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Hikaru llegó hasta el techo de la cabaña y pudo ver que había una abertura, suponía que era para mantener ventilada la cabaña.
Al ver el tamaño supo que podría entrar sin ningún problema, no perdió tiempo y se apresuró a entrar, teniendo la precaución de que su peso no provocase que la madera rechinara.
Al ver a su alrededor se dio cuenta de que estaba en algún tipo de ático, o así recordaba como su papá llamaba a ese tipo de lugares.
Caminó hacia la pequeña puerta que daría directamente con el interior de la cabaña, maldijo en sus adentros porque sabía que en el momento en que decidiera abrir la puerta esta haría ruido, aunque fuera muy leve tenía el presentimiento de que el hombre la escucharía.
Decidió arriesgarse, lo único que podría pasar es que el hombre fuera a investigar el ruido. Y Hikaru quería tener todas las distracciones posibles a su favor.
Al levantar la puerta hizo una mueca en respuesta al rechinar de la misma, se apresuró a bajar y cerró con cuidado. Con la intención de ya no hacer más ruidos.
Se escondió dentro de un mueble al escuchar pasos acercarse, no tardó mucho en ver como el exterminador se acercó a esa misma puerta y la abrió para ver que había causado los ruidos que escuchó.
Hikaru aprovechó la oportunidad en que el exterminador tenía medio cuerpo metido en aquel lugar para salir del mueble con cuidado y bajar al primer piso.
Ya que si su suposición era correcta, el exterminador al venir de abajo quería decir que ahí también debía de estar la mujer que estaba buscando.
Bajó rápido las escaleras y olfateó el aire para ver que olores podía llegar a percibir.
Hasta que lo captó, ese mismo aroma que todos los seres con mayoría de edad poseían.
Un olor penetrante y agrio, que provenía de una de las partes de la cabaña, específicamente de la sala.
Se acercó rápido y lo primero que vieron sus ojos fue una mujer ya mayor de edad atada a una silla con varias cuerdas, estaba de espaldas pero alcanzaba a ver una mordaza que le impedía hablar.
La mujer se dio cuenta de que alguien estaba con ella y trató de girar su cabeza para ver si se trataba del exterminador o de alguien más.
Hikaru al ver que con ello podía hacer ruido y alertar al exterminador, se acercó rápido con ella y se hincó, simulando un gesto para que no hiciera ruido.
—Fui enviado por Inuyasha para salvarla, me ordenó ponerla en un lugar seguro y eso haré.
—¡Quieto ahí demonio!
Hikaru al ver el arco tensado no dudo en ponerse frente a ella para protegerla con su cuerpo.
—Quién diría que ese perro tendría un perro de compañía, ¿irónico no?
—Cuide sus palabras, no voy a permitir que se refiera de ese modo al amo Inuyasha.
—Oh pero mira, si que lo eres, lástima que no duraras mucho, y en cuanto acabe contigo terminaré con la vida de esa vieja.
—Humanos, siempre alardean de lo que dicen tener, pero nunca trabajan en obtener lo que mucha falta les hace; inteligencia.
—Bastardo.
El exterminador guardó su arco y se lanzó al ataque con su espada, Hikaru contratacó usando solamente ataques de cuerpo a cuerpo.
Debía encontrar el punto estratégico en el cuello del exterminador para ponerlo a dormir.
Tenía que apresurarse, tenía el presentimiento de que su amo estaba en problemas.
Llevaba apenas seis hombres inconscientes y todavía le faltaban más.
Saltó hacia atrás para evitar una lanza, con su mano limpió la sangre que estaba cerca de su comisura, por un segundo se había distraído y le habían logrado golpear el rostro.
—Todo puede solucionarse Inuyasha, solo tienes que rendirte y entregarme tu vida, y así evitaras más problemas.
—Primero muerto antes que rendirme ante un imbécil como tú —esquivó un tipo de gancho que estuvo a punto de rozar una de sus orejas.
Lo estaban atacando por todos lados y sabía el por qué, querían dejarlo agotado para que Toyotomi pudiera clavarle aquella espada sin mucho problema.
No lo iba a permitir, lo estaban esperando.
Al pensar en Haku y en Sesshōmaru le dio valentía y fuerzas, ahora luchaba con más determinación. Dispuesto a proteger a los suyos.
Toyotomi frunció el ceño al ver como más de sus hombres caían ante los golpes que Inuyasha les propinaba.
Él sabía que lo único que estaba haciendo era dejarlos inconscientes, porque sabía que aún tenía algo de compasión contra la gente de Sengoku.
La única manera de poder sacarle provecho y debilitarlo, era distraerlo con lo que más le importaba.
—¡Última vez Inuyasha, ríndete o la anciana Kaede sufrirá las consecuencias! Aunque bueno, para este punto ya debe de estar muerta —advirtió burlón.
Y eso, fue suficiente para que Inuyasha flaqueara por unos segundos.
Segundos que uno de los exterminadores aprovecho para enredar unas cadenas en sus piernas, jaló con fuerza para ponerlo de rodillas, a su vez que otro exterminador le propinó una patada en el rostro.
Sonrió victorioso al ver eso.
Con pasos decididos se acercó a Inuyasha, el cual se protegía de algunos golpes, pero recibía otros, acertando uno que otro.
Desde siempre deseó verlo así, humillado y golpeado. Nunca le agradó que un híbrido estuviera viviendo en su aldea, y ahora era un gozo. Lo tenía a sus pies y no había nada que pudiera evitar su destino.
—¡Terminen con él!
El mismo exterminador que lo había escoltado se acercó gustoso de ser quien dejara mal herido a Inuyasha.
Instantes antes de que pudiera hacerlo, un boomerang gigante lo golpeó. Provocando que su cuerpo saliera disparado a unos cuantos metros.
Toyotomi al ver aquello rechinó los dientes fastidiados, puesto que sabía de quien se trataba.
Inuyasha sentía que el alma volvía a su cuerpo al ver aquella acción. El boomerang volvió a su dueña, la cual portaba con orgullo su traje de exterminadora.
Porque ella reconocía cuales eran los valores de un exterminador.
—Eres una maldita traidora.
—No te voy a permitir que dañes a Inuyasha, no me importa lo que digas padre —mencionó furiosa después de colocarse al lado del Hanyō.
Con cuidado se arrodilló a su lado para ayudarlo a levantarse, sin quitar la vista de los exterminadores que estaban listos para atacarlos.
—No debiste involucrarte —bisbiseó Inuyasha una vez que se recuperó y se colocó espalda con espalda a Sango.
—No iba a permitir más injusticias en contra de mi mejor amigo.
—¿Sabes lo que te espera después de esto?
—Lo sé, y no me importa.
Inuyasha sonrió al ver una vez más el apoyo que Sango le estaba brindando. Unos aplausos los sacaron de su ensoñación, ambos fruncieron el ceño al ver que el causante de aquello era Toyotomi.
—Que bonito ver que tienen una amistad inquebrantable, pero no tienen salvación. No me importa que seas mi hija, te irás al infierno junto a este maldito híbrido. Están acabados.
—Yo no estaría tan segura —mencionó burlona.
Antes de que Toyotomi pudiera reclamar algo, un exterminador salió disparado seguido de otro. Al ver eso trató de ver que estaba pasando, sin embargo más exterminadores salían golpeados.
Hasta que vieron como un chico caía frente a ambos, protegiéndolos con una especie de bastón luminoso.
—¡Hikaru!
—Así que, ¿tu eres quien ha estado hiriendo a mis hombres? Maldito monstruo—murmuró molesto al ver a aquel demonio.
—Mi deber es proteger al amo Inuyasha, no importa quien sea el oponente —la determinación fue clara en sus palabras.
—No te preocupes por la anciana Kaede, Miroku se quedó con ella, está a salvo —susurró la exterminadora para evitar ser escuchados.
Inuyasha sonrió de forma ligera al escuchar eso, no podía esperar menos de sus amigos. Que siempre estaban ahí para apoyarlo y cuidarle la espalda.
—¡¿Qué están esperando? Mátenlos!
Todos los exterminadores no dudaron en acatar las órdenes de su líder y se lanzaron a pelear, Hikaru al ver eso sus pupilas se dilataron y no dudó en atacarlos con aquel bastón.
Inuyasha no se preocupó por eso porque sabía que no los lastimaría de gravedad. Y al igual que el Yōkai, Sango y él se unieron a la pelea.
Y Toyotomi cada vez más perdía los estribos.
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