Capítulo 12 (día 4)
Eran las cinco de la tarde, y solo había descansado menos de dos horas. Solo había oído la voz de su compañero Cardona anunciándole que Morales había sido asesinado. Se preguntaba cómo, si un guardia lo estaba vigilando y estaba en la comisaría, posiblemente uno de los lugares más seguros del pueblo.
Manejaba a gran velocidad, pero igualmente respetaba los semáforos. Iba con mucha prisa, y finalmente llegó. Los medios televisivos estaban fuera y se escuchaban las sirenas de la ambulancia que venía en camino. Antes de entrar, tuvo que pasar por la gran avalancha de periodistas sedientos por información sobre el nuevo asesinato.
Parecía que habían pasado días desde la muerte del niño de los Aldes, pero simplemente fue ayer.
Pasó por todo el gentío que había allí y entró. Se encontró a varios policías, en su mayoría científica, que revisaban al cuerpo. Le preguntó a uno donde se encontraba Cardona, y este le respondió que había ido al baño. Se acercó más al cadáver, y pudo apreciar que por suerte no había ninguna mancha carmesí.
—Cuénteme que ha pasado— dijo con un tono de voz superior, haciendo notar su presencia en la habitación.
—El guardia que estaba aquí, cuidando de él— señaló a un hombre que estaba sentado en una silla que se encontraba en un rincón, con una manta en los hombros—, fue un minuto al baño y cuando volvió encontró a Morales tirado en el suelo, ya muerto.
»Fue ahorcado. El que lo mató era zurdo, ya que se nota la presión del dedo izquierdo en ese mismo lado del cuello— señaló la marca que se encontraba de un tono más oscuro que el color de la piel normal del hombre—. Llevaba guantes, eso está confirmado.
»El momento en que Nicolás murió, fue ese minuto en el que el guardia fue al baño, claro está; pero a pesar de tener un arma en su cinturón, no la sacó y menos trató de sacarla. Se puede decir que se "dejó matar" aunque suena un poco extraño. Tampoco grito o ni pidió ayuda, ya que algunos policías que se encontraban en la zona de la recepción o en sus respectivas oficinas, no escucharon absolutamente nada.
Albino asintió.
—Así que se dejó matar, ¿no?
—Así es, señor. Podemos ver, también, que el asesino no dejó ninguna pista; es muy cuidadoso.
Álvaro volvió a ver el cadáver en el suelo, con los ojos desorbitados. Se agachó para poder verlo mejor, y contempló que en la muñeca tenía una extraña marca.
—Es... verdad que es muy cuidadoso. Pero se ha dejado algo.
En la muñeca se veía un gran rasguño, y en las manos de la víctima se veía un poco de sangre entre las uñas, lo que significaba que el asesino debía de tener algún arañazo, posiblemente en el brazo.
De Crímenes Navideños pág. 5.
Todo tiene asociación, todos los crímenes que hay y van a haber. Se puede decir que no son crímenes, son un solo crimen, y es el Crimen Navideño. El tal "no soy un psicópata", no lo es en verdad, porque tiene una razón para hacer lo que hace: venganza.
La venganza es un plato que se sirve frío, dicen.
Este asesino es muy cuidadoso en dejar las pistas suficientes para hacernos volar la cabeza de un solo tiro, yo creo que es alguien que sabe del tema. Quizás un aficionado al misterio y a los libros policiales, o simplemente alguien que vive en la vida del crimen, y los conoce detalle por detalle.
Mucha gente va a morir si no nos ponemos en acción. Tratamos de evitarlo, pero el asesino es como un ciervo. Deja huellas y pistas de donde estuvo, pero es más veloz que el cazador y gracias a eso sigue vivo. Todos creen que la mejor arma son las de fuego; pero yo creo que es la mente, con la cual se pueden pensar estrategias... como lo hace este tipo.
Ya hemos encontrado dos cartas, y la próxima anuncia que va a ir a por Morales. Sabemos que no es bueno en los acertijos, porque el mismo lo ha dicho; pero puede ser un completo mentiroso, como todos los criminales.
No tengo mucho que escribir aquí, porque la investigación va más lenta que ninguna otra. Solo sabemos que el asesino estudió química o medicina y que es aficionado a los crímenes; también que busca venganza por algo que le pasó a él y a otra persona más.
«Como ellos no fueron tan malos conmigo ni con él, solo fue un pequeño susto para que "recapaciten"»
Conmigo ni con él, eso dice la primera carta; por lo que hay también un segundo. Ese segundo es alguien que el asesino está protegiendo debido a que es alguien muy importante para él.
El intendente Aldes me dijo que sospechaba de Morales, ya que nunca lo había visto. Igualmente, no creo que él sea el asesino, ya que sería extraño que mandase una carta diciendo que él iba a morir. Tampoco creo que llegue al extremo y que se matase a él mismo haciendo pensar que el criminal lo mató.
Creo que estoy escribiendo esto para luego ver mis estúpidas suposiciones y querer matarme de lo iluso que fui. También escribo esto para no olvidarme de pequeños detalles, aunque creo que digo eso solo por decir; porque me da pena no tener ninguna pista.
Lucía leía a toda velocidad. Esas páginas eran recientes, aunque no sabía cuándo su padre las había escrito; seguramente se había mandado el archivo por correo y en un santiamén lo abrió y allí estaba. La lectura ya le dañaba la vista, así que cerró el archivo y apagó la computadora y bajó silenciosamente las escaleras para poner la computadora donde estaba antes.
Fue a la cocina y agarró unas galletitas para comer. Ya se dispuso a abrir el paquete cuando alguien tocó la puerta y dijo su nombre; era la voz de Iván. Pensaba que él seguía enojado, por lo que no lo había llamado ni mandado un mensaje. Su madre aún seguía comprando, o tal vez había ido a visitar a alguna amiga.
Lucía tuvo la necesidad de llamar también a Raquel y a Robert, ya que hacía algunos días que no se veían. Era día de semana; pero por lo que había pasado, se cancelaron las clases. Dejo entrar al chico y se comunicó con los otros dos, a ver si querían ir a pasar el rato. Marina, su otra amiga, e había ido a pasar las fiestas al campo de sus abuelos, ya que su familia decidió descansar para no seguir estando en este pueblo, donde el horror seguía.
— ¿Estas... bien? — preguntó Iván, viendo como Lucía ingería una de sus pastillas.
—Sí— le pareció que había respondido muy cortante, y agregó—: sí, claro que sí. Igual necesitaba juntarme con ustedes, ya me sentía sola.
El chico divisó la computadora del padre de Lucía, y le preguntó si él había escrito sobre el caso.
—Recién he terminado de leer una página. Si quieres, cuando vengan los demás, la leemos. Quiero saber que está pasando, y mi padre no me dice nada.
Iván sonrió.
—Mi papá tampoco me dice nada.
Lucía había preferido mentirle y decirle que no, que su papá no había escrito sobre el caso. Iván ahora le inspiraba desconfianza y no sabía por qué. Al cabo de unos minutos, llegaron sus otros dos amigos, los cuales los saludaron tristemente. Le preguntaron si estaba bien y la abrazaron dejando caer algunas lágrimas. La chica los consoló y fue a traer algo para tomar y comer.
Luego de unos diez minutos, la tristeza se disolvió y dejó el paso a unas cuantas risas y chistes. Estaban jugando a las cartas, y cuando uno perdía debía hacer un reto.
Lucía estaba enfrentándose a Iván, ya que los otros dos habían perdido. En un momento, Lucía se confía, pero al final el chico es quien le gana. La chica prefería seguir jugando a este juego que mostrarle a sus amigos el documento del crimen, ya que a su padre no le gustaría que ella lo viese, y mucho menos sus amigos.
—Lucía— dijo Iván—. Nos tienes que mostrar el documento del crimen, ¿pensaste que me había olvidado?
Terminó de decir eso con una socarrona sonrisa en el rostro, que Lucía deseaba borrársela de un bofetón.
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