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Inuyasha corría apresurado hacia donde gritaban los aldeanos que habían visto a Haku, tenía que llegar antes que los exterminadores.

Esa era la ventaja que tenía sobre ellos, solo esperaba que no fuera demasiado tardo.

Captó el olor de Haku y se apresuró a llegar, solo para verlo escalar una pared rocosa.

"Maldito mocoso" gruñó al verlo ahí tranquilo.

—¡Haku!

El pequeño volteó a verlo feliz mientras seguía tratando de escalar con rapidez.

—¡Baja de ahí!

Nuevamente fue ignorado, no entendía cual era la necesidad de Haku por llegar a la cima. Sus orejas se crisparon al escuchar los gritos de los exterminadores entró en pánico.

Si alcanzaban a Haku, todo estaría perdido.

No perdió tiempo y se apresuró en escalar también la pared, tratando de alcanzar a Haku al ser más rápido que él.

Sin embargo no quería hacerle ver a Haku que estaban jugando o provocaría que aumentara su velocidad y, en una de esas, caer de la pared al no poder sostenerse bien.

—Vamos pequeño, vuelve conmigo —trató de llamar su atención mientras seguía escalando aquella pared.

Haku siguió escalando de a poco la pared rocosa, para Inuyasha era increíble que apenas tuviera tres semanas de edad y ya tenía la fuerza suficiente para escalar paredes.

Tenía que apresurarse, los aldeanos y exterminadores no tardarían en llegar hacia donde estaban, debía proteger a Haku a como diera lugar.

¡Pero es que Haku no ayudaba en nada!

El anciano Myōga se lo había advertido, a medida que Haku siguiera creciendo, la curiosidad aumentaría a grandes niveles, y justo se había dado cuenta que la maldita pulga no mentía en cuanto llegó a su cabaña y no encontró a Haku.

Porque antes de cualquier cosa, había pasado rápido a su cabaña para ver si ahí estaba Haku, claramente no fue así.

Escuchó pisadas y metales siendo golpeados entre sí, mierda habían llegado. Trató de acelerar el paso, pero era imposible llegar tan rápido hacia donde estaba Haku, el cual observaba todo de manera divertida.

—¡No es gracioso Haku, baja en este mismo instante!

—¡Inuyasha esta acorralando al demonio, hay que ayudarle!

Esa voz, era del líder de los exterminadores de Sengoku, del padre de Sango. Volteó asustado viendo como varios tensaban sus arcos con la intención de lastimar a Haku.

Chocó su mirada ambarina con la de Sango, la cual junto a Miroku observaban sin saber que hacer. Al ver como estaban a punto de soltar las flechas le dirigió una mirada a Inuyasha, mirada que demostraba apoyo y seguridad.

—¡Hiraikotsu!

Sango lanzó su boomerang hacia donde estaba Haku, todos creían que era una manera más efectiva de derribar a la cría de demonio, pero varios se sorprendieron al ver como bloqueó las flechas que se habían soltado unos segundos antes, evitando su propósito.

—¡Sango! —reclamó el líder.

—Lo siento padre, no calcule bien —respondió mientras recibía de nuevo su arma en mano.

Miroku sabía que eso no era cierto, la amistad entre Sango e Inuyasha era inquebrantable y leal, si Inuyasha tenía que traicionar al pueblo y darles la espalda para mantener a Haku a salvo, Sango lo apoyaría sin importar nada. A pesar de que hasta ese momento no se habían dirigido la palabra.

Inuyasha aprovechó y siguió escalando para tratar de llegar a Haku, tenía que llevárselo de ahí. ¿A dónde? No lo sabía, los aldeanos habían visto que sabía de Haku y no dudarían en interceptarlo para saber de él.

—¡Hay que golpear la pared, así la criatura caerá!

Sus ojos se abrieron con terror, dudaba de la fuerza de Haku para sostenerse si decidían arremeter contra la pared.

Observó como traían una especie de catapulta, debía suponer que Sengoku siempre estaría preparado para cacerías de demonios. Trató de llegar rápido, y no fue hasta que sintió el temblor que se detuvo, miró hacia arriba para ver como Haku hacía el intento de sostenerse.

—¡Haku!

—¡Lancen otro!

—Ma-má —lo llamó.

—¡Ya voy!

A Inuyasha no le importaba si en ese momento se descubría la verdad, lo único que le importaba era mantener a salvo a Haku, a su cría.

Nuevamente se sintió el temblor, y eso fue suficiente para que Haku se soltara por el impacto.

—¡No, Haku! —gritó alarmado.

Ver como Haku caía sin poder sostenerse de algo, llorando y gritando, le hizo añicos a su corazón, era el peor sentimiento que había sentido en su vida. Se lanzó para poder atraparlo, y no fue hasta que logró atraparlo que pudo sentir que respiraba de nuevo, se sostuvo con sus garras de la pared para aminorar la caída.

Ardía como el infierno, pero todo fuera para poder mantener a salvo a Haku.

Una vez que aterrizó en el suelo, se permitió ver a Haku el cual lloraba aferrado a su pecho, susurrando monosílabos, llamandolo por Mamá.

En otras circunstancias, a Inuyasha le molestaría aquello, pero en esos momentos, era lo que Haku necesitaba.

—Tranquilo, mami está aquí —agachó un poco su rostro, solo para poder frotarlo contra el de Haku.

Tal cual una madre canina haría.

—Excelente Inuyasha, atrapaste al demonio, ahora entréganoslo para poder deshacernos de él.

Oh mierda, claro que no.

Gruñó ante esa idea y su ceño se frunció de manera profunda, esos bastardos casi asesinaban a Haku y no sentían ningún tipo de remordimiento por ello.

Protegió a Haku con las mangas de su traje, no quería que lo vieran, no lo tenían permitido después de casi asesinarlo. Haku se acurrucaba con fuerza en su pecho, mientras susurraba soltando uno que otro sollozo.

—¿Qué esperas Inuyasha? La exterminación no se hará sola.

—De ninguna manera —su voz salió tajante.

Un suspiro al unísono se escuchó por parte de todos.

—¿Qué has dicho?

—No pondrán una mano encima de Haku, no lo permitiré.

—¿Te das cuenta de lo que estás diciendo? ¡Es un monstruo!

—¡Es mi cría, y no voy a permirtir que nadie le haga daño!

Toyotomi, el padre de Sango, recibió furioso aquella declaración. Siempre le tuvo un aprecio enorme a Inuyasha, y sentía que él era diferente a cualquiera de los monstruos que había conocido en su vida.

Pero se dio cuenta que no era así.

Soltó una risa sorna.

—Así que por eso no salías de tu cabaña, maldito traidor.

Inuyasha dejó salir un gruñido amenazador, nunca tolero la actitud de Toyotomi.

—¿Así es como le agradeces a la anciana Kaede todo lo que hizo por ti? Debería darte vergüenza, eres igual a todos esos monstruos que atacan a Sengoku.

—A ustedes son los que debería darles vergüenza el querer asesinar a un bebé que no tiene maldad en su cuerpo.

—Será un monstruo, y es mejor eliminar el problema antes de que sea demasiado tarde. Lo mismo debieron de haber hecho contigo cuando llegaste al pueblo, pero la anciana Kaede se negó. ¿Qué pensaría al ver que su protegido prefiere proteger a quienes nos han atacado desde generaciones pasadas?

Las palabras de Toyotomi calaban de cierta manera. El saber que todos tenían cierta visión de él debido a su sangre mestiza había sido algo impactante para su vida.

De quienes no dudaba de su aprecio eran de Sango, Miroku y la anciana Kaede. Los dos primeros fueron sus primeros amigos cuando llegó a Sengoku, y la última, no era necesario decir el porqué.

Sin embargo ahora, todo Sengoku estaba en su contra, y solamente por querer proteger a Haku.

—Son estos mismos valores y principios los que me ha enseñado la anciana Kaede, por los que no puedo permitir que le hagan daño a este bebé.

—¡Tu!

—Así que si quieren intentar hacerle algo, primero deberán pasar por encima de mí cadáver —sentenció mostrando sus garras mientras que con el otro brazo protegía a Haku.

—¡No puedes hablar en serio, Sengoku te ha dado todo lo que necesitas! —renegó una joven entre la multitud.

—Lo único que me ha enseñado Sengoku es que es un pueblo que se deja llevar por las apariencias y no imparte la justicia, se han frenado muchas veces gracias a la intervención de la anciana Kaede, de no ser por ella quien sabe cuantas atrocidades habrían cometido en contra de seres inocentes.

Y es que era verdad, pequeños Yōkais inofensivos llegaban por accidente a Sengoku, los exterminadores decidían aniquilarlos bajo la creencia de que mientras menos hubieran, más probabilidades tendrían de que Sengoku no sufriera de un ataque en el futuro.

Una creencia muy estúpida a palabras de Inuyasha.

Y era precisamente la anciana Kaede que evitaba que aquellos asesinatos se cometieran.

Aunque claro, uno que otro se le escapo de las manos.

—Como sea, dado que ahora eres un traidor y decidiste darle la espalda a Sengoku, seras liquidado junto a ese monstruo que llevas en tus brazos.

Todos los arqueros prepararon sus flechas sin titubear.

Inuyasha maldijo, no le daría tiempo de esquivar ninguna flecha, lo tenían prácticamente rodeado, lo único que pudo hacer fue cubrir a Haku con todo su cuerpo para evitar que alguna le diera.

—Así que esa es tu decisión final, bien. ¡A mi señal, disparen!, ¡uno!

No podía pensar en que podía hacer, podía ver como Sango quería interferir pero algunos aliados de su padre la detuvieron de lo que sea que hubiera pensado hacer en ese momento.

—¡Dos!

No tenía más opciones, no sabía que hacer, bajó sus orejas maldiciendo el no poder proteger a Haku.

Haku sintió aquellas emociones por parte de su madre e hizo lo que cualquier cría hace cuando siente que su madre está en peligro.

—¡Pa-pá! —lo llamó sollozando.

Inuyasha salió de su trance al escucharlo decir aquello, pensó que era para él, pero descarto esa idea cuando una estela blanca se posó frente a ellos. Revelando a un hombre que en toda su apariencia gritaba elegancia.

Lo primero que cautivó a Inuyasha fue aquel cabello largo de color blanco, aquel hombre desenvaino una espada dispuesto a atacar a los exterminadores.

—¡Es un monstruo! —gritó alarmado uno de la multitud.

—¡Ataquen!

Intentaron lanzar sus flechas y arpones, intentaron porque con una brisa de su espada logró desviarlas, hiriendo a uno que otro en el proceso, logrando derribarlos en su sitio.

Aquel misterioso hombre volteó de reojo a ver a Inuyasha, el cual estaba sorprendido por lo que sus ojos veían.

El dorado de aquellos ojos lo cautivó en demasía, no pudiendo apartar su mirada de ellos.

Y en un abrir y cerrar de ojos, aquella estela blanca volvió, solo para ver que tanto aquel ser como Inuyasha y la cría, ya no estaban en aquel sitio.

Toyotomi frunció el ceño furioso por aquello.

—¡Busquenlos, asesinen a Inuyasha por traición a Sengoku y a la cosa que llevaba en sus brazos!

—¡Si!

—Señor, ¿qué hay del otro tipo?

—Procuren que no los vea, ese tipo no es como cualquier cosa que hayamos enfrentado antes.

Como cualquier cobarde, Toyotomi decidió ir por los más débiles sin enfrentar al más fuerte.

En fin, solo bastaron siete capítulos para que apareciera Sesshōmaru jijijiji

Avise con anticipación que se iba a tardar un poco pero aquí está, de aquí en adelante solo quedan pocos capítulos, en su mayoría serán sobre la convivencia de los tres y el acercamiento entre Sesshōmaru e Inuyasha

Así que sean pacientes, si van a tener una relación pero a su tiempo

Cabe aclarar que aquí no son medios hermanos ni nada, pero en otra historia que tengo planeada se respetará eso

Por cierto, me gusta mucho ver los capítulos donde Sesshōmaru tiene mayor participación, y justo estaba viendo el capítulo "La mujer que amó a Sesshōmaru" y me mié con esta escena

Sesshōmaru protegiendo a Inuyasha para que Sara no arremeta contra él me da mil años de vida, escenas que no capte de pequeña

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