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Prologo

El primer portazo que Rodrigo le dio a la puerta de impacto, no le importó en lo absoluto. Lo que quería era asegurarse de que la persona que había atropellado no estuviese muerta. Su corazón latía con fuerza debido al susto.¿Qué diablo había sucedido? ¿En qué momento aquella mujer apareció en la carretera? ¿De dónde demonios salió? Se cuestionaba,poco después que pasó todo.

Dudaba si salir era la mejor opción, era tanto el pánico que se frotó la sien para calmar el ruido que provocó que cierto dolor lo martirizara.  Hasta creyó que debió seguir qué pasara aquel tránsito en donde espero veinte minutos y nunca avanzaba. ¿Qué era lo que tenía que hacer ahora? Tal vez otra persona en su lugar aceleraría de inmediato alejándose del crimen y dejando aquella mujer tirada donde cualquier otro vehículo podría arrollarla, pero bien sabía que ese acto era de cobardes "¡El no era ningún cobarde"! Una marea de contradictorios pensamientos lo asaltaron pero como quiera salió envalentonado. Wao, esa furia interna mezclado con nerviosismo y pánico lo envolvían, lo sosegaba. No sabía qué hacer ni cómo reaccionar.

Se había ido a una carretera vieja y desierta con tal de no esperar, él no era de suma paciencia, al contrario, todo lo que le hacía esperar lo sacaba de sus casillas. Se vio enfrente de aquel cuerpo ensangrentado, frágil, se sintió tan nervioso que maldecía repetidas veces. ¿Pero qué carajo? "¡Se supone que aquella carretera estaba desolada!" ¿En qué momento se apareció aquella mujer? ¡Mierda, una y mil veces mierda!

Aquel hombre asustado, pavoroso se arremangó las mangas de su camisa, se agachó para ver si en realidad estaba muerta. Por lo que pudo ver a pesar de llevar sangre en la sien, por el compacto<es que  ese imbecil se creía dueño de la carretera que llevaba aquella velocidad> veía que era una joven, morena y con fachada de vagabunda. Su rostro estaba sucio, su ropa también y tenía un horripilante olor, que mejor ni se diga.

—¡Señorita, señorita!.. Despierte..—le susurró de rodillas en el oído, al menos todavía tenía pulso y eso logró que aquel miedo ventilara lejos de su pecho aunque sea un poco.

La luna llena reflejaba aquella carita ensangrentada, sucia. Llevaba un gorro negro que tapaba su cabello pero se podía percibir que tenía un buen aspecto.

No reaccionaba, y allí no aparecía nadie que le ayudara, obviamente no podía irse así, dejando a una pobre mujer en la calle indefensa y herida. Tal vez muera. Y eso es una carga demasiado espesa para su conciencia que no soportaría.

Se dirigió a su coche frenético y abrió la puerta para entrarla y llevarla a casa. No podía llevarla a un hospital donde todo ojo de la prensa lo acribillaría a preguntas. Sabía que, su madre lo ayudaría a que esa mujer reaccionara para que pueda seguir su vida de vagabunda de la calle. No era el hombre "caridad" para que se quede en su casa, por supuesto que no, porque en cuanto se recuperara lo primero que haría era darle un plato de comida antes de marcharse y de nuevo a su vida que era antes.

Cuando llegó los trabajadores se quedaron atónito a ver a su jefe cargando en sus brazos a una mujer desconocida. Se acercaron a él para ayudarlo, pero cada vez se reunían más a su paso. Todos veían como tontos como cargaba la chica como una plumilla.

—¿Qué pasó, Rodrigo? —preguntó Carmen, su madre,  con el ceño fruncido, confusa y con cierta pena en sus ojos color mieles, igual que los de el. El avanzó en pasos apresurados, con cierta agonía en el pecho, con cierto temor. Su mente estaba bloqueada de los que la gente decía, tanto así que eran como ruidos finos para sus oídos, más bien murmullos.

De pronto, solo quería que aquella mujer no tuviera fracturas graves, haría todo para que se mejorara pronto, su propio ego le discutía en su mente, que arrebataría la vida a nadie, ni mucho menos a una vagabunda. En cuanto chequeara que todo estaba bien con ella, se marcharía despreocupado a su vida normal. Se iría de viaje a la mañana muy temprano y debía solucionar uno que otro asunto antes de marcharse. Llamaría a Vanessa para avisarle, no quería ni siquiera ni despedirse como suele hacer un novio feliz con su pareja.


De pronto una de las habitaciones de los empleados fue rodeada de personas. Allí su madre, su hermano Lucas y Amanda. Cada uno con reacciones distintas. Era totalmente nefasto como aquellos daban una mirada en desaprobación, ellos eran la típica familia richachona que por tener dinero se creen superiores a una persona de diferente estatus social, ya saben cómo, que carece de dinero, alimentos y algunos lujos que no pueden dárselas a diferencia de ellos.

—¡Ahora te has dedicado a recoger vagabundas de la calle! Vaya, vaya, hermanito, nunca pensé que resultarías  mejor que Juan Pablo II.—expresó el burro mayor, Lucas. Aquel siempre creció con cierto tormento de odio por su hermano, la relación tan diferente que tenía su madre con él y con Rodrigo, y que tampoco se olvide algo: La fortuna  que el padre al morirse, le dejo de herencia exclusivamente a él. Eso fue otra razón para su odio, su rabia, él no había pedido que su padre por ende, le dejara todo en sus manos, el por qué se lo llevó a su tumba, aunque aquello refleja cierto misterio que nadie deja desapercibido. El ignoró aquello que él había dicho, no le complacería verlo enojado, no en esta ocasión.

—Basta Lucas... Deja que tu hermano nos explique..—el la miro para que pudiera comprender su angustia, aquel horrible momento en el que sintió que había matado a esa pobre mujer,que fuera un asesino. Se veía muy preocupado, y ella logró comprender aquello.

Era increíble como su odio y su rencor por su hermano e incluso hasta por su propia madre, lo dejaba segado. Lo apartaba de poder disfrutar de ciertas cosas, que son como la unión de la familia, el amor. Claro que para el, eso alimenta más su odio ver que su madre congeniaba más con Rodrigo. Amanda era otra que estaba perdida en su egoísmo y egocentrismo.

—¡Dejen de hacer preguntas y llamen a un doctor! Esta mujer se está muriendo.—de pronto dos muchachas de servicio se unieron para limpiar su cara ensangrentada. Ella abrió los ojos lento viendo como una capa empañada nublaba su vista. El la miro atento, como que no quería perderse del privilegio de como ella recobraba los sentidos. Al ver aquellos ojos oscuros, le dio una sensación extraña, juraría que nunca había visto una mirada tan tierna. Y que esa mirada mandaba mensajes diferentes de su persona.

—Rodrigo, no tenías que traerla, digo, para eso existen los hospitales ¿no?—dijo Amanda, con un tonito de superioridad, de cierta apatía por aquella chica que sin conocerla le daba un vuelco en su estómago.

—Ese no es tu problema... Si a mí me dio la reverenda gana de traerla mejor aquí que a un hospital es solo mi jodido problema ¿estamos?—al escuchar eso de su hermano la dejo atónita, nunca le había hablado así ¿qué carajos le sucedía a él? Toda aquella tensión en aquel cuarto lo ponía vigente, las miradas que caían a él, nervioso y sobre todo, que aquella chica estuviera en una situación grave.

Poco a poco todos se habían ido a ocuparse de sus asuntos, dejándolo a él a solas. Se sentó a su lado mientras ella soltaba un suspiro lastimero. El la veía con suma atención sigiloso. Era grandioso como esa chica miraba todo a su alrededor sin hacer preguntas, sin ni siquiera abrir la boca para soltar alguna palabra de pánico al encontrarse en un lugar desconocido y eso, lo puso en alerta aún más.

—¿Te duele algo? ¿Quieres agua?—preguntó para romper aquel silencio incómodo, no quería que ella lo viera como un tonto embelesado mirándola fijamente. El no era de "esos".

—Me d-duele la cabeza.—y se tocó la sien martirizada. Aquella vocecita fue como un sonido tierno antes sus oídos,algo deleitoso. Era una voz pacífica que de pronto le dio cierta tranquilidad.

En ese instante apareció Carmen, su madre con el doctor de la familia. Había servido a la familia Castañuela por años, incluso se había vuelto en un una persona de confianza.

—Mamá por favor, no te apartes de ella, iré a la empresa a resolver unas cuantas cosas antes de irme. Mañana debo estar a las siete en punto en Italia.—le dijo esto mientras acariciaba sus manos de manera tierna.

—Rodrigo ¿te irás y dejaras a la joven así en ese estado? Ni siquiera nos contaste lo que le pasó y lo que tienes que ver que la has traído a la casa.

—La atropelle, me había desviado hacia otro camino debido al tránsito, nunca pensé que ella se cruzaría justo cuando iba... Mamá, por Dios, no podía dejarla allí tirada. Solo te pido que vigiles todo, yo regreso en una hora a empacar y de paso iré a verla de nuevo a ver cómo va todo.—le anunció bajando los últimos escalones.

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