Capítulo 2 : El bebé de la basura
" No todos nacimos con con rosas para cuidarnos , hay quienes estuvieron rodeados de espinas " .
La vida de Sharon Blake había cambiado drásticamente desde que resolvió el caso del cuadro robado. Su reputación como inspectora había crecido, y ahora se encontraba en la sección de homicidios de la policía de Eldridge. Sin embargo, a pesar de su éxito, cada nuevo caso traía consigo un peso emocional que nunca se desvanecía del todo.
Era una mañana fría cuando recibió la llamada que cambiaría su vida una vez más. Un bebé de meses había sido encontrado muerto en un basurero en un barrio marginal de la ciudad. La noticia era desgarradora, y Sharon sintió un nudo en el estómago mientras se dirigía a la escena del crimen. Al llegar, el lugar estaba rodeado por policías y periodistas, todos ansiosos por obtener más información sobre el trágico suceso.
Sharon se acercó al forense, quien le dio un informe preliminar. “El niño tenía varias heridas de cuchillo en el abdomen”, explicó el forense con un tono grave. “Parece que fue asesinado poco después de nacer”. La inspectora sintió una punzada de dolor al pensar en la vida que nunca tuvo la oportunidad de vivir.
“¿Hay alguna pista sobre quién pudo haber hecho esto?”, preguntó Sharon, tratando de mantener su voz serena. El forense sacudió la cabeza. “No hay huellas dactilares ni señales de lucha. Parece que fue un acto impulsivo”.
Mientras los detectives comenzaron a buscar en los alrededores, Sharon se sentó en su coche y trató de recopilar sus pensamientos. Sabía que este caso no sería fácil. De repente, una voz familiar interrumpió su concentración.
“Mamá, ¿qué está pasando?” Era Mia, quien había decidido acompañarla esa mañana. La niña había crecido rápidamente y se había convertido en una joven brillante con un instinto natural para resolver misterios.
“Es un caso muy triste, Mia”, respondió Sharon con suavidad. “Un bebé ha sido asesinado y necesitamos descubrir quién lo hizo”.
Mia asintió, su expresión seria. “¿Puedo ayudar?” preguntó, mirando a su madre con determinación.
“Claro que sí, pero ten cuidado”, respondió Sharon, recordando cómo su hija había sido clave en sus investigaciones anteriores.
Después de recoger algunas pruebas en la escena, Sharon y Mia comenzaron a investigar. Visitaron el vecindario donde se encontró al bebé y hablaron con los residentes. La mayoría estaba demasiado asustada o traumatizada para proporcionar información útil.
Mientras caminaban por las calles, Mia notó algo inusual en un grupo de adolescentes que se congregaban cerca de un parque. “Mamá, creo que deberíamos preguntarles”, sugirió. Sharon dudó, pero decidió seguir el instinto de su hija.
Se acercaron al grupo y comenzaron a hacer preguntas sobre el bebé. Uno de los chicos, un joven llamado Alex, parecía nervioso y evitaba el contacto visual. “No sé nada”, dijo rápidamente antes de alejarse del grupo.
“¿Ves eso?”, susurró Mia. “Él sabe algo”. Sharon asintió y decidió seguirlo a una distancia prudente. Alex se adentró en un callejón oscuro, y Sharon sintió una punzada de preocupación.
“Mamá, deberíamos tener cuidado”, advirtió Mia.
“Lo sé, pero tenemos que averiguar qué sabe”, respondió Sharon mientras continuaba siguiendo al chico.
Alex finalmente se detuvo frente a un edificio abandonado y sacó su teléfono móvil. Sharon y Mia se escondieron detrás de una esquina y escucharon cómo hablaba con alguien al otro lado de la línea.
“No puedo seguir así”, decía Alex con voz temblorosa. “No puedo creer que haya pasado esto”. Luego mencionó algo sobre “el secreto” y “no decirle a nadie”.
Sharon sintió que estaban cerca de descubrir algo importante. Decidió acercarse más para escuchar mejor. Pero justo cuando estaba a punto de hacerlo, un grito desgarrador resonó en el aire.
“Mamá, ¡es esa mujer!”, gritó Mia mientras señalaba a una figura que corría hacia el callejón. Era una joven con lágrimas en los ojos y una expresión desesperada.
“¡Por favor! ¡Ayúdame!” suplicaba la mujer mientras se acercaba a ellos. Sharon se acercó lentamente, tratando de calmarla.
“Tranquila, estamos aquí para ayudar”, dijo Sharon con suavidad.
La mujer se dejó caer al suelo y comenzó a llorar. “Soy la madre del bebé… no quería que esto pasara”.
Sharon sintió que su corazón se hundía al escuchar las palabras de la joven madre. “¿Cómo te llamas?”, preguntó suavemente.
“Me llamo Laura”, respondió la mujer entre sollozos. “No sabía qué hacer… no podía cuidarlo”.
“Mamá, creo que ella está hablando de lo que pasó”, murmuró Mia, observando a Laura con compasión.
Laura levantó la vista, sus ojos llenos de dolor. “Mi padre… él me hizo cosas terribles cuando era niña. No podía soportar tenerlo a él dentro de mí”, confesó mientras las lágrimas caían por sus mejillas.
Sharon sintió una mezcla de tristeza y rabia. La historia de Laura era una tragedia que muchas mujeres enfrentan en silencio. “Laura, ¿por qué no viniste a nosotros? Podrías haber recibido ayuda”, dijo Sharon con firmeza.
“No lo sé… estaba asustada”, respondió Laura, su voz temblando. “Cuando nació, no pude soportarlo… lo acuchillé”.
La confesión fue como un golpe en el estómago para Sharon y Mia. Ambas estaban aturdidas por la revelación. Laura había cometido un acto impensable, pero también era víctima de circunstancias desgarradoras.
“Mamá, ¿qué vamos a hacer?”, preguntó Mia con angustia en su voz.
Sharon sabía que tenía que actuar con cuidado. “Laura, tienes que entregarte a la policía”, le dijo con firmeza. “No puedes huir de lo que hiciste”.
Laura asintió, su rostro lleno de desesperación y resignación. “Lo sé… pero no quería hacerle daño”.
Mientras esperaban a que llegara la policía, Sharon reflexionó sobre el caso y la complejidad de las emociones humanas. Era difícil juzgar a alguien sin entender completamente su historia.
Cuando finalmente llegaron los oficiales, Laura fue arrestada sin resistencia, aún sollozando por el dolor que había causado y por el sufrimiento que ella misma había soportado .
Después del arresto de Laura, Sharon y Mia regresaron a casa, ambas sumidas en sus pensamientos. Era un caso que les dejaría cicatrices emocionales profundas.
“Mamá”, comenzó Mia con voz suave mientras caminaban hacia la puerta. “¿Crees que ella podrá encontrar paz algún día?”
Sharon miró a su hija y sonrió débilmente. “No lo sé, Mia. Pero espero que pueda recibir la ayuda que necesita”.
A medida que cerraban la puerta detrás de ellas, Sharon sintió una renovada determinación. La vida estaba llena de tragedias y secretos oscuros, pero también había esperanza y oportunidades para sanar.
“Mamá”, dijo Mia mientras subían las escaleras hacia su hogar. “Siempre estaré aquí para ayudarte a resolver los misterios”.
Sharon miró a su hija con orgullo y amor. “Y yo siempre estaré aquí para ti”.
Juntas enfrentarían cualquier desafío que les presentara la vida, sabiendo que incluso en medio del dolor y el sufrimiento, siempre habría luz al final del túnel.
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