Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Todo lo hago por amor

Advertencia: El fic contendra lemon, mención de violencia, maltrato, turtura y violación. Si sos sensible a estos temas os pido no leer, todo con el fin de evitar ofensas. Gracias.

Autor: Haruka Eastwood

Lentamente movió sus manos; se encontraban atadas tras su espalda por unos pesados grilletes que amenazaban con cortarle la circulación, aunque en esos momentos era su menor preocupación, ni siquiera estaba interesado en el intenso dolor que sentía en todo el cuerpo debido a la golpiza que le propinaron horas antes. Tan solo levantó la vista, dejándose guiar por aquellos malditos demonios, que le conducían por un camino lleno de piedras, y conforme avanzaba, un calor sofocante se iba haciendo presente, era tan abrasador que parecia lacerarlo y su cuerpo empezó a transpirar, pegando su flequillo a su frente.

Finalmente se detuvieron al llegar a un enorme portón oxidado que ardía al rojo vivo, dándole un tono anaranjado y amarillento al metal, logrando que diera un par de pasos atrás, siendo detenido por uno de sus custodios, que afianzó el agarre sobre su brazo, obligándolo a caminar mientras lentamente se abría el portón; sintiendo como un aíre caliente le quemaba la piel, asfixiándolo conforme avanzaba.

El lugar era iluminado por unas inmensas llamas, mismas que le permitieron apreciar el arenoso suelo caliente bajo sus pies; a su alrededor había varios pares de ojos contemplándolo atentamente, al asecho como bestias salvajes a punto de devorarlo, y frente a él se encontraba un estrado de piedra similar al mármol de tono negruzco, en donde permanecía sentado una imponente figura, de la cual solo se distinguían unos ojos rojos, sedientos de sangre, despiadados y hostiles. Y a su costado, varios demonios encapuchados de los cuales solo lograba ver las largas uñas negras, tamborileando con impaciencia los dedos sobre la liza superficie.

—Es hora de iniciar el juicio —sentenció con un imponente tono de voz el demonio mayor, haciendo callar los molestos murmullos de los que le acechaban y pedían que fuera desollado lentamente—. Tráiganlo —demandó.

Ciel observó como de su lado derecho se formaba un portón exactamente igual al que uso para entrar ahí, por el aparecía Sebastián en su verdadera forma, portando lo que parecía ser un casuit de cuero, botas altas y guantes. Su largo cabello azabache cubría parte de su rostro, aun así pudo ver claramente todas las heridas que tenía, lucían tan similares a las de él, sin embargo Sebastián apenas y podía mantenerse en pie.

Aquellos demonios que sujetaban de los brazos a su amante le arrojaron a unos dos metros de él, antes de obligarlo a arrodillarse de forma violenta e inclinar la cabeza ante aquel imponente demonio que afiló la mirada, como si fuera a saltar en cualquier momento para asesinarlos con sus propias manos. 

Sebastián tosió un poco de sangre mirando de soslayo a Ciel, para dar un suspiro de alivio en cuanto comprobó que estaba en mejores condiciones que él. Y por primera vez sintió miedo, terror de lo que pudiera pasar, sin embargo en su condición actual era incapaz de hacer algo por Ciel, por él… por ambos.

Sus preciosos ojos azules se abrieron de la impresión, su boca se secó y la voz le abandonó en cuestión de segundos mientras veía a aquellos seres apresar con fuerza bruta a su amante, a aquel demonio que había demostrado amarlo aun sobre su naturaleza sádica... yendo en contra de quien fuera necesario para mantenerlo a salvo, arriesgando su vida, mientras él… él solo le había traído problemas tras problemas pero, le amaba tanto que ansiaba permanecer a su lado por siempre pese a lo egoísta que eso fuera.

Simplemente eso no podía estar pasando, ¿por qué ahora que finalmente había encontrado la felicidad pasaba eso? ¿Por qué? ¡¿Por qué?! Su único crimen era haberse enamorado profundamente de un demonio, una criatura completamente diferente, única y extrañamente perfecta: su Sebastián. Suyo para amarlo hasta el fin de la eternidad.

Las lágrimas comenzaron a resbalar sin control por sus pálidas mejillas al ver como comenzaban a colocarle pesados grilletes para contenerlo. Él que siempre fue tan fuerte, tan ágil, había sido reducido a nada e inmovilizado como una bestia salvaje, como a un animal… no, era peor que eso. No podía soportarlo… lo amaba demasiado. Entonces volvió a abrir y cerrar la boca antes de llenar sus pulmones de aíre…

—¡Sebastián! —Dio un grito desgarrador capaz de helar la sangre, viendo con impotencia como bajaba la cabeza en un rictus de sumisión—. ¡¡¡Sebastián!!!

Volvió a gimotear e intentó ponerse de pie y correr al lado de su eterno amante, solo eran dos metros de distancia, solo dos. Debía ayudarlo, debía hacer algo por él o podría perderlo para siempre, sin embargo no fue capaz de dar ni un paso, cuando un fuerte agarre sobre su cabeza le hizo tocar aquel árido suelo con la mejilla derecha, dejándolo desorientado por unos segundos, antes de visualizar a Sebastián, quien abría sus ojos momentos antes de intentar llegar a su lado.

—¡Ciel! —Gritó con desespero, y la angustía tiñó su semblante—. ¡Por favor! Por favor no le hagan nada —rogó cual vil humano, humillado e imposibilitado, mientras levantaba su vista al estrado, mirando suplicante a aquel ser oscuro que soltó un gruñido por su atrevimiento.

—Raum, gran conde infernal —se escuchó una atronadora voz, dejando todo en completo silencio, antes de que procediera con su veredicto—, comandante de más de cuarenta legiones. Se te acusa de amar a un humano, de otorgarle la inmortalidad y de haber hecho una mofa de nuestros orígenes al transformarlo en demonio… Yo, señor de los infiernos, ¡Te sentencio a permanecer en Gehena hasta que tu inmunda presencia desaparezca!

—Padre… por favor… —balbuceó.

No tenía caso pedir perdón por amar a Ciel, ya que era de lo único que jamás se arrepentiría. No había nada que hacer ante aquel veredicto, después de todo eran demonios, seres despiadados y sanguinarios por naturaleza, los cuales se regocijan con el sufrimiento ajeno y fueron creados para traer iniquidad a los humanos, y él había cometido él peor crimen de todos. Sabía que Gehena era un lugar de tortura, sin embargo cuando un demonio de su categoría ingresaba ahí su esencia se iba reduciendo hasta desaparecer de una forma agonizante, mientras era sometido a las peores torturas…

—No vuelvas a dirigirte a mí de esa forma —espetó, antes de enfocar su vista en Ciel—. Tú, Ciel Phantomhive, serás condenado a ver el sufrimiento de tu amante hasta que muera —sonrió de forma atemorizante.

—¡No! —Gritó clavando su azulina mirada en aquella imponente figura que le miró con odio—. Haré lo que sea pero… no le haga nada a Sebastián…

—Sebastián —murmuró antes de fruncir el ceño, bastando un segundo para quedar frente a Ciel, cuyas piernas flaquearon—. Así que ese es ahora su nombre —musitó tomando con brusquedad el mentón del pequeño Phantomhive—. Últimamente he estado muy aburrido… así que te propongo un trato —le soltó, viendo cómo caía al suelo y era pisoteado por el demonio que le sostenía—, aceptaras ser la puta de todo aquel que quiera follarte, ¡Serás esclavo de quien lo desee! Si estás de acuerdo liberaré a Sebastián… en cuanto a ti —le miró pensativo—, te dejare ir cuando mil de mis demonios digan que han quedado saciados de tus servicios como ramera.

Aquellos demonios que rodeaban el estrado comenzaron a gritar enérgicamente, muchos de ellos con apariencias amorfas, deformes o bastante desagradables, los cuales le enviaron miradas lascivas a Ciel, cuya piel se erizo por completo. Probablemente aquellos repugnantes seres eran los que encabezarían la larga fila de los que pensaban humillarlo… pero por Sebastián… por Sebastián sería capaz de cualquier cosa…

—¡Ciel! —gimoteó en un grito desgarrador, dejando que finas lagrimas salieran de sus ojos que mostraban una infinita sorpresa y horror… era curioso, un demonio de su categoría llorando por aquel que debía ser su comida pero, se había enamorado perdidamente de aquel chiquillo mimado y orgulloso—. ¡No lo hagas! No lo hagas... 

El demonio que permanecía de pie frente a Ciel, volvió a tronar los dedos sin despegar su vista del pequeño Phantomhive, y aquellos bastardos que sostenían a Sebastián le colocaron una mordaza, obligándolo a bajar la cabeza en un acto de sumisión y respeto para con Lucifer, hasta que su frente tocó el arenoso suelo.

—Sebastián —murmuro Ciel apretando los labios.

—¿Y bien? —Inquirió Lucifer ensanchando su sonrisa maliciosa—. He de decir que si aceptas no tendrás el clásico sexo, en ese caso no sería castigo… y te sorprendería saber todo lo que puede entrar en tu cuerpo. Serás usado como excusado, mancillado y humillado de todas las formas posibles, ¿aun así estas dispuesto a aceptar? —deslizó su larga uña por la carita de Ciel.

Sus preciosos zafiros se enfocaron en Sebastián, quien le miraba suplicante, sabía que él estaría de acuerdo en aceptar su castigo con tal de que él viviera pero, no estaba dispuesto a perderlo, mucho menos a observar como el ser que más amaba era torturado hasta la muerte, por lo que evadió su mirada, se mordió el labio con fuerza y volvió a mirar a Lucifer cuya sonrisa se ensanchaba a cada segundo, en espera de lo que diría el pequeño Phantomhive.

—Acepto —dijo sin basilar…

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~
Continuará

________

Espero que os haya gustado. Aviso que solo seran tres capítulos, cualquier duda o comentario podeís dejar su linda opinión, que siempre me hace muy feliz.

Les mando un abrazo y nos estamos leyendo 😀😀

Haruka Eastwood

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro