Capítulo 2 (día 1)
- ¿Cómo que no está? - Preguntó la madre de Marina- Estaba allí, todos lo vimos. Claro que no nos volvimos a fijar si se encontraba antes de que ustedes lleguen pero estoy segura que nadie "desconocido" entró en nuestra casa y lo robó- Se quedó callada unos instantes y agregó-: y además, ¿quién lo querría?
La mujer estaba alterada, no paraba de murmurar por lo bajo y eso asustaba a su hijo menor quien ya por mucho había pasado. El oficial Albino decidió llevar a la familia a la comisaría y a los amigos de su hija a sus respectivas casas mientras que Lucía tendría que quedarse con él. Sabía que su hija quería acompañarlo para "buscar aventuras" como decía ella pero lo que la niña no entendía era que la podía afectar tanto psicológica como físicamente. Cualquier loco podía andar suelto y temía por lo que le podía ocurrir a su hija.
Claro que todos no iban a entrar en el coche, así que decidió llamar a Cardona para que le enviasen una patrulla más, donde allí iría la familia. Desgraciadamente, no le atendió el teléfono; ahora iba a llamar a la comisaría, quizás alguien lo atendía. Llamó diez veces pero en ninguna de esas fue atendido.
¿Qué está pasando? Se preguntó. Su casa no quedaba muy lejos de allí, eran diez cuadras rectas y ya llegabas; podía mandar a Lucía y a sus amigos allí mientras él llevaba a la familia de Marina a la comisaría.
-Lu, lleva a tus amigos a casa. Nos vemos para la cena.
La chica estaba a punto de protestar, pero su padre ya se estaba dirigiendo hacia el coche, seguido de la familia. No tuvo otra opción que hacer lo que su padre le mandaba, no quería problemas.
El auto arrancó hacia la comisaria.
La adolescente caminaba seguida de sus amigos cuando vio como muchas ambulancias circulaban por la calle con las sirenas encendidas y haciendo ruido. Iván iba mirando de un lado a otro, parecía asustado mientras que sus otros tres amigos reían y se empujaban; se puso a su lado y le sonrió.
-No sé por qué se juntan conmigo- empezó él-. Estoy suponiendo que me están utilizando para entrometerse en algo que es un tema serio y no para ir y hacer bromas de quién pudo haber perdido un ojo- se quejó señalando a Raquel. Ese era el motivo de por qué tantas carcajadas.
-A mí me caes bien- le sonrió de nuevo-. Y respecto a ellos... siempre son así, tarde o temprano te acostumbrarás a su negro sentido del humor.
-Es que... me es difícil entablar un tema de conversación. Soy un poco asocial- Miraba al frente, exactamente al suelo-. Hablar contigo no me cuesta, pero con ellos todavía no me han intercambiado ni una sola palabra.
-Si ellos no te hablan primero, háblales tú.
A Lucía le gustaba aconsejar a los demás, a pesar de que ella no podía ni resolver sus propios problemas. También, a diferencia de Iván, no le era difícil socializar.
Ya estaban por llegar a la casa cuando Peter se paró en seco.
- ¿Oyeron eso? - preguntó girando la cabeza para todos lados, por si encontraba lo que le había llamado la atención
-Mm, me parece que no- le respondió Raquel.
El chico se fue corriendo en dirección contraria. Corría a tanta velocidad que ninguno de sus amigos, e Iván, lo lograron alcanzar. Solo pudieron correr media cuadra, ya que estas eran extensas; se pararon para poder respirar y decidieron volver, después de todo Peter conocía el camino. Luego lo llamarían por teléfono y repararían en que fue una confusión y se reirían por un buen rato.
Al llega a su casa, la dueña se dio cuenta que habían cortado la luz. En esta época del año, donde hacía muchísimo calor, era constantes los cortes de luz en toda la zona; la gente decía que era por los ventiladores que tanto se usaban en esta época, pero en realidad era un fallo de la compañía.
Se dio cuenta que Raquel estaba intentando llamar a Peter.
- ¿Hay noticias? - le preguntó a su amiga.
-No, lo tiene apagado.
Albino aparcó el vehículo en el estacionamiento y ayudó a la inestable familia a bajar. Le daba pena el niño menor, que no debí tener más de siete años; el rostro de Marina no tenía expresión alguna y sus padres estaban atemorizados. Debían de ir a un psicólogo pronto, pero desgraciadamente, primero debían declarar.
Entraron y lo que se encontraron era inexplicable.
Había muchísima gente corriendo por los pasillos. La recepción estaba iluminada con velas; en los sillones había gente llorando, algunos lastimados y otros sanos. Había algunas camillas del hospital esparcidas por todo el lugar y algunos heridos recostados en ellas; le llamó la atención una en la que había alguien acostado y estaba tapado por una sábana blanca que se había teñido de rojo.
Todos los integrantes de la familia Bartel estaban temblando. Albino abrió los ojos como dos platos, al ver a Cardona alterado por el lío que hacía en la comisaria.
- ¿Qué está pasando aquí? - le preguntó a su compañero.
-Han cortado la luz y no sé por qué el jefe del Hospital decidió que los pacientes menos graves estén aquí. No hay aire fresco y algunos... la están pasando mal, de verdad- explicó Guillermo Cardona. Sus ojos verdes destacaban de su piel aceitunada y su corto cabello estaba empapado de sudor, se lo veía agotado-. Debería irme a descansar, ¿puedes remplazarme?
Albino asintió y condujo a los Bartel a su oficina, donde una vez allí cerró las persianas y les indicó que se relajaran y se sentaran.
-Sé por lo que pasaron y la imagen que les quedo en su cabeza- empezó-, pero necesitamos que declaren.
Todos asintieron.
-Cuéntenme todo lo que recuerden.
El papá pareció incomodarse y miró a su familia. Decidió tomar la voz cantante.
-Nosotros... armamos el árbol de navidad esa misma semana porque nosotros ponemos uno de verdad. Los niños siempre se encargan de decorarlo mientras que nosotros invitamos a nuestra familia.
»Este año, Mari no pudo ayudar a su hermanito ya que se esguinzó la mano derecha. Se estaba preparando para ir a la escuela cuando escuchamos un grito, era su hermano. Todos corrimos hacia él, para ver que le pasaba y lo que nos encontramos fue horroroso: en sus manos tenía un ojo; pensamos que era de utilería... ¿Cómo iba a haber un ojo en la caja de adornos?
»Nos dimos cuenta que ese ojo era real cuando mi esposa se acercó a inspeccionarlo. Ella es médica y claro, sabía diferenciar entre la utilería y lo real; ella se llevó a los niños a la cocina mientras que yo llamaba a la policía.
-Ustedes... ¿armaron el árbol en la mañana, cierto?
-Exacto. Aprovechamos que la tarde anterior habíamos ido a buscar el pino, estaba en el jardín trasero pero el niño dejó la caja de los adornos adentro porque era muy pesada y nadie lo podía ayudar a sacarla.
El oficial anotaba en su libreta lo que le decía el hombre. Lo hacía rápido y con letra casi ilegible.
- ¿Han visto algo más?
El niño de la familia asintió.
- Vi a un hombre... con barba, como la de Santa Claus.
El sol ya se estaba yendo y la casa se estaba quedando completamente a oscuras. Lucía y sus amigos, estaban en la habitación de esta en completo silencio; estar en una casa a oscuras y sin ningún mayor responsable les daba miedo, además de que había un loco suelto que le había arrancado un ojo a alguien que todavía no se sabía su nombre.
Necesitaba hablar con su padre pero la señal se había ido hacía unos minutos y no tenía esa posibilidad. También debían comunicarse con su amigo Peter, quien repentinamente se había ido corriendo hacia un lugar desconocido.
De pronto, la luz volvió y fue corriendo hacia el teléfono fijo, que quedaba escaleras abajo. Sus amigos la seguían con sus celulares en la mano y llamando a sus padres, excepto Iván quien intentó llamar a Peter. Una vez más, el chico no atendió.
- ¿Papá? - le preguntó Lucía al teléfono. Alguien del otro lado había atendido, pero no hablaba-. ¿Quién está ahí?
La línea del otro lado cortó y ella miró al teléfon0, extrañada. Se sobresaltó al sentir el timbre del teléfono, era el número del celular de su papá.
- ¿Papá? - volvió a preguntar.
-No- La voz de aquella persona detrás del auricular era grave y profunda. Si se tomaba un tiempo para analizar quién podría ser, no lo averiguaría debido a que nunca había escuchado una voz de tal tono-. Páseme con Iván.
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