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24. Lo sabía


No teníamos más actividades programadas por lo que nos quedaba en Shanghai, así que aproveché para secuestrar a Liam conmigo e ir a degustar de un delicioso estofado al auténtico estilo chino hasta que nuestras barrigas se reventaron, y nuestras papilas gustativas estaban rebozadas de éxtasis y cantidades cuestionables de picante.

Siendo sincera, creo que debería de agendar una cita con mi gastro luego de este viaje. No es justo que algo tan delicioso tenga que ser a la vez tan picante.

Aunque Liam se opuso al principio, me aseguré de pagar toda la comida ya que quería estar a mano en cierto sentido por haberme regalado las entradas a Disneyland.Sin importar la diferencia salarial que había entre nosotros.

Cuando por fin encontramos el ánimo para levantar nuestros traseros de los asientos, crucé la calle hasta el local del frente para pedir un té frío con perlas, sería el postre perfecto para finalizar este festín.

—Esto está delicioso —dije tras el primer sorbo—. El sabor a caramelo y la cremosidad están perfectamente balanceados.

Liam me miró de reojo.

—No sé cómo es posible que puedas beber esa cosa en pleno frío —dijo con sus manos metidas en los bolsillos.

Yo me encogí de hombros.

—Tengo una fuerza de voluntad increíble, pero eso es algo que ya debiste de haber notado hace tiempo.

Él rió por lo bajo mientras negaba con la cabeza.

—No me cabe duda, pero si tuvieras esa misma fuerza de voluntad para bajar hasta los archivos y buscar los documentos que te pido, créeme que me harías el más feliz del mundo.

—Oye no es lo mismo, en los archivos sabes que hay muchas arañas.

Tras otro sorbo a mi bebida, me percaté de que él no había pedido nada.

—¿Quieres probar? —le ofrecí.

El me miró de reojo por unos segundos.

Pero finalmente, aceptó el vaso y posó sus labios en el sorbete.

Su rostro se arrugó en un segundo.

—Por Dios Areli, eso sabe a un coma diabetico.

Fruncí el ceño.

—Eres un exagerado.

Como para demostrar que estuvo mal, le arrebaté el vaso de las manos y cuando me disponía a seguir tomando me paré en seco.

Sus labios habían estado aquí, y ahora yo pondría los míos.

Si, nos habíamos besado antes. Pero en ese entonces desconocía de las cosas que ahora sabía.

Sin importar el frío que abrazaba las calles de Shanghái, sentí mi cara arder cuando tragué en seco y volví a tomar mi condenada bebida.

Liam carraspeó. Creo que estaba pensando algo similar porque ahora también lucía incómodo.

—¿Hay algo más que quieras hacer antes de volver al hotel?

—Pues la verdad es que sí. Quiero comprar figuritas en la tienda de conveniencia.

Él alzó una ceja.

—¿figuritas?

Me encogí de hombros.

—Pues si, son muy adorables y se verían bien en mi escritorio.

Antes de que siguiera con su malhumor pasé de él y me adelanté a la tienda en búsqueda de las cajas de colores que tanto había visto en internet.

—¿Al menos me podrías explicar de qué tratan estas figuras? —preguntó apresurado tratando de seguirme el paso entre los anaqueles, y evitando chocar con los locales en su paso.

—Se llaman sonny angels, son figuras coleccionables que vienen en cajas sorpresa y... ¡son estos de por acá! —señalé ansiosa cuando por fin di con lo que estaba buscando.

Liam me miró consternado.

—¿Coleccionas figuras de niños desnudos?

Yo rodé los ojos.

—Son querubines con disfraces, ¿acaso no estás viendo las alas dibujadas en el empaque?

—Pero si les estoy viendo el pipi.

Esta era una batalla que no tendría hoy, así que pasé de él y me dispuse a tomar un par de cajas conmigo hasta la caja registradora.

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Ya de vuelta en el hotel, no podía dejar de ver la pantalla de mi teléfono porque ahora tenía al pequeño querubín con orejitas de conejo asomando su pequeña cabeza por la esquina.

—Estoy muy feliz.

—Y yo sigo perturbado —habló Liam desde el otro lado de la habitación —. Cuando lo sostienes así lo único que puedo hacer es verle el trasero.

Dejé el teléfono a un lado y me senté en la cama para poder mirarlo a los ojos.

—Si dejas de hablar unos segundos prometo hacerte un favor.

—¿A qué te refieres con favor? —cuestionó no muy convencido.

—Pues, considerando que mañana es nuestro día de travesía de regreso a casa, pensé en que sería buena idea dejarte subir conmigo a la cama a ver algo de televisión y luego te regresas al sofá cuando estés relajado.

—Vaya, eso suena como un total acto de caridad de tu parte.

Obviamente, lo decía con todo el sarcasmo del mundo.

—¿Aceptas o no?

—Si —dijo finalmente— no es como que tenga nada más que hacer. ¿Qué veremos?

Me senté a un lado en la cama y le dejé espacio.

—Pues encontré este canal que pasa películas de navidad todo el día y creo que es la única opción que tenemos ya que está en inglés y todo lo demás enchino.

Liam se rió en mi cara y yo me uní a él por lo absurdo que sonó al decirlo en voz alta.

---

Llevamos como cuarenta minutos en la película y yo estaba disfrutando cada segundo de esto.

—No me puedo creer que tras pasar tres días encerrados en una cabaña por culpa de una tormenta de nieve, esta chica descubrió que en realidad su mejor amigo de la infancia siempre fue el amor de su vida —dijo Liam enfocado.

Una cosa llevó a la otra y no sé cómo terminamos en batas de baño, con palomitas de maíz que pedimos en el servicio al cierto, una mascarilla facial sobre nuestros rostros y un par de latas de bebidas con vodka cada uno.

Esto era increíble, porque le saqué fotos a escondidas que usaría luego para extorsionarlo por si se le ocurría negarme vacaciones.

—Si, pero dejar a tu prometido plantado en el altar sólo porque por culpa del muérdago descubriste que el amor de tu vida era otro, se me hace algo muy bajo. En pantalla es muy romántico y lo que digas, pero en la vida real es un golpe muy bajo.

—En la vida real también hacemos cosas sin sentido todo el tiempo. Todo es culpa del amor, el alcohol y la idiotez natural de los seres humanos.

Me reí por su comentario mientras aprovechaba para retirar ambas láminas de mascarillas de nuestros rostros.

—¿Qué es lo último que hiciste por culpa del amor, alcohol o tu idiotez?

Tras pensarlo por unos segundos, él movió la manga de su bata y me enseñó un tatuaje en su antebrazo.

—La verdad no recuerdo cuándo ni cómo lo hice, sólo sé que me percaté de su existencia el día en que desperté resacado en tu apartamento.

Era un tatuaje pequeño que ponía 'mamá' con letra cursiva.

Abrí la boca porque reconocí el diseño al instante.

—No me lo vas a creer, pero tengo exactamente lo mismo.

Removí mi bata y haciendo a un lado mis pantalones de pijama, le enseñé el diseño que se vislumbraba en mi cadera.

Recordaba el día en que lo descubrí, luego de que mi mamá me llamara al teléfono histérica para reclamarme al respecto y que en medio de mi confusión y sus gritos descubrí a Liam semidesnudo en mi cama con un gorro de vaquero rosa en su cabeza.

Se me hacía como que todo había pasado hace décadas y no hace menos de un mes, pensé en hablarle a Liam sobre eso pero no pude porque su rostro se había tornado demasiado... intenso, y sus ojos miraban directamente a mi cadera expuesta.

Oh, Areli, creo que enseñaste de más y ahora es que te percataste.

Por segunda vez en el día me dio calor.

—Lo siento —él dijo cuando volvió en sí, mirándome a los ojos nuevamente— creo que me distraje por un segundo con algo que recordé.

Su voz se tornó grave.

En lo profundo de mi, tuve una sensación extraña cuando alejó su atención de mi piel.

De repente, la película se había convertido en un ruido de fondo.

—¿Qué fue lo que recordaste? —dije con un tono igual al suyo y tragando en seco.

Estábamos a un latido de osadía de distancia.

—Lo olvidé —respondió en apenas un hilo de voz.

Yo negué divertida.

Porque sabía exactamente lo que ví en sus ojos y sabía que me mentía, sabía que esos sentimientos tan intensos que se desataron en mí con tan solo una mirada suya no eran casualidad y sabía que los había sentido en otras ocasiones y que hasta ahora todo encajaba.

Sabía que yo le gustaba a él y que, aunque me costó entenderlo, él también me gustaba a mí.

Por eso es que me eché al frente y, tras cerrar mis ojos, lo besé.

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