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Corría y corría apresurado, no quería perder ni un segundo en descansos innecesarios.
Conforme fueron avanzando fue reconociendo ciertas colinas y bosques que anteriormente había pisado de sus anteriores viajes.
Por lo que tenía una idea de donde estaban y a donde se podían dirigir para llegar a Sengoku en un corto tiempo.
Hikaru se mantenía callado ante la determinación de Inuyasha, al ser un Yōkai no le afectaban las largas distancias ni los terrenos que tenían que atravesar.
Sin embargo sabía, por parte de su hermano, que los Hanyō no tenían la misma fortaleza que la de un Yōkai. Sabía que en algún momento su amo se agotaría y él tendría que socorrerlo.
El problema era que si eso pasaba y despertaba, probablemente lo haría más alterado por no estar ni cerca de Sengoku.
Decidió seguir callado y seguirlo de cerca, para apoyarlo en cualquier cosa que necesitara.
No tenía idea de cuanto había pasado, pero sabía con certeza que ya llevaban varias horas corriendo sin haber tomado ningún tipo de descanso, ni siquiera para hidratar su garganta.
Inuyasha no tenía cabeza para pensar en nada en esos precisos momentos, lo único que le importaba era asegurarse de que la anciana Kaede estuviera a salvo.
Si hacía bien sus cálculos, estarían llegando a Sengoku en menos de dos horas. Rio en sus adentros ya que a la pulga le había tomado varios días por su diminuto tamaño.
En cambio, a la velocidad en la que iban ambos, solo les tomaría medio día llegar a Sengoku. Sin ningún descanso de por medio.
A Inuyasha le sorprendía que Sesshōmaru todavía no los detuviera, suponía que no le interesaba y que todas las palabras que le había dicho eran una completa mentira.
O tal vez solo quería ver que tan lejos podía llegar.
O quien sabe.
Inuyasha sacudió su cabeza para dejar ir todos esos pensamientos, su prioridad en ese momento era la anciana Kaede.
Al pasar un rato más llegaron a Sengoku, y para sorpresa de Inuyasha, no había nadie en los senderos, como si la aldea estuviera abandonada.
Los pechos de ambos subían y bajaban por la respiración acelerada, con sus orejas trataba de captar alguna voz de alguno de los aldeanos, pero no había nada.
Realmente consideraba el hecho de que la aldea estuviera abandonada.
—¿Sucede algo amo Inuyasha?
—Es extraño, se supone que deberían de haber personas aquí —se quedó pensando por un momento hasta que una idea llegó a su cabeza —. ¿Puedes escuchar algo tú?
Inuyasha era consciente de que Hikaru al ser un demonio completo tendría sus sentidos más agudos y precisos, el gemelo mayor no perdió tiempo y cerró los ojos, concentró su energía en sus oídos para tratar de encontrar algo, por más pequeño que fuera.
Con el pasar de cada segundo Inuyasha se desesperaba porque no tenía ni idea de que hacer o donde comenzar a buscar si es que habían tomado la decisión de irse a otra aldea.
No fue hasta que un par de segundos después Hikaru abrió sus ojos alarmado.
—A unos cuantos metros de aquí se escuchan jadeos y forcejeos de una mujer, puedo asegurar que se trata de la persona que está buscando amo Inuyasha, se escuchaba ya algo grande.
—Guíame.
Hikaru asintió y no tardó en correr para después ser seguido por el peliplata, no avanzaron mucho hasta que Inuyasha con sus propias orejas logró percibir los forcejeos de los que hablaba Hikaru.
Y no bastó mucho para reconocer la voz de la anciana Kaede, llegaron justamente a su hogar, estuvieron a punto de entrar, pero una voz los detuvo.
—¡Alto ahí Inuyasha!
Al mirar a su costado se percató de que ahí estaba uno de los exterminadores.
—Toyotomi te quiere ver.
—Primero voy a ver como está la anciana Kaede.
—Yo no haría eso si fuera tú, adentro hay un exterminador que tiene ordenes precisas de acabar con la vida de la anciana Kaede si alguien que no sea cualquiera de nosotros entra.
Inuyasha gruñó ante esa advertencia, no se tentaron el corazón ni porque se trataba de una mujer de la tercera edad, sobre todo la líder de la aldea.
—Sígueme, y que tu perrito se quede justo donde está, Toyotomi no quiere espectadores.
Miró una vez más hacia la cabaña y chistó fastidiado, sabía que Toyotomi no se andaba con juegos cuando pasaban cosas así. No quería arriesgar la vida de la anciana Kaede.
Antes de avanzar le susurró algo a Hikaru.
—Ve la manera de entrar y ponla a salvo, no lastimes al hombre, solo déjalo inconsciente.
—Así será, amo Inuyasha.
A pesar de todo, no quería que nadie saliera lastimado.
—¡No tengo todo el día! —gritó el exterminador.
Inuyasha volvió a gruñir ante el apuro, comenzó a caminar bajó la mirada del exterminador, y solamente estando unos pasos frente a él fue cuando el otro decidió avanzar, indicándole por donde caminar.
Hikaru estaba nervioso ya que no se sentía bien al dejar a su amo con aquel tipo, pero debía cumplir con lo que le había ordenado.
Porque sabía cuan valiosa era aquella mujer para su vida.
Sin perder tiempo, empezó a ver la manera de entrar a aquella cabaña sin poner en peligro la vida de la mujer.
Con cada paso que daban Inuyasha se sentía más intranquilo, confiaba en que Hikaru encontraría la manera de mantener a salvo a la anciana Kaede.
Sin embargo la sola idea de que le pudieron haber echo algo a la anciana Kaede lo hacía rabiar.
—Deja de gruñir, sé que eres un perro, pero no debes actuar como uno —mencionó burlón.
—No solamente sé gruñir.
—Que chistosito, más te vale que modules tu carácter.
—Tú mismo deberías de saber que no obedezco a nadie o, ¿quieres que te recuerde las veces que terminaste humillado por la anciana Kaede al querer mandar sobre mí por considerarme un arma? —devolvió la burla mientras lo miraba de reojo.
—Tan altanero como siempre, eso va a terminar pronto.
Inuyasha sabía que sería así, pero no por él, sino por Toyotomi. Él se encargaría de ponerle fin a todo y, de ser posible, llevarse a la anciana Kaede a un lugar mucho más seguro.
No confiaba para nada en los exterminadores de Sengoku, no después de ver de lo que eran capaces de hacer.
No tardaron mucho en llegar al lugar donde Toyotomi lo estaba esperando, y era fácil deducirlo por todos los exterminadores que estaban ahí. Diría que no faltaba ninguno. Y todos le apuntaban con sus armas.
—Me sorprende que hayas tardado en volver —apareció Toyotomi a unos pasos frente a él —. Bueno, si tomamos en cuenta el tamaño de la pulga.
—¿De qué pulga estás hablando?
—Se me hace raro que tú me hagas esa pregunta. Hablamos de la misma pulga que ha estado contigo desde hace mucho tiempo, no fue difícil convencerlo para que te diera un motivante para venir. Después de todo valora su vida. Si creías que lo ibas a ocular, estás muy equivocado, esa pulga es fácil de atraer con sangre.
—Ah ahora entiendo, utilizaron a la pulga Myōga para atraerme aquí.
—No fue difícil atraparlo, un poco de sangre de una de las chicas más atractivas de la aldea y listo. Un poco de amenaza e intento de muerte para que fuera por ti.
—¿Dónde están las personas de la aldea?
—A salvo claro con la aldea vecina, no quiero que presencien como el monstruo Inuyasha aniquila a todos por traición.
—Eres un maldito hipócrita.
—El hipócrita eres tú, que te atreviste a darle la espalda a Sengoku después de todo lo que ha hecho por ti.
—No vamos a tener esta discusión otra vez, mejor dime que es lo que quieres bastardo.
—Aniquilarte —un exterminador le entregó una espada la cual su hoja era de un color verdoso, el solo verla le provocaban escalofríos a Inuyasha —. Déjame contarte una cosa, esta espada fue hecha por un herrero y después mejorada por una sacerdotisa, y tiene el propósito de matar a demonios como tú, lo malo es que solo es de un solo efecto, así que solo necesito apuñalarte con ella y dejarás de ser una molestia para nosotros. Entonces imagina, si es capaz de dejar mal herido a un demonio completo al punto de dejarlo casi en la muerte, ¿qué hará contigo siendo un asqueroso híbrido? —aquella pregunta salió con mucho odio y resentimiento.
Inuyasha vio como todos se ponían en posición de ataque, fácilmente eran como unos treinta contra él solo, pero no importaba.
Les demostraría de lo que era capaz siendo un "asqueroso híbrido" como Toyotami lo llamaba.
—Que fastidio contigo, deja de ladrar y acabemos con esto de una vez.
Toyotomi no soportó aquel comentario y dio la orden para que todos a la vez atacaran a Inuyasha.
Mientras Inuyasha trataba de proteger cualquier parte de su cuerpo que intentaran lastimar con sus armas, no iba a permitir que se salieran con la suya.
Todo tenía que terminar en ese momento.
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