ademán de levantarme, las manos de Ainhoa y Axel recorren mi abdomen haciéndome cosquillas, lo que provoca que suelte una sonora carcajada y me haga un ovillo en el suelo, con la intención de protegerme. Pero no funciona.
—¡Basta! —les grito entre risas que soy incapaz de reprimir—. ¡Me hacéis cosquillas!
—Ese es el objetivo, genia —se burla Williams, clavando suavemente sus dedos en mis costados.
Esto hace que comience a reírme sin control alguno. A este paso me meo, lo estoy viendo venir.
—¡Devuélvenos la nariz! —chilla Ainhoa entre risas, llevando sus pequeños dedos a mi cuello, lugar en el cual comienza a hacerme más y más cosquillas.
—¡No! —grito de vuelta, escondiéndola lo mejor que puedo en el interior de mi mano—. ¡Es mía!
—¡Ríndete, ladrona! —me ordena Axel, con una sonrisa en su rostro que consigue derretirme.
Ay, la virgen.
—¡Vale, vale! —Levanto las manos hacia arriba en forma de rendición—. Me rindo, vosotros ganáis. —Respiro hondo para recuperar el aliento, haciendo subir y bajar mi pecho más rápido de lo normal.
Estoy demasiado vieja para estos trotes ya. La niña, en cuanto ver oportunidad, me quita la nariz de la mano. Hecho esto, se la tiende, con una sonrisa triunfal, a Axel. Él le mira con ternura.
—Quédatela, te la regalo —le dice señalando la pelota roja en las pequeñas manos de Ainhoa.
—¿En serio? —inquiere ella.
Sus ojos se abren de par en par, mostrándonos un brillo de ilusión en el interior de ellos.
—Sí. —Asiente con la cabeza el expresidiario—. Tengo que ir a ver a otros niños. Hasta luego, pequeña. —Dicho esto, se levanta del suelo.
Él pasa su mano por la cabeza de la niña, acariciándola suavemente, lo que consigue robarle una sonrisa a Ainhoa.
—Y tú —me dice Axel, dirigiendo la mirada a mi cuerpo tirado en el suelo—. Levanta de ahí, no seas cría —se burla.
—Habló aquí el más indicado —respondo en un suspiro, ya que aún no he sido capaz de recuperar el aliento del todo.
Entre los dos me han matado.
Apoyo las manos en el suelo, a ambos lados de mi cuerpo, para así poder impulsarme hacia arriba y conseguir despegar la espalda del mismo, quedándome sentada en él.
Una de las manos de Williams aparece en mi campo de visión, con la intención de ayudarme a levantarme. Este acto hace que fije los ojos en los suyos, sorprendida. Aunque creo que, a partir de ahora, todo lo que venga de él me va a sorprender, ya que tenía una imagen muy diferente a la que ahora me está mostrando.
—Vamos, me voy a hacer viejo —se queja, moviendo su brazo delante de mí.
Ruedo los ojos en cuanto su voz me trae de vuelta al mundo real y entrelazo mi mano con la suya. Él pega un tirón de mi brazo, levantándome en el acto del suelo y haciendo que quede a pocos centímetros de su cuerpo, cosa que llega a ponerme nerviosa. Axel parece darse cuenta, ya que suelta mi mano y da un paso hacia atrás para separase de mí.
—Adiós, chiquilla —se despide el expresidiario de la niña.
Acto seguido, comienza a caminar hacia la salida de la habitación.
—Adiós, Ainhoa —me despido ahora yo, pasando mi mano bajo su barbilla cariñosamente.
Ella me muestra una sonrisa de oreja a oreja, enseñándome su dentadura, con algunos huecos en los que falta algún que otro diente. Esto logra hacer que yo también sonría.
—¡Adiós! —contesta, alegre, dirigiéndose de nuevo a su cama.
Me doy la vuelta y camino hacia la puerta. Cuando salgo, me encuentro con Axel a unos cuantos pasos a la derecha, esperándome. Él abre la boca para decirme algo, pero el repentino sonido de su móvil, se lo impide. Este mete su mano en uno de los bolsillos de su bata, para después sacar el teléfono del mismo, descolgarlo y llevárselo al oído.
—Dime —contesta a la llamada con seriedad, lo que hace que borre la sonrisa que llevaba dibujada en mi rostro.
Y... el Axel gruñón ha vuelto a aparecer.
—Salgo a las siete de la tarde —le hace saber a la persona que está al otro lado del teléfono.
Williams frunce el ceño al escuchar lo que sea que le esté diciendo la persona con la que habla.
—Tendrás que esperar mucho. —Suspira.
Se queda callado durante unos segundos, escuchando atentamente lo que le están diciendo.
—Como quieras. —Rueda los ojos.
Cuando dice esto, cuelga la llamada.
—Creo que ya debería irme —comento, mirando cómo vuelve a guardar el móvil donde estaba.
—¿Te vas? —Arquea las cejas.
—Sí.
—Fred está en la entrada del hospital —me hace saber—. No hagas caso a nada de lo que te diga. Y lo más importante. —Se acerca unos centímetros a mí, haciendo que note su respiración contra mi rostro—. Dile que no.
—¿Decirle no a qué? —cuestiono, confundida.
Él se da la vuelta para irse y yo aprovecho para mirarle su ancha espalda mientras se aleja.
—Adiós, princesita —dice sin girarse para verme y sin detenerse siquiera.
Me doy la vuelta con lentitud, aún con el ceño fruncido, y me dirijo al ascensor para bajar a la planta baja. Bueno, no creo que Axel haga nada malo por aquí de todas formas.
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