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👑 Capítulo 13

Lo ha hecho. ¡Joder, lo ha hecho!

Abro la puerta del despacho de mi jefe y entro sin pedir siquiera permiso para hacerlo.

—Me ha puesto una orden de alejamiento —espeto, rabiosa.

En cuanto estoy justo enfrente de su escritorio, estampo la hoja de la orden en él. Marshall levanta la mirada de unos informes que estaba leyendo segundos antes de que yo entrara en su oficina y me mira con confusión en su rostro.

—Buenos días a ti también —pronuncia este con sarcasmo.

—Me ha puesto una puñetera orden de alejamiento —repito, ignorando sus palabras.

Me alejo de la mesa y señalo el papel con ganas de romperlo en miles de pedazos. Aunque ahora que lo pienso mejor, debería estar en cierto modo agradecida. Ya que la segunda opción que me dio el criminal era la de matarme y, sin embargo, ha optado por ponerme la orden. Buah, no sé si reír o llorar.

—¿Quién? —me pregunta mi jefe dejando los informes sobre la mesa.

Acto seguido apoya los codos sobre la misma y entrelaza los dedos de sus manos.

—Axel —le nombro con desprecio.

En cuando el señor Meadows escucha ese calificativo salir de entre mis labios, la expresión de su rostro comienza a volverse más seria por momentos. La verdad, es que yo sigo sin creérmelo.

—Tienes que estar de coña. —Ríe sin gracia.

—Ojalá. —Ruedo los ojos al mismo tiempo que me cruzo de brazos.

Mi jefe estira su brazo hasta coger la orden de alejamiento y, cuando la tiene entre sus manos, comienza a leerla para sus adentros; las ganas que tengo de estrangular a ese criminal no son normales. Tras un par de minutos, en los que Marshall está entretenido examinando el papel que le he dado, su voz hace acto de presencia.

—La orden va dirigida a tu perfil falso: Kristen Byrne —comenta subiendo la mirada hasta la mía—. Y pone que el motivo de la misma es... ¿acoso?

—Sí. Me ha puesto una orden por hacer mi maldito trabajo —me quejo llena de cólera.

El señor Meadows pega sus ojos en el papel, nuevamente. Después de unos segundos, él se lleva una mano a la frente y empieza a reírse. A pesar de que está haciendo todo lo posible para evitarlo, no lo consigue. Una sonora carcajada retumba por el lugar, lo que provoca que yo frunza el ceño con fastidio.

—¿De qué se ríe? —inquiero con seriedad.

Marshall vuelve a mirarme.

—Es que no me creo que te haya puesto una orden de alejamiento —declara sin parar de reírse—. Este chico me está empezando a caer bien. —Deja la orden sobre la mesa nuevamente.

Esto tiene que ser una broma. Puedo soportar que me grite y que me trate como la novata que soy, pero esto no. Se está pasando ya de la raya y me está haciendo llegar a mi límite. Se me va a acabar agotando la paciencia que tengo con él a este paso.

—¿Ahora le cae bien? —cuestiono con ironía—. Pues vaya usted mismo a acosarle para hacerse su puñetero amigo y así poder meterlo en la jodida cárcel.

Dicho esto, me dirijo con pasos firmes y decididos a la puerta para poder marcharme, pero apenas agarro el picaporte de la misma y su voz me hace frenar.

—Kelsey, es una broma —aclara.

Cuando esas palabras se adentran en mis oídos, me doy la vuelta rápidamente y camino hacia a él para enfrentarle de nuevo.

—Pues estoy hasta los ovarios de sus bromas —le acuso con el dedo, cabreada.

—Cálmate, es que no creía que tuviese los suficientes huevos para hacer esto cuando el delincuente es él —me explica mostrándome las palmas de sus manos en forma de paz—. Yo me ocuparé de la orden de alejamiento, ¿vale?

Vuelvo a cruzarme de brazos al mismo tiempo que suelto un sonoro suspiro de frustración. Me quedo observándole con seriedad, esperando a que continúe hablando.

—Ahora ve a echar un vistazo a Axel —ordena señalando levemente la salida de su despacho.

—¿Un vistazo? —Alzo ambas cejas—. No solo le echaré un vistazo. Pienso ahorrarle el ir a la cárcel de un balazo.

Sin nada más que alegar, me giro y salgo de la oficina del señor Meadows como alma que lleva el diablo.

🐈

Observo con detenimiento la entrada del edificio que tengo enfrente, intentado recordar si fue este el portal del que salí la otra vez. No sería para nada agradable equivocarme de lugar y que una persona diferente me abriese la puerta de su hogar. No sabría siquiera cómo explicarle tal equivocación.

Tras unos segundos de búsqueda intensa por los recuerdos almacenados en mi mente, creo estar segura de que este es el edificio en el que vive Williams. Si termina por no ser este y ocurre lo que más estoy temiendo, saldré corriendo antes de que el dueño o dueña del piso abra la boca. Cojo una bocanada de aire armándome de valor y, a continuación, paso al interior del edificio. Por suerte, la puerta del portal está abierta.

Una vez en el interior, procedo a subir las escaleras hasta la planta correspondiente. En el momento en el que llego, me posiciono enfrente de la puerta de su vivienda. Me quedo unos segundos mirándola y, después, aprieto mis manos todo lo que puedo.

—¡Abre la puerta! —grito, furiosa, golpeando la misma con mis puños.

Espero un rato a que él haga acto de presencia y me abra, pero eso no llega a ocurrir, por lo que sigo insistiendo dando más y más golpes en ella.

—¡Para! ¡Vas a echar la puerta abajo! —vocifera la voz de Axel desde el interior de su hogar.

En el instante en el que escucho su voz, suspiro aliviada, ya que no me he confundido ni de edificio ni de piso. Me aparto unos pasos de la puerta y luego me cruzo de brazos, mirándola con la misma expresión de cabreo que vengo teniendo desde que he recibido la orden de alejamiento. Cuando la puerta se abre, un Axel molesto y echando humo por las orejas cual tren, aparece ante mí.

—¿Se puede saber qué haces aquí? —pregunta apretando su mandíbula fuertemente—. Tienes que estar a más de cien metros de mí —me recuerda, haciéndose presente en sus labios un indicio de sonrisa.

Aprieto los puños con más fuerza; no le soporto, ya le habría golpeado de no ser porque me sigue intimidando un poco.

—Me has puesto una maldita orden de alejamiento —escupo con molestia, provocando que él amplíe su sonrisa.

Lo mato, lo mato.

—Eso te pasa por acosadora —me echa en cara encogiéndose de hombros, para luego cruzar los brazos sobre su pecho—. Así que... aléjate de mí cien metros. —Hace un gesto con su mano para que me aleje.

—¡No soy una acosadora! —le grito colérica, acercándome un paso a él.

—Si no lo fueses no estarías ignorando ahora mismo la orden de alejamiento —se burla, dejando caer sus brazos a ambos lados de su torso.

—¿Quieres ver a una acosadora de verdad? —le reto alzando las cejas—. Pues la vas a ver.

Me acerco otro paso a él y me atrevo a darle un empujón en el pecho con mis manos, haciendo que este se eche hacia atrás.

—No solo te saltas la orden, sino que también me agredes. —Frunce el ceño.

—No sabes con quién te estás metiendo —le advierto con el dedo.

—Tú tampoco, princesita —asegura, serio.

Y antes de que pueda contestarle, gritarle o lanzarme a pegarle un buen puñetazo en la cara antes de salir corriendo escaleras abajo, este cierra la puerta de un portazo, provocando que dé unos pasos hacia atrás. Si antes te parecía una acosadora, vas a ver cómo voy a ser ahora.

🐈

Después de una media hora de camino, llego a mi casa. Meto la llave en la cerradura de la puerta de mi piso y le doy vueltas hasta abrirla. Al dar un paso hacia el interior, noto algo pasar por entre mis tobillos, lo que hace que baje la mirada hasta ellos. No obstante, acabo por encogerme de hombros al no ver absolutamente nada. Entro del todo en mi hogar y cierro la puerta detrás de mí.

—¡Bagheera, ya he llegado! —aviso quitándome la chaqueta de encima.

Nada, que nunca me va a entrar en la cabeza que ningún animal va a contestarme. Enrollo la chaqueta en mi brazo y giro mi cabeza hacia la derecha en busca de Bagheera en la cocina. No está.

Al no verle allí, me dirijo al salón atravesando el pasillo. Dejo la chaqueta sobre uno de los brazos del sillón y luego me tiro en el sofá. Dejo las llaves sobre el mismo, justo a mi lado. Miro a ambos lados del salón con el ceño fruncido, esperando a que mi gato se digne a aparecer. Pero nada, que no aparece.

—¡Bagheera! —vuelvo a gritar su nombre.

¿Dónde narices se ha metido?

Me levanto del sofá en el acto, para luego dirigirme a la izquierda, dónde se encuentra mi habitación. Entro en ella y me acerco a mi cama, para a continuación tirarme boca abajo en el suelo y mirar debajo de la misma a ver si está mi gato. Tampoco está. Me incorporo hasta quedarme sentada en el suelo y dirijo la mirada a la salida de mi habitación, pensando en qué ha podido pasar con Bagheera. No entiendo.

Me levanto y salgo hacia el salón nuevamente, ya algo preocupada. Me quedo de pie con las manos en mis caderas y sigo pensando en posibles lugares en los cuales haya podido llegar a parar mi gato. Me inclino un poco hacia delante mirando a mi izquierda, para poder ver el interior del baño que está al lado de mi habitación, pero la puerta está cerrada, y como Bagheera no haya desarrollado una habilidad que le permita abrirlas no creo que esté ahí.

¿Qué nos apostamos a que se ha metido en el cesto de la ropa sucia y se ha quedado dormido ahí? No sería la primera vez que lo hace. Suelto un pequeño suspiro mientras camino hacia el pasillo, pero cuando llego al mismo freno en seco en el sitio, pegando la mirada en mis pies. Al hacer esto, el recuerdo de algo pasando por entre mis tobillos llega a mi mente de sopetón. Ahí va.

Alzo la cabeza y pego la mirada en la entrada de mi casa con los ojos abiertos de par en par. ¡Bagheera!

Echo a correr a través del pasillo hasta llegar a la puerta en escasos segundos. Una vez que he llegado, agarro el picaporte con mis manos y la abro con torpeza. Sin embargo, cuando hago esto, Axel aparece en mi campo de visión con una sonrisa de oreja a oreja y mi gato entre sus brazos.

—¿Ahora quién acosa a quién? —cuestiona en tono de burla.

Williams se entretiene acariciándole las orejas a Bagheera, el cual entrecierra sus ojos disfrutando de su tacto. Lo que me faltaba ya.

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