Capítulo 8 (día 3)
Sacaron el pequeño cuerpo de aquél agujero claustrofóbico, y a la luz del día (ya que eran las diez de la mañana) pudieron saber de quién se trataba: era el niño de los Aldes, Andy. Cardona se lo quedó mirando cuando lo subieron a la camilla, y la ambulancia se lo llevó. También observó cuando su compañero Morales le comunicaba lo que había sucedido y que no tenía posibilidades de seguir con ellos. Asimismo, Albino se preocupó por él y supuso que debía estar en una especie de shock, porque no hablaba; simplemente pestañaba, respiraba y caminaba.
La hija del oficial Álvaro Albino todavía no había aparecido y la búsqueda aún seguía en pie, pero sin el más mínimo resultado y ni ninguna pista se había encontrado. La desesperación crecía, pero trataba de tranquilizarse pensando que tal vez solo se había perdido por el bosque.
Cardona se había negado a ser llevado al hospital, había cosas más importantes que hacer en vez de ser el "enfermo" mientras que dos personas estaban al filo de la muerte... o ya muertas. La palabra muerte le daba cierto pánico, no quería que Lucía muriera y mucho menos que el pequeño, quien tenía toda una vida por delante, también se muriera dejando a sus padres tristes y sin ganas de seguir viviendo.
Este iba a seguir buscando por el bosque, mientras que el padre de Lucía iría al hospital de Alturas, donde ya se encontraba el hombre y el pequeño niño. Se subió a la patrulla y se fue al hospital, que no quedaba muy lejos.
Cuando llegó al edificio nombrado: "Hospital Alturas", fue a la recepción y preguntó por el hombre que había ingresado hacia menos de dos horas. Como era policía, lo dejaron pasar a pesar de que no era un familiar y de que el horario de visitas era más tarde. El hombre estaba conectado a unos cuantos tubos y se lo veía incómodo; miraba la televisión, pero igualmente estaba adormecido. Lo saludó y se sentó en el pequeño sofá que había a un lado de la camilla, el hombre giró la cabeza hacia él y lo miró medio confundido... con su solo ojo.
Todavía nadie sabía su nombre. Tampoco reconocían muy bien su cara, ya que debido a que le faltaba un ojo, una gran venda pasaba por su nuca y le tapa donde se tendría que encontrar su ojo derecho; la gasa ya se había teñido de rojo sangre.
—Hola— lo saludó—. Soy el oficial Albino, ¿puedes hablar y contarme lo que ha pasado?
El hombre abrió la boca para articular palabra, pero no lo logró. Solamente dijo palabras sueltas.
—Yo... hombre... do-dolor... m-mi ojo.
Álvaro tuvo la corazonada de que iba a ser imposible poder hablar con el hombre y entender lo que decía, pero no se dio por vencido. Tuvo ganas de irse de aquella sala, pero debía averiguar algo, por lo menos su nombre.
— ¿Cuál es tu nombre? — Preguntó luego de unos instantes— ¿Lo recuerdas aún?
El enfermo asintió y levantó el dedo para señalar una libreta que reposaba sobre la bandeja de la comida que estaba vacía. El policía se alargó para tomarla y se la extendió, también una lapicera. Lentamente, fue escribiendo un nombre y luego un apellido; su letra era temblorosa pero se lograba distinguir las letras que juntas formaban el nombre de Julio Castillo.
Álvaro suponía que podía ser él, pero tenía que confirmar sus sospechas, y ahí estaba la prueba de que no se equivocaba.
Cardona estaba nuevamente seguido por Morales, pero esta vez había cuatro policías más tras ellos, ya que se habían enterado de lo que había descubierto. A su vez, también iban dos médicos, por si encontraban otro cuerpo; pero eso era una simple excusa, ya que iban para vigilar a Guillermo. Ya no había más huellas, habían desaparecido todas, así que volvieron a donde estaba la trampilla y se separaron en dos grupos iguales. El grupo de Cardona, Morales, un doctor y un policía más se fueron hacia la derecha, y el otro grupo a la izquierda.
No había nada de diferente en el lado izquierdo, todo era vegetación y el ruido de los pájaros cantar y volando entre las ramas de los árboles; aquél bosque no era el hogar de diversos animales, pero si abundaban las aves de diferentes tipos y tamaños. Algo llamó la atención de Guillermo, porque se volteó exaltado. Indicó que debían ir hacia el sur, en vez de hacia el norte que era a donde estaban yendo y como era el encargado, todos los de su grupo le hicieron caso.
Anduvieron un buen rato yendo hacia esa dirección, y por fin encontraron algo. Una casa de madera se encontraba situada en el bosque; estaba en buen estado, pues no se encontraban rastros de moho o de suciedad, pero igualmente parecía abandonada ya que afuera de esta se encontraba las cenizas de una fogata, aunque ya eran desde hacía mucho tiempo. Era grande, ya que se podía ver que tenía segunda planta y un ático; a su vez, dándole la vuelta encontraron una pequeña ventana que a través de ella se podían ver unas deterioradas escaleras que daban al sótano.
Antes de entrar, cargaron sus armas y sigilosamente avanzaron hacia el pequeño balconcito que en él estaba la destrozada puerta de madera. Esta estaba cerrada, por lo que Cardona metió su mano por una de las rendijas de la puerta y destrabó el picaporte; una vez hecho esto, pudieron pasar.
Por dentro estaba en muy buen estado, las paredes de troncos de madera no estaban desnudas, ya que unos pintorescos cuadros estaban colgados; la mayoría de los cuadros eran de flores, paisajes y réplicas de algunas obras famosas que se las podían conseguir tranquilamente en la tienda de arte del pueblo. En la sala principal (que era la que se veía apenas entraba) había un gran sillón negro y dos pequeños sofás a sus lados, mirando a la televisión que estaba sobre una mesita ratona pegada a la pared. No tuvieron tiempo de revisar las demás habitaciones, ya que cuando estaban revisando qué había adentro del ropero, escucharon un « ¡Ayuda! » que provenía del ático.
Guillermo se sobresaltó. En su estado, cualquier cosa lo sobresaltaba.
—He oído un grito que provenía del ático— anunció—. Puede que sea Lucía.
Con toda la energía que tenía, subió de dos en dos los escalones para ir al segundo piso y buscó las escaleras para ir a la parte más alta de la casa. Una puertita muy bien escondida era la que llevaba al ático, pero los policías tardaron unos minutos en encontrarla. Fue Cardona quien la encontró.
Aún más vigorizado subió las escaleras, y la encontró allí. No sabía si estaba muerta o no, aunque parecía que lo estaba. Estaba rodeada de mugre y suciedad, su cara estaba negra al igual que todo su cuerpo y la ropa que llevaba. Tenía los labios apenas separados y los ojos cerrados, como si estuviera durmiendo; la expresión de su cara era algo inminente y por un momento, Guillermo Cardona sintió miedo... y se culpó por lo que le había pasado a la chica.
Los doctores del Hospital Alturas estaban operando al pequeño Andrés Aldes, también llamado Andy de seis años de edad. La familia del nene estaba bastante nerviosa e inquieta, por lo que Álvaro Albino decidió charlar con ellos.
—Lo siento mucho señor y señora Aldes, pero a pesar de estén pasando por esto, tienen que declarar—dijo—. Pero antes de eso, ¿quieren que les traiga algo de comer? Sé que no se quieren mover de aquí, pero ya son las doce del mediodía.
La mujer y le hombre negaron. Este último abrazaba a su esposa, acariciándole el cabello; Álvaro entendía que estaban pasando por un momento difícil, él también lo estaba pasando, pero era algo que debían hacer sí o sí, si querían encontrar al que le había hecho eso al pobre Andy.
—Creo que hablaré yo— dijo el sr. Aldes, señalando a su mujer que había roto en llanto nuevamente.
—Siempre habla el hombre de la familia— sonrió el policía para levantar los malos hábitos.
—Bueno... puede que sea un poco "rápido" para culpar al malo de todo esto, ¿no? —soltó una risita de compromiso—Pero yo ya tengo una sospecha, puede llamarme loco o lo que quiera, pero creo que es aquél policía tan joven que acompañaba al hombre de barba ese.
—Morales— dijo pensativo.
—Morales— repitió—. Nunca antes lo había visto y eso que yo conozco a la mayoría de los policías del departamento; pero juro que a ese nunca lo he visto. Su mirada me aterra un poco, y lo vi muy interesado en averiguar sobre Andy y su hija Lucía— hizo una pausa y agregó—: espero que la encuentren pronto, tú estás sufriendo todavía y mira, ¡te mantienes en pie y dispuesto a trabajar! Yo... siento que me voy a derrumbar.
»Bueno, lo que decía era que aquél hombre me da desconfianza y no recuerdo haberlo visto. Parece ser que Guillermo Emilio Cardona se lleva bastante bien con el Morales este, los vi juntos y muy enganchados en tratar de buscar a los dos niños. Pero bueno, quizás es que yo quiero verlo así al Morales, pero es una buena persona... ¿vio?
Se notaba que el intendente Aldes era una persona muy charlatana y extrovertida, a pesar de estar en una situación complicada.
—Tendré en cuenta lo que ha dicho, señor intendente. Pero no creo que Morales sea el culpable.
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Nota: ¡Hora de sacar suposiciones! ¿Ustedes quien creen que sea el asesino, culpable o como quieran llamarle? Dejen su respuesta en los comentarios, quiero ver que tan astutos son mis pequeños Sherlocks :)
¡Gracias por leer! Y mañana si puedo, habrá otro capítulo (aunque lo empezaré a escribir hoy, eso creo)
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