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Llegó apresurado a la habitación sin importarle nada, Haku reía divertido por los pequeños saltos que sufrió su pequeño cuerpo por la pequeña carrera que sufrió.
Ningún sirviente le indicó que no debía correr, puesto a que era la futura señora del Oeste y debían de obedecer cualquiera de sus órdenes.
Él único que podía cuestionarlo era el señor del Oeste, ni siquiera su propia madre podía hacerlo.
Ambos gemelos al ver que Inuyasha había entrado a su habitación decidieron esperarlo fuera de ella mientras hacían guardia, evitando que cualquier curioso entrara.
Inuyasha tapó su boca mientras trataba de regular su respiración, Haku lo observó curioso al percibir los sentimientos de su madre.
—¿Ma-má? —lo llamó curioso.
—No pasa nada.
Ante esa corta respuesta decidió recostarlo en el futón, se recostó a su lado después de arroparlo. Quedando un poco inclinado para darle leves caricias y ayudarlo a dormir, aunque no era de noche todavía, ya era hora de que Haku durmiera.
Inuyasha estaba orgulloso del poco crecimiento que Haku llevaba, a pesar de que no tenía todas las comodidades que alguien como él, un demonio de la realeza debería tener, estaba sano.
Poco a poco veía como los párpados de Haku comenzaban a cerrarse, el sueño lo estaba venciendo. Inuyasha sonrió satisfecho al ver como sus toques hacían efecto.
Haku buscó aquella mano que le daba calidez para frotarse en ella, sintiendo el calor maternal. En poco tiempo Inuyasha había aceptado su papel como la madre de Haku, y solamente fue por verlo casi al borde de la muerte.
De manera "inconsciente" se inclinó hacia su rostro para dejar un pequeño beso en la frente de Haku, lo cual fue suficiente para que Haku cerrara sus ojos y se sumiera en un sueño.
Inuyasha sonrió al verlo dormir profundamente, alzó su cabeza hacia uno de los ventanales y se percató de que el sol comenzaba a ocultarse.
Necesitaba ese tipo de vista para poder pensar en lo que haría, se enderezó y salió de la habitación, no sin antes echar un ojo a Haku y cerciorarse de que estaba bien.
Hikari y Hikaru al verlo se sorprendieron, más al ver que Haku no estaba con él.
—¿A dónde va Ōji?
—¿Y el Waka-sama?
—Primero que nada, dejen de llamarme Ōji, es insoportable diríjanse a mí como Inuyasha.
—Pero, no podemos hacer eso, el Lord Sesshōmaru nos cortaría la cabeza por faltarle el respeto de esa manera —murmuró Hikari nervioso.
—Sesshōmaru no hará nada en contra de ustedes porque yo no lo permitiré, si ese bastardo llega a hacer algo se las verá conmigo, no me importa que sea un demonio completo.
Ambos se miraron por un momento, asustados de lo dicho por Inuyasha, suspiraron al unísono e hicieron una reverencia al mismo tiempo, sorprendiendo al Hanyō por esa acción.
—Tiene nuestras vidas en sus manos, amo Inuyasha.
Bueno, eso era mucho mejor que el Ōji.
—Respecto a Haku, esta dormido, quiero que entren y no se aparten de su lado en ningún momento, si llega a despertar y no estoy, llevenlo conmigo.
Los gemelos mostraron una tenue sonrisa al darse cuenta que su amo no quería estar tanto tiempo separado de su cría, al menos no el necesario.
—Pero amo Inuyasha, los sirvientes no podemos entrar a las habitaciones de los señores. Esta prohibido.
—No me interesan las reglas, no les estoy diciendo que urgen en la habitación o cualquier otra cosa, les estoy pidiendo que cuiden de Haku mientras no estoy. Nuevamente si Sesshōmaru tiene algún problema con eso, meto las manos al fuego por ustedes, ¿entendieron?
Simplemente asintieron y Hikaru fue el primero en entrar a la habitación. Hikari se detuvo antes de entrar y volteó a ver a Inuyasha.
—¿En dónde estará amo?
—Estaré en los jardines, no tardaré mucho.
—Pero-
—Ya les dije que si Sesshōmaru se atreve a decir o a hacer algo que atente contra su integridad, se las verá conmigo.
Hikari prefirió no discutir con él y le pidió que fuera con cuidado, Inuyasha asintió y esperó a que Hikari entrara en la habitación. Una vez que lo hizo, emprendió su camino hacia los jardines.
Tenía una intención en específico, a pesar de haber estado en los jardines hace poco, había algo que le había llamado la atención.
Aunque el ver como se ocultaba el sol no era una mentira.
Se topó a uno que otro sirviente en los pasillos, los cuales lo ignoraban a propósito. Muy pocos lo llegaban a saludar con cortesía.
Más o menos iba entendiendo como funcionaban las cosas. Y no sabía si eso era bueno o malo.
¿Si decidía ser la "Señora del Oeste" recibiría ese tipo de tratos? No quería ni imaginárselo, de todo modos no había mucho que pensar.
Justo cuando llegó a uno de los jardines, específicamente a ese árbol de cerezos que le había llamado la atención, alzó la mirada para admirar los pétalos que llegaban a caerse por la brisa del aire. Siendo esa misma brisa la que se los llevaba.
Estaba tan concentrado admirando el árbol y los colores del atardecer que no se percató de la presencia que estaba detrás de él. Solo bastaron unos segundos para oler detalladamente y percibir el olor de Sesshōmaru.
Nuevamente rodó los ojos y decidió encararlo.
—¿De verdad no puedes estar en otro lado que no sea el mismo lugar en el que esté yo?
—Esa no es una opción.
—¿No tienes deberes de, no sé, de tus tierras?
—Los he terminado.
—Ah que bueno, felicidades eh.
—¿Dónde están Hikari y Hikaru? Se suponía que no debían despegarse de tu lado, ¿dónde está Haku?
—Antes de que hagas o digas algo más, ellos están cuidando a Haku en la habitación porque yo personalmente les dije que así lo hicieran. Hikaru quiso acompañarme pero se lo negué, así que no están aquí porque no quieran, sino porque así lo quise yo. Así que ni pienses en sermonearlos o lo que sea que hagas con los que no te obedecen.
En cierta forma, Sesshōmaru admiraba la altanería de Inuyasha, tantos siglos siguiendo reglas y un código sobre modales, para que llegara este Hanyō a su vida para demostrarle un cambio respecto a ese tipo de actitud.
Le causaba gracia, ya que parecía un niño pequeño molesto.
—Mañana vendrán los sastres para tomar tus medidas e ir confeccionando la ropa que utilizaras dentro de poco.
—A ver, a ver, a ver. ¿Sigues con esa idea de que yo seré la señora no se qué?
—Es así como debe de ser.
—Lo siento pero no, yo no voy a serlo, porque para empezar no soy mujer. Por si no te has dado cuenta soy un hombre, ¿comprendes lo que quiero decir?
—Que seas hombre no invalida que serás la futura Señora del Oeste.
—Y ya te dije que no voy a serlo, consigue a alguien más.
—No puede ser nadie más que tu.
¡Mierda, ese hombre lo alteraba!
—No puede ser así, tu compañero no puede ser... Un Hanyō —murmuró afligido.
Sesshōmaru se extrañó al escucharlo decir aquello. Ladeo la cabeza confundido, esperaba cualquier otra razón para que se negara tanto a ocupar el título que le correspondía.
Más nunca imaginó que sería por eso.
—El que seas un Hanyō, no tiene nada que ver.
—¡Por favor Sesshōmaru, tiene todo que ver! Hace un momento algunos sirvientes me hicieron el feo al verme pasar, yo no quiero pasar por ese tipo de incomodidades, ya no más. Lo sufrí de niño e incluso siendo más grande, y no voy a volver a pasar por esas humillaciones.
—¿Quiénes fueron?
—¿Para qué quieres saberlo? No tiene caso.
—No voy a permitir que nadie te falte al respeto por una estupidez.
—¡Eso no importa, no voy a estar aquí por mucho tiempo!
—Eres la madre de Haku, mi heredero y primogénito, por lo tanto tu deber es permanecer aquí y tomar el título que te corresponde, como la Señora del Oeste, mi Señora.
Se hundieron en un pleno silencio, el viento removía las cabelleras de ambos. Para Inuyasha, la imagen de Sesshōmaru era una completamente atractiva.
Nunca le prestó atención a sus gustos en cuestión de relaciones románticas, sin embargo, no iba a negar que Sesshōmaru era atractivo y le atraía de una manera peligrosa.
Sus orejas se agacharon hasta quedar pegadas a su cabeza, junto a un sonrojo invadiendo sus mejillas. Dándole a Sesshōmaru una tierna imagen de la persona de Inuyasha.
Y por primera vez, logró ver una sonrisa en el rostro de Sesshōmaru, lo cual solo hizo que algo comenzará a nacer dentro de él.
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