Capítulo 15 (día 5)
Los carros de policía con sus sirenas que avisaban a todo el pueblo que algo había ocurrido, se acercaban hacia la escena del crimen, donde con la tan conocida tiza blanca, remarcaron el cuerpo de la víctima, que ya había sido llevaba a la morgue para poder analizarlo mejor. Álvaro ya se había retirado del callejón para irse a su casa, ya que su compañero se lo había ordenado. No podía permitirse verlo de aquella manera tan deprimente, estaba pasando por mucho, al igual que él, pero la diferencia era que Guillermo se creía más fuerte y en su casa no había nadie, porque su hijo había sido secuestrado y otros oficiales se ocupaban del caso.
Estaba fuera de la escena del crimen, así que levantó la cinta que decía «prohibido pasar» y fue a juntarse con los otros. Los criminólogos más importantes del país se encontraban en Alturas, ya que no siempre había casos tan "especiales y delicados" como este.
Al cadáver no se lo había reconocido, y sabían que era obra del "no soy un psicópata" porque había dejado una carta la cual ambos hombres no la habían visto debido a la alteración de ver a otro muerto más. Todavía nadie la había leído ni recogido ¡ni siquiera tocado! Porque pertenecía a la escena del crimen, y había que tener mucho cuidado con las cosas de los alrededores debido a las huellas digitales que se dejaban en los objetos que había tocado el culpable. Tendrían que leer la nota quién sabe cuándo porque, por más absurdo que suene, nadie autorizó registrar las huellas.
En la comisaría, aún seguía Omar Sánchez, por lo que él no podía ser, a menos de que tenga algún secuaz el cuál (según habían averiguado Álvaro y Guillermo) sí lo tenía.
No había peligro en esa zona, aunque todos los vecinos habían salido de su casa a pesar de que ya era la madrugada. Siempre cuando había algo importante, los vecinos salían a cotillear.
Una llovizna hacía que el ambiente se sienta más fresco y más difícil de trabajar. La tiza aún se mantenía ya que era anti-agua. Uno de la policía científica se acercó hacia Guillermo y apoyó una mano en su hombro.
— ¿Te conozco? — le preguntó Cardona al hombre que parecía haberle tomado confianza sin siquiera saber su nombre.
—Soy yo— Era un compañero que había tenido en la universidad mientras estudiaba química.
—Hace mucho tiempo que no te veía— Lo abrazó como lo hacían los grandes amigos que se conocían desde hace tiempo y no se habían visto desde que cada uno había tomado un camino diferente.
Se despidieron porque a Cardona lo estaban llamando y acordaron de verse otro día. Un policía compañero de él le extendió un teléfono y él atendió. Odiaba que lo interrumpieran cuando estaba en la escena del crimen, porque eso lo distraía y no lograba pensar.
Atendió y antes de articular palabra, escuchó un pitido del otro lado. Inmediatamente cortó, debido a que no tenía el tiempo suficiente para escuchar las estupideces que hacía un insensato.
Lucía abrió los ojos y se encontró con una completa oscuridad. Los cerró y los volvió a abrir así sus ojos se adaptaban a la falta de luz, y trató de pararse; pero apenas se apoyó en la pared más cercana para recobrar fuerzas, esta se derrumbó haciendo que aspirara un poco de polvo y se ahogara. Tomó aliento y siguió caminando, aunque mejor dicho, rengueaba. Le dolía mucho, por lo que se dio cuenta de que se había torcido el tobillo derecho.
Caminó por todo el lugar y no había rastro alguno de Iván o de una posible salida. Ya estaba notando la falta de aire y no quería morirse; no así. Se preguntó si su padre ya sabía que la habían secuestrado o si todavía no; se preguntaba si la estaban buscando o si había habido otro asesinato; se preguntaba si el chico estaba en la misma habitación, porque después de todo, si la secuestraron a ella también lo tuvieron que haber hecho con él por el simple motivo de que se encontraban juntos.
De repente, se tropezó con algo y cayó de cara al suelo. Logró rasparse las rodillas y los brazos, así que dedujo que debían de estar en alguna cueva o en un lugar secreto el cuál no tenía baldosas ni revocado en las paredes. Se sentó y tanteó lo que había hecho tropezarla y se dio cuenta que era un cuerpo.
—No, no, no— murmuró. No podía ser Iván.
Cardona decidió irse a su casa; la "llamada" lo había puesto irritante y un policía lo dejó irse, a pesar de sus excusas de que se le pasaría. En el camino, se puso a pensar en su hijo y en la de su compañero Albino. ¿Quién sería tan malvado para hacerles algo así a dos niños pequeños los cuales ni siquiera saben sobre el caso? Está bien, Lucía era muy entrometida pero esa no era una excusa para raptarla.
Su teléfono móvil sonó de nuevo. Esta vez, sí atendió debido a que en la pantalla aparecía el nombre de Álvaro Albino. Atendió y lo saludó preguntándole que pasaba porque estaba tartamudeando.
—L-la car-car-carta está en mi-mi buzó-buzón.
Del otro lado de la línea cortaron y él miró confundido el teléfono. Tomó la calle paralela a la que estaba yendo y se fue corriendo hacia la casa de su compañero que este se encontraba de mal en peor.
Al llegar, cruzó el pequeño jardín y estaba por tocar la puerta cuando repentinamente la abrieron. Se asustó y dijo un par de palabrotas, pero se dio cuenta que era su amigo. Sus hombros estaban cubiertos con una manta verde fosforescente y estaba en pantuflas y con un pijama que le quedaba chico. Guillermo se sorprendió al verlo de esa forma y le preguntó si la carta que llevaba en la mano era la que le había hablado; Álvaro asintió. Se sentaron en un escalón y se pusieron a leerla.
Estimado oficial Albino:
Sí, esta carta va para usted. Lo considero mi persona favorita en este planeta, ¿sabe por qué? No, no lo creo. Solo yo me entiendo.
Sé que todos ustedes me llaman psicópata pero a mí sí me da pena matarlos, pero ellos después de todo se lo merecen tanto como la muerte que voy a tener si me capturan. Ya sé que en este país no me van a fusilar, o cortar la cabeza, o mandarme a la horca o incluso meterme en la silla eléctrica. ¡Me da igual si me matan! Pero por lo menos dejen terminar lo que empecé. Hoy es el día cinco, solo son dos asesinatos más ¡ni que fueran cien!
Ahora yendo a lo que quería decir... Albino, esta carta es solo para ti y te quería comunicar que tu hija está muy bien. Tiene algunos raspones, pero donde se tiene que acostumbrar por lo menos dos días, ya que eso es lo que va a permanecer allí. Quizás, si me da la gana, también la mato por si vio algo, ¿no? Los niños son muy peligrosos.
Esta vez, diré una gran pista...
No soy un psicópata
Posdata: Bosque, cueva. No es la de la otra vez, es una nueva.
Ambos se quedaron mirando la carta confundidos. Debían iniciar la búsqueda cuanto antes.
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