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Aquella demonesa de ropas elegantes observaba con ayuda de un espejo, como aquella cría desaparecida disfrutaba de su hogar.
Tapó su boca con elegancia con la manga de su kimono, viendo divertida como la cría trataba de aplastar a aquella pulga.
—Miyamoto —llamó a uno de sus guerreros.
—Dígame, mi señora.
—¿Qué tan probable es que aquel Hanyō decida devolver a la cría a su lugar natal?
—Muy bajas mi señora, no creo que quiera exponerse a que lo liquiden por tener una cría de nuestro clan, sobre todo si se trata de la cría del Señor del Oeste.
—No creo que sea tan estúpido —dijo con seriedad.
Miyamoto bajó su mirada consternado por aquella dura voz.
Maldecía en su interior por haber confiado en esa Yōkai, y por haber obligado a su querido hijo a tener un descendiente con ella.
Si pudiera retroceder el tiempo, lo hubiera evitado por completo.
"Al menos ya no es un estorbo" fue su pensamiento.
—¿Qué hacemos, mi señora? —preguntó otro de los guerreros.
Miró de reojo a quien le preguntó aquello y volvió a dirigir su mirada al espejo, donde se podía ver como la cría se acurrucaba contra el pecho del Hanyō.
Sonrió peligrosamente al ver aquella escena.
—No hagan nada, en algún momento tendrá que venir a las tierras del Oeste y, cuando eso pase, estaremos listos para recibirlo.
"Eso si mi querido hijo no hace algo primero" pensó con diversión.
Tanto sus sirvientes como guerreros miraron atentos aquella sonrisa que había mostrado su señora, palidecieron al ver aquella sonrisa.
Porque sabían que no era una de diversión, sino de una malvada. De esas sonrisas que detonaban pura maldad.
Muchos temieron por la integridad del Hanyō.
Mientras que Irasue no despegó la mirada del espejo. Observando de manera atenta lo que pasaba entre la cría y el Hanyō.
Habían pasado dos semanas desde que Haku había llegado a su vida.
Y si tuviera que describirlas en una sola palabra, sería: caóticas.
Porque de verdad, no creía que cuidar a un bebé sería tan complicado, si le habrían dicho que era así, hubiera dejado la canasta en alguna puerta cualquiera.
Uy no, eso pudo haber salido muy mal si lo dejaba con cualquiera.
Agradecía que en esas dos semanas ningún Yōkai o demonio había atacado a Sengoku. Le había caído como collar al cuello.
Solo salía de vez en cuando a visitar a la anciana Kaede, utilizando como excusa que últimamente se la pasaba en su cabaña para pensar maneras de proteger a Sengoku si él en algún momento debía partir de viaje.
Algo ilógico viniendo de él por su carácter tan apasionado por destruir y liquidar monstruos
Y que estuviera "pensando" alguna manera de evitar aquello, no era algo muy propio de él.
Al igual que Sango, la anciana Kaede sospechaba que algo estaba pasando con Inuyasha. Sin embargo, no lo forzaría a hablar, y esperaría el tiempo que fuera necesario para que se acercara a hablar con ella sobre lo que le estaba pasando.
Obviamente que Inuyasha no hablaría con nadie sobre Haku.
Al principio todo fue sencillo porque Haku dormía mucho, pero conforme pasaban los día, costaba mucho mantenerlo quieto en una sola parte de la cabaña.
A veces lo encontraba encima de los muebles, escondido detrás de los mismos.
A Inuyasha le estresaba aquello porque todos los días era lo mismo, y Haku nada más se divertía con la situación.
Ahora lo tenía en brazos para evitar precisamente que se metiera en alguno de los muebles. Estaba refunfuñando mientras Haku reía contento.
—¿De qué te ríes maldita alimaña?
Haku parpadeó confundido por lo último, pero volvió a reír. Le encantaba mucho pasar tiempo con Inuyasha.
—Mamá —lo llamó feliz.
Bueno, con su mamá.
Inuyasha arqueó su ceja furioso por haber escuchado aquello, desde que Haku comenzó a balbucear una que otra palabra, la que más repetía era esa, y siempre refiriéndose a él.
Tan siquiera pudiese llamarlo padre, y claro que intentó que lo hiciera, pero Haku no quería, es más, le repetía que él era mamá.
Ahora se tenía que conformar, pero en cuanto creciera un poco más, lo haría cambiar de opinión.
Bueno, eso si lo conseguía.
Milagrosamente Myōga había estado en la cabaña durante todas esas semanas, había mantenido su promesa.
Aunque muy en el fondo tenía un muy mal presentimiento.
Haku quería salir de la cabaña, pero Inuyasha le había ordenado prácticamente con la mirada que se quedara dentro del nido provisional que estaba en el futón.
—Esta haciendo un buen trabajo como madre, amo Inuyasha —comentó la pulga en lo alto de un mueble.
Inuyasha frunció el ceño al escucharlo decir aquello, maldecía en su interior que la maldita pulga se hubiera escondido para, precisamente, evitar que lo golpeara.
—Espera a que bajes de ahí Myōga, y sabrás lo que te espera —mencionó divertido.
Myōga tragó saliva nervioso por escucharlo decir aquello.
De pronto fueron interrumpidos por el sonido de la puerta, Inuyasha maldijo para sus adentros, claramente había dejado claro que ese mismo día no estaría disponible para nadie.
Pero aparentemente, alguien había tomado la decisión de ignorar su petición.
—Haku, no salgas del futón —ordenó mientras lo miraba —. Y tu Myōga, vígilalo, de lo contrario, prepárate para huir de mi durante toda tu vida.
Claro que Myōga no quería descubrir la veracidad de aquella sentencia, por lo que bajó rápido hacia donde estaba Haku.
Haku por su parte, estaba sentado en el futón, observando curioso todo lo que su madre hacía.
—No dejes que salga de aquí Myōga, si eso llega a pasar, tú y yo tendremos problemas —sentenció antes de salir.
—Ya escuchó, joven amo —habló mirando a Haku.
Al otro lado, Inuyasha percibió el olor de Sango y Miroku, chistó la lengua fastidiado. No entendía que querían, no captaba el aroma de ningún monstruo, por lo que no habían ataques ni problemas en Sengoku.
¿Entonces cuál era el problema?
Antes de que pudiera hacer algo, la puerta se abrió con brusquedad revelando a sus amigos.
—¿¡Qué pasa!?
—¡Qué te pasa a ti! Llevas días evitando dejar la cabaña, siempre que te desocupas regresas corriendo a ella como si la vida se te fuera por no estar en ella, así que queremos saber que esta pasando —demandó la chica adentrándose a la cabaña.
—¡Alto, no se de que hablas!
—Inuyasha te conocemos muy bien como para saber que wstas ocultando algo aquí en tu cabaña, y ese algo te mantiene muy ocupado últimamente.
Maldición, no podía permitir que entraran más o descubrirían a Haku, y no quería agregar más problemas a su vida.
Además, no quería involucrar a Haku en algo que atentara contra su vida.
—No sucede nada chicos, dejen de molestar.
—Inuyasha-
—Les dije que no es nada, váyanse.
—No Inuyasha, has estado actuando muy extraño desde que te comentamos sobre la cría de Yōkai.
Sango externo lo que tanto había temido escuchar, no quería que supieran la razón por la que no dejaba su cabaña. Porque sabía que eso traería demasiados problemas, tanto para él como para Haku.
—Es mentira, no tiene nada que ver con eso.
—No mientas Inuyasha, tu sabes algo sobre eso y es por eso que no nos quieres decir nada. Muchas vidas peligran si esa cría esta rondando por aquí, y si tu sabes algo debes decírnoslo para que los expertos en ello puedan hacerse cargo.
A Inuyasha le daba pavor como se expresaba Sango, pero no podía esperar menos de alguien que se crió bajo aquellos ideales.
—No es nada de eso.
—¡Inuyasha!
Inconscientemente Inuyasha comenzó a sentirse mal emocionalmente, no le gustaba esa sensación.
La sensación de peligro constante en la cual debía cuidar todo lo que decía o hacía precisamente para evitar una tragedia.
Sonaba como el anciano Myōga, pero así era como lo veía y sentía en esos momentos de la mentira que estaba sosteniendo.
Todo para que no le hicieran nada a su cría.
¿¡Qué mierda pensó!?
¡No, no, no! Se negaba a pensar en ello, y menos verlo de esa manera.
Antes de que pudiera decir algo escuchó un sollozo provenir desde su habitación, una de sus orejas se crispo ante ello. Y no fue el único que se dio cuenta de aquel sollozo, tanto Sango como Miroku voltearon en la misma dirección.
Sango no espero para ir abrir la puerta corrediza.
—¡Espera Sango!
Corrió para intentar detenerla pero había sido demasiado tarde, tanto Sango como Miroku habían visto a Haku, el cual sollozaba extendiendo sus brazos hacia él.
—Ma-má —lo llamó entre sollozos.
—Inuyasha.
Su nombre fue pronunciado con firmeza por los labios de Sango. Sin embargo, Inuyasha no hizo ningún gesto de temor o algo por el estilo. Más la duda de si sus amigos lo llegarían a traicionar una vez descubierta la verdad estaba ahí.
Inuyasha se acercó para sostener a Haku en brazos, Miroku y Sango observaron consternados la cercanía de ambos.
—Nunca les he pedido nada, pero esta vez necesito que guarden el secreto hasta que pueda encontrar un lugar seguro para él —habló con honestidad.
Y es que ese era un rasgo significativo en Inuyasha, siempre era leal y honesto con sus acciones y palabras.
—Pero- —fue interrumpida por Inuyasha.
—Al menos esta vez Sango, no pido mucho.
Ambos no supieron que decir ante eso, y Sango con duda, decidió llevarse a Miroku de ahí.
Inuyasha decidió confiar en que accederían a su petición.
Hola, ¿cómo están?
Solo me pasaba por aquí para preguntarles hasta ahora como sienten la historia, ¿muy lenta, muy rápida? Me interesa mucho porque así me ayuda a mi a poder escribir mejor y saber que tipo de contenido les gusta
Y más que nada, saber que piensan de la trama, es la primera historia que escribo de este ship y me gustaría saber su opinión
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