👑 Capítulo 15
—Entonces... ¿Él es el criminal al qué tienes qué vigilar? —me pregunta Chelsea mientras se come una porción de la pizza que hemos pedido para cenar—. Axel Williams.
—Sí —respondo observando cómo se lleva a la boca el trozo de pizza.
Antes no le di su nombre. Pensé que era algo más personal y que ella no tenía por qué saberlo, como dije desde un principio. Pero en cuanto ha visto a Axel en vivo y en directo, no ha tardado en reconocerle.
—Pues menos mal que no te he llamado por tu nombre. Lo hubiese fastidiado todo —comenta con la boca llena, provocando que haga una mueca de asco—. Y oye, para ser un criminal está bastante bueno.
—Ha matado a gente —le recuerdo.
Aunque siendo sincera... eso no le quita lo guapo que es.
Va a volver a hablar con la boca llena, pero yo le enseño la palma de mi mano para que no lo haga.
—Trágate eso y luego ya hablas lo que quieras —ordeno señalando su garganta.
Ella asiente con la cabeza lentamente y después pega la mirada en la caja de pizza que hay sobre la pequeña mesa de centro, mientras mastica la comida tranquilamente. Sus ojos me miran de reojo y comienza a masticar más despacio.
—¿Podrías dejar de mirarme mientras como? Me pones nerviosa —habla como puede, debido a que sigue teniendo la boca llena.
Ruedo los ojos y suelto un suspiro, cansada. A continuación, fijo la mirada al frente mientras pego mi espalda en el respaldo del sofá.
—Gracias —agradece Chelsea, con la comida todavía dando vueltas en el interior de su boca.
Menudas ganas de meterle un capón.
Me cruzo de brazos y espero a que mi amiga termine de tragarse la comida triturada. Bagheera aparece de repente en mi campo de visión, acercándose lentamente a mí hasta estar justo enfrente de mis piernas. El felino se sienta en el suelo y se me queda mirando fijamente, como si intentara decirme algo.
—¿Qué miras, eh bicho? —le pregunto, frunciendo el ceño—. Axel casi me descubre por tu culpa.
Él suelta un pequeño maullido y se levanta. Tras darse media vuelta, comienza a caminar rumbo al pasillo. Mantengo los ojos fijos en el animal, viendo como menea su trasero mientras anda de una manera tan tranquila y divertida que logra hacerme gracia.
—A veces me asustas. —La voz de mi amiga se hace presente en el lugar, por lo que dirijo la mirada hasta ella.
—¿Por qué? —indago, confundida.
—Estás hablando con tu gato. —Alza las cejas hacia arriba.
Tú hablas con la comida y no me quejo.
—Sí, estoy loca, hablo con mi gato —Ruedo los ojos—. Dime lo que me ibas a decir. —Separo mi espalda del respaldo del sofá y me coloco de tal forma que estoy de cara a ella.
Chelsea estira su brazo hacia la pizza para coger otro trozo, pero yo se lo impido cerrando la caja de la misma. Ella separa tanto los párpados que le da un aire de desquicio a su expresión facial. No puedo evitar reprimir una breve risilla en mis adentros para que no se queje de que me río porque me gusta hacerle de rabiar, cosa que es verdad y consigo con éxito.
—¿Qué haces? —cuestiona, indignada.
—Comerás después de decirme lo que me ibas a decir —sentencio con la suficiente firmeza para que ella ceda ante mi insistencia.
Ella suelta un suspiro y deja caer su espalda contra el sofá.
—Recuerdo haber oído hablar de ese chico en las noticias. Ha matado a personas, como bien has dicho antes —afirma con la vista pegada al frente—. Aunque la lagrimita esa que lleva tatuada me lo ha dejado suficientemente claro nada más verle. Madre mía, lo que ha cambiado el chico.
Asiento con la cabeza, dándole la razón. Uno de los significados que tiene ese tatuaje es el de asesinato. Quien la lleve, quiere decir que ha matado a alguien. Yo no he oído hablar de Williams en las noticias. De hecho, no he sabido nada de él hasta ahora. Cuando él cometió el crimen yo todavía estaba en Arkansas con mi familia.
—Pero, ¿sabes una cosa? Hay algo que no me cuadra, Kels. —Su mirada se vuelve seria, lo que hace que la mía también lo haga—. Toda la información que dio la prensa sobre el caso... Kelsey, no encaja. —Niega lentamente con la cabeza.
Si la información que dieron fue la misma que la que hay en el informe que me dieron, le creo. Nada cuadra. Los calibres de las balas ni siquiera coinciden. Y la verdad es que eso me tiene algo inquieta, ya que es posible que Axel sea inocente de uno de los asesinatos. Aunque también hace que me confunda, porque los que investigaron el caso deberían haberse dado cuenta antes. Es una constante lucha interna...
—Chel, no puedes bromear con esto —advierto, comenzando a prestarle mayor atención que antes.
Chelsea es propensa a lanzar teorías a lo loco, aunque luego ella misma llegue a la conclusión de que se contradicen entre sí o no tienen sentido. Yo prefiero ir más despacio para poder hacerlo todo lo mejor posible.
—Es que... nunca me cuadró nada. La información que salió en las noticias era demasiado escasa y confusa. No era mi trabajo, así que lo dejé pasar. Así que ahora que ya estás dentro del cuerpo policial, pienso ayudarte. ¿Tienes el informe del chico aquí? —pregunta girando su torso en mi dirección.
—No, lo entregué al día siguiente de leerlo.
—Tráetelo —pide.
Mi amiga fija sus ojos azulones en los míos, cosa que consigue ponerme los pelos de punta. Su mirada y la forma tan seria en la que habla, me dice que no está bromeando con nada de esto.
🐈
La alarma de mi móvil comienza a sonar en la mesilla que tengo justo al lado de mi cama, lo que me obliga a abrir los ojos perezosamente. Si por mí fuera, no los abriría. Pero me toca ir a la comisaría.
Suelto un sonoro gruñido mientras tanteo la mesilla en busca de mi teléfono y, cuando lo encuentro, apago la alarma. Me incorporo de la cama quedándome sentada en el colchón y, seguido de esto, estiro mis brazos hacia arriba haciendo crujir todos y cada uno de los huesos de mi espalda. Cualquier día de estos me rompo.
Tras hacer todo este proceso de desperezamiento, me pongo en pie y salgo de mi habitación, encontrándome así a Bagheera estirándose a pocos metros de la puerta de mi cuarto. Este gato es más vago que yo, y ya es decir.
Me dirijo al baño y realizo todas mis necesidades de aseo, incluido una ducha rápida y fría. Una vez que he terminado, me dirijo a la cocina arrastrando mis pies por el suelo y secándome el pelo con una tolla. De vez en cuando, voy sujetándome la segunda toalla que envuelve mi cuerpo para que no se me caiga.
En cuanto llego a mi destino, dejo la pequeña toalla que estaba usando para secar mi cabello sobre la mesa y, a continuación, cojo un vaso y la leche de la nevera. Cuando pongo todo esto en la encimera de la cocina, el maullido de Bagheera hace que mire hacia mis pies.
—¿Qué quieres bicho? —pregunto mirándole con la cara tan adormilada que suelo tener por las mañanas.
Bagheera se sienta en el suelo al lado de mis tobillos mientras se relame los bigotes. Uy, algo quiere.
Aparto la mirada de él y la pongo en el cartón de leche, para después cogerlo y echar su contenido en el vaso que cogí antes, mirando de reojo a mi gato. No para de mirarme.
Me dirijo a la nevera y guardo la leche en la misma, con Bagheera siguiéndome allá donde voy, lo que provoca que me comience a reír ante su acto. Camino hacia la encimera para coger mi vaso de leche, pero antes de que pueda hacerlo, mis ojos chocan con los del reloj digital que tiene el microondas. Abro los ojos de par en par. Dos palabras: ¡Llego tarde!
Salgo corriendo de la cocina hasta llegar a mi habitación. Pero si hace nada que la alarma ha sonado, ¿cómo es posible que se me haya hecho tarde?
Cojo mi móvil de la mesilla y lo desbloqueo. Es ahí cuando me doy cuenta de que la alarma no era la primera vez que había sonado, si no que ha estado sonando desde hace media hora y no la he hecho ni puñetero caso. Tiro el dispositivo sobre mi cama en el acto y luego me dirijo al armario que tengo al lado para sacar la ropa. Cojo lo primero que pillo, una sudadera gris y un pantalón de deporte negro. Me quito la toalla y me pongo la ropa de calle tan rápido como puedo, después de enfundarme unas bragas y un sujetador.
Una vez vestida y con mis deportivas puestas, cojo mi teléfono móvil y lo guardo en el interior de uno de los bolsillos de la sudadera, para a continuación salir corriendo hacia la cocina y tomarme el desayuno. Pero al llegar, mi barbilla cae hasta el suelo.
Puto gato.
Bagheera está sobre la encimera bebiéndose mi vaso de leche tan tranquilamente; con que eso era lo que querías, eeh. No es listo ni nada el capullo. Dirijo la vista hacia su comedero y me percato de que está lleno. Tiene comida suficiente. Pero no, el gato quiere fastidiarme la mañana.
—¿Sabes qué? Quédatelo —digo antes de darme la vuelta.
Vuelvo sobre mis pasos, hasta llegar al salón, para coger de la mesita de centro las llaves de casa. Una vez que las tengo conmigo, corro hacia la entrada y salgo de casa cerrando la puerta a mi espalda. Meto la llave correspondiente en la cerradura y hago lo propio, aunque torpemente, debido a las prisas. Una vez que consigo cerrarla, echo a correr escaleras abajo hasta llegar al portal en pocos minutos. Abro la pesada puerta del edificio y, antes de que pueda echar siquiera a correr hacia comisaría, una voz ronca me frena de golpe.
—¿Llegas tarde a algún sitio?
Me voy dando la vuelta lentamente mientras me maldigo interiormente; no puede ser. Cuando me doy la vuelta del todo, Axel aparece en mi campo de visión apoyado de espaldas en la pared del edificio, fumándose un cigarrillo.
Esto tiene que ser una broma pesada, chaval.
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