👑 Capítulo 17
Mis pies se mueven con ligereza y rapidez en el instante en el que salgo del ascensor. Voy avanzando por el pasillo hasta llegar al despacho de mi jefe. Una vez que me encuentro frente a su puerta, me preparo para la bronca que me va a echar por haber llegado tarde. En cuanto ya creo que me he mentalizado lo suficiente para lo que está por venir, abro la puerta y entro en la oficina.
Los ojos del señor Meadows se fijan en mí en el acto. Cierro la puerta para que, cuando empiece con sus típicos gritos, no se escuchen mucho por la comisaría. Hecho esto, me acercó un par de pasos hacia su escritorio.
—¿Eres consciente de qué has llegado media hora tarde? —informa Marshall en un tono de voz seco.
Su mirada seria no deja la mía en ningún momento. Él despega la espalda del asiento de su silla.
—Sí, señor —afirmo, soltando un pequeño suspiro.
—Esto no es la escuela, Kelsey. Allí te ponen una falta de asistencia, pero aquí te despedimos —explica seriamente.
—Lo sé, no volverá a ocurrir —me disculpo a la vez que ruedo los ojos—. Pero en vez de hacerme venir aquí todos los días a contarle novedades y a que usted me diga a donde tengo que ir para encontrar a Axel, podríamos hablar todo esto por teléfono, ¿no le parece?
—No, de eso nada —sentencia este, negando con la cabeza.
—Pero de esa forma perderíamos menos tiempo y evitaríamos inconvenientes en los que Axel pueda descubrir mi tapadera —expongo para hacerle entrar en razón.
Como el de esta mañana, por ejemplo.
—Entiendo tu punto de vista, pero prefiero hablar las cosas en persona —comenta cruzando los brazos sobre su escritorio—. Así que seguirás viniendo a comisaría todos los días y siempre que Rosa o yo te llamemos. ¿Entendido?
—Entendido. —Muevo la cabeza en respuesta afirmativa a la vez que le acuchillo con la mirada.
—Y no me mires así, niña. Ni que te estuviese quitando el aire que respiras.
Pero me estás quitando horas de sueño, que es peor.
—Que sea la última vez que llegas tarde—advierte.
—Sí —susurro con cierta molestia—. Además, no ha sido mi culpa.
Bueno, en parte sí que ha sido culpa mía, ya que me he levantado tarde de la cama, pero William también ha tenido que ver en esto.
—¿Cómo qué no ha sido tu culpa? —inquiere después de carraspear un poco con la garganta.
El señor Meadows se recuesta en el respaldo de su silla, cruzando los brazos sobre su pecho y mirándome con una ceja arqueada.
—Axel estaba esperándome en la puerta de mi edificio y no era plan de que me siguiera hasta comisaría —le cuento lo que ha sucedido esta mañana.
De inmediato, la expresión de mi jefe cambia radicalmente a una de sorpresa y... alegría, parece ser. Mira, los cambios de humor de este hombre me dan más miedo que Axel.
—¿Me estás diciendo que ese asesino se ha saltado la orden de alejamiento? —deduce incorporándose de su asiento.
Él apoya sus manos sobre la mesa, acercándose así un poco a ella.
—En teoría sí —respondo algo dudosa.
Una sonrisa se hace presente en su rostro, y se va ensanchando a cada segundo que pasa. Pero algo pasa por su cabeza haciendo que esa sonrisa caiga en picado hasta formarse en sus labios una mueca de rabia. Bipolaridad pura, vaya.
—Mierda —espeta.
Vuelve a apoyar su espalda en el respaldo de la silla.
—¿Qué pasa? —pregunto algo confundida.
—Saltarse una orden de alejamiento puede meterle en un lío bastante importante, ya que entraría en prisión por seis meses o incluso un año, pero está claro que luego volvería a quedar libre y tú tendrías que seguir con el trabajo de vigilarle —relata detenidamente para que pueda entenderle, pero por muy lento que me lo explique no entiendo qué problema hay con eso.
—No veo que haya ningún problema con eso. —Niego con la cabeza—. Le denunciamos y el trabajo estaría terminado.
—¿Estás de coña? —Alza las cejas.
—No, señor.
—Si le denunciamos por el incumplimiento de la orden de alejamiento tu tapadera se iría al garete a la hora de volver a vigilarle. Porque estoy seguro de que el juez querrá ponerle vigilancia de nuevo.
Arrugo el entrecejo e intento procesar toda la información que me ha dado, para comprenderlo todo bien. Tiene razón, esto se iría a la mierda en cuanto se formase un juicio.
—Él ya sabría que tú eres policía y no valdrías para el trabajo. Y tampoco es que tenga personal tan joven como tú, por lo que no podríamos terminar lo que se nos ha encomendado —añade.
Asiento levemente con la cabeza.
—En resumen. Que no nos vale el incumplimiento de la orden de alejamiento para meterle en prisión. —Suspira, frustrado—. Tiene que hacer algo más gordo para que la pena de cárcel sea más larga.
A este paso se va a acabar hartando de mí, y cuando eso pase, me matará y acabaré flotando en el río más cercano.
—A usted lo que le interesa es que el chico se pudra en la cárcel, no terminar el trabajo que nos han encomendado —comento acentuando el ceño—. Se podría, perfectamente, añadir este delito a su historial y denunciarle cuando acumule unos cuantos más.
—Tranquila, añadiré esto a su informe sin dudarlo —confirma—. Y por supuesto que quiero que se pudra en prisión. Ha matado a mi amiga, ¿recuerdas?
—Sí, señor. Lo recuerdo perfectamente. —Vuelvo a asentir con la cabeza—. Y veo que su vida personal está influenciando demasiado en este trabajo, cosa que no veo bien.
En el momento en el que estas palabras salen de mi boca, su expresión se vuelve seria al instante.
—Kelsey, vuelve a tu trabajo ahora mismo —me ordena ignorando completamente lo que le he dicho segundos atrás.
—Claro, señor —contesto con seriedad en mi voz, debido a la actitud tan poco profesional de mi jefe—. Pero antes necesito que me dé el informe de Axel otra vez.
—¿Por qué razón? —indaga.
—Hay algo en él que me puede ayudar con este caso.
—Está bien.
Dicho esto, Marshall abre uno de los cajones de su escritorio y saca de él lo que le he pedido: el informe desastroso de Williams. Lo tira sobre la mesa con desgana para que lo tome.
—Gracias, señor Meadows —agradezco cogiendo las tres hojas que forman el informe.
Él me hace un gesto con su mano para que me vaya de su despacho. Parece que, lo que le he dicho, le ha molestado de sobremanera, pero es la pura verdad. Él ni siquiera debería de estar a cargo del caso sabiendo que tiene relación con una de las víctimas.
No añado nada más al respecto y me marcho de su oficina. Camino hacia el ascensor mientras le echo otro vistazo al informe. Cuando llego a mi destino, aprieto el botón para que el elevador llegue hasta mi planta. Una vez que ha llegado, entro en él y presiono el botón de la planta baja. Mientras tanto, busco la hoja en la que está escrito lo de los calibres de bala y la leo por encima.
Por muchas veces que relea esas palabras, no me convencerán del todo. Lo que pone en esas hojas indican que Axel puede ser inocente de uno de los asesinatos, como mucho. De los otros tres, todo señala a que sí fu él el responsable de los crímenes. Pero viendo lo inconcluso que está todo, temo meter la pata. Es posible que Williams siga siendo culpable.
En cuanto las puertas del ascensor se abren, me dispongo a salir. Mientras me acerco a la salida de la comisaría, voy sacando el móvil para poder llamar a Chelsea y decirle que tengo lo que me pidió. Una vez fuera del edificio, marco el número de mi amiga y me llevo el teléfono al oído. Espero pacientemente a que me descuelgue la llamada.
—¿Diga? —contesta ella al otro lado de la línea.
—Chel, tengo el informe de Axel —le notifico sin dejar de caminar.
Miro a mi alrededor como acto reflejo. No me gustaría que Axel apareciese por aquí de golpe.
—¿En serio? Cuando pueda voy a tu casa —me hace saber—. Aunque creo que tú ya te has dado cuenta de lo que no me cuadra. La prensa dijo que las heridas de bala de la madre no concordaban con el calibre del arma. Pero que Axel se declaró culpable igualmente por... no sé qué. Ya no me acuerdo la excusa que pusieron.
—Sí. —Asiento levemente—. Eso también lo pone en el informe.
—¿Ya entiendes lo que quiero decir?
Me hago una idea, la verdad. Sin embargo, sigo pensando lo mismo que antes. Faltan cosas. No podemos sacar conclusiones apresuradas y que estas sean acertadas, no hay nada seguro.
Suspiro.
—Sí, que Axel es inocente, pero...
—Ya está, Kels —me interrumpe—. No hay más que hablar. Es inocente.
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