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👑 Capítulo 10

—¿¡Donde cojones estabas, eh niña!? —El grito de mi jefe resuena por todo su despacho.

Estoy segura de que ha podido escucharse por toda la comisaría; cuando él grita a otros de mis compañeros, se escucha hasta en la cafetería. Marshall está cabreado, es fácil de percibirlo, incluso a primera vista. Tenía que estar aquí a primera hora de la mañana para contarle las novedades sobre el caso de Axel y lo he incumplido. Teniendo en cuenta que me drogaron y emborracharon, no ha sido del todo culpa mía.

—Puedo explicarlo —pronuncio casi en un susurro.

Me hago pequeña en el sitio ante la mirada asesina del señor Meadows. Él se levanta de golpe del asiento al mismo tiempo que apoya las palmas de sus manos en la madera de su escritorio. Sus ojos se achinan.

—¿Y a qué esperas para hacerlo? —inquiere en un tono de voz amenazante.

Trago saliva, incómoda. Axel, haz tu trabajo y mátame.

Marshall pega un puñetazo en la mesa, haciéndome saltar en el sitio a causa del susto.

—¡Empieza a hablar! —ordena.

"No le cuentes a la policía nada de lo sucedido ayer, si quieres seguir con vida."

Las palabras que Williams me dijo antes se cuelan en mi cabeza, haciendo que me dé cuenta del enorme lío en el que me he metido. Él me ha salvado la vida... ¿Debería de confiar en él en este caso también? Tras unos segundos de debate conmigo misma sobre lo que debo decir en esta situación, decido responder con la verdad, omitiendo algunas cosas.

—Señor... Cuando llegué, las personas que estaban allí me hicieron beber hasta emborracharme. Me obligaron a pesar de que me negué a ello más de una vez — explico con voz temblorosa y sin ser capaz de dejar los ojos fijos en algún sitio del despacho—. Esa era su forma de hacer que me integrara en su grupo.

Bueno, mentir no he mentido. Cuando estas palabras salen de mi boca, Marshall abre los ojos de par en par con espanto.

—¿Axel fue una de las personas que te obligó a hacer eso? —me interroga con seriedad.

Pues la verdad es que no, y no lo entiendo. Él podría haber participado perfectamente en que me emborrachase, incluso podría haberme dejado morir. Podría haberme dejado caer hasta que mis manos no pudiesen aguantar más y observar como mi cuerpo colisionaba contra el suelo. Pero no hizo nada de eso. No lo hizo. Hizo todo lo contrario. Me ayudó, me defendió y me salvó la vida. Se supone que es un asesino. y a los asesinos no les importa una mierda la vida de una desconocida.

—No señor, al contrario. —Niego con la cabeza.

No puedo impedir que mi mente divague por los recuerdos de ayer por la noche. Williams hizo mucho por mí, incluso más de lo que cualquier otra persona hubiese hecho en su lugar.

—¿Cómo qué al contrario? —indaga.

Arquea una ceja con cierta confusión en su rostro. Doy un par de pasos hacia el frente, hacia el escritorio de mi jefe, provocando que este se vuelva a sentar en su respectivo asiento con lentitud. Subo la vista hasta sus ojos.

—Axel fue quién me ayudó —declaro.

Marshall echa su espalda hacia atrás, hasta que esta queda completamente recostada sobre el respaldo de su silla.

—Continúa —me anima, ya algo más relajado que antes.

Él entrelaza los dedos de sus manos sobre su abdomen y me da tiempo a que yo siga con mi relato. Lleno mis pulmones de aire y voy expulsándolo poco a poco.

—Él evitó que me matase debido a la borrachera que llevaba encima y luego me llevó a su casa cuando yo me quedé inconsciente —narro, encogiéndome de hombros—. Pudo haberme dejado allí tirada, pero no lo hizo.

En el momento en el que estas palabras salen de mi boca, la expresión de Marshall me muestra preocupación.

—¿Y estás bien? —cuestiona con intranquilidad en su voz.

Asiento con la cabeza como respuesta afirmativa a su pregunta.

—Sí, gracias por preocuparse. —Sonrío levemente.

Marshall puede ser un completo gilipollas, pero cuando se lo propone, puede llegar a transformarse en un terroncito de azúcar. Al menos, eso es lo que me ha hecho ver desde que llegué a comisaría. Está claro que no es una persona fácil de tratar, pero cuando lo consigues, creo que merece la pena. Espero poder comprobarlo en algún momento. Solo tengo que caerle bien al señor Meadows.

—Bueno... —Suspira—. Dime algo, Kelsey... ¿Hizo algo indebido cuándo te llevó a su casa?

Cuando pronuncia estas palabras, se incorpora del respaldo de la silla y coloca sus brazos sobre el escritorio; eso me indica que me va a prestar mayor atención.

—No —me limito a decir.

Me llevo las palmas de las manos a mis codos, abrazándome a mí misma.

—Estabas inconsciente, ¿estás segura? —Arquea las cejas.

Mi ceño se frunce ante su insinuación. No sé qué pretende que conteste.

—Eh... no sé a lo que se refiere —confieso un tanto avergonzada.

Él coge una bocanada de aire y desvía la mirada hacia su escritorio, en busca de las palabras adecuadas para explicarme mejor las cosas. Parece que le da cierta vergüenza y miedo expresarlo con mayor claridad.

—Niña... me refiero a que si se sobrepasó contigo —me hace saber, volviendo sus ojos a los míos.

Me apresuro a negar con la cabeza.

—Como ya le he dicho, señor Meadows... Axel se ha comportado de manera positiva todo este tiempo —informo.

Mi jefe se lleva las manos a la cabeza, totalmente frustrado. Mantiene esa posición durante un tiempo, sin decir absolutamente nada y, después, se levanta de su asiento. Sigue absorto en sus pensamientos; no me atrevo a interrumpir lo que sea que esté rondando por su cabeza.

—No me creo que ese asesino no haya hecho nada mal aún —comenta en un susurro y dejan caer sus brazos a ambos lados de su torso.

—Bueno... me apuntó con un arma —digo al recordar ese suceso.

En cuantos esas palabras salen de entre mis labios y se adentran en los oídos de Marshall, este abre los ojos de par en par. La expresión de su rostro se transforma a una llena de algo que puedo detectar como alegría.

—¿Tiene en posesión un arma, ilegalmente? —quiere saber, alzando la voz, esperanzado.

Está bien, tal vez debería de haberme callado ese detalle.

—En realidad fue con mi propia arma. —Cierro los ojos con fuerza, preparándome para el grito de Marshall.

Al no escuchar absolutamente nada proveniente del señor Meadows, me atrevo a despegar los párpados para poder ver la reacción que está teniendo en este preciso momento. Está quieto, con las palmas de sus manos apoyadas en su escritorio y observándome con el ceño fruncido, lo que le da ese aspecto de hombre serio que casi todos en la comisaría tememos ver.

—¡La madre que te parió! —grita después de unos segundos—. Y por lo que veo, no te disparó. —Señala mi cuerpo con cierta decepción en su mirada.

Pero, pero, pero... este hombre quiere verme muerta, ¿o qué?

—¡Así no podré meterlo entre rejas de nuevo, joder! —añade, pegando un fuerte puñetazo en su mesa.

Pero que obsesión.

Marshall se lleva una de sus manos a la frente mientras camina con lentitud hacia las ventanas de su despacho que dan a la calle. Él se queda mirando por una de ellas, dejando que el sol ilumine su rostro. Deshago la postura que tenía antes y procedo a cruzar los brazos sobre mi pecho. Me giro unos centímetros hasta que mi cuerpo queda de cara a mi jefe.

—Señor... estoy empezando a pensar que usted lo que quiere es que Axel me haga daño para que pueda meterlo en la cárcel —expreso con molestia.

El señor Meadows posiciona sus manos a ambos lados de sus caderas y se da la vuelta para poder tenerme en su campo de visión. Ahora sus ojos me muestran arrepentimiento por las palabras ya dichas.

—No me malinterpretes, Kelsey... No quiero que te pase nada malo, solo quiero que Axel esté donde le corresponde —explica en un hilo de voz apenas audible—. Siento si, con lo que he dicho, ha parecido todo lo contrario.

Asiento levemente con la cabeza como una forma de decirle que no pasa nada. Mi jefe vuelve a posar la vista en la ventana, abatido. Habiendo visto su comportamiento durante estos días, no puedo evitar preguntar lo siguiente:

—¿Por qué tantas ganas de meterle en la cárcel?

El silencio se hace presente en el lugar. No me contesta, ni siquiera me dirige la mirada. Está embobado mirando la calle, pensando en cualquier cosa que no creo que quiera hacerme saber. Sin embargo, al cabo de un rato, habla.

—¿Quieres saberlo, niña? —cuestiona en un susurro.

Este vuelve a girarse y fija la mirada en la mía. Se acerca un par de pasos a mí mientras su rostro se muestra más tranquilo y nostálgico.

—La madre de ese chico era una gran amiga mía —revela, cruzando los brazos sobre su pecho—. Llevaba unos cinco años sin verla antes de su muerte, pero nunca dejó de ser mi amiga.

Oh.

Tras descruzar mis brazos, entrelazo los dedos de mis manos y los dejo caer sobre mi torso.

—Lo siento mucho, señor Meadows —me disculpo, un tanto sorprendida por su confesión.

—No lo sientas. —Niega con la cabeza—. Siento ser tan duro contigo, de verdad. Pero quiero ver a ese cabronazo entre rejas, Kelsey.

Ahora entiendo un poco mejor su actitud ante la situación que se nos ha presentado. Solo quiere que el asesino de su amiga vuelva a la cárcel, y le comprendo. Pero no puede estar pensando en eso, ya que mi trabajo es vigilarle para asegurarme de que no hace nada malo. Si Axel ha decidido cambiar, Marshall se llevará una gran decepción. No puede devolver a la cárcel a alguien que ha decidido ser una persona nueva.

—Es posible que esto no sea de ayuda, pero... el padre del chico le visitó cuando yo aún seguía en la casa —le digo.

La cara de mi jefe se ilumina en el acto.

—¿Tiene relación con su padre? —Muestra curiosidad y sorpresa.

—Bueno... más o menos. —Tuerzo la comisura de mis labios—. A Axel no se le veía muy amistoso con él.

Marshall camina de nuevo hacia su escritorio y se sienta en el asiento que hay tras el mismo. Una vez que se ha acomodado, se dispone a hablar.

—Cuéntame todo lo que viste e oíste —pide entrelazando los dedos de sus manos sobre la mesa.

—El padre se mostraba cariñoso con Axel, pero él lo miraba con odio.

—Pues no entiendo por qué. —Frunce el ceño—. Charlie es un buen hombre.

La verdad es que se le veía muy simpático, pero no me inspira confianza.

—¿También le conoce? —quiero saber.

—Así es. —Asiente levemente con la cabeza—. Asistí a su boda, aunque ya nos habíamos visto más veces, como por ejemplo en el nacimiento de Axel —explica con una expresión neutra en su rostro—. Continúa Kelsey. —Me hace un gesto con la mano para que siga contándole sobre lo que vi y oí.

—Luego se encerraron en una habitación a hablar, pero pude escucharlos —prosigo con la narración.

—¿De qué hablaban?

—Como Kristen es una ladrona, Charlie dijo que les vendría bien alguien como ella para algo que no mencionaron —relato con claridad—. De eso era de lo que estaban hablando.

Arruga un pelín más el entrecejo, dejándome ver que está un tanto confuso.

—¿Y por qué Charlie necesita a una ladrona? —Esta pregunta la fórmula más para sí mismo que para mí, pero aun así he podido llegar a escucharla—. Bueno, ¿algo más?

—Sí. —Asiento—. No paraba de decir que quería ver a un tal Phillip. —Muevo la cabeza de un lado a otro quitándole importancia.

Sus ojos se abren un poco más de lo normal, lo que hace que le mire con más detenimiento, con la intención de hacerme una idea de lo que está pensando.

—Lipy... —pronuncia para sus adentros.

—Sí, también le llamó así.

Marshall deja caer su espalda contra el respaldo de su silla nuevamente, con los párpados muy separados.

—Señor, ¿se encuentra bien? —Ladeo la cabeza buscando su mirada, hasta que esta choca con la mía.

Sin molestarse siquiera en responderme, se levanta de forma inmediata del asiento y camina a paso rápido hacia la salida de su despacho. Una vez ahí, abre la puerta y sale unos centímetros hacia el pasillo.

—¡Kevin! —grita el nombre de uno de mis compañeros—. Dime dónde se encuentra Axel en este momento.

Hecho esto, entra en su oficina de nuevo. Este se restriega sus palmas sudorosas en los pantalones que lleva puestos para secárselas. Parece nervioso.

—Señor... ¿Qué ocurre? —pregunto algo inquieta por la reacción que ha tenido al respecto.

—Phillip es el hermano menor de Axel —responde con la respiración agitada—. Intentó matarle el mismo día que mató a su madre y a esos tres hombres. Le disparó en el hombro. —Se lo señala.

Eso no venía en el informe...

Unos pequeños golpecitos en la puerta del despacho del señor Meadows nos sacan de nuestra conversación, haciendo que ambos posemos nuestras miradas en esa dirección. Mi compañero de trabajo, Kevin, aparece en nuestro campo de visión con unos papeles en sus manos.

—Señor, Axel Williams está cerca del colegio Santilois —nos avisa—. Parece que va hacia allí.

En cuanto esto llega a oídos de Marshall, asiente con la cabeza para hacerle saber al chico que eso era lo único que necesitaba saber, por lo que se da la vuelta y se marcha a seguir con su trabajo. Los ojos de mi jefe vuelven a los míos.

—Kelsey —llama mi atención—. Tienes que impedir que ese criminal vea a Lipy. No dejes que lo toque.

Muevo levemente la cabeza para hacerle ver que he captado su mandato muy claramente. Marshall mira la hora en su reloj de muñeca.

—Son las cuatro menos cuarto —murmura—. Kelsey, quiero que vayas lo más rápido que puedas al colegio Santilois, los niños salen de clase a las cuatro.

El miedo en sus ojos me pone alerta.

—Temo que quiera terminar su trabajo y matarle —añade asustado—. Así que corre, evítalo.

Tras asentir una vez más con la cabeza, me dispongo a salir de su despacho para ponerme manos a la obra con su nueva orden.

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