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Abrió sus ojos lentamente al sentir como una mano pequeña palmeaba sus mejillas.

Lo primero que vio fue la enorme sonrisa de Haku al verlo despierto, se dejó caer con todas sus fuerzas encima de su rostro mientras gritaba Mamá.

Inuyasha se enderezó rápido y tomó a Haku en sus brazos para después olerlo con desesperación en busca de alguna herida o lesión debido a la caída y el ataque de los exterminadores.

Pudo respirar con tranquilidad al ver que estaba bien.

Gruñó inconscientemente al saber en el peligro en el que estuvo Haku por un momento. Haku se acurrucó contra su cuerpo feliz de tener esa cercanía con su mamá.

Inuyasha se dio cuenta en ese momento la actitud que estaba tomando, parecía literalmente una madre.

Las palabras del anciano Myōga llegaron a su cabeza de forma inmediata. Él mismo le había dicho que vería a Haku como su propia cría con el paso del tiempo.

Maldijo cuando se dio cuenta de que esas palabras empezaban a volverse reales.

Sin embargo, no sentía que estuviera haciendo algún terrible. Sentía que era correcto.

Era lo que sus sentimientos le indicaban proteger a Haku a toda costa, atesorarlo como lo más valioso que tenía en la vida.

Y así era.

Salió de sus pensamientos al reconocer que estaban en una cueva que no conocía. Acercó más a Haku a su cuerpo y como pudo se levantó, utilizó su nariz para ver si podía reconocer algún olor, gruñó frustrado al darse cuenta que era una nueva zona para él.

Empezó a caminar para salir de la cueva, no sabía donde estaban, ni siquiera que tan lejos estaban de Sengoku.

Detuvo su caminar abruptamente y su mirada se ensombreció al recordar los últimos sucesos.

Para Sengoku, ahora era un traidor. Ya no había un hogar al cual volver, la vida que tenía en Sengoku ya no existía más.

Haku parpadeó confundido al percibir los sentimientos de su madre, no entendía porque estaba triste. Se sintió mal por eso e hizo nuevamente lo que había hecho antes.

—¡Pa-pá! —lo llamó.

Inuyasha se exaltó al escucharlo, rápidamente una estela blanca se pasó frente a él y retrocedió por instinto, sosteniendo a Haku cerca de él.

Su instinto protector salió a relucir en cuanto vio como el mismo hombre que había enfrentado a los exterminadores se aparecía frente a él.

Dejó salir un gruñido de manera inconsciente, aquel hombre no hizo ningún gesto ante eso, mantenía su rostro inexpresivo, como si fuera un palo, literalmente.

Creía firmemente que aquel sujeto quería hacerles daño y por eso se los había llevado, pero Haku parecía fascinado con su presencia, tanto que extendía sus brazos hacia donde estaba parado mientras repetía la palabra Papá.

Aquel hombre le dirigió una mirada seria a Haku y el mismo al instante se detuvo, pero la emoción seguía ahí, plasmada en su rostro.

Inuyasha estaba confundido por eso, por su apariencia podía deducir que era uno de esos monstruos de alta categoría.

La duda lo carcomía, no sabía que estaba pasando, quien era exactamente aquel sujeto como para que Haku confiara en él si era la primera vez que lo veían.

—¿Quién eres? —se atrevió a preguntar.

El hombre permaneció callado mientras analizaba a Inuyasha con su mirada.

Inuyasha pudo sentir como aquella mirada dorada lo recorría de arriba para abajo. De pronto se sintió nervioso ante aquella acción.

Retrocedió un poco para mantener distancia, pero el rostro molesto de Haku le hizo ver que estaba haciendo mal al hacer eso. 

No entendía el porqué.

—¿Quién eres? —se atrevió a preguntar de nuevo.

Sin embargo, aquel hombre no volvió a responder. Inuyasha se estaba comenzando a fastidiar de esa actitud de palo.

¿Ya había dicho que aquel sujeto tenía actitud de palo? Bueno pues lo volvía a decir, porque así era como él lo sentía.

—¡Amo Inuyasha, modere su actitud!

—¡¿Anciano Myōga?!

Una bola pequeña empezó a saltar entre los cabellos blanquecinos de Haku, el anciano Myōga saltó hasta el rostro de Inuyasha, específicamente hasta su nariz, y empezó a chupar su sangre.

Inuyasha no tardó en aplastarlo y ver como su cuerpo caía ligeramente como una pluma en la palma de su mano.

—¡¿Dónde mierda estabas? Creí haber sido muy claro cuando te dije que cuidaras a Haku y que no dejaras que le pasara nada!

—¡Amo Inuyasha tenga piedad por favor!

—¡Te aplaudo que esta vez te quedaste escondido en él y no lo dejaste solo, pero te aseguro que si te hubieras atrevido a huir te las verías conmigo!

—Ay amo, como cree, yo jamás me atrevería a desobedecerlo.

Inuyasha soltó un gruñido y el anciano Myōga decidió esconderse nuevamente entre en el cabello de Haku. Mientras estaba escondido, decidió responder la duda que carcomía a Inuyasha desde que se despertó.

—Amo Inuyasha, sé que tiene muchas dudas en estos momentos, lo más importante que debe saber es que no puede volver a Sengoku bajo ninguna circunstancia. Ahora usted es visto como el enemigo, por lo tanto, no puede regresar.

—Pero-

—Pero nada amo Inuyasha, por su bien y el de Haku, no debe volver a esa aldea.

Inuyasha permaneció callado, él era consciente de eso. Sin embargo, muy en el fondo tenía una leve esperanza de que nada de lo que había intentado hacer Sengoku en contra de Haku.

El anciano Myōga recordó que no estaban solos, ligeramente se asomó para ver la figura dominante de aquel ser al cual siempre le ha tenido un enorme respeto.

Y ahora más que nunca, ese respeto aumentaba en millones.

 —Amo Inuyasha, déjeme presentarle al Lord Sesshōmaru, el Señor del Oeste, es uno de los de DaiYōkai de los que le había hablado —comentó con respeto y seriedad.

—¿En serio?

El rostro de Sesshōmaru no mostró ninguna emoción.

—Ja, pues no me interesa quien sea o si es el demonio más poderoso, no tengo nada que ver con él.

—Lo tienes.

Inuyasha tembló ante tremenda voz, era tan serio y varonil, que los instintos de Inuyasha palpitaron al recibirla.

—¿De qué mierda estás hablando? —preguntó mordaz.

—No maldigas frente a él —señaló con su mirada a Haku.

—¿¡Quién te crees que eres para decirme lo que tengo que hacer con Haku!?

—¡Pa-pá! —mencionó feliz Haku, extendiendo sus brazos hacia Sesshōmaru.

El rostro de Inuyasha se tornó pálido al escuchar y ver las acciones de Haku.

—¿Tú eres...?

—El padre de la cría —respondió neutro.

Inuyasha no lo podía creer, no podía ser posible. Se suponía que Haku era huerfano.

—Es mentira, Haku estaba solo, lo iban a matar, ¿¡dónde mierda estabas para impedirlo si dices ser su padre!?

—¡Amo Inuyasha contrólese, no puede faltarle el respeto de esa manera al Lord Sesshōmaru! —exclamó la pulga nerviosa.

—¡No me interesa si es el mismisimo Kamisama, lo que hiciste con Haku es imperdonable, ¿qué clase de padre eres?!

—No estoy dispuesto a tolerar esas actitudes de la futura Señora del Oeste.

La furia que envolvía a Inuyasha se disipó por un momento al captar aquellas palabras, como si todo se hubiera congelado a su alrededor.

Pero después repitió aquellas palabras en su mente, las analizó con cuidado y otra vez la furia lo invadió.

—¡No soy muer para que me digas Señora, en tus sueños lo seré!

—¡Amo Inuyasha, no puede negarse!

—¿¡Ahora de que mierda hablas!?

—Cualquier duda que tengas, se resolverá en mi palacio, mi sucesor no puede crecer en estos lugares poco adaptables.

—¡No iré a ninguna parte!

—¡Amo Inuyasha!

—No te estoy pidiendo tu opinión ni tu permiso, vendrás conmigo aunque no te guste.

Aquel mandato lo hizo sentir poca cosa, como si él no tuviera ninguna validez en la conversación.

Y antes de que pudiera decirle algo, nuevamente una luz blanca lo cegó y sintió como era alzado en el aire.

En ningún momento soltó a Haku a pesar de los nervios, sobre todo por los grandes brazos que lo estaban cargando.

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